Hugo Chávez demostró que los caminos del occidente no son siempre los mejores

Por Simon Reid-Henry
para The Guardian (Gran Bretaña)
Publicado el 12 de marzo de 2013

El líder fallecido de Venezuela ha demostrado, aunque desordenadamente, que la democracia occidental no es fundamental para el desarrollo.
Hugo Chavez
 Diseños de una nueva democracia… Hugo Chávez en la Asamblea General de la ONU en Nueva York en septiembre de 2005. Fotografía: Timothy A Clary/AFP/Getty Images
Nota original en Ingles  

¿Qué tipo de democracia requiere un desarrollo eficaz? Ahora que la pompa del funeral de Hugo Chávez ha terminado, y Venezuela se prepara para nuevas elecciones, esta es una pregunta importante.

En los círculos de desarrollo, una versión occidental de democracia liberal se presenta a menudo como algo inseparable del desarrollo. Muchos donantes hacen su ayuda condicional al respecto, ya sea directamente o a través de algunas medidas sustitutivas como "buen gobierno".

Sin embargo, Chávez – en algunos aspectos el Beppe Grillo de América Latina, ya que el último también llegó al cargo en una ola de frustración anti-política – hizo lo contrario. Él utilizó la riqueza petrolera de su país y su propio mandato popular para remodelar la democracia venezolana en una manera que él creía fuese mejor para enfrentar los problemas de desarrollo que tenía el país desde hace mucho tiempo.

Ideas predeterminadas sobre lo que esto ha significado para las libertades humanas básicas han polarizado la opinión sobre Chávez. Desde la izquierda llegaron frecuentemente – y muchas veces ingenuamente – aplausos para cada iniciativa, a pesar de que muchas eran ciertamente de lo peor. La derecha, por su parte, no se demostró dispuesta a mirar más allá de la política de mano a mano para ver si algo estaba bien, sino recordaba la Venezuela antes de Chávez como si esta fuera una especie de auge democrático prelapsario.

El experimento bolivariano merece más que esto. Chávez admitió una vez que, políticamente, era un poco de todo (¿qué otra cosa se puede esperar de un hombre que encontró su camino hacia el socialismo a través de la Biblia?). Por lo tanto, a lo largo de sus 14 años en el poder, jugó a la vez de radical y otras veces de conservador, justamente y deslealmente, mientras perseguía un primordial (y paradójico) objetivo: hacer que la sociedad venezolana sea menos desigual y más democrática mientras él permanecía en el poder el tiempo suficiente para lograrlo.

Eso significaba, en primer lugar, una nueva constitución, seguida de grandes programas sociales financiados por el estado, o misiones, que acanalaron las regalías de hidrocarburos – anteriormente malgastadas – en algunas de las zonas más pobres del país. El gasto per cápita en salud, por ejemplo, creció de $273 a $688 entre 2000 y 2009, mientras que durante Chávez la tasa de pobreza se redujo de la mitad en poco más de una década; la pobreza extrema disminuyó aún más. Necesarias reformas agrarias también se llevaron a cabo.

Inevitablemente, estas políticas se enfrentaron con una considerable resistencia por las élites venezolanas, aunque no todas. Tras el intento de golpe contra él en 2002, y de nuevo después de ganar su segundo mandato en 2006, Chávez tomó el ritmo de cambio. Entre sus medidas hay que señalar: la matriculación escolar, una campaña de alfabetización masiva, iniciativas locales de salud como el programa Barrio Adentro con personal cubano, y otros proyectos sociales – como la misión Vuelvan Caras – cuyo objetivo era conseguir que los desempleados de largo plazo volvieran a trabajar.

Al mismo tiempo, el proceso original de reforma agraria fue puesto en marcha mientras que se relajó la definición de cuanta tierra podría ser tomada de los individuos. El estado llevó a meterse en un amplio rango de sectores: petróleo, gas, aluminio, los medios de comunicación.

Pero Chávez nunca pretendió que su política llevara beneficios a todos. De ahí la creación de los círculos bolivarianos de inspiración cubana: foros comunitarios donde los participantes se subían las mangas para ponerse a trabajar en el barrio, y que convenientemente también servían como grupos de apoyo chavista. Estos foros participativos y más recientes, como los Consejos Comunales (destinados a fomentar proyectos de desarrollo comunitario) y los Comités de Tierras Urbanas (que surgieron de forma espontánea para hacer frente a la tarea hercúlea de asignación de tenencia de tierra en los barrios pobres), aumentaron la participación local en el proceso de desarrollo. Pero hicieron poco para abordar los problemas igualmente apremiantes de violencia endémica y de anarquía. Para ello, se requería un estado mejor organizado, pero el estado de Chávez estaba demasiado ocupado en mantener a su líder en el poder.

La democracia al estilo de Chávez fue siempre – de hecho cada vez más – informal y poco regulada. Si esto lo convertía en un juego bastante peligroso, había muchos dispuestos a tomar el riesgo por la popularidad de los programas de radio y televisión de Chávez y de sus asambleas públicas. Muchos comentaristas occidentales se apresuraron a burlarse de la idea de un presidente que cantaba en televisión, pero eran igualmente rápidos en honrar a Gustavo Dudamel de El Sistema y a la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar cuando tocaba en las salas de concierto occidentales.

El experimento bolivariano de Venezuela exige críticas y reconocimientos en partes casi iguales. El Carter Center manifestó su confianza (pdf) en la calidad de las elecciones del año pasado, por ejemplo. Pero la democracia es algo más que lo que pasa en las urnas.

Para los chavistas, por supuesto, este es precisamente el punto: la verdadera democracia es un proceso, una forma de conducirse en relación con los demás. No es sólo una obligación periódica de marcar un nombre en las elecciones. Esto es lo que ha hecho que sea una fuerza tan interesante para el desarrollo. Pero sí es indiscutible que las tasas de participación ciudadana se han incrementado en Venezuela en los últimos 14 años, y que el sistema político se ha profundizado para incluir las bases y las voces de los pobres. Sin embargo, no se discute que, bajo Chávez, cargos políticos eran ocupados por sus partidarios, los procesos judiciales estaban manipulados, los jueces intimidados y los medios críticos sancionados.

En última instancia, no importa que las cosas bajo Chávez hayan sido desordenadas, o incluso que él se alejó del procedimentalismo democrático liberal. Las naciones democráticas ricas y liberales tienen sus particulares puntos ciegos – incluyendo el desinterés creciente de la gente en la participación ciudadana activa, déficits democráticos causados por una injusticia estructural, y desigualdades arraigadas. El espíritu de la democracia es más importante que la tipografía de la letra, y requiere constante reinvención para evitar ser monopolizado por los poderosos.

Chávez fue un soplo de aire fresco. Él demostró que había alternativas al truco revolucionario de pisar los frenos y tirar por la borda a todos los que en el régimen anterior disfrutaron de la buena vida en cubierta. Sin embargo, para conciliar los cambios que él quería hacer con la oposición que encontró, buscó marcar su propio modelo de un futuro bolivariano. Esa retórica simplifica y extingue los destellos de disidencia que la democracia efectiva requiere, y se corre el riesgo de hacer que los países parezcan ser cosas que no son. Hay mucho que aprender de verdad de Chávez, pero no hay ninguna razón por la cual deberíamos aprender de manera acrítica.