Palestina: 64 años de soledad

Nadia Aissaqui y Ziad Majed



El otoño del año pasado, el impulso de la primavera árabe pareció hacer avanzar un poco la batalla diplomática palestina en la ONU y devolver a Palestina, tras una larga ausencia, una presencia en los foros internacionales. Luego vino la adhesión a la UNESCO para consagrar esta vuelta y devolver la esperanza de un reconocimiento internacional de un estado palestino. Tras el fracaso de las negociaciones, la prosecución de la colonización, y la finalización del muro, parecía nacer una nueva dinámica en el región. Hoy, un año después del discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, ¿por qué ha vuelto a caer en el olvido la causa palestina y por qué su dirigencia está en quiebra?
Buen número de intelectuales y de activistas palestinos se desesperan con la situación de estos últimos años. Los palestinos, con su dinamismo y su diversidad política, de opinión y de corrientes, han sido siempre pioneros en un mundo árabe gobernado en lo esencial por el despotismo y el partido único y/o clánico, repúblicas y monarquías incluidas. Con las sucesivas Intifadas (en particular la de 1987 contra la ocupación, la impotencia, el silencio y la duplicidad internacional) constituían la vanguardia de todos los movimientos populares árabes.
Y ahora resulta que con las importantes transformaciones (debidas a las revoluciones) que afectan a Túnez, Egipto, Libia, Bahrein, Yemen y Siria, con la progresión de las protestas en Marruecos y Jordania, los palestinos parecen tener dificultades para seguir los pasos de las revoluciones y rebelarse, en primer lugar, contra su situación interna y, después, contra la ocupación israelí.
La Autoridad Palestina ha creído compensar esta inercia librando una batalla diplomática en un período que juzgaba favorable. Pero se ha echado atrás rápidamente ante la presión americana, la complejidad de la situación y la división nacional de la que es tan responsable como Hamás.
Hoy, la situación parece estar en su punto más bajo, tanto a nivel interno como externo. Los palestinos parecen carecer de opciones políticas y posibilidades de reconciliación, y tienen dificultades para desarrollar una nueva política exterior. ¿Cuáles son las razones de este atolladero?
La impotencia frente a la máquina de colonización israelí
La primera razón, y no la menor, es la actual situación de bloqueo frente a un gobierno israelí de derechas y de extrema derecha que expande obstinadamente sus colonias en Cisjordania y Jerusalén-Este y que confisca los bienes y las tierras palestinas con el objetivo de acelerar el “politicidio” de la entidad palestina. Y esto, de forma concomitante con el fracaso de la ONU a la hora de congelar las decisiones colonizadoras del gobierno israelí y la ausencia de nuevos planes para enfrentarse a esta situación.
La ruptura entre Cisjordania y la banda de Gaza
La segunda razón es la terrible fragmentación de los palestinos entre la banda de Gaza y Cisjordania desde hace más de cinco años. Entre la Autoridad Palestina y su base, el movimiento Fatah, y Hamás sigue en pie una especie de guerra civil fría. Se manifiesta en medidas de represión mutua, en la existencia de dos gobiernos, ambos débiles, y en numerosas divergencias, en particular sobre la gestión del conflicto y la negociación con Israel.
El sentimiento de que la causa palestina ha sido olvidada
La tercera razón reside en el agotamiento que ha ganado a una gran parte de los palestinos tras las vacilaciones de los países árabes y occidentales hacia su causa. El deterioro creciente del nivel de vida debido a la disminución de la ayuda internacional a la Autoridad, el retroceso considerable de las inversiones y el bloqueo sobre Gaza han acabado igualmente con la sociedad, que no ve aparecer en el horizonte serios signos de modificación de la actitud de las potencias internacionales respecto a la ocupación israelí. Un nuevo levantamiento contra los israelíes podría así costar muy caro, y las divisiones hacen imposible una puesta en marcha de objetivos políticos comunes.
La confusión ligada a los cambios regionales
La cuarta razón tiene que ver con la indefinición que reina en lo que respecta a la visión política de la Autoridad Nacional representada por el presidente Mahmud Abbas y de Hamás tras los cambios profundos que han tenido lugar en el mundo árabe; en particular con el ascenso de los Hermanos Musulmanes en más de un país. En el caso de Palestina, el país más importante sigue siendo por supuesto Egipto dada su relación con los palestinos y su gestión del punto de paso de Rafah.
Pero, por otra parte, se ha producido de hecho una redistribución de las cartas en lo referido a las alianzas regionales de los dos partidos palestinos.
Hamás ha abandonado Damasco tras la revolución siria contra el régimen de Assad y se ha alejado del eje Irán-Siria para acercarse a los estados del Golfo, antiguos apoyos de la Autoridad Palestina. Ha consolidado también su relación con Turquía y, sin duda, tiene lazos importantes con el nuevo poder egipcio que aspira a volver a ser en un actor importante en el Oriente Medio. Esto significa que Hamás representa hoy un elemento de tirantez y de reposicionamiento regional que le desvía temporalmente de los asuntos externos.
En cuanto a la Autoridad Palestina, permanentemente en duda, parece incapaz de moverse o de impulsar iniciativas que acompañarían los cambios. Han pasado doce meses desde el paso por la ONU en 2011 para constatar el fracaso de las negociaciones precedentes e incitar a la comunidad internacional a jugar su papel para permitir la aceptación de un estado palestino. Parece que el combate y los esfuerzos diplomáticos por arrancar el reconocimiento de Palestina han sido abandonados hace meses y que, en lo que respecta a la evolución en la región, permanece a la expectativa.
El abandono de los campos de refugiados en Siria y en Líbano
La quiebra de la gestión política de los asuntos palestinos no se ilustra solo en Cisjordania y en Gaza o en la carencia de dinamismo diplomático, sino que se manifiesta también en relación a la “diáspora” palestina; en particular con los refugiados en los campos de Líbano y Siria.
En los campos de refugiados de Líbano, las tensiones son permanentes tanto en el norte como en el sur. Los refugiados sufren leyes libanesas discriminatorias hacia ellos, tanto en el interior como en el exterior de los campos. Ninguna de las partes palestinas parece capaz de tomar cartas sobre la situación para disminuir la presión sobre los refugiados.
En Siria, el agravamiento de las condiciones de vida de los palestinos ha sido fulgurante. El régimen ha desarrollado ataques contra los campos de refugiados (de Raml a Lattaquié, en el de Yarmouk y el Palestina de Damasco pasando por los campos de Daraa, Homs, Hama y Alepo) con el pretexto de que estos últimos abrigaban activistas sirios y que los palestinos participaban en las manifestaciones contra el régimen.
Estos ataques se han saldado con centenares de detenciones, heridos y muertes de palestinos. Miles de ellos han sido desplazados en el interior de Siria o sus alrededores (Líbano y Jordania en particular). Frente a este drama, ni la Autoridad Palestina ni las principales organizaciones, entre ellas Hamás, han tomado iniciativas. Lo que ha acabado por aumentar más aún el distanciamiento entre los refugiados, la “Autoridad” y los movimientos políticos a quienes se les juzga como incapaces, ausentes e indiferentes a su suerte.
Un poco de esperanza...
Así pues, a la luz de lo que parece ser un callejón sin salida, una vacilación de la Autoridad, un reposicionamiento de Hamás, una disminución de la atención internacional y los temores por los acontecimientos regionales, nada de lo que se filtra de las reuniones de la dirección palestina parece claro. Esta última evoca una nueva posibilidad de volver a la ONU para concluir la demanda de reconocimiento de Palestina, al mismo tiempo que fuentes cercanas a la Autoridad no descartan la posibilidad de que Mahmud Abbas dimita. Algunos también esperan un ataque israelí contra Irán que tendría repercusiones sobre la situación palestina y otros tienen la vista más puesta en los resultados de las elecciones estadounidenses para conocer las futuras orientaciones de la política extranjera de la administración americana.
Pero la complejidad de la situación y el sentimiento de impotencia no son capaces por si mismos de confiscar la política palestina. En los márgenes aparecen nuevas dinámicas: agrupamientos jóvenes de diferentes tendencias, independientes de las formaciones políticas clásicas y del poder. Se implican afirmando su ciudadanía y movilizándose contra la corrupción, la censura y la represión. Por ejemplo, llevaron a cabo una campaña contra policías palestinos que agredieron a manifestantes ante el Ministerio del Interior. Han organizado también la cobertura mediática de la huelga de hambre que habían emprendido los presos palestinos en Israel. Denuncian las detenciones políticas tanto en Ramalá como en Gaza. Las organizaciones de mujeres son muy activas en el terreno de las legislaciones discriminatorias y la formación de dirigentes.
Esta movilización ciudadana cada vez más estructurada marca quizá el punto en el que los palestinos toman conciencia de que la consolidación del tejido social es un previo a todo cambio. Es también la razón por la que están muy implicados en el terreno de la cultura, la música y la educación. La mayoría utiliza medios de comunicación virtual y redes sociales, al igual que sus homólogos en los países árabes.
Queda por saber en qué momento traerá sus frutos este trabajo paciente de reconstrucción y de consolidación e influirá verdaderamente en la vida política de este país troceado y a la espera de “ser reconocido”...
10/10/2012

Traducción: Faustino Eguberri (VIENTO SUR)