Que hacer para preservar el proceso revolucionario en Venezuela

Homar Garcés


Si se anhela lograr, en verdad, el cambio estructural que exige el pueblo venezolano y que contempla el proyecto revolucionario bolivariano, habrá que pensar en la conformación de un Estado de tipo comunal que sustituya en todas sus expresiones al viejo Estado burgués-liberal, institucionalizado por la democracia representativa durante cuatro décadas consecutivas. Para ello será imprescindible que hombres y mujeres con una evidente formación revolucionaria asuman la dirección de las instituciones, con el compromiso de trabajar realmente por esta tarea, de modo que los postulados fundamentales de la Constitución en cuanto a la soberanía, la participación y el protagonismo del pueblo se conviertan en rasgos constantes del ejercicio del poder en la Patria chica de Bolívar.

Se impone entonces que sean los mismos sectores populares quienes se planteen a sí mismos el pleno ejercicio de sus derechos constitucionales y, al mismo tiempo, el combate frontal y decidido a toda manifestación de reformismo que posibilite la reproducción de las viejas estructuras puntofijistas que aún sobreviven y obstaculizan el avance y fortalecimiento de la democracia directa. En tal situación, es necesaria una revisión objetiva de las gestiones de gobierno y cuál ha sido su contribución real para adelantar la transición hacia el socialismo revolucionario que todos invocan y alaban, pero que todavía se mantiene en un estado larvario, lo cual pudiera facilitar el retorno al poder de quienes adversan abiertamente el proceso revolucionario bolivariano. Esto amerita promover en todo el territorio nacional debates abiertos que fortalezcan la convicción revolucionaria de los movimientos populares, con propuestas generadas entre todos y una critica que desnude los vicios y desviaciones que pudiera estar sufriendo el proceso revolucionario bolivariano, sin que ello sea descalificado como una acción contrarrevolucionaria, encaminada a dañarlo.

Es preciso, por consiguiente, que los movimientos revolucionarios y progresistas emprendan igualmente una labor a favor de una eficiente y transparente gestión administrativa, la contraloría social y la democracia directa. Por lo tanto, la actual coyuntura política debe contribuir a despejar la incógnita que se presenta entre unas y otras organizaciones políticas y sociales respecto a la continuidad o no del proceso revolucionario venezolano. Esto requiere la mayor movilización de los revolucionarios para evitar que todo caiga en el vacío, desperdiciándose catorce años de protagonismo popular y de confrontación con las clases dominantes y el imperialismo yanqui. No será una tarea fácil, dado que gran parte de la dirigencia chavista -renuente a suscitar cambios y saltos cualitativos que consoliden el avance revolucionario- no estará dispuesta a perder los privilegios que ahora goza, lo que determinará ineludiblemente un enfrentamiento y una agudización de las contradicciones que tienen en relación a los movimientos revolucionarios y populares. Esta última situación -postergada en base al liderazgo desempeñado por Hugo Chávez y a la necesidad de preservar y de ampliar los espacios de poder conquistados- impone la producción de propuestas revolucionarias de alto contenido popular y socialista que puedan ser implementadas por las diferentes organizaciones del poder popular y sirvan de punto de partida para alcanzar el cambio estructural del Estado venezolano, unas nuevas relaciones de poder basadas en la participación popular y, por supuesto, la expansión democrática del proceso revolucionario bolivariano.