La "Colección Cambó y el abuelo Aznar
Por Rogelio García Lupo
[Del libro "Últimas noticias de Perón y de su tiempo" Capitulo XIII, Javier Vergara Editor 2006; paginas 237 a 245
La famosa Colección Cambó de pintura, que estuvo refugiada en la Argentina junto con su dueño, fue investigada por la inteligencia de EE.UU. Algunas piezas habían sido compradas en una galería suiza que reducía cuadros confiscados judíos europeos por los nazis.
El servicio de inteligencia de los Estados Unidos sospechaba en 1945 que la colección de grandes pintores del millonario catalán Francisco Cambó estaba formada por obras que habían sido robadas a judíos europeos y vendidas por una galería de la ciudad de Lucerna, en Suiza.
Una parte de los cuadros de Cambó estaban en la Argentina desde 1941 y aquí continuaron hasta después de la muerte de su propietario, en 1947.
Cambó murió de una rápida enfermedad en Buenos Aires y su viuda recién logró enviar a España las nueve grandes obras que su marido había donado al Museo de las Artes de Barcelona en 1954. Para embarcar los cuadros de Rubens, Tintoretto, Tiziano y Gainsborough, el embajador de España, Manuel Aznar, organizó una operación secreta que le costó el cargo cuando fue descubierta por el gobierno argentino.
Cambó era un coleccionista muy conocido en Europa desde bastante antes de la Segunda Guerra Mundial. A partir de 1927 tuvo como objetivo adquirir pinturas de los maestros italianos y holandeses del siglo XVII y entregarlos como donación al Museo del Prado, en Madrid, y al Museo de Cataluña, en Barcelona.
A pesar de estos antecedentes y del volumen que había alcanzado su colección antes del estallido de la guerra europea en 1939, un informe de inteligencia de los Estados Unidos del 27 de junio de 1945 coloca a Cambó a la cabeza de los sospechosos de haberse apoderado de cuadros y otras piezas de arte que pertenecieron a judíos confiscados por los nazis.
El documento secreto sobre obras de arte perdidas a causa de la expoliación de los nazis , en su página 40, dice: "Los siguientes nombres también han llamado nuestra atención: Francisco Cambó, anteriormente residente en Barcelona y ahora en la Avenida Alvear 4654, Buenos Aires, es un coleccionista de obras de arte y antes de la guerra solía negociar casi en forma exclusiva con Theodore Fischer, de la Galería Fischer, en Lucerna, Suiza. Cuando la Galería Fischer y sus dueños fueron incorporados a las listas negras por traficar con arte saqueado, en octubre de 1943, se creyó aconsejable investigar si Cambó había incrementado su colección de arte desde 1940 gracias a esa fuente." Un franquista que emigró
Cambó pertenecía a la alta burguesía catalana, era un economista muy respetado y fue ministro de la monarquía en dos oportunidades.
En 1936 apoyó la sublevación de los militares de Franco contra la República pero al finalizar la Guerra Civil abandonó España y se radicó en Buenos Aires.
En la Argentina, Cambó era el virtual propietario de la Chade, la compañía que suministraba electricidad a Buenos Aires, y que fue investigada por fraudes financieros y corrupción de funcionarios después de la revolución del 4 de junio de 1943. La historia de Cambó registra su enorme talento y capacidad de organización que le permitió convencer a los verdaderos propietarios de la compañía, que eran alemanes, de que debían utilizar como pantalla a los españolespara evitar las penalidades del Tratado de Versalles. Cambó formó en Madrid una compañía española en la que era accionista hasta el rey de España, Alfonso XIII. Pero la mayoría accionaria siempre la retuvieron los alemanes.
Con este panorama económico se explica que Cambó haya acumulado obras de arte de alto valor, como el Retrato de Marullo, de Botticelli, que logró comprar a un industrial alemán mucho antes de la Segunda Guerra Mundial. Fue en 1927 y al cabo de un auténtico acoso por parte de Cambó al magnate del algodón Eduard Simon. Por fin, Simon le envió un telegrama a Barcelona con su respuesta: "Puede adquirir el retrato de Botticelli que tanto le fascina. Déme la respuesta en 24 horas y el dinero en 48", dijo el alemán. El mismo Cambó fue a recoger el cuadro en Zurich, ansioso por contemplarlo.
También fue mucho antes de la guerra cuando Cambó adquirió en París la colección del millonario Joseph Spiridon, que estaba formada por 79 obras importantes de las que a Cambó apenas le interesaban 30, en particular las de Botticelli y Ghirlandaio. La operación se concretó en forma directa en 1929, es decir, sin la intervención de la sospechosa galería Fischer, de Lucerna, y por otra parte los nazis no habían llegado al poder y nadie en Europa imaginaba que el saqueo de las colecciones de arte se volvería corriente en los años siguientes.
Las pinturas valiosas fueron arrebatadas por los nazis en los museos nacionales de los países ocupados, en los palacios privados de toda Europa y en las galerías de arte que pertenecían a judíos.
En las postrimerías de 1940, Cambó decidió establecerse en la Argentina en forma permanente para atender en el lugar los negocios de la Chade.
Habían corrido por su cuenta muchos gastos del franquismo durante la Guerra Civil, pero de todos modos no sentía simpatía por el dictador español ni por su régimen.
El millonario catalán entabló antes de su partida una negociación con el gobierno español sobre el destino de sus colecciones.
"Yo entregaría al Museo del Prado mi cuadro de Giovanni del Ponte; mis tres grandes panneaux (pintura sobre tabla) de Botticelli; los primitivos, atribuidos generalmente a Tadeo Gaddi, de Pietro Nelli y el fresco de Melozzo da Forli", escribió Cambó a comienzos de 1941, y agregó: "Los cuadros que yo solicitaría se me autorizase para enviarme a América del Sur serían los siguientes: el Tiziano, el Sebastián del Piombo, el Correggio, el pastel de Fantin Latour, un cuadrito de Luxes y los retratos por Rubens, Tintoretto y Gainsborough".
Su pedido fue aceptado con la condición de que los cuadros que quedaban en España pasaban inmediatamente a ser propiedad del Museo del Prado, en Madrid.
Con intelectuales
Ese mismo año, Cambó viajó a la Argentina, donde inmediatamente estrechó sus vínculos con los grandes empresarios, los banqueros y los intelectuales.
En la casa de Victoria Ocampo se reencontró con Ortega y Gasset, a quien había conocido bien en España, y sobre ese encuentro anotó en su diario que el filósofo estaba "inteligente y brillante, como siempre; cursi y pedante, como siempre".
Según los testigos, Cambó había pensado que su residencia en nuestro país no sería muy prolongada y menos definitiva, lo que alienta algún interrogante sobre sus motivos para trasladar los nueve valiosos cuadros cuya salida de España negoció con el régimen español.
En Buenos Aires, alquiló un enorme piso en la Avenida Alvear, hoy Avenida del Libertador, que es la dirección mencionada en el informe de inteligencia norteamericano. Los cuadros le llegaron desde Europa a principios de 1942. Pero cuando advirtió que la guerra iba a continuar comenzó a comprar obras de arte en casas de remates porteñas, se hizo enviar muebles costosos de su piso en Barcelona y adquirió también ediciones raras de coleccionistas locales, entre ellos la biblioteca del escritor español Ramón Pérez de Ayala, que contenía libros antiguos, astrolabios y mapas de siglos anteriores.
En algún momento, sus compras desbordaron el piso de la Avenida Alvear y abarrotaron la mansión italiana de su quinta "Mon Repós", en San Miguel, provincia de Buenos Aires. A "Mon Repós" fueron a parar los cuadros de Anglada Camarasa y Sert, pintores catalanes que ya cotizaban internacionalmente y a quienes Cambó había comprado piezas importantes.
La inclusión de Cambó en la lista de compradores de cuadros robados en Europa es sorprendente aunque no debe ser despreciada por completo.
Cambó era un coleccionista compulsivo, tenía dinero disponible y en Buenos Aires se relacionó enseguida con otros coleccionistas pudientes, como el pintor Jorge Berystain, Alejo González Garaño, Enrique Larreta, los banqueros Carlos Mayer y Alejandro Shaw y la misma Victoria Ocampo.
Lo que no parece suficientemente probado es que Cambó haya comprado muchas obras en la Galería Fischer, de Lucerna, que efectivamente fue incluida en la lista negra de los Estados Unidos por traficar centenares de cuadros requisados a sus legítimos propietarios.
Las razones del viaje
Hay un punto oscuro en la decisión de Cambó de salir de España -donde el régimen no le era hostil, aunque Franco sabía que no contaba con la simpatía del millonario- con sus mejores cuadros a cuestas y ese punto es conocer a qué o a quién temía este hombre imponente, fogueado en la política, exitoso en los negocios y tratado como un igual por los intelectuales de España y de la Argentina.
Tal vez una respuesta pueda encontrarse en que Cambó, según el gran historiador español Salvador de Madariaga, tenía antepasados judíos y la perspectiva de que los nazis ganaran la guerra era, en 1941, perfectamente posible. Cambó no hubiera aprobado un examen de pureza racial porque, como escribió Madariaga, "su misma elegancia y distinción eran muy sefarditas y además latía en él un rasgo que he dado en considerar como indicio de judaismo".
La guerra europea y enseguida las complicaciones de la Chade con los militares argentinos volvieron muy desconfiado a Cambó, que debía su fortuna a los individuos de la compañía eléctrica de Buenos Aires, donde poseía 15.000 acciones preferidas. El magnate dispersó sus inversiones en Estados Unidos, Gran Bretaña y Suiza, donde los servicios de inteligencia de Estados Unidos detectaron su conexión con la galería de arte de Lucerna.
A pesar de su fortuna Cambó vivió cargado de temores su etapa argentina y la nostalgia de Cataluña entristeció sus últimos días, en 1947.
Lo que sin duda no imaginaba entonces es que su viuda iba a participar de un auténtico complot con el gobierno español para exportar a España los cuadros que había traído al país en 1942 y que recién pudieron salir doce años más tarde, disimulados con los muebles y los enseres del marqués de Torrehermosa, diplomático español que falleció en Buenos Aires en 1954.
El abuelo Aznar
Esa re-exportación fue montada por el embajador de España, Manuel Aznar, abuelo del actual presidente del gobierno español, y por el consejero de prensa de la embajada, José Ignacio Ramos, quienes personalmente cargaron los tesoros y los transportaron hasta la sede de la misión diplomática. Finalmente arribaron al puerto de Cádiz a bordo del Cabo de Hornos las vísperas de la Navidad de 1954.