El 30 de agosto de 1952 Juan Perón prohíbe que salgan de Argentina los cuadros del legado Cambó.
Publicado en Nacional y popular
el 25 de agosto de 2006
Adquirir, en pleno siglo XX, cincuenta cuadros certificados de los mejores pintores, representa un esfuerzo extraordinario de búsqueda, aparte de su coste excepcional; pero reunirlos con l a sola intención de legarlos a la Ciudad, cuyo museo, el primero del mundo en arte románico, es más bien pobre en pintura que podríamos denominar del gran período, es un gesto de auténtico mecenas, con un sentido de su misión ante la historia que pocos son hoy capaces de sentir.
Francesc Cambó nació en septiembre de 1876 en un pueblo del Ampurdán llamado Verges (Gerona), en el seno de una familia de pequeños propietarios y comerciantes.
Su padre deseaba que hiciera la carrera de Farmacia, y así dejarle como heredero, pues, aunque fue el tercer hijo, los dos mayores murieron en la infancia.
No hará falta que aclare que es tradicional que en Cataluña el mayor lo herede todo.
Sin embargo, el, ya por entonces, se sentía más atraído por la política y decidió estudiar Derecho.
No sólo hizo esa carrera, sino que también estudió, a la vez, Filosofía y Letras, acabando las dos, en Barcelona, en el trágico año para España de 1898.
En esos años ya hizo sus pinitos dentro de la política, siendo elegido en 1895 secretario del Centro escolar catalanista, adscrito a la Lliga Regionalista, y publicando algunos artículos en la Renaixença, el periódico de la Lliga. Así empezó a codearse con los líderes de su partido.
Poco después entró a trabajar con un abogado y en el periódico La Veu de Catalunya, donde le encargaron hacer un estudio de los movimientos regionalistas en toda España y el extranjero.
También en 1898 dio su primer discurso en público. Fue en Sant Sadurní d’Anoia, donde se produce tanto cava, y tuvo bastante éxito.
Ese mismo año, su formación política vio en la derrota española en Cuba y Filipinas, entre otros sitios, un buen momento para ofrecer una alternativa al nacionalismo español, popularizando su partido.
En 1899 fue un buen momento para el catalanismo, pues se fundó el Centre Nacional Catalá, donde se fusionaron varias corrientes catalanistas.
En 1901 se presentaron a las elecciones a Cortes, como Liga Regionalista, y ese mismo año, donde también hubo elecciones municipales, Cambó fue elegido concejal por un distrito de Barcelona.
Volvió a ser elegido diputado en 1907, pero no en 1910.
También fue nombrado comisario de una proyectada Exposición de Industrias Eléctricas, que acabó siendo la famosa Exposición Internacional de Barcelona de 1929, de la que aún quedan algunos monumentos muy importantes.
En 1919 propuso un estatuto de autonomía para Cataluña, pero tuvo que conformarse con la solución de la Mancomunidad.
Tras la muerte del líder de su partido, pasó él a liderarlo.
Siendo ministro de Fomento en 1918 y de Hacienda, en 1921.
En ambos casos, estando como presidente Antonio Maura.
Estando en esos puestos fue cuando, casualmente, se promulgó el famoso “Arancel Cambó”, consistente en penalizar cualquier importación textil de otro país con un 36% de derechos aduaneros, con lo cual los industriales catalanes consiguieron que en España sólo se pudieran vender sus productos, sin existir competencia extranjera de ningún tipo.
Tras la llegada de la II República no fue elegido diputado, ni concejal, así que optó por marcharse al extranjero.
Lo intentó de nuevo en 1933, ganando un escaño como diputado, gracias a sus ideas conservadoras.
No tuvo tanta suerte en las elecciones de 1936. Sin embargo, como el golpe del 18/07 le pilló en el extranjero, tuvo mucha suerte y no le asesinaron los milicianos, como hicieron con muchos compañeros de su partido.
No obstante, varios miembros de la FAI fueron varias veces a buscarle a su casa de Barcelona.
Apoyó desde el exterior al bando nacional, como hicieron otros catalanes. Incluso, les dio financiación y firmó un manifiesto a su favor.
Una postura algo extraña en una persona tan catalanista, sabiendo que los nacionales eran contrarios a todos los tipos de autonomía regional.
Dicen que lo hizo por su convencimiento de que podría triunfar el comunismo en España y eso él nunca lo quiso.
Siguió en el exilio. Primero en Francia, luego en Suiza, después a USA y, por último, se quedó en Argentina, donde murió en 1947.
Fue el presidente de la principal compañía eléctrica de Buenos Aires, lo cual le permitió un buen nivel de vida y disponer de un piso de lujo muy espacioso.
Ya en 1941 contactó con el Museo del Prado, ofreciéndoles la custodia de una parte de su colección que estaba depositada en Suiza.
Guardó para sí 9 cuadros que deseaba que siguieran con él hasta su muerte.
El Prado aceptó en 1942 llegaron a España las 8 pinturas cedidas y se reembarcaron para Argentina las 9 señaladas por su propietario.
En su exilio argentino continuó acaparando nuevas obras de arte.
Al respecto, fue investigado por el Gobierno USA a causa de una denuncia por haber comprado cuadros a una galería, que se sabía que había traficado con obras de arte expoliadas por los nazis.
Se demostró que las suyas eran perfectamente legales y se archivó la investigación.
Lo cierto es que actualmente se encuentra en exposiciones europeas y en particular en el Museu Nacional d’Art de Catalunya.
El legado Cambó es un conjunto de pintura con identidad propia que abarca la historia de la pintura europea desde el siglo XIV hasta principios del siglo XIX.
El de Francesc Cambó (Verges, 1876 – Buenos Aires, 1947) es un ejemplo de coleccionismo programado que refleja algo más que el gusto y la satisfacción personales, era una voluntad de agrupar obras de los grandes maestros para completar las series medievales del mnac.
Son obras que marcan el paso del gótico al Renacimiento, que hablan de la perfección del arte de las distintas escuelas del Quattrocento italiano, de la sensualidad de la pintura de los grandes maestros venecianos del Cinquecento, de la sátira moralizadora deudora de la Reforma, del auge económico de los Países Bajos en el siglo XVII y de la grandeza del Siglo de Oro español, y que llegan a la plenitud del rococó, tanto veneciano como francés, para cerrar el discurso artístico con el genio renovador de Francisco de Goya.
Esta ciudad nuestra, donde apenas hay ocasión de admirar originales de los grandes pintores, verá ahora enriquecer su Museo con dos pequeñas tablas de la escuela de Giotto, una gran Madonna con santos de Ghirlandajo, no se sabe si de Domenico, el florentino que nos ha legado un retrato tan magnífico de su época, o de su hermano Roberto.
Otra Madonna al fresco de Perugino y la encantadora Virgen con el Niño y ángeles, tan graciosos, que si la gracia, la de mejor especie, Lastara, fra Filippo (dice Berenson) sería quizá el mayor de los pintores florentinos anteriores a Leonardo.
Esta Virgen. en muy buen estado de conservación, es una de las mejores obras de la colección.
El pequeño San Juan, de tonos tinos, atribuido a Botticelli, un retrato femenino de Rafael y el discutido y ya célebre Antonello de Mesina, inferior a los del Louvre y colección Trivulzio.
Y continuando con Italia, podremos admirar los grandes venecianos: el cuadro de Tiziano, casi idéntico al del Louvre, con la indolente serenidad de la bella Lauro Dianti; el retrato de viejo de Tintoretto, granate y piel blanca como hay otros parecidos.
El retrato de dama de Sebastiano del Piambo, el veneciano que supo apropiarse la elegancia y grandiosidad de Miguel Angel; un Veronés de menos calidad, retocado sin duda; y los tres Tiepolos, tan hábiles y en magnífico estado, muestra del último veneciano, menos profundo y algo teatral.
Y encontraremos el amable siglo XVIII, con un retrato femenino de Gainsborough, y dos cuadros de estaciones de Juan Baptiste Pater, discípulo de Jean Antoine Watteau, y en fin Goya.
Éstos, con otros muchos cuadros que no podemos citar, constituyen el legado Cambó.
A su muerte la lectura de su testamento indicaba que todas sus obras, las de Suiza y las que tenía en Buenos Aires, deberían ser entregadas en herencia al Ayuntamiento de Barcelona.
En Argentina en 1952 el Gobierno de Perón promulgó un Decreto por el que se prohibía la salida de obras de arte de ese país.
La viuda de Cambó, nunca permitió que las pinturas fueran a parar a un museo, porque de esa manera jamás las podrían volver a recuperar.
El entonces embajador de España en Argentina, Manuel Aznar, abuelo del luego presidente, se las ingenió para convencer a Perón a fin de que firmara una orden que invalidara ese Decreto.
El sector más extremista del Gobierno intentó influir sobre Perón, pero el embajador se enteró y mandó inmediatamente un camión de mudanzas al domicilio de la viuda a fin de llevarse todas las obras a la embajada de España.
Justo a tiempo, porque un rato después se presentaron agentes del fisco argentino para confiscarlas.
La forma de actuar de nuestro embajador no le gustó nada al ministro argentino de Asuntos Exteriores y pidió a Perón que lo expulsaran inmediatamente.
Al mismo tiempo, se ordenó a la policía rodear la embajada, para vigilar que no saliesen los cuadros rumbo a España.
También se ordenó realizar una campaña antiespañola en los periódicos, mencionando que el Gobierno argentino estaba pensando romper las relaciones con la España de Franco y reconocer al Gobierno de la república en el exilio.
A pesar de que el embajador tuvo que hacer sus maletas y volverse a España sin los cuadros, hubo un golpe de suerte.
Por aquellas fechas, el consejero de la embajada también se volvió a España, a causa de una enfermedad grave.
Como le enviaron también todo su mobiliario y enseres a España, pues entre ellos, camuflaron todas las pinturas y las embarcaron en un buque rumbo a nuestra península.
Cuando se enteraron los argentinos, el barco ya estaba en mitad de la travesía y hubiera sido muy fuerte asaltarlo en alta mar, así que a finales de 1954 llegó a Cádiz.
Quede esta nota en como expresión del recuerdo agradecido que elevarán en el fondo de su corazón todos cuantos vayan a contemplar el regalo maravilloso que Francisco Cambó había traído al país y que los enemigos del pueblo y de la Patria argentinos, dejaron que se fuera de la Argentina y no pudieramos contar con tan importante colección.
Fuente
el 25 de agosto de 2006
Adquirir, en pleno siglo XX, cincuenta cuadros certificados de los mejores pintores, representa un esfuerzo extraordinario de búsqueda, aparte de su coste excepcional; pero reunirlos con l a sola intención de legarlos a la Ciudad, cuyo museo, el primero del mundo en arte románico, es más bien pobre en pintura que podríamos denominar del gran período, es un gesto de auténtico mecenas, con un sentido de su misión ante la historia que pocos son hoy capaces de sentir.
Francesc Cambó nació en septiembre de 1876 en un pueblo del Ampurdán llamado Verges (Gerona), en el seno de una familia de pequeños propietarios y comerciantes.
Su padre deseaba que hiciera la carrera de Farmacia, y así dejarle como heredero, pues, aunque fue el tercer hijo, los dos mayores murieron en la infancia.
No hará falta que aclare que es tradicional que en Cataluña el mayor lo herede todo.
Sin embargo, el, ya por entonces, se sentía más atraído por la política y decidió estudiar Derecho.
No sólo hizo esa carrera, sino que también estudió, a la vez, Filosofía y Letras, acabando las dos, en Barcelona, en el trágico año para España de 1898.
En esos años ya hizo sus pinitos dentro de la política, siendo elegido en 1895 secretario del Centro escolar catalanista, adscrito a la Lliga Regionalista, y publicando algunos artículos en la Renaixença, el periódico de la Lliga. Así empezó a codearse con los líderes de su partido.
Poco después entró a trabajar con un abogado y en el periódico La Veu de Catalunya, donde le encargaron hacer un estudio de los movimientos regionalistas en toda España y el extranjero.
También en 1898 dio su primer discurso en público. Fue en Sant Sadurní d’Anoia, donde se produce tanto cava, y tuvo bastante éxito.
Ese mismo año, su formación política vio en la derrota española en Cuba y Filipinas, entre otros sitios, un buen momento para ofrecer una alternativa al nacionalismo español, popularizando su partido.
En 1899 fue un buen momento para el catalanismo, pues se fundó el Centre Nacional Catalá, donde se fusionaron varias corrientes catalanistas.
En 1901 se presentaron a las elecciones a Cortes, como Liga Regionalista, y ese mismo año, donde también hubo elecciones municipales, Cambó fue elegido concejal por un distrito de Barcelona.
Volvió a ser elegido diputado en 1907, pero no en 1910.
También fue nombrado comisario de una proyectada Exposición de Industrias Eléctricas, que acabó siendo la famosa Exposición Internacional de Barcelona de 1929, de la que aún quedan algunos monumentos muy importantes.
En 1919 propuso un estatuto de autonomía para Cataluña, pero tuvo que conformarse con la solución de la Mancomunidad.
Tras la muerte del líder de su partido, pasó él a liderarlo.
Siendo ministro de Fomento en 1918 y de Hacienda, en 1921.
En ambos casos, estando como presidente Antonio Maura.
Estando en esos puestos fue cuando, casualmente, se promulgó el famoso “Arancel Cambó”, consistente en penalizar cualquier importación textil de otro país con un 36% de derechos aduaneros, con lo cual los industriales catalanes consiguieron que en España sólo se pudieran vender sus productos, sin existir competencia extranjera de ningún tipo.
Tras la llegada de la II República no fue elegido diputado, ni concejal, así que optó por marcharse al extranjero.
Lo intentó de nuevo en 1933, ganando un escaño como diputado, gracias a sus ideas conservadoras.
No tuvo tanta suerte en las elecciones de 1936. Sin embargo, como el golpe del 18/07 le pilló en el extranjero, tuvo mucha suerte y no le asesinaron los milicianos, como hicieron con muchos compañeros de su partido.
No obstante, varios miembros de la FAI fueron varias veces a buscarle a su casa de Barcelona.
Apoyó desde el exterior al bando nacional, como hicieron otros catalanes. Incluso, les dio financiación y firmó un manifiesto a su favor.
Una postura algo extraña en una persona tan catalanista, sabiendo que los nacionales eran contrarios a todos los tipos de autonomía regional.
Dicen que lo hizo por su convencimiento de que podría triunfar el comunismo en España y eso él nunca lo quiso.
Siguió en el exilio. Primero en Francia, luego en Suiza, después a USA y, por último, se quedó en Argentina, donde murió en 1947.
Fue el presidente de la principal compañía eléctrica de Buenos Aires, lo cual le permitió un buen nivel de vida y disponer de un piso de lujo muy espacioso.
Ya en 1941 contactó con el Museo del Prado, ofreciéndoles la custodia de una parte de su colección que estaba depositada en Suiza.
Guardó para sí 9 cuadros que deseaba que siguieran con él hasta su muerte.
El Prado aceptó en 1942 llegaron a España las 8 pinturas cedidas y se reembarcaron para Argentina las 9 señaladas por su propietario.
En su exilio argentino continuó acaparando nuevas obras de arte.
Al respecto, fue investigado por el Gobierno USA a causa de una denuncia por haber comprado cuadros a una galería, que se sabía que había traficado con obras de arte expoliadas por los nazis.
Se demostró que las suyas eran perfectamente legales y se archivó la investigación.
Lo cierto es que actualmente se encuentra en exposiciones europeas y en particular en el Museu Nacional d’Art de Catalunya.
El legado Cambó es un conjunto de pintura con identidad propia que abarca la historia de la pintura europea desde el siglo XIV hasta principios del siglo XIX.
El de Francesc Cambó (Verges, 1876 – Buenos Aires, 1947) es un ejemplo de coleccionismo programado que refleja algo más que el gusto y la satisfacción personales, era una voluntad de agrupar obras de los grandes maestros para completar las series medievales del mnac.
Son obras que marcan el paso del gótico al Renacimiento, que hablan de la perfección del arte de las distintas escuelas del Quattrocento italiano, de la sensualidad de la pintura de los grandes maestros venecianos del Cinquecento, de la sátira moralizadora deudora de la Reforma, del auge económico de los Países Bajos en el siglo XVII y de la grandeza del Siglo de Oro español, y que llegan a la plenitud del rococó, tanto veneciano como francés, para cerrar el discurso artístico con el genio renovador de Francisco de Goya.
Madonna entronizada con santos de Ghirlandajo |
Otra Madonna al fresco de Perugino y la encantadora Virgen con el Niño y ángeles, tan graciosos, que si la gracia, la de mejor especie, Lastara, fra Filippo (dice Berenson) sería quizá el mayor de los pintores florentinos anteriores a Leonardo.
Esta Virgen. en muy buen estado de conservación, es una de las mejores obras de la colección.
Rafael. Retrato de una mujer (La Muta). |
Y continuando con Italia, podremos admirar los grandes venecianos: el cuadro de Tiziano, casi idéntico al del Louvre, con la indolente serenidad de la bella Lauro Dianti; el retrato de viejo de Tintoretto, granate y piel blanca como hay otros parecidos.
Retrato de un mujer ( Sofonisba ) de Sebastiano Del Piombo (1485-1547, Italia) |
Y encontraremos el amable siglo XVIII, con un retrato femenino de Gainsborough, y dos cuadros de estaciones de Juan Baptiste Pater, discípulo de Jean Antoine Watteau, y en fin Goya.
Éstos, con otros muchos cuadros que no podemos citar, constituyen el legado Cambó.
A su muerte la lectura de su testamento indicaba que todas sus obras, las de Suiza y las que tenía en Buenos Aires, deberían ser entregadas en herencia al Ayuntamiento de Barcelona.
En Argentina en 1952 el Gobierno de Perón promulgó un Decreto por el que se prohibía la salida de obras de arte de ese país.
La viuda de Cambó, nunca permitió que las pinturas fueran a parar a un museo, porque de esa manera jamás las podrían volver a recuperar.
El entonces embajador de España en Argentina, Manuel Aznar, abuelo del luego presidente, se las ingenió para convencer a Perón a fin de que firmara una orden que invalidara ese Decreto.
El sector más extremista del Gobierno intentó influir sobre Perón, pero el embajador se enteró y mandó inmediatamente un camión de mudanzas al domicilio de la viuda a fin de llevarse todas las obras a la embajada de España.
Justo a tiempo, porque un rato después se presentaron agentes del fisco argentino para confiscarlas.
La forma de actuar de nuestro embajador no le gustó nada al ministro argentino de Asuntos Exteriores y pidió a Perón que lo expulsaran inmediatamente.
Al mismo tiempo, se ordenó a la policía rodear la embajada, para vigilar que no saliesen los cuadros rumbo a España.
También se ordenó realizar una campaña antiespañola en los periódicos, mencionando que el Gobierno argentino estaba pensando romper las relaciones con la España de Franco y reconocer al Gobierno de la república en el exilio.
A pesar de que el embajador tuvo que hacer sus maletas y volverse a España sin los cuadros, hubo un golpe de suerte.
Por aquellas fechas, el consejero de la embajada también se volvió a España, a causa de una enfermedad grave.
Como le enviaron también todo su mobiliario y enseres a España, pues entre ellos, camuflaron todas las pinturas y las embarcaron en un buque rumbo a nuestra península.
Cuando se enteraron los argentinos, el barco ya estaba en mitad de la travesía y hubiera sido muy fuerte asaltarlo en alta mar, así que a finales de 1954 llegó a Cádiz.
Quede esta nota en como expresión del recuerdo agradecido que elevarán en el fondo de su corazón todos cuantos vayan a contemplar el regalo maravilloso que Francisco Cambó había traído al país y que los enemigos del pueblo y de la Patria argentinos, dejaron que se fuera de la Argentina y no pudieramos contar con tan importante colección.
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