La Unión Europea, en la encrucijada (primera parte)
Aldo Ferrer
Diario BAE
El
segundo problema radica en la solidaridad. Como se sabe, por la experiencia
histórica, la superación del atraso relativo requiere de Estados nacionales
fuertes y sólidas políticas de transformación, gobernabilidad, crecimiento e
inclusión social. En la UE ,
los Estados miembros han delegado su soberanía en el manejo de cuestiones
críticas, incluyendo, en el caso de los adheridos al euro, la moneda. En tales
condiciones, la solidaridad de los miembros de mayor dimensión y desarrollo
económico es esencial para erradicar las asimetrías y difundir los beneficios
del mercado ampliado a la totalidad de los miembros de la UE. Dada la debilidad de
la solidaridad dentro de la UE ,
para asumir, como problemas de todos, los que se plantean en cada país, los
países vulnerables viven en el peor de los mundos posibles: soportan sus
problemas, carecen de instrumentos propios (por ejemplo, el ajuste del tipo de
cambio) para resolverlos y no cuentan con la suficiente solidaridad de sus
socios.
En
la UE , la figura
del Estado incorpora una dimensión transnacional. El contenido de sus acciones
caracteriza su naturaleza. Si las políticas comunitarias, están decisivamente
influenciadas por los mercados, se configura un Estado supranacional
neoliberal. En sentido contrario, si esas políticas conservan autonomía
decisoria para promover el crecimiento, el empleo, la equidad y la integración,
existe un Estado supranacional comunitario.
De
este modo, la crisis del régimen neoliberal, derivada de la hegemonía
financiera, abarca, simultáneamente, a los países y a la misma UE, es decir, el
Estado supranacional. Esta convergencia es lo que complica tanto la situación
europea. Los miembros deben atender, simultáneamente, los aspectos nacionales
de los problemas y las reglas comunitarias. Los países adheridos al euro, con
severos desequilibrios macroeconómicos, no cuentan con una política monetaria
propia ni la posibilidad de devaluar. El único instrumento disponible es la
reducción del déficit fiscal y la deflación para bajar los costos internos,
principalmente, los salarios, con algún apoyo de la UE para aliviar el ajuste.
En
el Estado supranacional de la UE ,
la ausencia de suficiente solidaridad entre sus socios, determina que la
población de cada uno de los países miembros se hace cargo de sus propios
problemas y los resultantes del cumplimiento de las normas comunitarias.
Prevalece en la opinión pública y en la conducta de los gobiernos de los países
con mayores recursos la resistencia a contribuir, en medida suficiente, al
salvataje de los países vulnerables y al impulso de su desarrollo. En resumen,
los países vulnerables de la UE
soportan las consecuencias negativas resultantes de sus propias políticas,
multiplicadas por las restricciones adicionales impuestas por el régimen
comunitario y agravadas por la insuficiencia de la solidaridad. La
vulnerabilidad del sistema se refleja, por ejemplo, en el hecho de que los
problemas de un país como Grecia, de gigantesca influencia en la cultura
occidental, pero cuya economía es una ínfima parte de las de la UE y el mundo, provoque una
gran perturbación.
La
realidad demuestra cuán difícil es sostener una moneda común y someter a las
mismas normas a países con economías tan distintas, como los que integran la UE. La integración
definitiva del espacio europeo es imposible sin armonizar la totalidad de la
conducción económica. Aun más, cuando prevalecen estrategias que subordinan la
autoridad de la esfera política a los dictados de la financiarización, es
decir, a la hegemonía de la especulación financiera sobre las necesidades de la
economía real de la producción, la inversión y el empleo. Esta situación,
propia del Estado neoliberal predominante en los países miembros y el Estado
supranacional, impide alcanzar los objetivos propuestos por los fundadores de
la integración europea, durante la temprana posguerra.
La
crisis de deuda en varios países miembros de la UE ha destapado la vulnerabilidad del régimen
comunitario. La subordinación de las políticas públicas a los mercados se
reflejó, primero, en la desregulación de la especulación financiera en las
fases iniciales del proceso de financiarización. Luego, frente a la crisis
global desatada en el 2007, en la aplicación de masivos fondos públicos para
rescatar a los agentes financieros. Por último, se manifiesta en la respuesta
de los gobiernos de preservar los intereses de los operadores financieros y
ganar su confianza. El rescate de las entidades comprometidas en las burbujas
de financiamiento público, la actividad inmobiliaria y el apalancamiento de la
especulación, demandó gigantescos recursos fiscales, aumentó el déficit y
generó incertidumbre en los mercados. Como resultado, se redujo el crédito para
la actividad económica real y encareció el financiamiento de la deuda de los
países vulnerables.
En
vez de recuperar el comando de las políticas públicas frente a los intereses de
la financiarización y las calificaciones de las agencias evaluadoras de riesgo,
el objetivo predominante de la política fiscal es actualmente la “regla de
oro”, aplicando severas políticas de ajuste, para reducir el déficit fiscal,
incluyendo la reducción de las prestaciones sociales. Esta estrategia prolonga
el estancamiento, la inestabilidad de los mercados y las altas tasas de
desempleo. Lo que está en crisis en la
UE no es la integración, cuyos objetivos fundacionales siguen
vigentes. La crisis radica en los Estados nacionales y supranacional
neoliberales.