Los valores cristianos del peronismo

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Por Carlos Mugica

Lo primero que debemos considerar es por qué hoy, los cristianos en general se interesan por la relación entre peronismo y cristianismo. Por qué empiezan a cuestionarse sobre las dimensiones políticas de la existencia. El proceso empieza, fundamentalmente, en 1943 con la “Divino Afflante Spiritu” en la que Pío XII invita a los cristianos a volver a la Biblia. Y como la Biblia es un libro carnal, concreto e histórico en el que se muestra que Dios se revela a los hombres a través de la historia humana (lo que Juan XXIII va a llamar los signos de los tiempos) los cristianos empiezan a interesarse por este mundo. 

Después de la gran influencia de Theilhard de Chardin, del marxismo, de los grandes profetas de la iglesia contemporánea y de los grandes profetas de nuestro tiempo como Camilo Torres, Helder Cámara, el “Che” Guevara, Marx, Freud, es decir de todos aquellos hombres que se han preocupado por el hombre y por la aventura humana. 

Resultado de imagen para Carlos MugicaCuando empezamos a volver a la Biblia, empezamos a descubrir que Dios se revela a los hombres a través de la historia, para este descubrimiento también contamos con los grandes documentos de la Iglesia: Concilio Vaticano II, la constitución de Gaudium et Spes, la Populorum Progressio y su aplicación para América Latina que es Medellín y la aplicación de Medellín en la Argentina, que es San Miguel. 


[…] 

En 1954 aparece ese gran profeta que fue el abate Pierre, del que ya hemos hablado, y ocho años después en América Latina, Camilo Torres, otro profeta que dirá: “Los que hoy no tienen techo en América Latina son legión, por lo tanto, el modo de lograr que esos hermanos míos tengan techo es hacer la revolución”. Es decir, cambiar las estructuras de manera radical y posibilitar que el pueblo acceda al poder. 

El año último, cuando fuimos a misionar al Chaco santafesino, por la mañana, se hacían las visitas a las casas para ver si la gente necesitaba ropa y para invitarlos al culto de la tarde. 
[…] 

En esa misión, cuando una chica llegó a un rancho una viejita le dijo “a mí qué me vienen a hablar de Dios si me estoy muriendo de hambre”. A los muchachos esto les dolió profundamente porque sentían en carne propia el dolor de los pobres. A la tarde organizamos una reunión con hacheros, vinieron unos noventa y cinco que además era la primera vez que estaban en una reunión y uno de ellos empezó a decir: “yo soy la alpargata del patrón”. 

Ni el mejor literato, ni Borges hubiera dicho las cosas con tanta precisión y claridad. 

Como cristianos descubrimos entonces que nuestro amor y nuestro compromiso de evangelización tiene dos dimensiones: el amor personal y el amor colectivo. Y esto no es nuevo sino que es descubrir las entrañas bíblicas del mensaje cristiano. 

[…] 

Cuando se nos dice que por ser curas del Tercer Mundo queremos cambiar la Iglesia, contestamos que no, que queremos volver a la auténtica tradición de la Iglesia. Es decir, que la Iglesia asuma hoy los mismos valores que asumió la comunidad prototípica para los cristianos. Esa comunidad prototípica en la que todavía resonaba la voz de Cristo. Es decir, la primera comunidad cristiana que vivió en auténtica comunidad de bienes (Hechos de los apóstoles, capítulos 2 y 4). 

Dicen los obispos: “Afirmamos que el ejercicio de la virtud, de la justicia, se encarna en la vida entera de la sociedad…” “No es sólo una actitud personal, no basta con darle a cada uno lo suyo individualmente”. “El pecado se da siempre en el interior del hombre…” 

Esto es muy importante tenerlo en cuenta porque ninguna revolución económica podrá crear el hombre nuevo que todos buscamos, si simultáneamente no se da la revolución interior. Lo que los cristianos llamamos la conversión personal que es absolutamente irreemplazable. 

Eso es lo que dice Mao cuando preconiza la revolución cultural proletaria, dice: no basta cambiar las estructuras. Mao tiene conciencia de la tremenda experiencia soviética donde es evidente que se hizo una revolución económico-social, pero no una real revolución cultural ni una real revolución política. El pueblo no accedió al poder, hay una burocracia parasitaria que 
se impone entre ambos. 

Para nosotros, los cristianos, la auténtica revolución cultural significa formar hombres que vivan en función de servicio hacia los otros. Hombres que sean capaces de crear y no como en la Unión Soviética, donde pareciera que el prototipo de hombre que se busca es, cada vez más, el hombre consumidor. Es decir, no hay auténtica revolución y Mao tiene plena conciencia de esto, por eso señala (en mi opinión por influencia evangélica aunque no lo sepa) que la revolución debe estar permanentemente revolucionada. 

Nosotros lo sabemos porque sabemos que la verdadera y auténtica revolución se va a dar cuando venga Cristo: en la escatología. Y tenemos que tratar de acelerar la venida del Señor tratando de modificar la tierra. 

“… El pecado se da siempre en el interior del hombre…” Y los obispos dan una definición de pecado que la puede entender cualquier ateo: “Pecar es rechazar el amor e instalar la injusticia (y ahora viene lo novedoso) pero del corazón del hombre el pecado pasa a sus actividades, a sus instituciones, a las estructuras creadas por él.” Y por eso creo que ahora discutimos el peronismo. 

[…] Por eso en este momento en la Argentina estamos en pecado grave y no podemos comulgar si en realidad no estamos haciendo algo eficaz, en la medida de nuestras posibilidades, para remediar este estado de injusticia. Una injusticia que se traduce en un índice cada día mayor de mortalidad infantil, de desocupación, y en ese nuevo pecado colectivo de nuestra patria: la tortura. 

En la Biblia hay un caso muy concreto, cuando Dios decide acabar con Sodoma y Gomorra porque allí se cometían pecados sexuales contra la naturaleza. No es que todos los sodomenses fueran sodomitas. No. Unos cometían el pecado por vía directa, otros lo consentían o pasivamente lo toleraban. Creo que si en este momento un cristiano no hace algo eficaz para que acabe la tortura en nuestra patria es un co-torturador de sus hermanos, porque en la medida en que no hago algo positivo soy cómplice. 

Algunas personas dicen “no soy violento”. Pero la Iglesia siempre justificó la violencia justa y condenó la injusta. Es decir que ser no violento no significa ser pasivo sino significa denunciar la violencia del sistema aceptando que recaiga sobre uno. El cristiano puede o no estar dispuesto a matar –y esto por razones de conciencia, de información o de ideología– o sea a responder o no a la violencia con la violencia que sufre. Pero lo que no puede dejar de ver es que debe estar dispuesto a morir y esto es clarísimo. 

Dicen los obispos: “Como la vocación suprema del hombre es una sola, la divina…”. 

Creo que lo más importante que nosotros hacemos en la Villa es hacerles tomar conciencia a los villeros de que son hijos de Dios, y creo que, para un hombre, tomar conciencia de que es hijo de Dios es tremendamente dinamizante. Porque si soy hijo de Dios no voy a dejar que el patrón me ponga el pie encima. Es una consecuencia lógica. 

No me voy a dejar aplastar porque tengo una dignidad. Creo que es muy importante que cada uno aprenda a amarse a sí mismo porque quien no se ama a sí mismo no ama a nadie. Cuando digo amarse a sí mismo no digo contentarse consigo mismo sino que necesariamente supone exigirme a mí mismo. 

[…] 

En abril de 1969, los obispos hacen un diagnóstico de la realidad que actualmente tiene plena vigencia: “Comprobamos que a través de un largo proceso histórico, que aun tiene vigencia, se ha llegado en nuestro país a una estructuración injusta”. Es decir, no es un cambio de hombres o de gobierno sino que es un cambio de estructuras, de sistema. 

“La liberación debería realizarse en todos los sectores donde hay opresión. 

En el orden jurídico, en el político, en el cultural, en el económico y en el social.” 

En el orden jurídico hay una ley anticomunista que afirma que todo argentino es comunista a menos que demuestre lo contrario. O como el Código Civil, cuya génesis ya he explicado. 

En el orden político todos sabemos la marginación en la que vive nuestro pueblo y las dificultades de las corrientes populares para abrirse paso hoy. Basta con decir que el gobierno que tenemos fue elegido por tres personas. 

En el orden cultural hay opresión porque el pueblo, y entiendo aquí por pueblo fundamentalmente a los oprimidos, a los trabajadores, no tienen acceso a la enseñanza superior y tienen difícil acceso a la secundaria y aun a la primaria. A veces porque no hay bancos y si los hay, porque los chicos tienen que lustrar zapatos para que la familia aguante. 
Además de esto nuestra enseñanza es tecnócrata y colonialista, para gente que no moleste, que no incomode el día de mañana y se adecue a este sistema montado sobre la base del lucro. 

En el orden económico y social, los obispos dicen que nuestra estructura económica es anticristiana y opresora. Primero, porque en lugar de estar la economía al servicio del hombre, el hombre está al servicio de la economía. Segundo, porque lo social está subordinado a lo económico con las consecuencias que acarrea. “La subordinación de lo social a lo económico, impuesta por la acción de fuerzas foráneas (podemos nombrarlas: Fondo Monetario Internacional, Banco Internacional de Desarrollo, etc., etc.) sectores y grupos internos de opresión (A.C.I.E.L., Sociedad Rural, Unión Industrial, etc.) que se manifiesta en los desequilibrios regionales (desde que empezó la Revolución Argentina emigraron más de 200.000 tucumanos, y esto en una sola provincia) y en las racionalizaciones que provocan desocupación e inseguridad.” 

En el orden social el índice de mortalidad infantil y de desocupación son cada vez mayores. 

[…] Yo fui antiperonista hasta los 26 años y mi proceso de acercamiento al peronismo coincidió con mi cristianización. 

Es decir, en la medida en que descubrí en el Evangelio, a través de la Teología, que la Iglesia es de todos pero ante todo es de los pobres, como decía Juan XXIII, y que Cristo evangeliza a todos sin distinción de personas, pero sí con distinción de grupos y prefiere a los de su propia condición, a los pobres, empecé a mirar las cosas desde otro punto de vista. 

Podríamos seguir citando documentos en los que se hace un llamamiento a la acción política. Podríamos citar la “Octogessima Adveniens”, donde al final el Papa dice: 

“Es un deber de todos los cristianos hoy, entrar en la lucha por transformar la sociedad, o renovar el orden temporal”. Aquí el Papa no hace distinción entre curas, monjas y laicos, sino que dice “todos los cristianos”. Ésa es la acción política; la acción que tiende a transformar, a modificar la sociedad. 

Por eso Santo Tomás dice que la acción política es la más noble de todas las actividades, porque no tiende al bien de uno o de algunos, sino al bien de todos, de toda la sociedad. 

Ser cristiano es, fundamentalmente, aceptar a Cristo, creerle a Cristo y creer en Cristo y por lo tanto responderle. La vivencia cristiana supone una obediencia a la fe en el Señor. Y uno le cree a Cristo no por lo que piensa sino por lo que hace… “Ustedes son mis discípulos, si hacen lo que yo les digo…”, “No, el que dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos sino aquel que hace la voluntad de mi Padre.” 

Entonces yo tengo que hacer, tengo que optar en concreto y toda opción concreta está cargada de historicidad y por lo tanto es relativa. ¿En qué reside la diferencia entre lo cristiano y un movimiento político como es el peronismo? Los valores cristianos son propios de cualquier época, trascienden los movimientos políticos, en cambio el peronismo es un movimiento que asume los valores cristianos en determinada época. 


¿Cuál es la medida que tengo para darme cuenta de que hoy el peronismo es el movimiento histórico al que yo pienso debe acceder naturalmente un cristiano para mirar las cosas del lado de los pobres? Y esto no significa que no se puede ser cristiano y no peronista. Lo que sí me parece más difícil es ser cristiano y antiperonista. Aunque en la adhesión a cualquier movimiento político, un cristiano debe siempre mantener una distancia crítica desde la fe. Tiene que revitalizarlo, que no significa minimizarlo. Puede adherir a él pero un cristiano sabe que un movimiento político no va a crear la sociedad perfecta, va a realizar sí determinados valores pero también corre el riesgo permanente de desvirtuar esos valores. Pero puede criticarlo solo en la medida de su participación en el proceso, en la medida en que no esté mirando el partido desde afuera. 

¿Cuál es ese juez que me permitirá valorar si el peronismo es hoy la instancia histórica a través de la que me interpela Cristo, a través de la que voy a mostrar mi amor a mi pueblo y a mis hermanos? El juez es la gente, el pueblo, los oprimidos. La categoría pueblo casi coincide con la categoría pobres aunque no la abarque totalmente. 

Yo sé por el Evangelio, por la actitud de Cristo, que tengo que mirar la historia humana desde los pobres. Y en la Argentina la mayoría de los pobres son peronistas, para decirlo de una manera muy simple. 

Aquí tendríamos que hacer una distinción entre el ideólogo y el político. 

El ideólogo se maneja con ideas que tienen mucha claridad, pero siempre se refieren al fin que hay que alcanzar, es escatológico. No se refiere a lo que es actual. Un ejemplo serían los que adhieren al ERP o al Partido Comunista. 

Un militante del ERP, por ejemplo, diría: “Todos los hombres son iguales y tengo que establecer cuanto antes sea esa igualdad”. Trata de poner en el presente lo que es del futuro. “Hay que suprimir todas las clases sociales, ya” y ahí surge el problema de los medios a emplear. 

Ahora bien, en esto de la supresión de clases, yo como cristiano pienso que si bien desde el punto de vista económico debe haber una desaparición de las clases, sostener la total igualdad de los hombres es desconocer la realidad del pecado. Para mí, cristiano, la plena igualdad solo se dará cuando venga el Señor y no antes. Pienso que en esto reside el error del 
marxismo y de los marxistas. Privilegian al hombre económico y se olvidan del político, por eso les es difícil entender el peronismo, que privilegia más lo político que lo económico. 

Como privilegia lo económico, el marxista afirma la prioridad de la lucha de clases pero desde el punto de vista económico. 


El político, en cambio, en lugar de manejarse escatológicamente, maneja las fuerzas existentes. Actúa como quien tiene que tomar decisiones. Por ejemplo, las tres grandes banderas del peronismo –independencia económica, soberanía política y justicia social– son pautas asequibles, como el programa del Frente que propone Perón es un programa mínimo de coincidencias, no es el programa definitivo.  

[…] 

El 17 de octubre de 1945 el pueblo decide. Descubre un hecho concreto: un hombre lo interpela y lo interpreta y el pueblo comienza a santificarse, a liberarse al decidir. Hay un artículo muy interesante del padre Dri en la revista Envido, número 5, “Peronismo y marxismo frente al hombre” donde pueden advertirse claramente los valores cristianos del peronismo. El padre Dri critica al marxismo como una ideología del centro, como una ideología que surge en Europa, una ideología racionalista, que tiende, como ya dije antes, a privilegiar sobre todo lo económico-científico. Aunque eso de científico habría que ponerlo entre comillas, porque hay que ver si realmente es científico, o si es mitificación de la ciencia. Y dice que en los grandes movimientos liberadores, como por ejemplo la revolución cubana, la revolución china y el movimiento peronista, se tiende a privilegiar el proyecto humano, la valoración del hombre, de lo nacional y de lo religioso. 

Así, por ejemplo, la muerte del “Che” provoca el siguiente juicio de Perón: 
“Hoy ha caído en esta lucha como un héroe, la figura más extraordinaria que ha dado la revolución en Latinoamérica. Su muerte me desgarra el alma. Es un ejemplo de conducta, de desprendimiento, de espíritu de sacrificio, de renunciamiento…” Y no hay nada de científico en este juicio, es un juicio ético. “… la profunda convicción en la justicia, de la causa que abrazó y le dio fuerza, el valor y el coraje que hoy lo eleva a la categoría de mártir.” 
Toda esta terminología es netamente cristiana. […]

Fuente: Beatriz Sarlo, La batalla de las ideas (1943 – 1973). Biblioteca del pensamiento argentino, T. VII, Documentos. Buenos Aires, Emecé, 2007.