Francisco Solano López

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 No es secreto para nadie que el juicio histórico sobre Francisco Solano López se ha visto enturbiado por pasiones enconadas. De su figura se pretendió hacer bandera política. Otros quisieron arrojar sobre ella los rencores acumulados por heridas familiares, que aún no podía curar la proyección del tiempo. Pero hay una verdad incuestionable: el Mariscal López significa para los paraguayos algo más que un personaje de su historia: es todo un símbolo que encarna la resistencia heroica, las virtudes guerreras de la raza, los atributos esenciales de la nacionalidad.

            Su biografía no cabe en breves páginas. La presente nota consignará sólo una sencilla reseña cronológica de esa vida, para que sirva de índice al mejor estudio de su proyección en la historia patria.

            Cinco hijos legítimos engendró don Carlos Antonio López en su unión con doña Juana Carrillo. Francisco Solano; Inocencia, casada luego con el general Vicente Barrios; Venancio; Rafaela, quien contrajo matrimonio con don Saturnino Bedoya y, ya viuda, volvió a casar terminada la guerra con el brasileño Melcíades Augusto Acevedo Pedra; y Benigno. El primogénito parece haber nacido el 24 de julio de 1826 y fue su padrino don Lázaro Rojas Aranda. No hay certeza sobre la fecha porque la partida bautismal desapareció de los archivos parroquiales. Francisco Solano hizo sus primeros estudios con el maestro argentino Juan Pedro Escalada y, más tarde, con el jesuita Bernardo Parés. Quince años contaba cuando el fallecimiento del dictador Francia llevó a su padre a la vida pública. Tal circunstancia y su congénita ambición de cultura le permitieron una formación intelectual muy superior a la enseñanza recogida de sus maestros. Leía mucho; aprendió a hablar correctamente el francés y algo de inglés, aún antes de su viaje a Europa. Fuerte y decidida vocación castrense lo llevó a ingresar muy joven en el ejército, si ejército podía llamarse a la pequeña milicia existente en el país en los primeros tiempos de la administración pública de don Carlos. Era el propio Francisco Solano quien debía crearlo luego. A esa tarea exclusiva dedicaría su mejor afán desde la adolescencia hasta el estallido de la guerra contra la Triple Alianza. En 1845 era ya coronel y, cuando un año después la alianza suscrita por el Paraguay con la provincia de Corrientes el 21 de noviembre de 1845 determinó la ayuda militar, Francisco Solano López fue nombrado comandante del cuerpo expedicionario.

            "En 1846 estaban ya frente a frente y en son de guerra -dice Bray- las provincias de Corrientes y Entre Ríos; esto es, Madariaga, gobernador de la primera, y el general Urquiza, por aquel entonces hombre de Rosas y sostenedor de su dictadura". Francisco Solano improvisó en Villa del Pilar un ejército de 4.200 hombres que debía ponerse a las órdenes del general Paz, "director de la guerra". En esa estada de Pilar conoció a Juanita Pesoa, que le daría tres hijos naturales.

            Antes de marchar el ejército a Corrientes, se realizó el primer juramento a la bandera paraguaya, creada por ley del 25 de noviembre de 1842. Deshecha la alianza, el cuerpo expedicionario regresó al Paraguay, ese mismo año 1846, sin haber entrado en combate. De esa estada en Corrientes quedó la interesante correspondencia con su padre, publicada por el historiador O'Leary.

            En el país, se reintegró a su tarea de organización militar. El año 1849 fue comandante de la división paraguaya que reocupó las Misiones al sur del Paraná y, posteriormente, era nombrado jefe del ejército nacional, con asiento en Pilar. En 1853, ya brigadier general, marchaba en misión especial a Europa, con el propósito aparente de establecer relaciones diplomáticas con Gran Bretaña, Francia, Prusia y Cerdeña; pero, en realidad, para adquirir barcos y armamento. Le acompañaban su hermano Benigno como secretario y los capitanes Yegros, Aguiar y Brizuela como edecanes. La misión paraguaya visitó Francia, Gran Bretaña, España, Italia y Cerdeña. En París conoció a la irlandesaElisa Lynch, llamada a ser la compañera de su vida y la madre de sus hijos; firmó un contrato de colonización que debía traducirse en el fracaso de la colonia Nueva Burdeos, establecida en el actual asiento de Villa Hayes. En Inglaterra se adquirió el buque Tacuarí y algún armamento transportado con él. El resto de las adquisiciones no debía llegar ya al Paraguay.

            Regresó al país a fines de 1854. Dos años después fue designado plenipotenciario a Río de Janeiro para tratar con el canciller Paranhos sobre navegación de los ríos, pero una enfermedad impidió su viaje siendo entonces reemplazado por José Berges. En 1856 era designado ministro de Guerra y, en el Congreso reunido en Asunción un año después, que reeligió a Carlos Antonio López, sonó también su nombre como candidato a la presidencia. El año 1858 fue nombrado plenipotenciario especial para tratar con Paranhos, en Asunción, sobre detalles de la libre navegación de los ríos, tratativa que materializó en el convenio suscrito entonces.

            El año 1859 fue mediador en el conflicto entre los gobiernos de Paraná y Buenos Aires. El 27 de setiembre partía de Asunción a bordo del Tacuarí, acompañado por un séquito formado por el mayor José María Aguiar, el capitán Rómulo Yegros y los alféreces José Díaz y Pedro Duarte. El acuerdo logrado por López el 11 de noviembre con el pacto de San José de Flores establecía entre otras cláusulas: "1°: Buenos Aires se declara integrante de la Confederación Argentina y verificará su incorporación por la aceptación y jura solemne de la Constitución Nacional. 4°: La República del Paraguay, cuya garantía ha sido solicitada tanto por el Excelentísimo Señor Presidente de la Confederación Argentina cuanto por el Excelentísimo Gobierno de Buenos Aires, garante el cumplimiento de lo estipulado en este convenio".

            Después de lograr así la unificación argentina que tan nefasta sería luego para el destino del Paraguay, López se reintegra nuevamente a sus tareas preferentes. Organiza un moderno ejército disciplinado. Visita constantemente la fortaleza de Humaitá, recién construida. En Asunción es incesante su actividad oficial; hace intensa vida social y no le falta tiempo para leer. Su biblioteca se enriquece con regulares remesas de libros. Se ha iniciado el apogeo del gobierno de don Carlos y el país respira bienestar y progreso.

            A mediados de 1862, es designado sucesor de su padre en el gobierno, por el pliego de reserva firmado por don Carlos para caso de acefalia del Ejecutivo, hasta tanto se reúna el Congreso que deba elegir nuevo mandatario. El 10 de setiembre fallece don Carlos Antonio López y, conforme con lo dispuesto en dicho pliego, el ministro de Guerra Francisco Solano López asume el mando provisorio. El Congreso reunido el 16 de octubre lo elige entonces presidente de la República por un período de diez años.

            Sus primeros tres años de gobierno se caracterizan por una intensa actividad en la administración pública, prosiguiendo la obra progresista de don Carlos. El ferrocarril se prolongó a Pirayú. Comenzase la construcción del Palacio de Gobierno, del Oratorio de la Virgen de Asunción, de un moderno teatro. La agricultura merecía atención oficial preferente, creándose premios de estímulo. Se fundaron nuevas escuelas y muchos jóvenes salieron becados para Europa. Pero se acercaba la hora trágica de la guerra y el Paraguay, advirtiéndola llegar, se transformaba aceleradamente en potencia militar. Cerca del pueblo de Pirayú, al pie de la cordillera de Azcurra, se formó un nuevo campamento, el de Cerro León, donde se reunieron 5.000 soldados. Nuevos contingentes eran enviados a la fortaleza de Humaitá.

            El relato de esa guerra rebasa la breve nota biográfica y, más aún, el de las causas que la provocaron. Deben sólo reseñarse a grandes rasgos. El Brasil interviene decidida y ostensiblemente en la política interna del Uruguay apoyando al general Flores y a su Partido Colorado. En la delicada situación internacional del Plata, hace repentina demostración de fuerza militar con el pretexto de un pequeño incidente fronterizo en Río Grande do Sul y despacha al consejero José Antonio Saraiva a Montevideo para exigir reparaciones perentorias. "Los blancos de Montevideo se alarmaron con razón -dice Chaves-; y en la emergencia pensaron más que nunca en el Paraguay. José Vásquez Sagastume fue el personero elegido. Debía demostrar el grave riesgo de una absorción del Uruguay y del Paraguay por sus poderosos vecinos y pedir una gestión diplomática del gobierno de Asunción ante el Imperio... Vásquez Sagastume -sin autorización de su gobierno- requirió el 13 de junio de 1863 la mediación del Paraguay en el conflicto entre el Uruguay y el Brasil. El gobierno de Asunción despachó un mensajero especial a Río de Janeiro para informar al gobierno imperial haber aceptado ejercer la mediación solicitada por el ministro uruguayo. El ofrecimiento de mediación llegó cuando en el Uruguay se movía otra mediación a cargo de un tercero, formado por el ministro inglés Thornton, el canciller argentino Elizalde y el representante brasileño Saravia, que trataba de poner fin a la guerra civil entre blancos y colorados. El imperio contestó a la Asunción que consideraba innecesaria su mediación y hasta el gobierno uruguayo declaró que no haría uso por entonces de los buenos oficios del gobierno paraguayo. Este doble desaire diplomático molestó vivamente a López".

            Poco después, el Brasil comenzaba sus actos de agresión contra el gobierno blanco del Uruguay. Al conocerse estos sucesos en Asunción, el presidente López, influido por Vásquez Sagastume, se afirmó en su temor de que "el Brasil conquistaría el Estado Oriental como primer paso de un ataque decisivo al Paraguay. El ministro imperial Salvan Vianna de Lima -acabado de llegar a la Asunción-, obrando en forma harto sospechosa, nada hizo por clarificar el ambiente. El 30 de agosto, en nota dirigida al plenipotenciario brasileño, el canciller Berges lanzaba su histórica protesta: Su Excelencia el Presidente de la República ha ordenado al abajo firmado declare a V.E. ... que el gobierno de la República del Paraguay considerará cualquier ocupación del territorio oriental por fuerzas imperiales... como atentatoria al equilibrio de los Estados del Plata, que interesa a la República del Paraguay como garantía de su seguridad, paz y prosperidad, y que protesta de la manera más solemne contra el acto, descargándose desde luego de toda responsabilidad de las ulterioridades de la presente declaración. A pesar de esta firme posición, poco después se producía la invasión brasileña del Uruguay. La reacción paraguaya se afirmó con el apresamiento del buque Marqués de Olinda, que el 10 de noviembre de 1864 entró a la rada de Asunción, en viaje regular a Matto Grosso y, en nota del 12 de ese mes, Berges comunicó al representante brasileño que quedaban rotas las relaciones entre los dos gobiernos y prohibida la navegación de los ríos de la República para la bandera de guerra y mercante del Imperio.

            "Comenzó la guerra -dice Chaves- con graves problemas políticos y estratégicos para los dos beligerantes que, a pesar de poseer extensas fronteras comunes, no podían atacarse directamente por estar separados sus centros vitales por desiertos y distancias invencibles...". La primera ofensiva paraguaya consistió en la campaña de Matto Grosso, confiada al general Vicente Barrios, el 24 de diciembre de 1864, con 3.200 hombres embarcados en "cinco vapores y tres goletas", objetivo que se cumplió con éxito.

            Mientras tanto, López se aprestaba a la ofensiva sobre Río Grande del Sur, para lo cual debía cruzar el territorio litigioso de Misiones. Informó a Urquiza de la operación proyectada, advirtiendo que ese cruce necesario no era "una amenaza a las provincias amigas de Entre Ríos y Corrientes ni al gobierno nacional argentino". Urquiza expresó su apoyo a López, admitiendo sus razones; pero le sugirió la conveniencia de solicitar oficialmente el tránsito al gobierno de Buenos Aires. López lo complació, disponiendo que la Cancillería pidiese la autorización. El 14 de enero de 1865, Berges se dirigía al canciller Elizalde solicitando que "los ejércitos de la República del Paraguay puedan transitar el territorio argentino de la provincia de Corrientes en el caso de que a ello fuesen obligados por las operaciones de la guerra...". Pero la Cancillería negó el permiso "en el preciso instante en que la escuadra y el ejército imperiales de la Banda Oriental usaban de la Argentina como base de operaciones".

            El 5 de marzo se reunió en Asunción un congreso extraordinario que nombró a López mariscal de los Ejércitos de la República; creó la Orden Nacional del Mérito y autorizó la contratación de un empréstito. El 17 de ese mes, ante la noticia de que la Argentina había permitido la subida del río Paraná a la escuadra brasileña del almirante Tamandaré que venía a bloquear Tres Bocas, autorizó la declaración de guerra al gobierno argentino. El 19 se clausuraron las sesiones del Congreso. Al día siguiente el ferrocarril llegaba ya a Paraguarí y el telégrafo a Humaitá. El 3 de abril salía de Humaitá el teniente Ceferino Ayala llevando la declaración oficial de guerra. Una columna paraguaya al mando del general Robles atacó y ocupó la ciudad de Corrientes progresando hacia el Sur, mientras el canciller argentino Elizalde, el representante brasileño Octaviano y el uruguayo Carlos de Castro firmaban el tratado secreto de la Triple Alianza, el primero de mayo de 1865. Breves días después partía de Encarnación otro ejército a las órdenes del teniente coronel Antonio de la Cruz Estigarribia. Mientras Robles avanzaba por la orilla del río Paraná y Estigarribia por la izquierda del río Uruguay, este último ocupó San Borja el 11 de junio. "La resistencia brasileña era nula y el pánico cundía en todo el Río Grande del Sur". El mariscal López trasladó su Cuartel General a Humaitá.

            A fines de junio, el comandante de la división del Sur, general Robles, era relevado del mando, sometido a proceso y fusilado por indisciplina y por haber aceptado cartas de miembros de la Legión Paraguaya. Lo reemplazó el general Resquín. El ejército de 8.000 hombres reunido por Urquiza para apoyo de los aliados se dispersó la noche del 3 de julio "porque los entrerrianos no querían pelear contra los paraguayos sino contra los porteños y brasileños. Otro contingente reunido en Toledo corrió igual suerte y Urquiza renunció a intervenir en la campaña". La división de Estigarribia se había apoderado de Uruguayana y su segundo Duarte ocupado Paso de los Libres, el 2 de julio; pero en su progresión no podían ser apoyados. El 17 de agosto, el destacamento Duarte fue casi exterminado tras heroica lucha en la batalla de Yatay, sin que Estigarribia acudiera en su auxilio desde el otro lado del río. Los aliados se concentraron luego sobre Uruguayana con poderosas fuerzas apoyadas por unidades navales y, el 19 de setiembre, Estigarribia se rendía con todo su ejército.

            El fracaso de la ofensiva hizo necesaria la evacuación del territorio de Corrientes y el repaso del río Paraná para establecerse en Paso de Patria. La operación, cumplida con éxito a pesar de tanto riesgo, marca el fin de la primera etapa de la guerra. Va a iniciarse la segunda, jalonada por las campañas de Humaitá, Pikysyry y Las Cordilleras. Su relato no cabe aquí. Baste sólo consignar que la victoria de Curupayty paraliza por un tiempo la progresión ofensiva de los ejércitos aliados y da un respiro a la resistencia paraguaya. Corrales, Estero Bellaco, Tuyuty, Yatayty Corá, Boquerón y Sauce han sido páginas de gloria escritas con la sangre de un pueblo que sabe morir con impávido valor, pero no puede detener la invasión del enemigo. Deshecho el cuadrilátero de la resistencia, Humaitá debe caer. López traslada su Cuartel General a San Fernando, antigua estancia del Estado ubicada al norte del río Tebicuary. Allí se desarrollan los sucesos más dolorosos de la guerra. Fundado en informaciones llegadas de Asunción, el gobierno acusó de conspiración y connivencia con el enemigo a las principales figuras del régimen. Se formaron entonces los famosos tribunales de sangre para el procesamiento sumario de los sindicados. Fueron sentenciados culpables los dos hermanos del Mariscal, Venancio y Benigno, sus dos cuñados Saturnino Bedoya y el general Barrios, el canciller Berges, el obispo Palacios y centenares de hombres y mujeres entre quienes contaban sacerdotes, militares, periodistas, comerciantes, técnicos extranjeros. El ministro norteamericano Washburn fue señalado como el director de la conspiración, en la cual estaban también complicados los cónsules de Francia, Italia y Portugal. De junio a diciembre de 1868 fueron fusilados 400 personas, entre las cuales se hallaban Benigno López, el obispo Palacios, José Berges, los generales Barrios y Bruguez, los orientales Antonio de las Carreras y Francisco Rodríguez Larreta, el boliviano Tristán Roca, Saturnino Bedoya, Juliana Insfrán de Martínez, esposa del defensor de Humaitá. El ministro Washbum debió abandonar el país; el historiador norteamericano Bliss y el farmacéutico Mastermann fueron rescatados por su gobierno.

            Tras esta ola de sangre, las campañas de Pikysyry y Las Cordilleras son ya una cruenta epopeya de dolor, al frente de la cual está el Mariscal engrandecido por la adversidad. El 14 de febrero de 1870, la lenta retirada de los restos del ejército llega a Cerro Corá. "Ahora sólo le falta al Mariscal cumplir su solemne juramento, empeñado después del 24 de mayo de 1866 y renovado en Lomas Valentinas: Morir con sus últimos soldados, sobre el último campo de batalla. López crea la medalla de Amambay para todos los que con él llegaron a Cerro Corá, unos 500 jefes, oficiales y soldados -había batallones que sólo contaban con tres hombres-, y se apresta al sacrificio.

            La columna brasileña despachada desde Concepción al mando del general Correa da Cámara lo alcanza el primero de marzo y el Mariscal López la enfrenta con doscientos hombres. En la primera refriega es herido de un lanzazo en el bajo vientre por el cabo Francisco Lacerda -Chico Diabo- y en la frente por el sablazo de un oficial. Auxiliado por algunos valientes puede llegar a orillas del Aquidabán, donde le alcanza el propio general Correa da Cámara, quien le intima rendición; pero el herido le tira un sablazo exclamando con voz eterna que muere por la patria. "Cámara ordenó a un soldado que le quitase la espada, éste le sujetó por el puño y juntos rodaron luchando. López cayó dos veces al agua. Otro soldado se aproximó y, aprovechando un instante en que el Mariscal se desprendía de su contrincante, le disparó un tiro al corazón". Así murió el Mariscal Francisco Solano López.

BIBLIOGRAFÍA

Juan E. O'Leary: Alianza del Paraguay con Corrientes; El mariscal López; Nuestra epopeya.

J. Natalicio González: El mariscal López.

Julio César Chaves: El presidente López; Compendio de historia paraguaya; Cartas y proclamas del mariscal López.

Efraím Cardozo: El Paraguay independiente.

Arturo Bray: Solano López, soldado de la gloria y del infortunio.

Carlos Pereyra: Solano López.

Washbum: La guerra del Paraguay.

Mastermann: Historia de la guerra del Paraguay.

Juan Crisóstomo Centurión: Memorias.