Ricardo López Jordán


Por Revisionistas 

Nació en Concepción del Uruguay (antes Arroyo de la China), el 30 de agosto de 1822, siendo sus padres el general Ricardo López Jordán y Josefa Cardoso (1), de Nogoyá.  En 1841 se incorporó como soldado en la Escolta del General en Jefe de las fuerzas de Entre Ríos.  En 1842, por su buena conducta en el Tonelero a las órdenes de Urquiza, pasó a la clase de soldado distinguido, pasando poco tiempo después a formar parte del nuevo Regimiento-Escolta que organizó el comandante Lucas Moreno, asistiendo a la mayoría de los hechos de armas que tuvieron lugar aquel año en la provincia de Entre Ríos contra las fuerzas invasoras de Rivera.

Derrotados Velázquez y Moreno el 13 de noviembre de 1842, por los invasores, López Jordán actuó con tanta serenidad y valor en aquella función de guerra, que mereció ser ascendido por su comportamiento al rango de porta-estandarte.

El 6 de diciembre de 1842, participa de la batalla de Arroyo Grande en que el general Fructuoso Rivera resulta totalmente liquidado.  En esa oportunidad se le distingue con la deferencia de ser portador del parte oficial del encuentro, dirigido a Juan Manuel de Rosas, quien se le ofrece para lo que pudiera serle útil.  El enviado se interesa, entonces, por la suerte de su padre que hacía cuatro años se encontraba preso en Buenos Aires por sus concomitancias con las andanzas unitarias de los generales Lavalle y Paz.  Logra su libertad pero el liberado muere a los pocos días.

En julio de 1843 se incorporó al ejército entrerriano que operaba en el Estado Oriental.  A las órdenes de Lucas Moreno hizo toda la campaña, que terminó con el combate de Cuareim, el 28 de diciembre de aquel año, donde las fuerzas de Moreno fueron deshechas y dispersadas por las riveristas al mando del coronel Bernardino Báez.

Regresó a Entre Ríos, donde quedó a las órdenes del general Garzón, siendo ascendido en 1844 a teniente de caballería de línea; encargándosele la organización de un escuadrón de carabineros que se llamó del “Arroyo Grande”, con el cual intervino a las órdenes de Urquiza en la campaña de Corrientes, tomando parte en el combate de Laguna Limpia, el 4 de febrero de 1846, donde fue hecho prisionero el general Juan Madariaga, jefe de vanguardia del ejército de Paz.  Después de dicha campaña, que terminó con la disolución del “Ejército Aliado Pacificador”, López Jordán pasó a ocupar la Mayoría de la división Moreno, cargo que desempeñó hasta 1847, en cuyo año se iniciaron nuevamente las hostilidades sobre la provincia de Corrientes.

Al frente de tres escuadrones, y bajo el mando directo del general Garzón, López Jordán participó en la batalla de Vences, y según afirma el biógrafo del último, Felipe Centeno, la mediación de López Jordán y de otros jefes, salvó la vida de muchos prisioneros, cuya ejecución ya estaba ordenada.

En 1849 ocupó el cargo de comandante militar de Concepción del Uruguay, ascendiendo en 1850 a capitán.  Contribuyó al pronunciamiento del 1º de mayo de 1851 contra Rosas, y en julio del mismo año, con el comandante Francisco Caraballo, fueron los primeros en vadear el río Uruguay, penetrando en el territorio oriental.

En marcha sobre Montevideo, y estando el ejército acampado en Carreta Quemada, era preciso hacer llegar ciertas comunicaciones al gobierno de Montevideo, para lo cual debían ser atravesadas las líneas del ejército de Oribe; López Jordán aceptó la difícil misión, llevándola a cabo con todo éxito, por lo cual le fue obsequiada una espada con vaina y empuñadura de plata con la siguiente inscripción: “Al Capitán Comandante D. Ricardo López Jordán, el Gobierno de Montevideo”.

El 8 de octubre vuelve a Montevideo, portador de la comunicación oficial de la conclusión de la guerra, por la capitulación ajustada dicho día entre Urquiza y el general Oribe.

Participó en la batalla de Caseros, el 3 de febrero de 1852, y por su actuación en la misma, Urquiza le extendió con aquella fecha, despachos de sargento mayor de caballería del ejército entrerriano.  Después de esta campaña regresó a su provincia natal, donde con posterioridad a la revolución que estalló el 11 de setiembre en Buenos Aires, López Jordán fue nombrado comandante militar de Concepción del Uruguay.

La concentración de fuerzas entrerrianas al mando de los generales Velázquez, Almada, Galarza y Palavecino, para oponerse a la invasión del general Hornos, dejaban a Concepción del Uruguay aislada y sin amparo.  En conocimiento de esto por el gobierno porteño, dirigió contra aquella plaza una expedición al mando del general Juan Madariaga, el que llegó a su destino el 21 de noviembre de 1852, intimando a la plaza a que se rindiera, a lo que contestó López Jordán de que se hallaba resuelto a defenderla a todo trance, devolviendo sin leer la intimación.

Media hora después el general Madariaga, que había desembarcado sus fuerzas a cierta distancia de Concepción, rompía el fuego sobre la plaza apoyado por buques de guerra porteños; teniendo que retirarse poco después, tras un porfiado y reñido combate, completamente derrotado.  Este triunfo de López Jordán salvó a la provincia de Entre Ríos, e hizo inútil la victoria que el general Hornos había obtenido sobre los entrerrianos en Gena.  Tan valiente defensa hizo acreedor a López Jordán de los despachos de teniente coronel efectivo de caballería entrerriana, que le fueron acordados por Urquiza.

Cuando Urquiza sitió a Buenos Aires en 1853, López Jordán quedó en Entre Ríos, en calidad de 2º jefe de las fuerzas provinciales.  Con motivo de la revolución de César Díaz, en 1857, por orden del Gobierno de la Confederación, pasó al territorio oriental al mando de 600 hombres.  Allí permaneció varios meses.  Cuando aquella revolución terminó con la masacre de Quinteros. López Jordán pudo salvar con su influencia al general Caraballo y al coronel Olave.

El 20 de setiembre de 1858 fue ascendido a coronel.  El 4 de diciembre de 1857, un decreto del P. E. lo designó para componer la comisión examinadora del Colegio Nacional del Uruguay, en la Sección Militar, formando parte López Jordán de los examinadores del arma de caballería.  En 1858 fue diputado por el territorio federal de Paraná al Congreso Nacional reunido en aquella capital, teniendo actuación destacada en las sesiones parlamentarias.  En enero de 1859 acompañó a Urquiza en un viaje que realizó a Asunción del Paraguay con fines de política internacional.

Al iniciarse la campaña de Cepeda, fue encargado de organizar la Guardia Nacional de Santa Fe, logrando en poco tiempo reunir 3.500 hombres.  Participó en la batalla de Cepeda, el 23 de octubre de 1859; y por sus merecimientos en aquella campaña, el 28 de abril de 1860 recibió los despachos de coronel efectivo.

Cuando el general Urquiza, que acababa de cesar en el ejercicio de la presidencia de la Confederación, fue nombrado gobernador de Entre Ríos, el 1º de marzo de 1860, nombró al coronel López Jordán su Ministro de Gobierno.

El 17 de setiembre de 1861 se produce la batalla de Pavón.  El irregular combate duró apenas dos horas, durante las cuales el ala izquierda confederal bajo el mando del coronel mayor Juan Saá, compuesta en gran parte por las divisiones santafesinas y porteñas de Ricardo López Jordán, derrotó completamente a la caballería del Primer Cuerpo del ejército porteño, comandada por el general y ex presidente uruguayo Venancio Flores, persiguiéndola hasta más allá del Arroyo del Medio (curso de agua que marca el límite entre Buenos Aires y Santa Fe).  Urquiza ordenó, entonces, una carga general, y el ala izquierda del ejército de Buenos Aires sufrió la misma derrota que la derecha, el mayor general del ejército de la Confederación, Benjamín Victorica, desde el mismo campo de Pavón, frente a lo de Palacios, comunica a Urquiza que el enemigo está en completa dispersión; que la infantería había pasado la noche en la estancia de Palacios y que si se retiraba, la perseguiría.

A pesar de todo ello, a pesar de los recursos de que podía echar mano para proseguir la campaña, Urquiza se retiró del campo de batalla, indiferente, tranquilo, glacial, como un personaje ajeno a lo que acababa de producirse, sin atender los partes que le traían, ni responder a las preguntas o indicaciones que le hacían sus allegados, sorprendidos.

Urquiza abandonó el campo en el momento culminante de la batalla, en el más importante, cuando más falta hacía el general en jefe “para fijar la victoria”, como diría el general Paz. 

Se fue Urquiza llevándose toda la caballería entrerriana y sus regimientos de reserva, flor de las tropas de su ejército y que hubiesen sido más que suficientes para rendir el centro enemigo, que era lo único que quedaba sin ser desecho.  Se fue Urquiza abandonando a sus compañeros de batalla como obedeciendo a un designio conocido solamente por él.  Por él y por el caballero Yateman (personero de la masonería), y Mitre quizás.  El hecho es que abandonó a sus soldados empeñados en una batalla sangrienta, y se fue, bien escoltado, buscando sus tranquilas tierras de Entre Ríos, desde donde escribiría, días después de la derrota y a centenares de kilómetros de distancia, el parte de batalla.

La deserción de Urquiza trajo el desaliento de los más de sus soldados, algunos de los cuales, como el coronel Prudencio Brown Arnold, no pudiendo calmar su indignación, fueron inmediatamente a presentarse al general Mitre.

López Jordán regresó a Entre Ríos, llamado por Derqui, quien puso la escuadra de la Confederación, carente de jefe, bajo sus órdenes, quien colocó a su cabeza al entonces comandante Bartolomé Cordero.

En noviembre de 1862 fue nombrado inspector de Milicias de Entre Ríos, y más tarde, jefe de la frontera de Corrientes.  Elegido diputado provincial, la Legislatura lo eligió su presidente.  En este carácter ejerció el gobierno delegado desde el 20 de diciembre de 1863 al 2 de enero de 1864, período de tiempo en que el titular, general Urquiza, salió a campaña contra el rebelde coronel Berón.

En mayo de 1865, con motivo de la Guerra del Paraguay, López Jordán mandaba la 3º Brigada del ejército entrerriano, que bajo el comando superior de Urquiza, se había concentrado en el campamento general de Calá; y en el mes de junio, en el de Basualdo, donde aquellas fuerzas se sublevaron del 3 al 4 del mes siguiente.  La mayoría de los soldados desertó, retornando a sus hogares.  Se comisionaron oficiales para que se dirijan a los distintos departamentos, y se consiguió hacer volver a algunos.  Quizás con el fin de probar su lealtad, Urquiza llamó a López Jordán, por entonces retirado en su estancia de Arroyo Grande y le encargó colaborar en la captura de desertores.  Le dio órdenes precisas de identificar a los principales promotores de la sedición y mandarlos a San José donde se les formaría un consejo de guerra.

López Jordán sin embargo eludió cumplir la orden: mandó en lugar de los sediciosos a muchos que estaban presos por delitos comunes, acusándolos de promotores o instigadores de las deserciones.  Al llegar a San José fueron juzgados y muchos condenados a muerte y fusilados.  Como es natural, y resulta fácil de presumir, tales actos generarían odio y resentimiento hacia Urquiza por el lado de los castigados y sus familias, y agradecimiento a López Jordán por parte de los rescatados.

Candidato popular al gobierno de Entre Ríos, en 1864, fue vencido en el terreno electoral por José María Domínguez, que era apoyado por Urquiza.  Fue en tales circunstancias  que estalló la Guerra del Paraguay.  Cuando en Basualdo se sublevaron más de 10.000 soldados, y en Toledo desconocieron la autoridad de sus jefes, las fuerzas organizadas por López Jordán fueron las únicas que permanecieron fieles al cumplimiento de su deber.

Con ellas escoltó a Urquiza hasta su residencia y después pasó a Paraná con el encargo de organizar los batallones que periódicamente mandaba Entre Ríos al ejército de operaciones en el Paraguay.  Al producirse la sublevación de los coroneles Reguera, Baibiene y Ocampo contra el gobierno de Evaristo López, en la provincia de Corrientes.  López Jordán, fue enviado a la Frontera Norte de Entre Ríos con un cuerpo de tropas, con el cual derrotó a los rebeldes el 1º de julio de 1868.

El 24 de abril de este año, el general Urquiza fue nuevamente electo gobernador de Entre Ríos y puesto en posesión del mando el 1º de mayo.  A comienzos de febrero de 1870 recibió la visita del presidente Sarmiento en su palacio de San José.  Este suceso aumentó la agitación que ya existía contra Urquiza, y el 11 de abril fue asesinado en su residencia por una partida que encabezaba el sargento mayor Simón Luengo; al mismo tiempo que dos de sus hijos eran ultimados en otros puntos de la provincia.  La partida de Luengo dio muerte al gobernador al grito de “¡Viva el general López Jordán!.

Estalla la revolución y López Jordán es proclamado gobernador interino.  Tal designación fue comunicada al Gobierno Nacional, que la calificó de ilegal, y en vista de que López Jordán se lanzaba abiertamente a la rebelión, llamando a la guerra contra la autoridad nacional, a los habitantes de la provincia, para oponerse a ella con el peso de las armas; el P. E. nombró Interventor Nacional al general Emilio Mitre, apoyándolo con dos buques de guerra con tropas de desembarco.  El 2 de mayo la provincia de Entre Ríos fue declarada en estado de sitio.  El 20 de abril, la Legislatura había insistido en el retiro de las fuerzas nacionales, y ante la negativa del Gobierno Federal, votó una ley autorizando a López Jordán, a sostener los fueros provinciales.

En la batalla del Sauce, el 20 de mayo de 1870, el general Conesa derrotó al general entrerriano, pero sin caballadas suficientes, el vencedor no pudo perseguirlo.  El 12 de julio del mismo año, por medio de una hábil maniobra, burló a los generales Rivas, Mitre y Conesa, y apareciendo por su retaguardia a la cabeza de una fuerza de las tres armas, se posesionó de la plaza de Concepción del Uruguay, tomando a toda la guarnición prisionera, conjuntamente con su jefe, el coronel Claro Ortiz, que se hallaba herido.  El día 14 del mismo mes se apoderó de Gualeguaychú, cuya guarnición mandada por el comandante Reinaldo Villar, abandonó el punto ante la imposibilidad de hacer frente con sus 300 hombres a la innumerable fuerza jordanista, que sumaba 4.000 hombres.

Después del Sauce y de la toma de Concepción del Uruguay, viene la batalla de Santa Rosa, el 12 de octubre.  De nuevo las caballerías entrerrianas aniquilan y dispersan a las caballerías invasoras, y de nuevo, la falta casi total de armas de fuego de largo alcance, impide rematar la victoria.  La infantería enemiga recurre a su formación en cuadro en tanto que apuntan los Remington y los cañones de la fábrica alemana.  Son éstos y no los generales y soldados los que están ganando la partida.(2)

El general Rivas, de nacionalidad uruguaya, al servicio del gobierno bonaerense primero y del de la Nación después, es el que experimenta este rudo contraste.  Las tropas colecticias se retiran y prosiguen su incierto peregrinaje sintiendo la aproximación del ejército del general Gelly y Obes.

Se registra una gran carencia de caballos.  Los bandos quedan virtualmente paralizados por la escasez de ese vital elemento de movilidad.  Las derrotas del ejército de línea se atribuyen a esa causa.  Es copiosa la correspondencia pidiendo caballos con urgencia, con apremio, con rapidez.  Esa correspondencia se lee en el Congreso, para justificar la poca brillante y exitosa actuación de los generales y para aplacar el rumoreo de la decepción popular, que no se explica el fracaso reiterado de los mejores créditos militares de la Nación.

El 12 de noviembre, López Jordán presenta batalla al ex ministro de Guerra del presidente Mitre, el general Gelly y Obes, en Don Cristóbal, y lo derrota.  Se hace presente el general Rivas con el poder de sus fuerzas y los revolucionarios se retiran.  No pueden luchar contra la artillería.

Los tres generales que actúan simultáneamente en los sucesos han sido batidos parcialmente por el caudillo.  Uno a uno han pasado por el cernidor de las derrotas.

El 18 del mismo mes los invasores apuran un nuevo trago acibarado.  Una división jordanista se apodera de Gualeguaychú después de cruento combate.  Los defensores de la plaza logran huir por vía fluvial, con destino a Buenos Aires, abandonando todos los elementos de guerra.

La invasión militar está agotada.  Perpleja.  Ha perdido el control de la provincia.  Ha fracasado en su intento de dominar la rebelión.  Deberá esperar grandes y muy importantes refuerzos para reiniciar la ofensiva.  Está inmóvil y estática.  Le faltan caballos, dice, y observa sorprendida y azorada las rápidas evoluciones jordanistas.

El caudillo pretende sacar partida de esa situación.  Viendo a la intervención en condiciones inofensivas, se desplaza hacia Corrientes, con su ejército, donde el general de Vedia y el gobernador Baibiene organizan otro ejército para cooperar al dominio de Entre Ríos.  Pretende oponerse a su avance, eliminar a un nuevo enemigo y, acaso, provocar un alzamiento revolucionario que lo ayude en trances tan angustiosos.  Lleva diez meses de fatigosa lucha sin otros recursos que los que le da el pueblo de su provincia.  Pero la suerte le es adversa.

El 26 de enero de 1871, en un terreno que no conoce y con sus tropas mal dispuestas, es sorprendido y definitivamente derrotado.  El suceso ocurre en Ñaembé cuando teniendo virtualmente derrotado al gobernador correntino, se hace presente el teniente coronel Julio A. Roca, con fuerzas nuevas y frescas y labra su triunfo después de laborioso combate.(3)

El ejército entrerriano se dispersa, se desbanda tumultuosamente, no habiendo manera de reorganizarlo.  La adversidad abate la frente del caudillo que aproximadamente un año tuvo a raya a las fuerzas nacionales.  Acompañado por una columna de 1.700 hombres emprende el camino del exilio.  Se interna en la Banda Oriental y luego se radica en el Estado de Río Grande del Sud, Brasil.

Entre Ríos experimenta un año de constante lucha.  El lacerante dolor de su desangre lo aniquila.  Aproximadamente treinta mil soldados han estado operando en su territorio con todo el cortejo propio de la guerra.  Quedan los hogares empobrecidos y desolados llorando a los pastores ausentes; la economía pública destruida, los campos desiertos y yermos; el comercio anémico y la pequeña industria destrozada.  El invasor se prodigó en excesos de todo orden.

Los desaciertos del gobernador Dr. Leónidas Echagüe, así como los atropellos, vejámenes y persecuciones que hizo sufrir a los vencidos, impulsó a estos a tomar las armas, llamando a López Jordán para tomar el mando; el cual el 1º de mayo de 1873 volvió a invadir la provincia de Entre Ríos, y en breve tiempo reunió más de 9.000 hombres.  Tal actitud determinó al Ministro de Guerra y Marina, coronel Martín de Gainza, a salir personalmente a campaña, llevando consigo a los coroneles Luis María Campos, Juan Ayala y Eduardo Racedo entre otros.

Fuerzas jordanistas sitiaron la plaza de Paraná, mientras se apoderaban de varias ciudades importantes.  A mediados de julio, López Jordán se apoderó de La Paz, guarnecida por tropas mandadas por el comandante Ricardo Méndez; pero pronto los jordanistas se vieron obligados a evacuar aquella plaza, recuperada por las fuerzas mandadas por Lavalle y Freyre, auxiliados con buques de guerra; suceso que acaeció el 3 de agosto.

Gainza consiguió hacer levantar el sitio de Paraná, y dejando en aquella capital una pequeña guarnición, marchó resueltamente sobre López Jordán, que se hallaba en el Sauce, al frente de 10.000 hombres de las tres armas; pero Jordán no lo esperó y se lanzó precipitadamente al otro lado del Gualeguay, logrando burlar al ejército del general de Vedia, yendo a acampar al norte de la provincia.

Gainza quedó dueño sucesivamente de Diamante, Victoria, Gualeguay. Gualeguaychú y Nogoyá, donde acampó.  El 2 de diciembre marchó hasta María Grande.  El día 8 su vanguardia mandada por el coronel Ayala, sorprendió en el campamento del Talita a la jordanista, comandada por el general Carmelo Campos.  Temeroso Ayala de que Campos rehusara el combate, hizo adelantar 800 jinetes con la intención de caer sobre el enemigo oportunamente.  Engañado Campos, cayó en la celada que le tendía Ayala, sufriendo una tremenda derrota que comprometió el éxito de la revolución, pues obligó a López Jordán a aceptar al día siguiente la batalla de Don Gonzalo.  El campo de la acción estaba cercado por tres arroyos muy profundos, que impedían los movimientos de la caballería, y que hicieron imposible, después de la derrota, una retirada ordenada.  La resistencia que opusieron las tropas jordanistas durante varias horas, fue enérgica y desesperada, lo que dificultó el triunfo de Gainza.  En poder de éste quedó toda la artillería (10 piezas) y el parque de los rebeldes.  Vencido López Jordán, se refugió en el Estado Oriental.

Nuevamente los jordanistas, sintiéndose incómodos con el gobernador Febre, determinaron levantarse en armas, y se combinó un movimiento que debía estallar en Concepción del Uruguay, que descubierto a tiempo, fue duramente reprimido.

No obstante esto, el 27 de noviembre de 1876, el general López Jordán con 24 jefes, oficiales y soldados, atravesó el río Uruguay por la barra del Pos-Pos, y desembarcó en Entre Ríos con el objeto de ponerse al frente del movimiento revolucionario que debía estallar contra el gobernador doctor Ramón Febre.  Debido a las medidas activas y secretas tomadas por el coronel Arias, comisionado del Gobierno Nacional, que tenía conocimiento del plan de invasión, López Jordán fue atacado y batido por 35 Guardias Nacionales del comisario Franco, y obligado a internarse en los montes de Pos-Pos, dejando dos muertos en el campo de la acción.  Otros grupos que habían vadeado el Uruguay, por Gualeguay y por la frontera de Corrientes, fueron dispersados y obligados a abandonar la provincia.

López Jordán se internó en Entre Ríos, siempre rodeado por fuerzas nacionales, y el 7 de diciembre llegó al paraje denominado “Alcaracito” con 500 ó 600 hombres que logró reunir, desarmados en su mayor parte (sólo 15 tenían Remington).  Hacía una hora que estaba acampado con su gente, la que se hallaba carneando, cuando fue sorprendido por el coronel Juan Ayala, que mandaba en jefe el ejército del Paraná, que no les dio tiempo a ensillar los caballos.  Jordán se sostuvo poco más de tres cuartos de hora, pero viendo toda resistencia imposible contra el nutrido y mortífero fuego de la infantería de Ayala, se vio obligado a retirarse del lugar de la acción, disolviendo la fuerza que le había quedado. 

López Jordán, después de licenciar su gente, se dirigió a Corrientes, buscando la incorporación de su amigo y correligionario, el coronel Cáceres.  Traspuesta la frontera, un alcalde de apellido Zárate con 5 hombres, encontró al famoso caudillo, y le ofreció acompañarlo hasta la estancia de Cáceres.  Este jefe recibió a López Jordán con las mayores muestras de amistad, y sólo más tarde, al ponerse en marcha bajo pretexto de escoltarle, le declaró que era su prisionero entregándolo el 17 de diciembre en Goya a la autoridad nacional, que era la cañonera “República”, la que lo condujo a Paraná.  Allí se le puso una barra de grillos y fue puesto a disposición del Dr. Zarco, Juez Federal, quien reveló tales muestras de odio al vencido, que la Suprema Corte se vio en la necesidad de retirarle el conocimiento de la causa.

Se le trasladó, al adoptar esta providencia, al Rosario de Santa Fe, donde continuó preso, si bien se le quitaron los grillos.  Al saber López Jordán que había subido al Ministerio Nacional el personaje que había puesto a precio su cabeza, cedió a los ruegos de su familia y trató de salvar su vida, que la consideró seriamente amenazada.  El 10 de agosto de 1878 fugó de su prisión, que era un departamento de la Aduana, operando su evasión disfrazado de mujer, ocupando su abnegada esposa su lugar en la prisión.  Jordán salió del brazo de una e sus hijas.

Con dos hombres de su confianza y en un pequeño bote, cruzó los ríos Paraná y Uruguay, y evitando a fuerza de astucia, y con ayuda de amigos leales, la persecución de que era objeto, pudo pasar al Estado Oriental, que le brindó generosa hospitalidad.  Allí permaneció hasta 1888, trabajando en su ancianidad para sostener a su familia, hasta que el Congreso Nacional dictó la Ley que le permitió regresar a su Partia.

Se hallaba ocupado en cumplir su deseo de ser repuesto en su grado de General, para lo cual había puesto en juego todas sus amistades –muchas y buenas- cuando en la mañana del 22 de junio de 1889, en circunstancias en que iba por la calle Esmeralda (en la ciudad de Buenos Aires), dirigiéndose a su casa procedente de la de su amigo Dámaso Salvatierra, situada en la calle Lavalle; López Jordán, que marchaba completamente distraído, picando la acera con el regatón de su bastón se vio súbitamente detenido por un individuo alto, grueso, moreno, de poblado bigote, de ojos vivos e inquietos, el cual atravesando la calle en sentido oblicuo y accionando nerviosamente, se encaró con el caudillo y le dijo: “Usted es Ricardo López Jordán y yo soy Aurelio Casas.  Usted hizo degollar a mi padre, y yo lo voy a matar”; y al mismo tiempo amartilló una pistola de dos tiros y la descargó sobre el general, atravesándole la cabeza.  López Jordán cayó al suelo sin exhalar un grito, ni un quejido, ni una palabra.  Trasladado a la Farmacia de Menier (Tucumán y Esmeralda), recibió allí auxilios facultativos, y enseguida se le trasladó a su casa, en la calle Esmeralda 834, donde se constató su muerte poco después.  El atentado había tenido lugar a las 11.50 hs frente a la casa de Diógenes Urquiza (hijo), y el matador, joven de 27 años, era en efecto, hijo del comandante Casas, muerto a instancias de Nico Coronel.  Aurelio casas permaneció en la cárcel, condenado a prisión perpetua, hasta que fue indultado por el presidente Irigoyen con motivo del 25 de mayo  de 1919.

Su entierro se verificó en el Cementerio del Norte (Recoleta), pronunciando en tal oportunidad un bello y cariñoso discurso el Dr. Damianovich, despidiendo los restos del caudillo.  López Jordán contrajo matrimonio en 1858 con Dolores Puig, de familia distinguida de Paraná; la que le sobrevivió y con la que tuvo a: Ricardo, Eduardo, Ramón, Josefa, Dolores, Mercedes y Sara López Jordán.

Notas:

(1) Josefa Delgado (a) Cardoso, según dice Benigno T. Martínez en la página 11 del 2º tomo de su “Historia de Entre Ríos”.

(2) Dice Leopoldo Lugones en “Historia de Sarmiento”: “Para el armamento de tierra (Sarmiento) introdujo el Remington, elemento de combate que iba a suprimir,  con la superioridad incuestionable del ejército de línea, los alzamientos campales de la guerra civil y las invasiones de los indios”.

(3) Según Leopoldo Lugones: “Roca, comprometida, en efecto, la suerte del desigual combate, es él (Roca) quien al frente del séptimo de infantería, ejecuta inesperado envolvimiento, atravesando a la carrera dos kilómetros de bravísimo espinar, rehace bajo el fuego enemigo la formación peligrosamente desordenada por ese mismo avance, carga sin tomar aliento, copa la artillería de los contrarios y decide la victoria”.

Bibliografia

Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado

Salduna, Bernardo I. – La rebelión jordanista – Ed. Dunken , Buenos Aires (2005)

Vasquez, Anibal D. – Caudillos entrerrianos, López Jordán – Rosario (1940

Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1939)

Fuente: revisionistas.com.ar