Una familia con tres gobernadores: La dinastía de Don Juan Manuel

Por Diario El Norte
Publicado el 1 de enero de 2012

Don Juan Manuel de Rosas vive aún en la polémica y en el recuerdo. Fue el hombre que más años estuvo en el gobierno de Buenos Aires y como ejerció también la representación exterior del país, fue depositario de la soberanía nacional ante el extranjero.


Rosas era descendiente de nobles familias de raigambre hispana, por parte del padre. Y su bisabuelo Domingo Ortiz de Rozas, lo antecedió como gobernador. Y más tarde, Juan Manuel su nieto, murió ocupando el mismo cargo. Una dinastía con don de mando, fuerte e inflexible. Casi cien años antes de que fuera elegido gobernador de la provincia de Buenos Aires don Juan Manuel de Rozas, su bisabuelo, el mariscal de campo Domingo Ortiz de Rozas, desempeñó idéntico cargo, pero designado por las autoridades españolas. Tomó posición de su mandato como gobernador del Río de la Plata en 1742. Como gobernante se consagró a perseguir el contrabando que en aquella época se realizaba en gran escala, amparado por las autoridades portuguesas, pero en el cual tomaban parte activa también los buques ingleses. Una vez cumplida su labor y satisfecho el gobierno español por sus servicios, lo trasladó a Chile, donde se consagró a fundar una serie de pueblos estratégicamente situados, con el objeto de evitar las invasiones de los araucanos, obra que le valió el título de “conde de las poblaciones”

En el poder

Juan Manuel Domingo Ortíz de Rozas y López Osornio, nació el 30 de marzo de 1793 en una vieja casona porteña. Hizo algunos estudios en la Escuela de Francisco Argerich, pero los mejores días de su niñez los pasó en la estancia “El rincón de los López” en contacto con la naturaleza, los gauchos y los indios. Desde 1811, tomó la dirección de la estancia, en la que aplicó una severa disciplina. Don Clemente López Osornio, el abuelo, fue sin duda un “protoestanciero” bonaerense e iniciador de la industria agrícolo-ganadera. La estancia estaba protegida por talas y ombúes y fue el emporio de la ganadería sureña y del abasto de Buenos Aires. Allí Juan Manuel practicaba “el pato”, la sortija y la maroneada. Esto último consistía en colgarse del tiento trenzado maroma que unía los altos postes que franqueaban la entrada del corral, de espaldas a él y dejarse caer sobre algunos de los potros que salían en tropel, para jinetearlo. Era peligrosísimo, pero era su deporte favorito.


En el rincón mostró su capacidad de organización y de mando. Planificaba cada tarea y daba precisas instrucciones para cada una de ellas. Su lucha, desde muy joven con indios, vagabundos y paisanos taimados, forjó, indudablemente su personalidad.
Abandonó el hogar paterno luego de una violenta discusión con su madre, Agustina López Osornio. Nada quiso llevarse, incluyendo el apellido, el cual modificó, transformándolo en Rosas, a secas, con”s”. Se asoció con Juan Nepomuceno Terrero en la salazón de carne y pescado, compra-venta de frutos del país, fundando la Estancia “Los Cerrillos”, en San Miguel del Monte. El nombre proviene de una laguna homónima. Casado con Encarnación Ezcurra, tuvo dos hijos de ese matrimonio: Juan Bautista, nacido en 1814 y Manuela Robustiana, en 1817. En la estancia había mucha disciplina y austeridad. Sus hombres estaban uniformados de rojo, resabio quizás del uniforme que él mismo usara en los Migueletes, en los cuales fue cadete, siendo muy joven. En 1820 creó el “Cuerpo de voluntarios de la Guardia del Monte”, más conocido como “Los colorados del Monte”, que estaban al mando de Vicente González, “el carancho del monte”.
Rosas fue gobernador de Buenos Aires entre 1829 y 1832, año que renunció porque no se le concedieron poderes absolutos y se dedicó a la organización de una expedición al desierto para combatir a los indios. Al mismo tiempo, fue componiendo pieza por pieza el mecanismo de su poder personal. Y así en marzo de 1835, asumió como gobernador y capitán general de la provincia, con la suma del poder público. Se erigió primer magistrado del país ante el extranjero, con el manejo de las relaciones exteriores. Se creó una profunda diferencia entre la sociedad rosista y la antirrosista. La primera llevó una existencia regular; la segunda sufrió persecuciones. Esta división absoluta engendró un clima de odio recíproco que persistió durante años, alterando las prácticas políticas y la convivencia social.
El historiador Enrique Barba, sostuvo: “Rosas hizo de la provincia de Buenos Aires el pivote de la estructura que creó en la Confederación y su condición fue la hegemonía porteña sobre el litoral y el interior”.

El nieto

Juan Manuel Ortiz de Rosas, tenía 12 años cuando acompañó a sus padres Juan Bautista y Mercedes Fuentes y Arguibel, a su abuelo, hacia el exilio, después de Caseros. En 1859, desde París, le escribió a don Juan Manuel que residía en Southampton, Inglaterra, para ir a despedirse y luego regresar al país. Pero éste prefirió que no lo hiciera porque temió no poder soportar la despedida. No lo vería más. Ya en el Río de la Plata, trabajó con firmas británicas. Su tradición federalista lo llevó a servir a la causa del interior, y el gobierno de Urquiza le dio un puesto en la legación uruguaya. El pasado había quedado atrás. Ya de regreso en Buenos aires, con el grado de subteniente, fue incorporado al ejército de la Triple Alianza. Por su comportamiento, fue ascendido a teniente y capitán sucesivamente y asistió a las batallas de Tuyutí, Estero Bellaco y de Coquerón, donde fue gravemente herido. Por estas circunstancias, volvió a Buenos Aires y su cura fue muy larga.

Ya repuesto, el éxito lo acompañó en sus negocios y logró una cuantiosa fortuna. Fue electo diputado y después senador provincial. Bajo la presidencia de Sarmiento, fue Director General de Escuelas y fundó en la provincia de Buenos Aires doscientos cuarenta establecimientos educacionales. Su acción y su sentir lo llevaron a acercarse a un hombre, que como Sarmiento, había sufrido el exilio en largo periodo rosista. Juan Manuel ocupó varios cargos públicos a partir de 1891. Entre 1893 y 1894 fue director del Banco Hipótecario y presidente del Banco de la provincia. Nueve años más tarde, como sus antepasados, se desempeñó como gobernador de la provincia de Buenos Aires. Murió en dicho cargo. Al despedir sus restos, el historiador Carlos Ibarguren destacó sus cualidades como gobernante. La muerte de Juan Manuel Ortíz de Rozas marcó el fin de una dinastía que se inició en 1742 y que luego continuó con intervalos hasta comienzos del siglo XX. El conde de las poblaciones fue el primero. Después de un periodo de casi cien años, fue el turno de don Juan Manuel, que protegió los intereses de los latifundistas, a cuya clase pertenecía. El ciclo se cerró con otro Juan Manuel. Éste, fundador de escuelas que desempeñó diversos cargos, en una acción política en la que prevalecía el liberalismo.