Acuerdo de Londres del año 1953. Cómo Alemania consiguió una quita del 80% de su deuda

Por  José Nun
Publicado el 9 de noviembre de 2003

El siguiente artículo analiza la verdadera estrategia que se puso en marcha en Alemania a fines de la Segunda Guerra Mundial para negociar la descomunal deuda que ese país enfrentaba, mecanismo que después ayudó a la concreción del llamado "milagro alemán".

El gran aumento de nuestra deuda externa, a tasa variable, durante la última dictadura militar y la posterior suba de los intereses internacionales son una de las causas mayores de la crisis económica que arrastra el país. Desde entonces, esa deuda se multiplicó varias veces y no sólo no recibimos ayuda del exterior, como la Europa de posguerra, sino que se fugó del país una cantidad de dólares que iguala, a valores actuales, el total del Plan Marshall concedido por Estados Unidos a la República Federal Alemana (RFA) y a otros 15 países europeos.

Tuvimos un Plan Marshall al revés, agravado por las barreras proteccionistas que traban hasta hoy el ingreso de nuestros productos en el Primer Mundo. En este contexto, nuestro gobierno les pide ahora una consideración especial a los acreedores, quienes a lo largo de más de 20 años obtuvieron aquí ganancias financieras excepcionales. Su renuencia sorprende menos que el apoyo que reciben de algunos sectores locales. Por eso viene a cuento esta historia, que probablemente no todos conozcan.

Después de la Segunda Guerra Mundial, también pesaba una deuda externa voluminosa sobre la República Federal Alemana. Ante todo, como sucesora legal del Tercer Reich, cargaba con las deudas públicas y privadas contraídas por ese régimen en los años 30. Después, se le reclamaban los saldos deudores del sector privado pendientes desde entonces. Por último, se añadían las deudas de posguerra resultantes de la ayuda económica externa, especialmente las originadas en el Plan Marshall.

No era un tema menor. En 1950, Francia, Gran Bretaña y los Estados Unidos le exigieron al gobierno de Adenauer que se hiciese responsable del pago de todas esas obligaciones como requisito para dar por finalizada la ocupación del país. Unos meses después, la RFA aceptó. Desde 1951, las tratativas se realizaron en Londres, donde hicieron valer sus créditos varios países más, hasta llegar a un total de 26.

Todo esto culminó en el llamado Acuerdo de Londres del 27 de febrero de 1953. El principal negociador alemán fue Hermann Josef Abs, presidente del Deutsche Bank y gran amigo de Adenauer. Logró un éxito resonante.

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Aunque las estimaciones varían por la dificultad de fijar el monto exacto de las deudas de preguerra y de establecer sus equivalencias con los nuevos Deutsche Marks, las diversas fuentes consultadas (Hersel, Kampffmeyer, Hžtz-Adams, etc.) permiten concluir que el valor presente neto de la deuda total se redujo en alrededor de un 80%. Esto resultó de una quita directa superior al 50%, del perdón de todos los intereses acumulados desde 1934 y de la concesión de largos plazos de pago a tasas de interés muy inferiores a las del mercado. A la vez, la RFA consiguió un período de gracia de 5 años exentos de pagos y además se convino que una parte de la deuda se abonase directamente en marcos.

Impactantes como son estos datos, otra circunstancia se vuelve tanto o más significativa. Me refiero a los criterios de negociación que se adoptaron y que convierten al Acuerdo de Londres en uno de los pocos ejemplos de un manejo equitativo de las relaciones entre países deudores y acreedores. Desde el primer momento se buscó tratar el tema con "realismo", lo que supuso dos cosas: una, analizar cuidadosamente la capacidad real de pago de la RFA, a fin, como dice el acuerdo, de no dislocar la economía alemana y de no afectar indebidamente sus potenciales recursos en moneda extranjera, y dos, que los países acreedores se involucrasen directamente en la solución del problema, colaborando con el país deudor. Según sostuvo enfáticamente Abs: "Les corresponde también a los Estados acreedores y a nuestros socios comerciales crear precondiciones sustancialmente favorables para incrementar la capacidad de pago alemana".

¿Cómo hacerlo? Existía un triple consenso: primero, que la RFA no debía endeudarse para pagar su deuda; segundo, que no tenía que tocar sus reservas, y tercero, que las inversiones extranjeras directas no eran la respuesta, pues sus ganancias saldrían del país.

Quedaba una sola alternativa y era que la economía alemana tuviese anualmente un importante superávit comercial, producido no por la baja en sus importaciones (lo cual afectaría su crecimiento y su bienestar) sino por un alza sostenida de sus exportaciones de bienes y servicios. Pero esta alternativa implicaba, como sucedió, que los países acreedores eliminaran barreras para la importación de productos de la RFA. Tan decisivo fue este punto que una cláusula del Acuerdo de Londres abría la posibilidad expresa de consultas y renegociaciones cada vez que el superávit comercial alemán resultase insuficiente.

No hay duda de que Alemania Occidental tuvo en su favor una infraestructura industrial considerable, una mano de obra muy calificada y una dirigencia política, empresarial y sindical que estuvo a la altura de las circunstancias. Pero es difícil imaginar que se habría producido el famoso "milagro alemán" si la deuda externa no se hubiera reducido drásticamente y si los acreedores no le hubieran abierto sus mercados.

Habrá quien diga que es una experiencia irrepetible porque primaron motivos geopolíticos en el marco de la Guerra Fría. Claro que en tal caso convendría no apelar a argumentos píos y decir simplemente que las grandes potencias sólo obran de manera razonable cuando se sienten amenazadas.

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