Mayo de 1871, la Comuna de Paríses es aplastada salvajemente

Por  Boltxe Kolektiboa
para Diario-Octubre
Publicado en mayo de 2012
Una lección que no debemos olvidar es que el capital es uno y se defenderá para mantenerse en el poder. No regala nada
En un tiempo en que el sistema capitalista ha mercantilizado la cultura, los sucesos históricos son una fuente de enzeñanzas que no debemos olvidar. La cultura mercantilizada no deja que olvidemos algunos hechos históricos, sobre todo los que ensalzan la constitución del capitalismo masacrando pueblos a los que se ha sometido hasta la explotación extrema para que el capitalismo haya podido desarrollarse. Un ejemplo que tuvimos que sufrir fue la machacante celebración de los 500 años del «descubrimiento de América» y que todos los años nos lo recuerdan el 12 de octubre. Hay otros hechos históricos que marcan el devenir de continentes enteros, que cambian la historia y que por el contrario no merecen ningún recuerdo. Es el caso de la Comuna de París.

Casi un siglo después de que comenzara la revolución francesa, exactamente entre el 18 de marzo de 1871 y el 28 de mayo del mismo año, el pueblo parisino se volvió a levantar en armas contra la miseria que una guerra promovida por intereses económicos (como casi siempre) había causado. Si bien en Francia ya no había reyes, dado que los últimos habían perdido la corona y algo más en la revolución francesa, seguían las condiciones de explotación dada la contrarrevolución que se había llevado a cabo a principios del siglo XIX, acentuada la destrucción con la guerra franco-prusiana. Para fijar la fotografía de la época, las tropas prusianas acababan de entrar en un París bombardeado de forma victoriosa tras la guerra franco–prusiana de los años 1870-1871. La destrucción en la «Ciudad de la luz» fue terrible y la burguesía francesa junto con su ejército salió corriendo como las ratas que son hacia Versalles, dejando al pueblo desarmado ante las tropas prusianas.

Los prusianos entraron en París de forma simbólica (dado que se retiraron de forma casi inmediata) pero el vacío de poder que se produjo dio la oportunidad para que el pueblo tomara el control de la ciudad. El pueblo se armó y compró por suscripción popular unos cañones.

Pero además de todo lo anterior, hay que añadirle la gran difusión de las ideas marxistas y anarquistas que se había desarrollado entre el proletariado parisino.

Las lecciones que se sacaron de esos cuatro meses de poder popular fueron muy importantes y marcaron la lucha del proletariado mundial. Tanto las lecciones positivas, muchas, como las negativas. Diremos que no solamente existió la Comuna en París, se crearon Comunas en Lyon, en Saint-Étienne y en Creusot, pero el proletariado de esa época no supo ver la necesidad de unir estas Comunas y de desarrollarlas en otras ciudades. Se aislaron unas de otras.

La Comuna de París fue el primer núcleo de un Estado obrero, como dijeron Marx y Engels: «la clase obrera no podía contentarse con tomar la máquina del Estado y de hacerla funcionar», lo que debía hacer es romper el Estado burgués y reemplazarlo por su propia dictadura de clase. Su primer decreto fue la supresión del ejército permanente y su reemplazo por el pueblo en armas. En el Manifiesto del Partido Comunista, Marx y Engels escriben que los obreros deben tener su Estado, es decir el proletariado «organizado en clase dominante». La Comuna fue la primera dictadura del proletariado, un ejemplo para todas las luchas obreras que siguieron a la Comuna.

Uno de los principales problemas de la Comuna, una vez cogido el poder, fue la influencia pequeño-burguesa que hubo en el seno de su dirección. Pero a pesar de ello la Comuna tomó decisiones de gran importancia: separación de la Iglesia y el Estado, expropiación de los bienes de la Iglesia, enseñanza pública gratuita, plenos derechos de ciudadanía a los emigrantes, etcétera.

Las mujeres jugaron un papel muy importante en la Comuna, se organizaron en comités, clubs, asociaciones. Su anticlericalismo fue evidente: «somos ateas porque el hombre no será nunca libre mientras no saque a Dios de su inteligencia y de su razón» se podía leer en la Comuna revolucionaria. Una de sus creaciones fueron servicios de ambulancias y de cuidados para los heridos, lo que permitió que no fueran las monjas hostiles, que en aquella época dirigían todos los hospitales de París, las que se ocuparan de los y de las heridas. Participaron en los debates y en las decisiones que tomó la Comuna y tomaron parte activa en la defensa armada de la Comuna.

Para celebrar la toma del poder por el proletariado parisino se escribió La Internacional. Marx la estudió profundamente y la tomó como modelo y ha sido y es una referencia para muchos revolucionarios, fue un primer paso del proletariado en su lucha por el poder y avanzar hacia el socialismo y el comunismo.

Podemos hablar de dos graves errores de la Comuna: no tener una dirección militar competente y no coger el control de los bancos.

La respuesta de la burguesía francesa ante la Comuna de París no se hizo esperar. Tras un acuerdo con los prusianos (Tratado de Frankfurt), con los que se había enfrentado durante dos años en guerra y que habían bombardeado París, los ejércitos prusiano y francés se pusieron de acuerdo para desencadenar la más feroz represión contra el movimiento revolucionario. La represión fue terrible, alrededor de 30.000 personas ejecutadas.

Una lección que no debemos olvidar es que el capital es uno y se defenderá para mantenerse en el poder. No regala nada y aquello que no defiendes, te lo arrebata. En un tiempo en que el capital está en plena ofensiva por recuperar los derechos que la clase trabajadora consiguió arrebatarle en los años setenta y ochenta del pasado siglo, sólo queda la opción de organizarse, aprender de las experiencias históricas, estudiar, plantarle cara. Y eso no se realiza con discursos grandilocuentes pero vacíos de hechos, sino que se consigue fortaleciendo las organizaciones que conforman el movimiento popular, de tal manera que se le pueda plantar cara en todos aquellos desafíos en los que el capital plantee batalla. En el campo económico, en el social, contra los recortes en sanidad o de educación, en el aplastamiento de las lenguas minoritarias, contra el sistema capitalista sea español, vasco, catalán o de donde sea.

Si ahora rehuimos el combate, lo lamentaremos durante décadas, dado que defender lo conseguido cuesta sudor y sangre pero arrebatarle al sistema derechos es cien veces más difícil. Toda batalla que se abandona, se pierde. No podemos olvidar el sacrificio del proletariado que luchó por la Comuna. No podemos despreciar los sacrificios que hicieron las y los trabajadores durante los siglos pasados para conseguir unas condiciones dignas no sólo de trabajo, sino de vida, las luchas que llevaron a cabo para conseguir una sociedad más justa, para llegar al socialismo y el comunismo. Ese será el legado que le dejemos a las generaciones futuras.

¡Viva la Comuna de París!

¡Viva el comunismo!