Farándula, puterío y espías en el país macrista

Por  Eduardo Blaustein
para Socompa
Publicado el 25 de abril de 2018

Bastión del conservadurismo autoritario y a la vez de la frivolidad, el partido de la farándula ganó poder desde la dictadura en adelante. Nunca sin embargo se fundió tan fuertemente con lo más oscuro del poder como en tiempos de Macri.


Alguien, un día, alguien que en lo posible sea buena gente, deberá escribir un libro que trate sobre la antropología política de la farándula nativa y su relación íntima e histórica con la peor derecha argentina, sus negocios y sus muertos.

Ese libro, ensayo que habrá de ser informal pero riguroso, podrá ser apasionado y un poco excesivo. Supongan que en algún momento un párrafo de ese libro diga así:

Hay que ser una hiena importante para preguntar en un set de televisión, desde una edad muy madura y a un presidente electo por la voluntad popular, “¿Se viene el zurdaje”. Hay que ser hiena, o ser más mala que la reina de Blancanieves, para tener 83 años y cerrar una parte de la propia biografía y de medio ciclo político democrático en el propio país para tirar al aire, ante la Muerte, la muerte de un presidente querido por buena parte de la propia sociedad: “La gente en la calle dice que el cuerpo no estaba en el cajón”. Y añadir como quien tira un chisme en el almacén del barrio: “¡Es verdad!”.

Es celebérrima (¿lo es en todas partes y para todos?) aquella intervención pública de Mirtha Legrand pero a la vez tan horrible que merece no olvidarse nunca:

Contra lo que sostienen los memes y chascarrillos de las redes sociales no es cierto que existieran los dinosaurios cuando nació Mirtha Legrand. Ella (“la señora”, dice medio mundo, por Dios)  nació el 23 de febrero de 1927 o eso sostiene Wikipedia. Ese fue el año en que nacieron Stan Getz, Julliette Gréco y Sidney Pollack. Dinosaurios no. Pero se acababa de realizar la primera emisión televisiva de la BBC, marines estadounidenses -¡sorpresa!- invadían Nicaragua, se mantuvo la primera charla telefónica entre Londres y Nueva York, en Barcelona las autoridades falangistas prohibían que se bailaran sardanas en el centro de la ciudad, tropas británicas desembarcaban en Shanghai, Trotsky era expulsado del partido comunista de la URSS, se fundaba el América de Cali y se estrenaba la primera película sonora de la historia: El cantante de jazz.

1927-2018. Hay que seguir cavando la podrida zanja de la degradación ética y personal para haber cumplido ya 91 años y seguir necesitando a los 91 de la fama y la lamida y la reverencia, de los ramos de flores (hay que estar de alguna manera así de loco/a), seguir pidiéndole al director de cámaras que te tome el mejor perfil. Para finalmente –tenés 91 años y ninguna bondad con el mundo- invitar a una tal Natacha Jaitt, mujer muy maquillada que ya rumbea a su propia madurez, con una terrible cara de crueldad endurecida por el maquillaje y las operaciones y por seguramente haber visto y hecho de todo, una mujer cuya profesión presunta es “prostituta mediática” y que acaso aprendió lo peor de la universidad de la calle. Invitar a esa mujer de expresión dura, como de talla en madera y pintada, para, previa producción minuciosa del guión, hacer que salpique públicamente de mierda a un conjunto variopinto de hijos de puta acusándolos, entre otras cosas, de pedofilia.

En la misma mesaza, Mercedes Ninci, de profesión vieja chota de barrio desde que nació. Ambas en un duelo magnífico en el que solo les faltó decir: vos cerrá el orto. Educación democrática.

Natacha Jaitt. Ajá, a quien yo no conocía. Que dice haber trabajado como de espía, contratada por vaya a saber quién. Mata Hari (¿mal pagada?) de los subsuelos. No la conocía a Natacha Jaitt, no, hasta que la repercusión que generó aquel programa de Legrand me obligó a saber qué pasó vía YouTube.

Hace varios años dejé de ver televisión abierta –no es una jactancia, para tomarle el pulso a la sociedad uno debe morfar de todo si pretende saber algo más de lo que somos- con lo cual cada vez que aparece la expresión “la mediática” tal (entiendo que no se usa tanto el masculino) desconozco a la mediática en cuestión, ya sea por su nombre o por su cara. Tampoco comprendo del todo cómo se gana uno o una el título de “mediática”. En estos terrenos o pantanos soy además de un psicobolchismo atroz, aun cuando me tengan muy cansado las citas de Galeano. Oscilo al respecto entre el orgullo y la vergüenza por ser tan… ¿soviético? Casi que me ponen más furioso los periodistas de chismes, por la especialidad miserable a la que se dedican, que Morales Solá o Julio Blanck.

Majules, Feinmanns, Fantinos, esos son anfibios: astutos para ganar en el terreno de (la fortuna personal y la figuración a la que se hacen adictos) la seriedad presunta y hasta solemne, como pedo de inglés, la liviandad, lo tóxico y, por sobre todas las cosas, como decía Ubaldini, lo perversito.

Hitos: de Massera hasta acá

Vamos a empezar de nuevo.

Vamos a decir que se pueden trazar tres hitos para ir bosquejando una línea histórica en el asunto de farándula y política en la Argentina moderna. En lugar de Rosas/ San Martín/ Perón:
  1. El hito de la dictadura.
  2. El del menemismo.
  3. El de la degradación triste, colectiva y final con que nos agasajan los tiempos neoliberales del macrismo, tan serios y pulcros que son los CEO’s de camisa celeste. Ya veremos un poco de lo que sucedió en los años transitorios del alfonsinismo y el kirchnerismo.

A la dictadura, en relación con la farándula, puede irse de un saque con el fatigado recuerdo de la revista Gente (Gelblung, que aun vive y trabaja en suelo argentino) y con el otro recuerdo de lo que entonces se bautizó como guerra de vedettes. También con otro recuerdo, fotográfico, el de ciertas mujeres que posaron con una gorra de la Marina a bordo de un buque de la Armada. Ya iremos a eso.

Solo un comprimido para definir qué significó Gente en años de la dictadura. En principio una editorial histórica y detrás de ella una familia fundadora muy católica (los Vigil), uno de cuyos descendientes sería muy menemista en los 90, operó con Menem grandes negocios comunicacionales que no prosperaron del todo, y eso que existe la leyenda según la cual Vigil se dejaba ganar al golf por Carlitos solo para chuparle las medias. ¿Cómo comprimir Gente? Como aquel semanario cholulo y durante muchos años popularísimo en nuestras doctas clases medias y altas. La revista que en medio de la –otra vez- Muerte alternaba sus portadas: bikini, milico, Punta, defensa del Ser Nacional, bikini, Reutemann, bikini, la tapa dedicada a Norma Arrostito (“MUERTA”), que aún no había sido asesinada. Y de nuevo: Susana, Graciela Alfano, bikini, defensa de un catolicismo presuntamente severo, encuestas truchas sobre la popularidad de la Junta de Comandantes, alertas por infiltración de la subversión en la Iglesia. Bikini.

Aquellos eran los años divertidísimos (Luis Patti, entre otros, seguiría matando gente hasta el final) en que Gerardo Sofovich tenía bocha de programas en televisión. Caramba, el mismo tipo que volvió a tener poder y mucha presencia mediática durante el menemismo.

Pero está también el asunto de aquellas fotos. Parte del asunto sucedió en la revista loquita La Semana (loquita porque se hacía la mala, la trangresora), de editorial Perfil. Hablamos de 1982, fines de una dictadura ya reblandecida y de aquella foto en la que Adriana Brodsky llevaba puesta una gorra de la Marina, posando sobre un barco de la ídem. Aquella edición fue clausurada, acaso para alegría de alguno de los Fontevecchia (padre o hijo, más seguramente el hijo). Al tiempo, La Semana volvió a ostentar la foto en color a doble página  de Adriana Brodsky, junto al triste actor Rolo Puente, a Noemí Alan, más un cuarto caballero, Miguel Ángel Cherutti, tan jovencito que por entonces se llamaba Pirucho. En una foto apenas distinta, y apenas visible por estar inserta en un ángulo de la anterior, ya no figuraba Cherrutti. Se repetían las caras y gestos de alegría de Brodsky, Alan, Puente. Pero ahora, la que aparecía con la gorra naval era Noemí Alan. A su lado sonreía el Tigre Acosta, a medias abrazado su hombro izquierdo por el brazo cariñoso de la vedette.

En la primera foto, la más visible, algún editor de La Semana estampó este titular astuto: “Clausuraron La Semana por lo mismo que aplaudieron”.

Donde decía…, debió decir

De esas valentías (“¡Nos clausuraron!”) ha vivido a menudo editorial Perfil, así como infinito periodismo y periodistas. Recordemos lo que recordó hace exactamente veinte años Miguel Bonasso, en una contratapa de Página/12, cuando el fracasado diario Perfil salió a la calle con una campaña publicitaria que señalaba los pecados en dictadura de la prensa rival. La campaña hacía eje en este slogan: “Donde decía… debió decir”. La contratapa aquella es de 1998. Bonasso rememoró que en mayo del ’78, justo antes del Mundial, La Semana repudió la que fue primera denuncia de un sobreviviente de la ESMA, Horacio Domingo Maggi, sobre la existencia de un campo de concentración en plena Buenos Aires. Fontevecchia mismo firmó esa columna en la que llamó “terrorista” a Maggi. Maggi, líneas paralelas, había sido “capturado y asesinado por los represores y exhibido por el Tigre Acosta, tirado en el piso de una camioneta, para advertencia de los otros desaparecidos de la Escuela de Mecánica de la Armada”. Escribió Fontevecchia: “Un campo de concentración es un tema muy vendedor. Además, al lector hay que decirle lo que le gustaría escuchar. Y más si los lectores forman parte de la adoctrinada opinión pública europea”.

Añadió Bonasso en aquel texto más que  oportuno (no eran los años kirchneristas, no se hacía tanta memoria sobre los medios en dictadura) que “en ese mismo mes de mayo La Semana (es decir Fontevecchia) publicó un editorial donde se decía en forma de ‘Carta abierta a un periodista europeo’: ‘Y, por favor, no nos venga a hablar de campos de concentración, de matanzas clandestinas o de terror nocturno. Todavía nos damos el gusto de salir de noche y volver a casa a la madrugada. Vivimos desarmados (…) Somos tan orgullosos que ni siquiera se nos ocurrió llamar a los cubanos para que nos auxilien”. Periodismo de mierda de (ciertos sectores de) clases medias para (ciertos sectores de) clases medias.

En mi libro Decíamos ayer, que se editó por esa misma época, se muestran algunos otros pecadillos de la corajuda editorial, como la frivolidad, la demagogia y el puro afán de lucro con que un producto bien a lo Fontevecchia/ Gelblung, la revista Tal Cual, exprimió la aventura de Malvinas. Pregunta reiterada: ¿pagan costos el periodismo o las empresas de medios por estas cosas? No. Los paga la sociedad en términos de empobrecimiento y enfermedad. Esto es parte de lo fulero y descolocador de toda esta discusión. Si Gente, en dictadura, pendulaba entre la bikini y el catolicismo exterminador, Perfil todavía vive, además de la demanda social que pide “esas cosas” (liviandad, pavada, morbo, chisme), de  de la presunta onda Washington Post con que se marketinea Fontevecchia. Cuando se trató de masacrar a CFK con una sucesión de portadas bestiales que –me juego la vida- no deben tener comparación alguna en el mundo, lo que hizo Perfil fue populismo para clases medias. Ese tema, esa discusión, sigue pendiente, no ha sido bien dada.

(Pausa y como quien no quiere la cosa. Buscando esa portada de La Semana en particular, apareció una de Noticias en la que Adriana Brodsky aparece –de nuevo en tapa- flanqueada por el Tata Yofre, ex jefe de la SIDE y defensor de la dictadura, y Carlos Menem. Fachos, frívolos, espías, puterío. Pero Macri prometió que no, que no iban a volver los ’90. El título de aquella portada fue “El derrumbe del Tata Yofre. El fantasma de la droga y el sexo”. O sea: hablamos siempre de lo mismo).

Y de nuevo Massera

A mediados de 2011, inevitablemente más gruesa que en aquella foto de finales de la dictadura, Noemí Alan habló en el programa televisivo Intrusos (y vamos Jorge Rial Conducción todavía) sobre aquellos años. O mejor: habló para echar mierda sobre la historia de la relación entre Graciela Alfano y el ya entonces ex almirante Emilio Massera. Alfano –tan bien conservada durante décadas, como en un pacto fáustico- había sido una de las habituales chicas de tapa de Gente en la dictadura. En pocos de aquellos años protagonizó más de quince películas. Su señor esposo, Enrique Capozzolo, había sido el financista de La Fiesta de Todos, aquel peligrosísimo bodrio  oficial sobre el Mundial ’78 que tuvo la desgracia de dirigir (si permiten la expresión) Sergio Renán.

Aquel ex esposo de Alfano, Capozzolo, era un señor muy muy rico y mejor conectado con los militares que hizo fortuna en Santa Fe, se hizo del Banco Tornquinst y en 1982, en sociedad con el general del Ejército René Ojeda, se hizo de la alimenticia Purina mediante aprietes. Hace años hay una causa sobre el asunto en la Corte Interamericana de Derechos Humanos, por una denuncia presentada por la parte perdedora o expropiada a la fuerza, la familia Paskvan.

Héctor Francisco Cappozzolo, gran amigo del general Albano Harguindeguy, murió a los 91 años, la edad actual de Mirtha Legrand, un 23 de marzo, hace tres años. Lo sepultaron al día siguiente, 24 de marzo.

Como podrá notarse hasta aquí, de Legrand a Sofovich y de Gelblung a Graciela Alfano, parte de lo más rancio de nuestra farándula –el núcleo duro o fundador, algo así como la vanguardia leninista- viene de ahí, del aroma a muerte del 24 de marzo. El problema es que con su florida y extensísima descendencia pasa algo parecido. Y todavía no hablamos de Susana Giménez pidiendo la pena de muerte, de Menem, de la temible patota cultural en tiempos del alfonsinismo (era peor que La Cámpora), de Samantha Farjat, de periodistas que se hicieron ricos y famosos haciendo antikirchnerismo y ahora son acusados –desde el puterío o el mundo del espionaje- de merqueros o abusadores de pibes. Tampoco explicamos hasta aquí qué tiene que ver Antonita, la hija de Mauricio Macri y Juliana Awada, con todo esto.

Pero tiene que ver.

Volveremos.


***

Hacia el final de la primera parte de esta nota se prometió responder alguna cosa a la pregunta “¿Qué tiene que ver Antonia, hija de Mauricio y Juliana, con el mundo de relaciones oscuras que van desde…”.

(hagámoslo largo y enredado a posta)

De la dictadura a la fundación del partido de la Farándula; de Massera a Graciela Alfano; de Alfano a Adriana Brodsky y/o Noemí Alan que posaron en foto con el Tigre Acosta; del Batallón 601 y los Grupos de Tareas a la SIDE del Tata Yofre y Carlos Menem (1989-1990); de la SIDE del matrimonio Yofre/ Brodsky y Anzorreguy  (procesado en una causa por sobresueldos) a la de Jaime Stiusso; de Stiusso al estallido en tiempos de Macri de las escuchas ilegales y de las escuchas ilegales sistemáticas al estallido sistemático de mierda en el sistemático y hondo complejo cloacal que conforman hoy los medios de comunicación, reflejo presunto de lo que somos como sociedad.

La pregunta es en realidad, y ustedes lo saben, pícaros, qué pasa con los tiempos macristas que –luego de los hitos faranduleros fundacionales de la dictadura y el menemismo- se convirtieron en nuestro punto social o cultural (¿se puede decir moral?) más bajo, más bajón y degradado, el más sucio, tóxico y maligno, desde que volvió la democracia en 1983. O por qué el país Disney y angelical de Mariu Vidal y Antonita tiene una segunda cara que es la parábola bíblica de Sodoma y Gomorra.

(Qué bajo hemos caído, hacemos periodismo no independiente con la Biblia en la mano, casi como testigos de Jehová)

WARNING: Si son ustedes tan generosos como para creer que esto es más o menos así y si no leyeron la primera parte de este texto, hagan el favor de comenzar de nuevo acá.

Como la rana que no salta del agua hirviente, por lo menos desde Videla en adelante –desde antes también- esta sociedad y tantas otras se acostumbraron a consumir efluentes cloacales, a tono con el famoso millón de moscas que no se equivocan. Lo de la rana es más o menos como lo muestra este video, al que encontré de casualidad, tratando de saber si es cierto o no que la rana no se raja de la olla hirviente: https://www.youtube.com/watch?v=enFqWMdxPVw. Parece que alguien ya tuvo la idea de hacer política con la figura de la rana.

La sociedad argenta, gracias a la vanguardia negra de su farándula tan brillitos, viene comiendo mierda a lo pavo. De tanto en tanto decimos, sin embargo, esto es demasiado. En la primera parte de este texto se aludió a la frase histórica de Mirtha Legrand sobre el cajón en el que no cabía el cuerpo de Néstor Kirchner, dicen que no estaba en el cajón. Nadie entonces del establishment (en el que la farándula tiene carnet de socio no tan menor) se enojó con Legrand por aquello. Sí se enojaron semanas atrás –incluso el intrépido Majul- cuando Legrand pulsó la tecla power en el cuerpo operado de Natacha Jaitt, muy guionada pero no tan bien aprendida. Jaitt se metió con la propia tropa, los aliados, los de este/ ese lado de la grieta. Eso no se hace en un programa decano como el suyo, Señora, le dijeron.

 Hundidos y averiados

Lo dijimos en la primera entrega: fue más que repulsivo lo que se puso a andar en el programa-living de la demócrata de avenida del Libertador. Vino luego un bonus track o segunda parte, en la que un joven héroe del periodismo, Juan Cruz Sanz, que venía liberando a lo San Martín la Patria desde Santa Cruz hacia arriba, fue escrachado por la finísima y presunta prostitueé mediatique, Natacha Jaitt, por abusador de menores y por merquero. O según lo dijeron espacios mediáticos que se excitan con este tipo de noticiones, “la aparición de fotos y videos del periodista teniendo prácticas sexuales y consumiendo drogas en el ámbito privado”.

Juan Cruz Sanz perdió el laburo en Telefé. Hundido. Su compañera de programa, Verónica Lozano, alcanzó a musitar “La verdad es que quedamos todos en shock (…) Es un tema muy sensible y por el momento no hay nada más que informar”. Tuiteó entonces Natacha Jaitt:
“¿Saben de dónde salieron los videos, y todo ese asco de book pedófilo e inmundo de JCS? Ya lo dije y lo reitero: del celular de (Leonardo) Cohen Arazi”. Cohen Arazi es el –un clásico de la era- “relacionista público” acusado de abuso y corrupción de menores en las inferiores de Independiente.

Ahora bien: ¿quién espió el celular de Cohen Arazi y le pasó la data a Jaitt? La “gran entrevistadora” Legrand no le preguntó a Jaitt para quién espió o quién le pagó ni cuánto. Nos dejó en ascuas Como sea y como se sabe, desde aquel episodio la derecha se escandaliza por este asunto de las escuchas ilegales que salpican a gente amiga. Todo está bien mientras La Nación difunde y amplifica –frases como “Soy yo, pelotudo, Cristina” (y luego editorializa contra las escuchas). Maravilloso cuando Clarín/ Lanata difundían las frases sueltas e inconexas del Gordo D’Elía con algún iraní remoto. Pero, ¿con los aliados? Todo tiene un límite.

Retomando. ¿Quién debería controlar a los espías dedicados a esas cosas tan poco edificantes? Debería hacerlo el amigo personalísimo y muy de confianza de Mr. President, e inquilino suyo, Gustavo Arribas: bachiller marianista, escribano, traficante de jugadores, empresario. Tan de confianza de MM es Arribas que –en disputa con Marcos Peña o Caputo- merecería la cinta de capitán de o melhor scratch de los últimos 50 años.

Cuando la periodista filomacrista o similar, Laura Di Marco, le preguntó para su libro a Macri por qué puso a Arribas como capo de la Agencia Federal de Inteligencia y cuál era su experiencia en el terreno de la inteligencia, MM respondió:

-Nula, nula. Pero, yo pregunto, ¿qué experiencia tenían todos los otros Señores 5 que lo antecedieron?

(ni idea, pero el tuyo es el mejor equipo de los últimos 50, deberías levantar la vara, amorcito y no decir “Nula, nula”)

-¿Cuál fue el motivo de la selección, entonces? ¿La confianza?

Sí, es eso. Yo pensé: de todos mis amigos, ¿cuál era el más vivo, el más desconfiado, el más acostumbrado a toda esta cosa de las trampas? Me pareció que resumía todas esas cualidades.

(amorcito: vos despotricabas contra el amiguismo en la política, no podés decir “de todos mis amigos”)

No puede no insertarse acá el dato conocido de que Arribas fue acusado –vía Lava Jato brasileño- por haber recibido de la empresa Odebrecht más de medio millón de dólares en sus cuentas (el jueves el juez Bonadío poco menos que pidió un homenaje de desagravio y un resarcimiento económico para el acusado) y que el tema Odebrecht preocupa a todo el mundo de la construcción en Argentina, empresas propias y amigas de la familia Macri incluidas. Arribas fue tratado con prudencia por los medios oficialistas, así como sucedió con los involucrados por las escuchas ilegales viejas en las que estuvo involucrado Macri (incluyendo cuñados presidenciales y familiares de víctimas del atentado a la AMIA). De las otras escuchas a familiares de los submarinistas del ARA San Juan apenas si nos enteramos en el programa del Gato Sylvestre y algún que otro espacio.

Lo que importa de cara al contenido de esta nota: los servicios de inteligencia –en este gobierno de orden y eficacia- hoy aparecen desatados como jaurías, haciendo negocio, fragmentados, más mercenarios y turbios que nunca. Lo que importa: ¿dónde emerge y se reproduce parte de lo mejor de su producción? Además de filtrarse en los medios de la derecha y en las denuncias de Carrió y otros opositores… la mierda se ventila en los programas de la farándula. País serio, con alta previsibilidad jurídica, república al palo.

Juan Cruz Sanz es el segundo periodista macrista (estaba presuntamente por dar el salto a la política) que cae de la rama dorada. El anterior en caer, de más larga trayectoria, muy desagradable y con mucha pauta publicitaria oficial, fue Ari Paluch, Le sucedió por acosador serial de mujeres. Quiso dar explicaciones sobre su antepenúltimo acoso sexual (probado en un video) diciendo en una carta:

“Al término del programa y en el apuro me despedí raudamente de los presentes y en tales circunstancias, involuntariamente, al querer saludar a la señorita microfonista, sin ninguna mala intención, toqué su cadera (…) Inmediatamente percibí que en el movimiento mi mano había hecho contacto con parte de su trasero. Consternado, inmediatamente le pedí disculpas”.

Linda, lindísima gente. Emocionalmente no tóxica e ideal como combustible espiritual en los días frescos de invierno.

Al respecto de Paluch y de Sanz, ¿se nos permite sincerar algo, aunque se trate de casos distintos?

Estamos -muy de veras- en contra de todo este puterío, obviamente que en contra del espionaje ilegal y del legal acaso también. Creemos (a patética contramano de los tiempos que corren) en el derecho a la intimidad. Sobre todo,  nos espanta que se escrache públicamente y sin pruebas a nadie, aunque sean colegas odiosos (verso: no son “colegas” ni periodistas ni mucho menos compañeros) las víctimas de los mismos procedimientos que utilizaron contra tanta gente, inocente o no.

Aunque estamos muy en contra de todo eso… (vamos a decirlo en gallego) ¡Hombrééé, vamos! Un poco nos gusta que se jodan. En todo caso la culpa de nuestro resentimiento imperdonable es consecuencia de todo el odio que ellos sembraron y del periodismo horripilante que practican. Cuesta ser el buen cristiano que pone la otra mejilla; que si no el pase al Paraíso saldría gratarola. De modo que nos alegramos por los hundidos y por los averiados cuando se trata de mercenarios y/o sembradores de odio.

Fin del sinceramiento. A otra cosa, mariposa.

Patota cultural, años K, la venganza

De veras, camaradas, tuvimos tiempos menos tóxicos que los de este presente algo funesto. Y no fue de casualidad que eso sucediera en tiempos políticos más gratos: los del alfonsinismo y los del kirchnerismo.

El tiempo cultural alfonsinista creó una comunicación propia limitada, progre en muchos aspectos, que generó inmediatamente una contraofensiva resentida y despiadada de la élite autoritaria de aquella farándula consolidada en dictadura. Gente (Gente) como Sergio Velazco Ferrero y el Mundo Sofovich inventaron la miserable expresión “patota cultural”. La terrible figura de patota como jodida ironía netamente ideológica anclada en el recuerdo de otras patotas absolutamente reales, encarnadas, asesinas: las de la Triple A, las de los Grupos de Tareas, entre otras. Era un modo de decir que daba lo mismo el Tigre Acosta, López Rega o el Turco Julián que María Elena Walsh, que co-condujo un programa en ATC en esos años y sufrió lo suyo por aquellos ataques.

Uno podrá quejarse por las limitaciones de la gestión de gobierno alfonsinista y de lo que se hizo con los medios de comunicación que tuvo a su servicio, incluyendo las radios y canales de TV, que entonces eran aun estatales.  Pero seguro que en tiempos de Alfonsín no se fomentó la mierda ni el escándalo ni lo tóxico ni los culos femeninos. Comentando por Facebook la primera parte de esta nota, el contacto Alfredo Stambuck (saludos) escribió con razón: “Alfonsín mandó a toda esa runfla a cuarteles de invierno”. Lo hicieron Alfonsín o sus cuadros comunicacionales o allegados culturales de época, algunos de los cuales fueron gente querible y respetable. Se sabe que cantidad de artistas populares y queridos de entonces que acompañaron al alfonsinismo –de Mercedes Sosa a Charly García y en menor medida León Gieco- simpatizaron con el kirchnerismo. Por algo será.

La parada siguiente fue la de la venganza –ya lo dijimos, no hay casualidad-. Fue el tiempo Menem-Sofovich-Susana. Y recuerden ustedes, chiquillos, los pataleos del Lanata de entonces, el remoto súper héroe puteador echando humo. Lanata decía que su programa de tele de entonces era serio y corajudo, preocupado por los asuntos nacionales, mientras que Tinelli se dedicaba a la pavada y en la televisión pública Sofovich… cortaba manzanas. De eso se quejaba el futuro vedettón del Maipo.

Hubo luego un tiempo cultural kirchnerista más valioso y extensivo que el kirchnerismo mismo y sus logros. Si es por las políticas culturales el kirchnerismo fue mucho más que la metáfora de 6,7,8. Fue una televisión pública más que aceptable, ídem radio Nacional, las políticas de fomento de la industria del cine y mucha producción nacional, el canal Encuentro y el Conectar-Igualdad, Odeón, el BACUA, la recuperación de la ESMA en la que se construyeron (con algunas desmesuras) instituciones dedicadas a la memoria y la cultura, la batalla por la ley de Medios (y su cuestionable aplicación), el fomento de políticas federales de producción de contenidos. No existían –en el imaginario kirchnerista, sí afuera- Jacobos Winograd, ni Silvias Süller. Los titanes de la farándula (Legrand, Susana y siguen firmas) militaban rabiosa y exitosamente en contra.

Ni qué decir qué cosas se debatían y resolvían en tiempos culturales kirchneristas, aquellos que trascendían la gestión de gobierno en el sentido más clásico: la expansión de derechos para minorías, pobres, inmigrantes; el matrimonio igualitario. Tanto revolvió por abajo el kirchnerismo que hizo emerger una nueva izquierda molesta que contradijo el dicho de Néstor Kirchner a mi izquierda la pared. Hizo nacer una generación de nuevos delegados gremiales en los que seguimos depositando esperanzas para que expandan una alternativa de mejor sindicalismo. Esos asuntos aburren infinitamente a la farándula y la irritan.

Éramos más serios y sin embargo estábamos más contentos, claro que complicados luego con las furias de una grieta que fue prolijamente trabajada.

Carlitos se divierte

Volvamos a los ’90. Definamos en el contexto de esta nota lo que fue el menemismo tal como largamente se diagnosticó la patología: farandulización de la política. Pasó y pasa en otras sociedades del mundo (ahí lo tenés al pelotudo: Donald Trump) pero no es lo que interesa aquí, dadas nuestras particularidades sociales e históricas.

Tiempos de Carlos Menem I, el Capocómico. Tiempos de la amnistía, del empobrecimiento económico y cultural, con los gurúes económicos y financieros apoyando entusiastas lo que remató en el estallido del 2001 y sus muertes. Alegría suntuosa de revista Caras y mucho arrastre cultural de lo peor de nosotros. Hasta el pensador latino, Mariano Grondona, hace ahora mil millones de años, sufrió reproches por llevar creo que a Susana Giménez a su estudio, para hacerse de un par de puntitos de rating y no perder su… batalla cultural. Puede que fuera el año del cenicerazo a Roviralta. Por entonces yo hacía periodismo. No como ahora, que googleo un poco de curioso, otro de morboso y otro poco para no ser tan chanta con el manejo del pequeño dato histórico.
Foto: Víctor Bugge

Sí, fue así. El 20 de febrero de 1998 La Nación publicó una nota que comenzaba de este modo (esto es increíble):

-Susana, te invito a pasar a la mesa de tortura.

Sí: el anfitrión era Grondona, en Hora Clave, la charla duró 60 minutos y era la época del cenicero y de Huberto Roviralta. El autor de la nota, Marcelo Stiletano, anotaba: “Los más escépticos creen que Hora Clave ingresó en un camino peligroso. Recuerdan el paso por el programa de nombres muy controvertidos, como Gabriela Oswald o Samantha Farjat”.

De Gabriela Oswald no me acordaba; de Samantha y el jarrón de Cóppola y el prostíbulo Espartaco sí (en ese lugar se filmó, servicios serviciales, al juez Oyarbide. Pero no a un presunto cliente que luego hizo negocios mediáticos con el kirchnerismo sin ayudar en nada a la causa). Pero, va de nuevo, Mariano Grondona, a quien el periodista Martín Sivak, en la biografía que escribió sobre él, definió como el hombre que quería pertenecer a la oligarquía, se frivolizaba cuando agonizaba el menemismo. El doctor Grondona, columnista del severo diario La Nación, dado por muerto hace algún tiempo, se mostraba también afanoso de curtir farándula. Lejanos los tiempos en que redactaba el comunicado del golpe de Onganía, lejanos sus tiempos de aceptable intelectual en la revista que dirigía, Carta Política, durante la dictadura, lejano su entusiasta apoyo al Proceso.

Farandulización de la política. Palito Ortega gobernador: un personaje más denso e interesante, desde sus tiempos de changuito cañero sufrido y laburador, que el Palito cantante y el de las películas de la dictadura. Reutemann lanzado también a la política y casi presidente hasta que vio algo, enigma vacío. Menem con Susana, con Bernardo, Menem de saco amarillo con los Stones (Macri se hizo la misma foto), Menem, futbolista, Menem, basquetbolista, Menem en ropa interior roja sobre una especie de canapé, María Julia Alsogaray (¡una Alsogaray! ¡nuestras refinadas clases altas!) envuelta desnuda en el tapado de piel en portada de Noticias. La misma portada del semanario que inventó al Kirchner vestido de nazi, a la Cristina bipolar, a la Cristina con fiebre uterina (retratada poco menos que en pleno orgasmo), la fanática, el monstruo. Tiempos actuales: nada de hacer algo parecido con Macri -disculpen la infantilada- en esa revista que se las da de mascarón de proa de un periodismo agudo, la revista de Fontevecchia, con su eterna cara de joven, y esas largas columnas, a veces inteligentes, a menudo sibilinas, plagadas de citas que hacen reparto a domicilio de cultura.

Su pide pena de muerte

 ¿Se acuerdan cuando Susana Giménez pidió la pena de muerte?

“Terminen con los derechos humanos y esas estupideces. Basta con lo de los menores; el que mata tiene que morir”.

Aquellas declaraciones de la fan de Mauricio (luego pretendió retractarse) alimentaron nuestro largo aprendizaje en la degradación. Aquello fue otro hito en la consolidación del nuevo populismo: el mediático. Escribí entonces en Miradas al Sur: “Populismo no es únicamente el acto pecaminoso de repartir choripanes en un acto. Hay nuevos y nutridos modos de populismo y el más reiterado, universal, es el del populismo mediático, el de la receta fácil y la propuesta de casete (más penas, más policía), remotamente lejos de la implementación de políticas consistentes y las complejidades de la gestión”.

Al pedo como bocina de avión, o cenicero de moto, cotejé la receta fácil del manodurismo susanesco con datos. La aparición súbita, en términos históricos, para entonces, de una fuerza de seguridad privada de 45.000 agentes, 200.000 a escala nacional. Agencias privadas en manos de ex represores o de ex policías desplazados por corrupción. 80% de esas agencias denunciadas en 2001 por la AFIP por evadir obligaciones fiscales (como La Nación y tanto funcionario macrista hoy). “Lo que dijo Susana está en la calle”, “habló desde el dolor”, “algo hay que hacer”, se dijo y se la protegió entonces.

 La derecha ha dicho siempre: no queremos ser un país bananero. Pero los datos de entonces de la Coalición Mundial contra la Pena de Muerte decían que en un total de 136 países la pena de muerte ya no corría más, por los 106 que la habían abolido o por los 30 que la suspendieron. Había muchos más datos en esa nota. Para qué.

Ascenso y caída del cyborg

El monstruo por excelencia de aquellos años fue Ricardo Fort –de nuevo un hombre de fortuna, vividor de la guita hecha por su viejo- monstruoso, cyborg de época. ¿Murió en su ley? Da un poco de pena. En este punto me declaro incompetente para comprender esas psicologías.

Pero acá falta Jorge Lanata, el mejor de todos, el Maradona-Cruyff-Pelé que supo alquilar el Grupo Clarín como sicario. El gran hallazgo de Lanata –y lo que nos enloqueció tanto por impotencia en la respuesta, particularmente al amigo Horacio González- fue que Lanata supo fundir todos los géneros posibles del espectáculo, incluido el teatro de revistas, del que acababa de salir, haciendo así mucho más diversas y eficaces sus baterías antiká.

¿Cuál fue uno de los golpes maestros de Lanata? Lo que desde entonces se llama la Ruta del Dinero K, que incluye escenas de violencia explícita como las topadoras que se llevaron a la Patagonia para encontrar tesoros y la expertise repentina del Gordo en materia de bóvedas de seguridad. Hay otros recuerdos del tratamiento informativo de aquellas denuncias. Como los paseos en Panamá de Nico Wiñazki –hoy se lo ve tan cansado, tan cínico, ojeroso, tan parecido a no recuerdo qué viejo actor de Hollywood que interpretaba emperadores romanos corruptos- que consistían en el tremebundo acto de tomar un avión a Panamá –paga el grupo Clarín-, tocar el timbre de dos edificios de oficinas y dialogar con un empleado de seguridad y con un recepcionista. Y sostener con eso –imágenes- buena parte de la historia, que al día de hoy sigue siendo causa judicial emblemática contra el kirchnerismo.

Que yo sepa, desde que saltaron los Panamá Papers a nivel mundial (tanto figurón macrista metido en eso y otras geografías off-shore), Nico Wiñazki no volvió a tomarse el avión con destino al país de Torrijos. Otros datos sugestivos por aquello de la articulación del periodismo flojo de papeles con los mundos de la farándula y de la riqueza vertiginosa, del nuevoriquismo: ¿con qué otros mundos, además de los de la timba y el business veloz  y en qué programas solía aparecer el denunciante metrosexual Leonardo Fariña? Con los mundos de la farándula, el puterío, los autos de alta gama, los programas de chismes. El destino de la Argentina, más o menos desde los años de Menem, se discute no necesariamente en los juiciosos editoriales de La Nación, sino en los programas de chismes. Así de bien estamos.

A todo esto, aquel gran testigo de Lanata, Leonardo Fariña, vive preso en Ezeiza por delincuente en asuntos criminales no vinculados con la letra K sino con su puro emprendedurismo, lo cual no deja de ser meritorio desde la perspectiva macrista. En 2016 dijo: “Con 23 años me subí a una Ferrari y sentí que era Dios,  pero era un boludo”.

A llorar al HSBC.

Máximo. Ricardito. Antonia.

En los tiempos culturales ya sea del alfonsinismo como del kirchnerismo ni las familias presidenciales exhibían sus asuntos privados ni los temas paraoficiales de discusión eran los puteríos televisivos enredados con los del periodismo y con los puteríos oscuros y extorsivos del mundo de los espías. Resumiendo: Farjat o Mariana Nannis eran a los tiempos de Menem lo que Natacha Jaitt a los tiempos de Macri. Si es por sana diversión y tema de charla entre las audiencias, Zulema, Zulemita, Carlitos Jr. y Amira eran lo que Juliana Awada y Antonita para Macri. Claro que Antonia humaniza al cheto del Newman y Zulema y Carlitos traían dolores de cabeza. Pero es muy fuerte y muy triste para el futuro de la pobre niña Antonia cómo se la exhibe, como un trofeo en la plaza pública. Ni qué decir del otro trofeo que exhibe Macri, Juliana Awada, desde un machismo oprobioso pero muy útil para eso que cuando éramos buenos llamábamos las revistas del corazón.La seriedad de los CEO’s, incluido el presi, empalidece contra la promesa de Kirchner de construir “un país normal, un país serio”. Saco cruzado, mocasines y a laburar; nada de pavadas.

Inciso: Kirchner no quiso ir al programa de Tinelli. Ganó Alika-Alikate.

Sabíamos en los 80 de Alfonsín que no llevaba una vida de casado con su esposa. Nos importaba un carajo y bien que hacíamos. No sabíamos siquiera que Alfonsín tenía un hijo llamado Ricardito, no nos importaba. En tiempos del kirchnerismo Máximo Kirchner guardaba celosamente su vida privada. ¿Qué hizo Lanata entonces cuando Máximo se puso a hacer política o acaso antes? Inventó un Máximo Kirchner virtual, un pelotudazo analfabeto, un niño de papá y mamá, que jugaba en Calafate con la play-station. Se sabe que Lanata, entre otras ambiciones, quiso ser Tato Bores. Tato no es para mí un héroe de la civilidad, pero seguro era menos liviano, más inteligente, más divertido, más sagaz.


 Va de nuevo y vamos cerrando: es muy fuerte que nuestras clases dirigentes y nuestros funcionarios de gobierno, todos esos cuadrazos republicanos vestidos con camisa celeste, de buena alcurnia, los más sensatos de la Nación, nos hayan metido en estos niveles de degradación ética, política o moral. Sodoma y Gomorra. Hay algo que deben de tener en común con la farándula para conformar un combo en nuestra actual cultura política: el haber creído que eran mayoría silenciosa y desconfiada, la desconfianza o el odio ante la política, el individualismo atroz, la sensibilidad cero de cara a lo colectivo, el desprecio por lo que somos como sociedad, la liviandad, la salida o superación personal mediante el coaching new-age o con ayuda positiva de Sri Sri, la desconexión afectiva o falta de empatía con lo humano (casi un modo del autismo), el imaginario de la carrera de ratas, la búsqueda de (mucha) guita (como sea) y el prestigio veloz, un cierto esfuerzo de gringo de la pampa emprendedorista (Fantino), la búsqueda desesperada del “éxito”, el pensamiento pobre, infantil y autoritario, la ignorancia brutal, la simpleza, la estulticia.

Lo que no puede rematar este texto por ignorancia o por exceso de complejidad en los insumos, es una pregunta que se relaciona con la eternamente discutida y no respondida pregunta sobre la influencia de los medios. Donde la expresión “medios”, de cara a esta nota, debe reemplazarse por “farándula” y sus articulaciones con lo más penumbroso del poder. Las preguntas son: ¿qué tiene que ver, en lo más profundo, la farándula con nosotros? ¿Cuánto nos refleja? ¿Farándula conducción? Alguna vez Moria Casán fue candidata a algo y le fue para el orto. De modo que no necesariamente la cosa se mide en votos, sí en irradiación. O en todo caso a Miguel del Sel sí le fue bien pero le fue bien en una provincia castigada y con un partido de derecha en ascenso como respaldo.

Avanzamos algo, en lo escrito, en el asunto de la articulación y fusión de la farándula con espacios crueles y duros de poder: los milicos en dictadura, los dueños de medios, el mundo de los ricos y los nuevos ricos, el submundo argento del espionaje y la extorsión.

Dijimos al inicio de la primera parte de esta nota que alguien algún día deberá escribir un libro simpaticón pero riguroso sobre la antropología política de la farándula y su peso relativo en el conservadurismo autoritario argentino. Ojalá estas líneas sean un granito de arena o un estímulo para que alguien se ponga las pilas y nos permita entender algo más.


Me voy a ver el programa de Jorge Rial. Será hasta luego.

Fuentes: 


Parte I                    Parte II