5 de junio de 1876 en San Juan del Rio, Durango nace Pancho Villa



Resultado de imagen para pancho villaVilla fue nombrado gobernador del Estado y, desde 1913 hasta 1915, confiscó las tierras de los latifundistas, que repartió entre viudas, veteranos, hambrientos y desempleados

Pancho Villa nació con el nombre de Doroteo Arango el 5 de junio de 1876 en San Juan del Rio, Durango.

De origen muy humilde, era hijo de peones incultos y él tampoco fue nunca fue a la escuela.

Pancho Villa era el nombre de un compañero suyo, de su amigo más querido.

Cuando los guardias rurales lo mataron, Doroteo Arango tomó su nombre y se lo apropió para rescatarlo del olvido para siempre.

Su vida guerrillera se inició muy pronto, cuando era un muchacho de dieciséis años que repartía leche en las calles de Chihuahua y mató a un funcionario del gobierno que había violado a su hermana.

Eso, en sí, no lo hubiera puesto fuera de la ley por mucho tiempo en México, donde la vida humana valia tan poco; pero, ya fugitivo, cometió el imperdonable crimen de robar ganado a los hacendados.

Desde entonces el gobierno mexicano puso precio a su cabeza.

Se echó al monte y, proscrito durante veintidós años, estuvo huyendo de las tropas federales enviadas en su persecución.

Ejecutó a muchos latifundistas indeseables, pero el primero fue su propio patrón.

Entró en la leyenda popular.

Su nombre se hizo tan famoso que todos los robos de trenes, asaltos y ejecuciones en el norte de México eran atribuidos a Villa.

Creció un inmenso acervo de historias populares entre los peones de las haciendas en torno a su nombre.

Muchas canciones y corridos celebran aún hoy sus hazañas, cantadas por los pastores, al calor de sus hogueras, por la noche, en las montañas, que son la reproducción de las coplas heredadas de sus padres o que otros compusieron.

Se cuenta la historia de cómo Villa, enfurecido al conocer la miseria de los peones en la hacienda de Los Álamos, reclutó una pequeña partida y cayó sobre la mansión de los patronos, saqueándola y distribuyendo los frutos expropiados entre los pobres.

Arreó millares de cabezas de ganado desde Terrazas y cruzó con ellas la frontera.

Asaltaba una mina y se apoderaba del oro o plata en barras. Cuando necesitaba maíz, expropiaba el granero de algún latifundista.

Reclutaba a sus hombres abiertamente en ranchos alejados de los caminos y ferrocarriles más transitados, organizándolos en las montañas.

Muchos de los soldados de la revolución pertenecieron a su guerrilla, y varios de los generales constitucionalistas, como Urbina. 

Sus dominios iban desde el sur de Chihuahua al norte de Durango; pero se extendian hasta Coahuila, cruzando la República, hasta el Estado de Sinaloa.

Era conocido en todas partes como El Amigo de los Pobres.

Durante las épocas de miseria alimentaba a regiones enteras y se hacía cargo de la gente desalojada de sus poblados por las tropas federales.
Estalla la revolución
En las elecciones de 1910, Francisco I. Madero desafió al presidente Porfirio Díaz con un programa democrático y de reformas sociales.

El veterano dictador encarceló a Madero para ganar las elecciones. Creyó así consolidado su prolongado dominio y luego se atrevio a liberar a Madero.

Éste, una vez en la calle, viajó a Texas, proclamó la insurrección, cruzando la frontera y dirigiéndose hacia la capital, a la vez que agrupaba tropas de voluntarios.

Entonces Villa era todavía un guerrillero.

Tres meses después de haberse levantado en armas, apareció repentinamente en El Paso y puso su persona, sus hombres, sus conocimientos y toda su fortuna a las órdenes de la revolución.

Las inmensas riquezas que debía haber acumulado durante sus veintidós años de expropiaciones resultaron ser 363 pesos de plata, muy usados.

En mayo de 1911, Madero logró entrar en México acabando con la larga dictadura de Porfirio Díaz iniciada en 1876, que se fue al exilio.

El gobierno revolucionario estuvo encabezado primero por Francisco León de la Barra como un régimen interino, y luego por Madero como presidente electo.

Villa se convirtió en capitán del ejército maderista; como tal fue con Madero a la ciudad de México, donde lo nombraron general honorario de los nuevos rurales.

Pero las reformas sociales de la revolución no podían desplegarse sin el apoyo de las masas campesinas.

Eso significaba enfrentarse a la oligarquía terrateniente y a los gringos, que también mantenían importantes intereses económicos en México.

Había que atacar poderosos grupos privados para distribuir la tierra entre los campesinos, y éstos no estaban organizados.

El gobierno de Madero se vio acosado por la contrarrevolución. En 1912 Pascual Orozco comenzó un levantamiento.

Las tropas de Villa fueron agregadas a las del general Victoriano Huerta, cuando éste partió hacia el norte para combatir la rebelión.

Villa era comandante de la guarnición en Parral y derrotó a Orozco con una fuerza inferior en la única batalla decisiva de la campaña.

Pero Huerta no era de fiar y muy pronto empezó a descubrir sus cartas.

Había puesto a Villa en primera línea de fuego para que los veteranos del ejército maderista hicieran la tarea más peligrosa y llevaran la peor parte, mientras los viejos batallones de línea federales se quedaban atrás protegidos por su artillería.

Luego inesperadamente le mandó a Villa ante un tribunal militar en Jiménez, acusándolo de insubordinación, diciendo haberle telegrafiado una orden a Parral, que Villa manifestó no haber recibido.

El tribunal militar duró quince minutos y el futuro y más poderoso antagonista de Huerta fue condenado a ser fusilado.

Alfonso Madero, que pertenecía al estado mayor de Huerta, detuvo la ejecución; pero el presidente Madero, obligado a dar apoyo a las órdenes de su general en jefe de la campaña, encarceló a Villa en la penitenciaría de la capital.

Durante todo este periodo, Villa permaneció leal a Madero, sin vacilaciones, actitud sin precedente en la historia mexicana.

Por largo tiempo, Villa había deseado ansiosamente tener una educación.

No perdió el tiempo en lamentaciones ni intrigas políticas. Se puso a estudiar con todas sus fuerzas para aprender a leer y escribir.

Villa no tenía ni la más mínima base para hacerlo. Hablaba un lenguaje vulgar, el de la gente más pobre, el de los llamados pelados.

No sabía nada de los fundamentos del idioma, por lo que hubo de empezar por aprender aquellos primero, porque siempre quería saber el por qué de las cosas.

A los nueve meses podía escribir regular y leer los periódicos.

El gobierno de Madero hizo la vista gorda ante su fuga de la prisión, bien para evitar complicaciones a Huerta, dado que los amigos de Villa habían exigido una investigación, o bien porque Madero estuviera convencido de su inocencia y no se atreviera a ponerlo abiertamente en libertad.

Desde ese tiempo hasta que estalló el último levantamiento, Villa vivió en El Paso, Texas, siendo de allí de donde salió, en abril de 1913, para conquistar México con cuatro acompañantes, llevando tres caballos, dos libras de azúcar y café y una de sal.

En febrero de 1913, los latifundistas iniciaron su levantamiento contra Madero y, aunque la mitad del ejército les secundó, la suerte de la revolución aún era incierta.

El peso de la balanza comenzó a inclinarse a favor de la contrarrevolución cuando a los latifundistas se les sumó Huerta al frente de unidades de su ejército acantonadas en la ciudad de México, lo que provocó la renuncia de Madero y su posterior asesinato.

La mayoría de los gobernadores reconocieron a Huerta como su nuevo presidente.

Inicialmente también contó con el apoyo de Estados Unidos, cuyo embajador ayudó a organizar el levantamiento de Huerta en la capital. 

Pero en realidad Huerta estaba más bien vinculado a los imperialistas británicos, relación que los vecinos del norte no veían con buenos ojos, por lo que, con prepotencia, el presidente Wilson dijo: Yo enseñaré a las repúblicas sudamericanas a elegir buenas personas [...] Si el general Huerta no se retira, Estados Unidos se verá obligado a retirarlo recurriendo a medios pacíficos.

Pronto se vería en qué consistían esos medios pacíficos.

La política de Estados Unidos quería sembrar el caos por todo el país para justificar de esa manera una posterior intervención con sus tropas para lograr la pacificación. Pero la posición internacional de México era muy complicada en aquel momento.

El golpe de Huerta coincidió con la llegada de Woodrow Wilson a la presidencia de los Estados Unidos, quien se negó a reconocer al gobierno golpista de Huerta y destituyó al embajador local.

Pero la Iª Guerra Mundial estaba a las puertas y la posición de la potencias imperialistas europeas era diferente; querían quedarse con el petróleo mexicano y reconocieron al nuevo gobierno mexicano.

En octubre Huerta detuvo a 110 diputados y se encaminaba a grandes pasos hacia una dictadura abierta.

Luego provocó a Wilson al arrestar en Tampico, en la costa del Pacífico, a los marineros del buque Delphin.

Venustiano Carranza gobernador de Coahuila convenció a los diputados estatales de que la toma del poder por Huerta era inconstitucional y encabezó una guerra contra Huerta manteniendo el programa de reformas sociales de Madero: reparto de la tierra y nacionalización del petróleo.

Junto con Zapata, Villa apoyó a Carranza y se opuso a la dictadura de Huerta. Al frente de un puñado de hombres cruzó Río Grande en marzo de 1913. Reclutó hombres en la montañas cerca de San Andrés.

Era tan grande su popularidad, que en el término de un mes había levantado un ejército de 3.000 voluntarios.

Con esta milicia de trabajadores campesinos, conquistó Chihuahua a finales de 1913 y como dirigente de la famosa División del Norte obtuvo algunas de las principales victorias de la revolución, entre ellas el asalto por sorpresa con el que capturó Ciudad Juárez a mediados de noviembre de 1913, rechazando la contraofensiva de una poderosa fuerza federal enviada a retomar la ciudad.

El 10 de enero de 1914 capturó Ojinaga después de una violenta batalla y miles de campesinos se unieron a su División del Norte.

A mediados de marzo de 1914, comenzó su marcha contra la casamata de los huertistas en Torreón, Coahuila, un importante nudo ferroviario, una de las épicas batallas en la que demostró su gran genio militar.

El ejército federal evacuó Chihuahua y el norte de México estaba casi liberado.

Villa fue nombrado gobernador del Estado y, desde 1913 hasta 1915, confiscó las tierras de los latifundistas, que repartió entre viudas, veteranos, hambrientos y desempleados.

Entre las haciendas que saqueó estaba el rancho Babicora, propiedad de Hearst, el magnate de la prensa gringa, amigo de Porfirio Díaz.

Ejecutaron al administrador, secuestraron a otros cuatro capataces y se llevaron 60.000 cabezas de ganado.

Estas haciendas generaban dinero para las fuerzas militares revolucionarias.

Emitió moneda propia para impedir el acaparamiento de los ricos y el desabastecimiento de la población.

Entonces su primera acción consistió en reunir a los campesinos pobres en la plaza y repartir el nuevo dinero entre ellos.

Expulsó a los españoles del territorio bajo su control por su adhesión a la contrarrevolución.

La campaña de la División del Norte contra el régimen de Huerta terminó con la caída de Zacatecas el 24 de junio de 1914.

Huido Huerta, Carranza entró victorioso en la ciudad de México, cuyas tropas se rindieron el 13 de agosto.

Para esa fecha, habían surgido serias diferencias entre Villa y Carranza como Primer Jefe del Ejército Constitucionalista.

El antagonismo entre ambos estalló a principios de junio de 1914 cuando Villa rehusó obedecer la orden de Carranza de enviar un contingente de sus tropas a socorrer a Pánfilo Natera, otro general constitucionalista que tenía a Zacatecas sitiada.

Por el contrario, Villa, al mando de la División del Norte, marchó al sitiado pueblo y dirigió personalmente el ataque a la ciudad.

Para vengarse, Carranza suspendió todo tráfico ferroviario entre Aguascalientes y Monterrey.

Al cortársele el suministro de carbón y quedar sus tropas inmovilizadas, Villa no pudo participar en la campaña final contra las fuerzas federales.

Carranza no había cesado en su intento por minar la aportación de Villa a la lucha y éste, obstinadamente, resistía todo intento de Carranza por subordinarlo a él y a sus hombres a la autoridad de Obregón y a que se le impusieran los oficiales que debían formar parte de la División del Norte.

Mientras tanto, en el campo seguían a pan y agua, Villa estableció contacto con los rebeldes zapatistas en el sur y centro de México.

El país quedó así dividido: Carranza en la capital y Villa en la frontera con los Estados Unidos.

Por otro lado, José María Maytorena, amigo personal de Villa, había regresado a Sonora a retomar su viejo puesto de Gobernador. Maytorena encontró oposición por parte de Obregón y los otros militares sonorenses que habían dirigido la campaña contra de las fuerzas huertistas en el noroeste durante su ausencia.

Los elementos para un conflicto civil estaban dados dentro de Sonora y otras regiones del país entre las fuerzas leales a Maytorena y Villa y aquellos que apoyaban a Obregón y a Carranza.

El 22 y 23 de septiembre, Villa y Maytorena repudiaron públicamente la autoridad de Carranza e invitaron a los otros dirigentes constitucionalistas a unírseles. Villa comenzó entonces a desplazar sus tropas hacia el sur.

En un intento por limar las asperezas entre los dirigentes revolucionarios, un grupo de generales propusieron una reunión entre los líderes civiles y los oficiales militares que debía realizarse en Aguascalientes el 1 de octubre.

Esa ciudad era considerada territorio neutral puesto que en ella no había guarnición de ninguna de las facciones en conflicto. La Convención, así convocada, exigía las respectivas renuncias de Carranza como Primer Jefe y de Villa como Comandante de la División del Norte.

Sin embargo, Eulalio Gutiérrez, el presidente provisional escogido por la Convención designó a Villa para encabezar las fuerzas revolucionarias combinadas, en tanto que Villa propuso a uno de sus oficiales para comandar la División del Norte. Carranza rehusó renunciar al puesto de Primer Jefe a menos que Villa se retirase del ejército. Su exigencia estaba respaldada por Obregón y otros generales.

A mediados de noviembre de 1914 había estallado la guerra entre quienes querían impulsar hacia adelante la revolución y los que pretendían frenarla.

Pero ni con la ayuda de Emiliano Zapata, Villa pudo derrotar a Carranza. Fue batido en Celaya por Obregón, general en jefe del Ejercito constitucionalista.

Rechazado por la reforzada guarnición de Calles, Villa, con una pequeña fuerza de aproximadamente 5.000 efectivos avanzó hasta Hermosillo, pero fue derrotado en El Alamito el 13 de noviembre por un columna de constitucionalistas.

Expulsada de Aguascalientes, la diezmada División del Norte se vio obligada a retirarse hacia el norte vía Zacatecas y Torreón. Hubo otras derrotas y el antiguo amigo y aliado Venustiano Carranza mandó asesinar a Villa.

La revolución mexicana puso a los Estados Unidos en una situación muy difícil.

Estaban comprometidos grandes intereses privados y fuertes inversiones de capital que las exigencias revolucionarias del campesinado hacían peligrar.

En 1912 el capital gringo poseía el 78 por ciento de las minas, el 72 por ciento de las empresas metalúrgicas, el 56 por ciento de la extracción de petróleo y el 68 por ciento del caucho. Los imperialistas estadounidenses trataban de defender esos intereses privados en México.

A lo largo de todo el siglo XIX, aprovechando la debilidad del Estado recién nacido de la lucha contra los colonialistas españoles, se habían apoderado de casi dos millones y medio de kilómetros cuadrados de tierras mexicanas, desde California hasta Florida, incrementando en un tercio su extensión y exterminando a pueblos indígenas enteros.

La revolución mexicana fue también un movimiento antimperialista que salvó a su país de caer bajo la dominación extranjera de su vecino del norte.

En enero de 1915 el gobierno de Carranza adoptó una serie de medidas económicas encaminadas a la defensa de los recursos del país: nacionalizó el subsuelo, los bosques, la tierra y las aguas.

Defendiendo el derecho de autodeterminación y la no ingerencia en los asuntos internos de los Estados soberanos, el 26 de setiembre de ese mismo año Carranza se pronunció en contra de la doctrina Monroe que los gringos trataban de imponer por toda Latinoamérica.

También exigieron una autorización especial para extraer petróleo, y eso ya era demasiado para los magnates capitalistas: Estados Unidos concentró 100.000 mercenarios en la frontera y desató varias provocaciones.

Los manejos de los gringos podían impulsar al gobierno mexicano a mirar hacia la potencias imperialistas europeas, como ya había ensayado Huerta.

Interviniendo en la revolución, los Estados Unidos pretendieron tomar posiciones favorables a sus monopolistas frente a las demás potencias imperialistas al sur de Río Bravo.

Por eso el 9 de abril de 1914 los marines desembarcaron en Tampico y fueron detenidos, lo que Washington consideró como un intolerable agravio a su honor.

El presidente Wilson pidió ante el Congreso autorización para invadir México a fin de conservar incólume nuestra gran influencia para el servicio de la libertad.



El 21 de abril de 1914 un contingente de 15.000 mercenarios imperialistas desembarcó en Veracruz, otros tantos aguardaban preparados en las costas y 87 buques de guerra imponían un bloqueo a México.

El pueblo de Veracruz se levantó en armas contra los ocupantes, que en noviembre se vieron obligados a retirarse a su país.

Las relaciones con los vecinos del norte eran confusas.

Los gringos decían haber desembarcado sus tropas para apoyar a Carranza pero Carranza criticó la invasión.

Los vecinos del norte desconfiaban también de su programa de nacionalizaciones, reforma agraria y separación de la Iglesia católica del Estado.

Por su parte, Villa ofreció a los norteamericanos la apertura de negociaciones y, por su parte, Carranza reprendió a Villa por haberle manifestado a George C. Carothers, el agente especial del Departamento de Estado en México, sus deseos de mantener una relación de paz entre su país y Estados Unidos.

Durante los primeros diez meses de 1915 los gringos dudaron y trataron de mediar entre Carranza y Villa, hasta que finalmente reconocieron diplomáticamente a Carranza y autorizaron a las tropas de Carranza a penetrar en Estados Unidos para atacar por la espalda a las de Villa.

El 19 de octubre, los gringos ayudaron a las fuerzas constitucionalistas en Sonora permitiendo a unos 4.000 hombres de Carranza cruzar la frontera, en un momento crítico durante el sitio que los villistas le tenían puesto a Agua Prieta (1 de noviembre de 1915).

La respuesta de Villa no se hizo esperar. A finales de 1915, en compañía de sus pocos hombres, había regresado a Chihuahua desde donde sigueron la guerra de guerrillas contra los ejércitos constitucionalistas durante cinco años.

En enero de 1916, detuvieron un tren en Santa Isabel, capturó a 16 gringos que viajaban en el y los fusiló.

En marzo les atacó en su propio territrio, en Columbus, Nuevo México y fusiló a diecinueve gringos.

En respuesta, el 15 de marzo un cuerpo expedicionario de 5.000 hombres y un escuadrón de aviones comandados por el general Pershing entraron a México.



Entre los invasores estaba un experto en contrainsurgencia, Bill Donovan, uno de los que luego fundaron la CIA.

El objetivo era la caza de Pancho Villa. Tres meses después las fuerzas se incrementaron hasta los 26.000 hombres y penetraron 700 kilómetros hacia el sur en el interior de México sin localizar a Villa.

Se encontraron con una encendida resistencia popular.

En octubre de 1916 Pancho Villa lanzó un manifiesto llamando a todos los mexicanos a unirse contra los ocupantes.

Los invasores tuvieron que replegarse y Pancho Villa se convirtió en el único extranjero que atacó territorio continental estadounidense en casi dos siglos de su historia antes del 11 de setiembre de 2001.

A partir de 1920 se dedicó a la agricultura y fue asesinado cuando vivía en una hacienda en Durango mientras viajaba a Parral, en Chihuahua, el 20 de julio de 1923 en una emboscada al cruzar el puente Guanajuato.

Fue asesinado no por los federales ni por Carranza, sino por un mercenario de Adolfo de la Huerta, el nuevo Presidente de México.

Su tumba fue profanada en 1926, y robado su cráneo, que no ha vuelto a aparecer.

Villa fue un rebelde ejemplar, parte integrante y alma de los mexicanos oprimidos. En contra de lo que se ha difundido, no bebía ni fumaba. Jamás violó a ninguna mujer, aunque convivía con dos simultáneamente, una en El Paso y otra en Chihuahua. Su gran afición eran los toros y las capeas.

En su extraordinario relato México insurgente, John Reed dejó un retrato excepcional de Villa, que merece la pena recordar:

La gran pasión de Villa eran las escuelas. Creía que la tierra para el pueblo y las escuelas resolverían todos los problemas de la civilización. Las escuelas fueron una obsesión para él. Con frecuencia se le oía decir:

-Cuando pasé esta mañana por tal y tal calle, ví a un grupo de niños. Pongamos allí una escuela.

Chihuahua tiene una población menor de 40.000 gentes.

En diversas ocasiones, Villa estableció más de cincuenta escuelas allí.

El gran sueño de su vida era enviar a su hijo a una escuela de los Estados Unidos.

Tuvo que abandonar la idea por no tener dinero suficiente para pagar el medio año de enseñanza, al abrirse los cursos en febrero.

El mito del revolucionario curtido a fuerza de desprecios, sol, balas y valentía, que tiro a tiro expropiaba a los poderosos para colectivizarlo entre sus hermanos pobres, del enamorado que odiaba por igual a gringos, traidores y cobardes, se expandió como su sangre.

Por tanto, tampoco es casualidad que Pancho Villa, igual que otros grandes revolucionarios que han defendido al pueblo trabajador, sea víctima de una infame campaña de intoxicación por parte de la prensa, siempre al servicio de los intereses del capital y los poderosos.

Defender su limpia memoria de esos ataques es un deber para todas las personas amantes de la verdad, porque la verdad es siempre revolucionaria.

Fuente: Nac &  Pop