Los nuestros

Mendieta y Nicolás Tereschuk 



La señora de la foto es Sonia Fleury. Brasileña, doctora en Ciencia Política. Un CV de intelectual brasileño de esos que solemos envidiar, a prueba de todo.  Resulta que el otro día dio una conferencia en el ciclo “Debates y Combates”, que organiza la Secretaría de Cultura de la Nación.
Y hubo dos momentos en que sus palabras nos caían como bombas. Podíamos sentir cómo esas palabras detonaban en algún punto de nuestra autocomplacencia y producían como un estado de alarma.

Porque esta buena señora explicó dos cosas que ocurren en Brasil (los entrecomillados son nuestros, no lo dijo necesariamente de esa forma pero ahí están los conceptos).
  • La primera es cómo el PT maneja dos niveles de coaliciones. Una “coalición de gobierno” y una “coalición de poder”. La “coalición de gobierno” (arriba) incluye alianzas con empresarios, con los políticos tradicionales que representan el poder de las oligarquías locales. Con una buena parte del poder “establecido” de Brasil. La “coalición de poder” (abajo) es la base. Los sindicatos, los Sin Tierra, los movimientos sociales. Lula es quien hilvana esos dos niveles para que no se vayan ni unos ni otros y se mantengan unidos en función de algunos objetivos módicos como por ejemplo: no perder el poder, evitar que ganen “los otros” y estar “un poco mejor que antes”. Y todo eso sin un ánimo “rupturista” del orden, sino más o menos todo lo contrario. Como toda descripción de un populismo “realmente existente” no suele ni ser muy épica, ni aparecer en los medios de comunicación ni en los conceptos simplificadores de Twitter y de la TV.
  • Pero la segunda cosa que dijo fue lo que realmente nos llamó la atención.  Lo que hizo que nos miráramos con las cejas bien levantadas y tensas a unos 20 metros de distancia. Fleury contó cómo el PT está teniendo problemas con esas famosas “nuevas clases medias”. Que no es que pasaron de la favela a vivir en, ponele, Pueyrredón y Córdoba. No. Son más bien que gente que tiene un empleo que no tenía, que accede a un cierto nivel de consumo que no tenía, quizás accedió a una institución educativa a la que no accedía, mejora su dieta y algún consumo cultural. Compró una motito. Explicó esta politóloga que estas personas, en un contexto “individualista” consideran ahora que “llegaron” pura y exclusivamente por su “propio esfuerzo”. Que no son parte de ningún proceso colectivo, social, político. Que creen que todo esto ocurre tan sólo porque lo  ”merecían”. Que consideran que están mejor en virtud de su propio “emprendurismo” (?).
Y ahí sí que vale la pena ponerse a pensar, una vez más. Porque todos los que creen que llegaron “solos” tienen derecho a pensarlo. Son parte del pueblo. Parte de eso que nunca se equivoca.  Y pueden pensar incluso que “llegaron” no solamente sin el Gobierno sino “a pesar” del Gobierno. No hay problema. Es un país libre.

Pero lo más interesante es la amplitud que puede llegar a tener la franja esa. Que puede llegar a ir desde bastante más abajo de una clase media baja -como parecía ser el caso de estas personas a las que apuntaba Felury- hasta, sobre todo acá en la Argentina, bastante más arriba de la media-alta. ¿O no le estamos dando 500 pesos en la mano taca-taca todos los meses a las familias de la media-alta en las boletas de  luz / gas?

Y ahí se nos viene una vez más encima esos momentos donde el pueblo -que nunca se equivoca- se pone en “modo 1955″. Porque en ese agujero negro de la Historia, en ese momento, que se habrá decidido en apenas unos minutos, al final nadie salió a la calle a defender a Perón. A Pe-rón. Que les había dado todo. En la mano. A cada uno. En unos paquetes firmados. Que decían. “Enviado para usted por el General Perón”. Y no salieron, eh.
Es así que estos populismos, estos enormes concesionarios de Motomel, están ante una paradoja: si lo hacen mal, se irán por haberlo hecho mal. Pero aún si lo hacen bastante bien podrían irse justamente por eso.

Y esto hace que nuestros populismos deban tomar la amarga medicina de la humildad de quien vuelve -una vez más- a todos esos barrios del país, como la primera vez, a decir: “hola, somos nosotros, somos los que trajimos el agua”. Ajá. “Ahora venimos a traer el gas”. A decir: “hola, somos nosotros, somos los que trajimos el empleo y la vuelta de tu prepaga”. Ajá. “Te vinimos a traer una inflación un poco más baja”. Y así. Y así. Para siempre.

Porque el problema es que quizás el que está un poco mejor no es que crea tanto en otro partido sino que el verdadero peligro es que le pique el bichito de creer en esa utopía municipalista de que no se necesita mucho más que un buen alumbrado, un buen barrido y una buena limpieza. Que somos todos “buenos vecinos”. Todos “emprendedores”.  Que no hay ningún interés allá afuera tratando de volver a dejarlo a él, un hombre “de éxito”, y a millones como él en el casillero cero una vez más.

Por eso, así como las expectativas cumplidas, ciertos temas saldados y el ir tildando algunas cuestiones como resueltas, inevitablemente abren la emergencia de nuevos desafíos y nuevas agendas para enfrentar (decime si con 25% de desocupación y salarios a la baja podría estar en la agenda de temas el pago de Ganancias o el estado del transporte público), la misma dinámica social ascendente obliga al Gobierno a acompañar esa suba con la asunción como propia de esa nueva agenda de preocupaciones, deseos y ambiciones de los sectores sociales beneficiados por las políticas oficiales. Para decirlo sencillo: el peronismo es genéticamente generador de clase media. Ahí su éxito y ahí el germen de su propia debilidad si no asume esto como tal.

Pero además, como dijimos, el verdadero problema, el mayor, es que el pueblo nunca se equivoca. Y que si no logramos el milagro de la seducción permanente ese será una vez más un dato irrefutable de la realidad. Al final, es política esto.

(Desde que escribimos el primer borrador de este post, escuchamos el tono del debate público en los medios de comunicación y varias veces nos dio el impulso de borrar todos los matices y reflexiones sobre las limitaciones y obstáculos que enfrenta el Gobierno, los gobiernos latinoamericanos, para reemplazarlos por un cerrado apoyo a la Casa Rosada y a todos los que pasen cerca de la UNASUR, como una forma de rechazar la cantidad de pavadas que se escuchan por ahí. Dan ganas, claro que dan ganas, de tachar todo. Porque uno escribe tratando de pensar, de complejizar, de aportar al único debate que es verdaderamente imprescindible: el de las conciencias. Pero se topa, diariamente se topa, con barbaridades, con simplificaciones groseras, con prejuicios, con insultos. Pero no. Pero no. Es mejor seguir. Y seguir. No tachamos. No borramos. No abandonamos. Vamos a seguir, contra todo, tratando de pensar y compartiéndolo. No entendemos otro modo de entender la lealtad que empezar ejerciéndola por una mismo. Feliz día, pueblo). 

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