Raúl Scalabrini Ortiz, la importancia de sus obras

Por Horacio Raúl Campos
Publicado el 31 mayo de 2014

Scalabrini Ortiz tiene una amplia escritura literaria y ensayística. Escribió sobre historia y economía. Casi todos sus textos siguen olvidados por las cátedras en las universidades nacionales de todos el país.

Raúl Scalabrini Ortiz es seguramente uno de los escritores más importantes del Grupo Florida y sin embargo es el que siempre queda excluido hasta en los más sencillos listados de intelectuales que transitaban por la estética de esa calle.

Esa marginación tal vez contiene dignidad. Porque nuestro escritor, al analizar la política de principios del siglo XX, denuncia tempranamente cómo la Argentina era una chacra pastoril que “multiplica novillos y trigales, pero no el camino del desarrollo nacional sino en la humillación de la economía complementaria al servicio de una brumosa y lejana isla del noroeste europeo”.

Scalabrini Ortiz, que nació el 14 de febrero de 1898 en Corrientes y falleció el 30 de mayo de 1959, está también totalmente marginado de las carreras de letras, de economía y de historia de todas las universidades nacionales de la Argentina, a pesar de la dilatada obra que comprende varios géneros: poesías, prosas, economía, ensayos e historia.

Entre sus obras se encuentran La Manga (cuentos, 1923), El hombre que está solo y espera (1931), Política Británica en el Río de la Plata (1936), Los ferrocarriles, factor primordial de la independencia nacional (1937) y Tierra sin nada, tierra de profetas (poesías y ensayos, 1946) y la obra póstuma Bases para la Reconstrucción Nacional (recopilación de artículos, 1965), entre otras tantas.

Scalabrini Ortiz dedicó gran parte de su vida a hacer visible los mecanismos que se ponen en práctica para que la Argentina continuara siendo una semicolonia y varias de las preocupaciones graves de este escritor aún siguen aguijoneando al país.

El historiador Norberto Galasso asegura que Scalabrini Ortiz “había leído a Marx, a Lenin, a Trotstky, como había leído a Anatole France, a Poe y tantos otros, especialmente al marxista Hutt que le sirvió para entender el trazado colonial de los ferrocarriles en la Argentina”.

Hay consenso en torno a que Política británica en el Río de la Plata es uno de los libros de mayor importancia, junto a la historia de los ferrocarriles y otros. En aquella obra hay capítulo tales como ‘La diplomacia inglesa resorte oculto de nuestra historia’, ‘Historia del Primer Empréstito’, ‘Historia de la segregación del Uruguay’, ‘La política visible y la política invisible’, ‘La guerra secreta por el petróleo argentino’, ‘El periodismo, instrumento de la dominación británica’, entre otros.

La diplomacia británica

“La diplomacia inglesa es el instrumento ejecutivo que en su relación con el extranjero tiene la necesidad de expansión y la voluntad de dominio del Imperio de la Gran Bretaña. Donde hay un pequeño interés presente o futuro la diplomacia inglesa tiende sus redes invisibles de conocimiento, sondeo, de preparación o de incautación”, escribe en Política británica en el Río de La Plata.

Ese libro fue publicado en plena Década Infame, en 1936, como parte de los Cuadernos de Forja. Difícilmente esté en los planes de estudios de las carreras universitarias de la Argentina. Se trata de un escrito en el que Scalabrini Ortiz logra sobradamente dar con las clave de la política exterior inglesa.

El mérito del libro está dado por la enseñanza para saber con quiénes nos enfrentamos cuando se hablaba o habla del imperio británico que todavía tiene una vigencia total porque a pesar de haber perdido predicamento internacional, Gran Bretaña no ha perdido el oficio y las mañas para hacer daño según sus propósitos estratégicos que llevan varios siglos de práctica y de también de genuflexión por parte de los diarios y la dirigencia política nativa.

En el prólogo escribe que “volver a la realidad es el imperativo inexcusable. Para ello es preciso exigirse una virginidad mental a toda costa y una resolución inquebrantable de querer saber exactamente cómo somos”. Varias cosas plantea allí. Las dos principales son reconocernos y abandonar todas las premisas políticas y económicas por ser falsas muchas de ellas.

La cuarta parte de ese famoso libro está dedicada a “la actualidad argentina”. Desarrolla puntos tales como “La Argentina, base y mar del abastecimiento británico”, los ferrocarriles ingleses como factor del “antiprogreso”; y la neutralidad de la Argentina ante la presión británica.

Las hazañas de la diplomacia inglesa

Al analizar la metodología de la política exterior británica, escribe que “la diplomacia inglesa no descuida lo pequeño y circunstancial, pero vela ante todo por la grandeza permanente del imperio en que lo británico halla amparo”.

“Más influencia y territorios conquistó Inglaterra con su diplomacia que con sus tropas o sus flotas. Nosotros mimos, argentinos, somos un ejemplo irrefutable y doloroso. Supimos rechazar sus regimientos invasores, pero no supimos resistir a la penetración económica y a su disgregación diplomática”, puntualiza en la primera parte del libro. Esta astucia llevada a cabo durante varios siglos es la que hizo posible, entre otros factores, mantener usurpadas las Islas Malvinas.

El relato sobre el tema va de lo general a lo particular. Es decir, del papel internacional de la diplomacia inglesa a la aplicación precisa al caso de la Argentina.

Señala que “la historia contemporánea es en gran parte la historia de las acciones originadas por la diplomacia inglesa. Ella está seccionando, instigando rivalidad, suscitando recelos entre iguales, socavando a sus rivales posibles, aunando a los débiles contra los fuerte eventuales, en una palabra, recomponiendo constantemente la estabilidad y la solidez de su supremacía”.

Más claro imposible. ¿Habrá estado o está este libro en los programas oficiales con los que estudiaron o estudian los diplomáticos argentinos? No lo creo.

Al seguir desovillando las prácticas concretas de la política exterior de ese país, Scalabrini destaca otra de las premisas fundamentales de los procedimientos que lleva adelante para colonias o semicolonias o hacia cualquier otro país y pone algunos ejemplos de la historia de la Argentina.

“La diplomacia inglesa no reconoce amigos ni la cohíben los agradecimientos naturales. Quien se apoye en ella para medrar pagará muy caro el apoyo”, advierte.

Rivadavia y los ingleses

Entre las hazañas de la diplomacia británica, resalta, se encuentra la de haber destruido a Rivadavia.

Recuerda que Bernardino Rivadavia “fue un prócer que en nuestra tierra facilitó en mucho la tarea diplomática de Inglaterra. Cuando Rivadavia vio al final de su presidencia que la compulsión inglesa lo había arrastrado hasta la más terrible impopularidad y se sintió precipitar al vacío irremediablemente, aprovechó las últimas energías para vengarse e instruir al país en los peligros de la diplomacia inglesa”.

¿Qué hizo la diplomacia inglesa ante tal traición de Rivadavia para con su graciosa majestad?: “La diplomacia inglesa no lo perdonó nunca y fue implacable con él. El 15 de julio de 1827 lord Posomby escribía a Canning: ‘Los diarios propagados por el señor Rivadavia difamaban constantemente a la legación de S.M., insinuando contra ella los peores sospechas y describiendo sus actos como dirigidos a acarrear deshonor y agravio a la República”.

¡Cómo le iban a perdonar los ingleses a Rivadavia si con sus diarios estaba poniendo de relieve y divulgando todas las semanas los mismos procedimientos británicos que Scalabrini Ortiz venía descubriendo hacia fines del ’20 y que luego sistematiza en el libro que estamos leyendo!

Para Scalabrini, lo que hacía Rivadavia con los ingleses a través sus periódicos era “disculparse a sí mismo mostrando que la paz firmada con el Brasil, que el país consideraba deshonrosa, era impuesta por la diplomacia inglesa. Luego Rivadavia renunciaba a la presidencia (julio de 1827) y se disolvía para siempre en el silencio histórico. Estuvo en las Islas de las Ratas, frente a Montevideo. De allí lo exilaron a Santa Catalina, pequeña isla del sur del Brasil. Más tarde se refugio en Río de Janeiro, después en Cádiz, donde murió olvidado a los 65 años, el 2 de septiembre de 1845. ¡Había sido aniquilado!”

Advierte también que “las normas habituales de caballerosidad no amilanan a la diplomacia inglesa. El arma más terrible que blande para dominar pueblos es el soborno. Así fue como se inició su grandeza y han sido fieles a la tradición”.

Asegura que otra de las características más temibles de la diplomacia inglesa está relacionada con que dificulta enormemente conocer en qué dirección está trabajando: “Es la de operar a largo plazo. Asombra conocer los planes ingleses trazados a principio del siglo pasado (por el siglo XIX) y comprobar la meticulosidad con que se han llevado a cabo”.

Ante esa aseveración, es posible conjeturar que la necesidad de incursionar por estas tierras los ingleses tal vez la venían planeando desde finales del XVIII o antes y recién se dio la ocasión de hacerlo en los primeros años del XIX.

Bibliografía

Raúl Scalabrini Ortiz, Política británica en el Río de la Plata, Buenos Aires, Editorial El Sol, 2001.
Norberto Galasso, Raúl Scalabrini Ortiz y la penetración inglesa, Buenos Aires, CEAL, 1984.
Norberto Galasso, 'Algunas aclaraciones’, textos publicado por Elortiba.org.

Fuente