Memorándum para el secretario general de la ONU Ban Ki-Moon. La puerta de la solución de dos Estados se cerró hace 45 años

Alan Hart
Information Clearing House


El secretario general de la ONU Ban Ki-Moon dijo a la Asamblea General de las Naciones Unidas al principio de esta semana “la puerta puede estarse cerrando para siempre a una solución de dos Estados para el conflicto Israel-Palestina”. Agregó: “El continuo crecimiento de los asentamientos israelíes en el territorio palestino ocupado debilita seriamente los esfuerzos por la paz. Debemos romper ese peligroso impasse”.
La verdad de la historia, que la mayoría de los dirigentes del mundo, si no todos, conocen pero no se atreven a declarar, es que la puerta que Ban Ki-Moon dice que se está cerrando, en realidad se cerró de un portazo hace 45 años. La fecha precisa del cierre fue el 22 de noviembre de 1967. ¿Qué pasó ese día?
Después de la Guerra de los Seis Días de ese año, el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó unánimemente, después de dar muchas vueltas a cinco borradores, la Resolución 242. Entonces fue saludada como la clave para una paz justa y duradera en Medio Oriente. Nunca podría serlo por los motivos que mencionaremos a continuación.
Dejando a un lado el hecho de que la Resolución 242 no menciona a los palestinos por su nombre (solo pide un arreglo justo del “problema de los refugiados”), la clave para comprender por qué la resolución era fatalmente defectuosa y destinada a ser un fracaso para todos los que trabajan seriamente por la justicia y la paz reside en el hecho de que la guerra de 1967 fue una guerra de agresión israelí, no como afirmó, y sigue afirmando Israel, una guerra de autodefensa mediante un ataque preventivo. (Cómo documento en detalle en el Volumen Tres de la edición estadounidense de mi libro Zionism: The Real Enemy of the Jews, los árabes no atacaron primero y nunca tuvieron intención de iniciar una guerra contra Israel, un hecho conocido por los dirigentes de Israel. En mi libro cito a varios que lo dicen).
Debido a que fue una guerra de agresión israelí, y en vista de que el preámbulo de la 242 apoyó de boquilla la “inadmisibilidad de la adquisición de territorio mediante la guerra”, no cabe duda de lo que debería haber hecho el Consejo de Seguridad. Debería haber exigido la retirada incondicional de Israel de los territorios árabes recién ocupados. No se hizo porque el presidente Johnson, guiado por sus consejeros sionistas, se negó a que Israel fuera calificado de agresor.
Había, en los hechos, un precedente para lo que debería haber ocurrido. Cuando Israel se coludió con Gran Bretaña y Francia en 1956 para invadir Egipto con la esperanza de derrocar a Nasser, el presidente Eisenhower insistió en que Israel debía retirarse del Sinaí sin condiciones. Entonces el lobby sionista y sus secuaces en el Congreso trataron de atar las manos de Eisenhower e impedir que exigiera que Israel cesara de inmediato su actividad ilegal. Respondió pasando por sobre las cabezas del Congreso dirigiéndose por televisión a la mejor hora a sus conciudadanos. Entre otras cosas dijo:
“Israel insiste en recibir firmes garantías como condición para retirar sus fuerzas de invasión. Si estamos de acuerdo en que un ataque armado puede lograr apropiadamente el propósito del atacante, temo que tendremos que dar marcha atrás al reloj del orden internacional. Habremos patrocinado el uso de la fuerza como un medio para solucionar diferencias internacionales y lograr una ventaja nacional… Si la ONU acepta una vez que las disputas internacionales pueden solucionarse mediante el uso de la fuerza, habremos destruido el fundamento mismo de la organización y nuestra mejor esperanza de establecer un verdadero orden mundial”.
En noviembre de 1967, al no exigir que Israel se retirara sin condiciones, el Consejo de Seguridad, intimidado por el presidente Johnson por cuenta del sionismo, hizo aquello contra lo cual había advertido Eisenhower, dio marcha atrás al reloj del orden internacional y destruyó la esperanza que representaba la ONU.
La pregunta que no respondió la Resolución 242 fue – ¿A QUÉ ISRAEL debían reconocer y legitimar los Estados árabes para cumplir su obligación con la paz establecida en la resolución?
¿Al Israel de los Acuerdos de Armisticio de 1949, en otras palabras Israel como era antes de la guerra de 1967 (y probablemente con modificaciones aquí y allá de las fronteras por mutuo acuerdo? ¿O a un Israel más grande que ocupara permanentemente todo Jerusalén y trozos de Cisjordania, si no toda, y pedazos de Egipto y Siria?
La pregunta no obtuvo respuesta en el texto final de la 242 por una razón  muy simple. A través del gobierno Johnson los sionistas lograron que el artículo “los” se eliminara del texto. Como consecuencia, se requería que las fuerzas armadas de Israel se retiraran “de territorios (no de los territorios) ocupados en el reciente conflicto”.
Si la Resolución 242 hubiera estipulado que se exigía la retirada de Israel de “los territorios”, el significado habría sido que, a cambio de reconocimiento y legitimidad, se demandaba que Israel se retirara de todos los territorios que ocupó en la guerra de 1967. Pero no era así en lo que respectaba a los sionistas viscerales. Querían la libertad para ser los únicos que determinaran, sobre una base de tómalo o déjalo respaldada por la fuerza bruta, las condiciones de cualquier retirada israelí. La Resolución 242 en su forma final les concedió esa libertad. Efectivamente la 242 otorgó al sionismo el control con derecho a veto sobre cualquier proceso de paz.
El Consejo de Seguridad también podría haber insertado en el texto de la 242 una declaración al efecto que Israel no debería tratar de asentarse o colonizar los Territorios Ocupados, y que si lo hiciera el Consejo de Seguridad impondría el derecho internacional y determinaría que Israel fuera aislado y sancionado por toda la comunidad internacional.
Pregunta: ¿Por qué no incluyó el texto de la Resolución 242 una declaración semejante?
Los responsables de dar un marco a la resolución sabían perfectamente que los halcones de Israel iban a llevar a cabo su empresa colonial a cualquier precio, desafiando resueltamente el derecho internacional y sin importarles qué dijera o quisiera la comunidad internacional organizada. Dicho de otra manera algunos, si no todos, los responsables de enmarcar la Resolución 242 estaban resignados al hecho de que, debido a la historia de los judíos y al holocausto nazi, Israel no era y nunca sería o podría ser un Estado normal. Como consecuencia, no tenían que tratar de obligarlo a conducirse como un Estado normal, es decir de acuerdo con el derecho internacional y sus obligaciones como miembro de las Naciones Unidas. Nos guste o no, y signifique lo que signifique para la suerte de la humanidad, el mundo tendría que vivir con el hecho de que existen dos conjuntos de reglas de conducta para las naciones, uno para Israel y otra para todas las demás. Por la forma en que se creó Israel, sobre todo por el terrorismo sionista y la limpieza étnica y sin legitimidad en el derecho internacional, el sistema de la ONU existía con un doble rasero, y como no existía la voluntad política de enfrentar al sionismo, no había nada que hacer para cambiar esa realidad.
Hace algunos años un funcionario muy importante de la ONU me dijo: “El sionismo ha corrompido todo lo que toca, incluida esta organización en su infancia”. Yo sabía, realmente sabía, que estaba reflejando la convicción profunda, pero privada, de todos los máximos funcionarios civiles internacionales responsables de tratar de hacer que el mundo funcionara de acuerdo con los ideales y principios encarnados en su Carta. (Como dije en mi libro cuando lo cité, no nombraré a la persona porque no me hubiera confiado ese comentario si hubiese pensado que algún día lo citaría por su nombre, por lo menos mientras viviera. No se sentiría embarazado por la asociación pública con su verdad, pero no desearía, y no merecería, todo el fastidio de ser falsamente etiquetado como antisemita por los asesinos de caracteres del sionismo).
Por polémico que sea decir algo semejante en público, pienso que la acusación de corrupción está apoyada por los hechos. En 1947 los sionistas y sus aliados en el Congreso de EE.UU. subvirtieron la Asamblea General de la ONU para obtener una mayoría amañada y apenas mínima para el plan de partición que fue subsiguientemente desnaturalizado. En 1967 el Consejo de Seguridad fue efectivamente subvertido por la negativa del gobierno de Johnson, impulsado por los sionistas, de responsabilizar a Israel ante el derecho internacional y sus obligaciones como miembro de las Naciones Unidas.
Y así fue, por lo menos en lo que respecta al mundo árabe y musulmán en general (y también a mi persona) cómo la ONU se despidió de su integridad; y se cerró, de un portazo, la solución de dos Estados del conflicto Israel-Palestina. Hace 45 años.

* Alan Hart ha sido corresponsal extranjero de ITN y de Panorama de la BBC. Ha cubierto guerras y conflictos por todas partes del mundo y se especializó en Medio Oriente. Autor de: Zionism: The Real Enemy of the Jews: The False Messiah. Tiene su blog enwww.alanhart.net
Traducción: Germán Leyens (Rebelión)