El plan de Perón para salir de la crisis
Por Jorge Remes Lenicov*
para Clarín
publicado el 5 de diciembre de 2019
“La productividad es la estrella polar que debe guiarnos en todas las concepciones económicas”
“Quien gasta más de lo que gana es un insensato; el que gasta lo que gana olvida su futuro; y el que produce y gana más de lo que consume es un prudente que asegura su porvenir”.
Juan Domingo Perón
Antonio Cafiero (1922-2014), junto a Juan Domingo Perón |
La historia siempre deja enseñanzas. Si bien cada experiencia es particular, y no es razonable pretender reproducirla a futuro, algunas aportan conceptos que vale tener presentes. Perón, entre 1946 y 1948 había impulsado el crecimiento económico y aumentando el salario real. Pero esa política no se pudo sostener entre 1949 y 1951, por la reversión de los precios internacionales, la sequía y el bajo nivel de ahorro e inversión. Fueron años de caída del PIB y del salario real, alta inflación y aumento de los déficits gemelos (fiscal y externo). Advertida la crisis y sus causas, el gobierno decidió un cambio estratégico. Implementó dos programas: uno, de estabilización y otro de crecimiento basado en los principios de Congreso de la Productividad y el Empleo y los objetivos e instrumentos del 2° Plan Quinquenal.
Las consignas fueron: incrementar la producción, austeridad en el consumo, fomento del ahorro, mayor productividad, más trabajo y sacrificios compartidos por empresarios y trabajadores. La política macroeconómica puso eje en la concertación entre el Estado, trabajadores y empresas por dos años, a partir del 1° de mayo de 1952. Los salarios aumentaron por inflación hasta el pacto y, luego, se congelaron; se enfatizó la disciplina laboral y el presentismo. Los precios y las tarifas, luego de absorber el aumento salarial, se congelaron. Las empresas solo podían incrementar sus ganancias bajando costos y los salarios solo aumentaban por mayor productividad. Se suprimieron o redujeron subsidios al consumo, excepto en alimentos. Se bajó el gasto público real. A su vez, la política monetaria fue restrictiva, concentrando el crédito en la producción, y aumentando la tasa de interés para estimular el ahorro. Hubo restricciones a las importaciones, y más cupos, subsidios y exenciones impositivas para las exportaciones; mejoró el tipo de cambio, aunque continuó retrasado. Seis meses después la economía crecía al 6 %, aumentaron los salarios reales y la inflación bajó del 40 % en 1952 al 4 % entre 1953 y 1954.
Al exponer su nueva estrategia Perón sostuvo: “El punto de partida es la estabilidad de precios; el trabajo y el sacrificio, creadores de riqueza, son los factores decisivos de toda solución económica, y los hombres y los pueblos que no sepan discernir la relación entre bienestar con el esfuerzo no ganan el derecho a la felicidad que reclaman”. La propaganda oficial pregonaba: “Quien gasta más de lo que gana es un insensato; el que gasta lo que gana olvida su futuro; y el que produce y gana más de lo que consume es un prudente que asegura su porvenir”.
La política de desarrollo se basó en dos ejes: el primero fue la doctrina acuñada en el Congreso de la Productividad y el Empleo, que tuvo por objetivo aumentar la productividad, la modernización de las empresas, reducir el ausentismo, y promover el aumento de salarios mediante sistemas que incentivasen la eficiencia y la productividad. Al inaugurarlo, Perón sostuvo: “la productividad es la estrella polar que debe guiarnos en todas las concepciones económicas”. El otro eje fue el Segundo Plan Quinquenal que puso énfasis en la industria pesada (siderurgia y metalúrgica, automotriz, aluminio y química); la energía; la mecanización del agro; el desarrollo de la minería; el transporte y las comunicaciones. Se financiaría con deuda pública y capital externo, para lo cual se sancionó la Ley 14.222/52 de Inversiones Extranjeras, las que se consideraban necesarias tanto por el aporte de capital, como de tecnología.
Se radicaron, en consecuencia, empresas de automotores, tractores, químicas y de maquinaria agrícola, y se firmó el acuerdo con la Standard Oil de California para explotar el petróleo. En materia de créditos internacionales se negociaron con el Eximbank de EE.UU., destinados al desarrollo de Somisa y Astilleros Rio Santiago.
El Plan era indicativo, pero lo relevante es que marcaba un rumbo estratégico para todo el país. Esa profunda modificación de la estrategia económica inicial, fue acompañada por un cambio en la política internacional. Con posterioridad al retiro del embajador Braden, Perón comenzó su diálogo con los EE.UU., primera potencia mundial emergente de la Segunda Guerra Mundial.
Los lazos se afianzaron recién cuando Eisenhower asumió la presidencia en 1952, y envió a su hermano, y estrecho colaborador, a visitar la Argentina. En los inicios de la Guerra Fría, Perón modera su tercera posición y se vincula al bloque occidental liderado por EE.UU. La correspondencia diplomática de ese entonces da cuenta de que ambos países consideraron muy provechoso ese nuevo y claro relacionamiento político.
Perón supo cambiar cuando advirtió que la estrategia inicial se había agotado y que, también, el mundo había cambiado. Y lo hizo porque tenía un proyecto de Nación en el que la estabilidad macro, el ahorro, la inversión y el esfuerzo productivo eran los temas centrales para poder crecer.
Estaba persuadido de que para desarrollarse era necesario expandir la industria, la infraestructura y afianzar una nueva inserción internacional; y que el eje de esa nueva etapa era la productividad. Único camino que habría de permitir el aumento del salario real y generar más trabajo formal y mayor bienestar para todos. Esa fue su nueva doctrina de desarrollo económico y social.
*Jorge Remes Lenicov fue ministro de Economía de la Nación y de la Provincia de Buenos Aires. Director del Observatorio de la Economía Mundial, UNSAM