Italia: Tras las primarias, reinventar la política

Rossana Rossanda
Sin Permiso


Las primarias del PD obligan a reflexionar. Antes que nada, sobre la falta de fundamento de la cantinela según la cual los italianos ya habían tenido bastante de política y de sus ritos, en lo alto de los cuales aparecen las elecciones.  Más de tres millones de personas han ido a expresar su parecer sobre quién debía ser el candidato aspirante de la izquierda --institucionalmente, nada más que una recomendación--, y con un resultado no predicho. El mismo fenómenos se había verificado en Francia, donde se esperaba un inmenso abstencionismo en las presidenciales, cuando la participación ha sido elevada. Si a los políticos se les debe reprochar su escasa cercanía a la población, no es que los periodistas le tomen mejor el pulso. La gente sigue todavía interesada por la política, se emociona todavía, la premia o la castiga, y algunos de nosotros nos obstinamos en creer que si se le ofreciera argumentos y razonamientos más persuasivos que los que prodigan las televisiones, estaría dispuesta a acogerlos. 


Segundo objeto de reflexión son los resultados: la base del antiguo PCI y de las izquierdas, de la cual venían los votantes, se ha dividido en tres culturas. Culturas, no personajes. Bersani, el más conocido, ha quedado en cabeza, y es previsible que continúe así; pero se encuentra a su izquierda y a su derecha dos personajes muy diferentes entre ellos y diferentes también de él. Verdad es que no son pacíficos compañeros de viaje. El más seguido, el alcalde de Florencia, Mateo Renzi, es una versión inédita del populismo de izquierda con veste itálica, hasta propiamente toscana; el populismo clásico recoge y dirige a la derecha franjas populares que quedan al margen del desarrollo, o que están furiosas por las decepcionantes opciones de la izquierda, gente en suma que tiene de qué lamentarse, mientras que lo de Renzi es sobre todo un juvenilismo sin demasiados interrogantes y sin complejos: moveos, viejos e incapaces y dejad sitio. No me siento ni siquiera como para reprocharle el efecto que causa a quien se acuerda de pequeño del “Giovinezza giovinezza” [himno fascista italiano], porque el fascismo tenía una carga de contenidos que Renzi no tiene, salvo acaso un cierto desprecio, en los limites de un farfullar grueso, también eso toscano. Por lo demás, el renzismo no quiere decir nada, salvo una comezón de cambiar el personal político, quedando dudas al estar todos inevitablemente rodeados de jóvenes inteligentes y viejos estúpidos, o viceversa, prácticamente en igual medida. El único movimiento generacional que ha alterado la sociedad ha sido el 68.

El otro aspirante frente a Bersani, Nichi Vendola, quedó tercero con el 15 % de los votos, prueba de que hay un anhelo de izquierda coherente. Si ese 15% se expresase también a escala nacional, no sería poco. Pero ¿qué tiene que suceder hoy para estar en situación de contar? Desde Rifondazione han llovido muchos relámpagos sobre Vendola, como si fuese de partida un traidor; pero hay que admitir que meter el pie en la puerta no garantiza de por sí ese 15% del peso político que se propone el gobernador de Apulia y del que tiene necesidad para mantenerse.   

Y esto por dos razones de fondo, que en las primarias no han quedado demasiado explícitas. La primera es que la línea de Monti es un bloque compacto, no fácilmente enmendable ni siquiera en aspectos menores; la segunda, que no está claro si y cuánto, una vez presidente del gobierno, querría Bersani enmendar. Entre los males producto de Berlusconi está el que ha permitido a muchos creer que un gobierno, liberado de su ilegalidad y porquería, se desplazaría evidentemente a la izquierda en el plano político y en el económico, algo en absoluto cierto. Monti estaba libre de este tipo de basura y justamente con él ha salido una derecha pura y dura en todo su esplendor, digamos. Monti es la versión italiana de Angela Merkel, es más inteligente que Cameron y su proyecto no presenta intersticios en los que entremeter un poco de acolchado que lo amortigüe. Postponer la devolución de la deuda o tragarse el artículo 18 [del Estatuto de los Trabajadores italiano, que regula las condiciones de despido] no son modestas variantes, y aun admitiendo que Monti, acaso como presidente de la República, no se opusiera, el muro que se encontrará ante si quien lo proponga es, inmediatamente, Europa.

El conjunto de los países del norte, los virtuosos, para entendernos, es el que manda. Si a Monti le han ahorrado la troika, es decir, sentir las zarpas de la Europa monetaria directamente encima, no se la ahorrarán desde luego a Bersani. Un verdadero cambio de rumbo, al menos en sentido   keynesiano o socialdemócrata serio, implicaría una alianza de los países del sur, apoyada por una izquierda sólida. De la cual no veo rastros ni en Portugal ni en España, solamente la alternativa de Syriza en Grecia.  ¿Y en Italia? La pregunta se puede enunciar también así: ¿cómo está Bersani de alejado de la filosofía de Monti y de Merkel? Bersani, no como persona sino como PD, como ex PDS, como ex PCI, ¿hasta dónde ha llegado en esa rápida mutación hace ya más de veinte años? Una mutación ideal, antes incluso que política, la adhesión a la inevitabilidad del capitalismo y ya también la incapacidad de oponerse por lo menos a su forma neoliberal. Este es el problema que Alberto Asor Rosa deja en penumbra. Contra el neoliberalismo se levantan, ahora mismo, sólo unos cuantos, viejos o jóvenes, un sindicato, los movimientos, las ocupaciones, la cólera de la gente, pero los gobiernos, apenas elegidos dejan de verlos y, si los ven, les echan encima policía y porras.  

Contra esta Europa oímos voces autorizadas, ya sea en los Estados Unidos, ya entre nosotros; pero, ay, aisladas. Estamos lejos de esa larga marcha a través de las instituciones, entre las cuales pongo también la cultura “democrática” dominante, de la que hablaba Rudi Dutschke. Pero esta es la cuestión, ya en evidencia por la ruinosa pendiente de la política europea, lo demás está todo por reinventar, y va mucho más allá de una mera ocupación electoral de los palacios del poder. 

Rossana Rossanda,  miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO, es una escritora y analista política italiana, cofundadora del cotidiano comunista italiano Il Manifesto. Ya hace algunos años apareció en el Reino de España la versión castellana de sus muy recomendables memorias políticas: La ragazza del secolo scorso [La muchacha del siglo pasado, Editorial Foca, Madrid, 2008].