La política de Obama para Siria se acerca peligrosamente a la “Doctrina Bush”

 John Glaser

 AntiWar 

La administración Obama ha proyectado dos escenarios posibles para una intervención militar en Siria. Basándose en noticias y declaraciones oficiales difundidas esta semana, se han reproducido denuncias infundadas, según las cuales el gobierno de Assad estaría transportando y mezclando compuestos propios de las armas químicas, para rellenar proyectiles con esos compuestos. Funcionarios del gobierno norteamericano alertaron que los EE.UU. podrían intervenir militarmente en Siria 1), si el gobierno sirio emplea esas armas contra su propia población y 2), si considera que esas armas químicas pueden caer en manos de grupos militantes islamistas.

Es posible que la administración Obama intervenga Siria bajo el primer escenario (1), pero las declaraciones públicas son engañosas. Considérese las explicaciones de Bilal Y. Saab, Director Ejecutivo del Instituto de Análisis Militar del Golfo y Cercano Oriente, acerca de la “ausencia de credibilidad”  de los supuestos de Obama para el establecimiento de una línea roja ante el posible uso de armas químicas:
¿Por qué los EE.UU. han trazado una línea roja en ese punto y no en cualquier otro?
Las palabras de Obama pueden llegar a reflejar una preocupación humanitaria y una responsabilidad de buscar evitar la pérdida de más vidas humanas en Siria. Sin embargo, el presidente no ha reaccionado con la misma firmeza ante los miles que ya han muerto sin que se haya lanzado un gramo de veneno. Las armas químicas son consideradas armas de destrucción masiva, y si son usadas con efectividad, pueden matar miles de personas. Pero esto también pueden hacerlo los aviones de combate, helicópteros, tanques y todo tipo de artillería -como de hecho ya lo han hecho.
Efectivamente, las armas químicas generan alarma, pero no implican una mayor amenaza para los civiles sirios de lo que ha ocurrido en ese país hasta el momento. Más aún, para poder intervenir sobre esta base, los EE.UU. deberían justificar sus acciones con la al menos controversial doctrina de la Responsabilidad de Proteger. Asimismo, la intervención se sustentaría en bases legales aún más endebles, dado que no contarían con el apoyo del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Incluso en este escenario los EE.UU. carecen de opciones militares factibles. Una zona de exclusión aérea pondría en riesgo aún más civiles, y el bombardeo de las instalaciones y almacenes químicos sería tan malo como si Assad empleara esos elementos contra sus propios objetivos militares. Si los EE.UU. resolvieran lanzar una invasión terrestre para capturar y asegurar esas armas e instalaciones, serían necesarios al menos 75.000 hombres, y cualquier misión militar, por breve que fuera, terminaría por prolongar la misión. Generaría un cambio de régimen sin un gobierno interino viable, y terminaría por  transformarse en una ocupación extendida y sangrienta, costando la vida de cientos de miles de seres humanos y trillones de dólares, tal como ocurrió en Irak.
¿Qué hay del otro escenario posible (2)?
La administración Obama lo considera el menos importante de los dos escenarios de intervención planteados. Pero puede tratarse del más importante, sólo que no es viable para el consumo del público. En el pasado mes de agosto, Obama declaró que “No podemos tener una situación en donde [las armas químicas/biológicas] puedan caer en manos de la gente equivocada”. El miércoles 5 de diciembre, la Secretaria de Estado Hillary Clinton reiteró que “nuestras preocupaciones radican en que la desesperación creciente del régimen de Assad puede llevarlo a emplear las armas químicas, o a perder el control sobre ellas a manos de alguno de los muchos grupos que hoy están operando en el interior de Siria”.
El vice ministro de Israel, Moshe Yaalon, el pasado martes 4 expresó que “Se especula que el arsenal químico caerá en manos hostiles e irresponsables, como los grupos vinculados a Al-Qaeda u otros grupos terroristas”.
Para aquellos de nosotros que podemos recordar las justificaciones esgrimidas por la administración Bush para la invasión a Irak en el año 2003, este escenario actual debería sonarnos familiar. Paul R. Williams, J. Trevor Ulbrick y Jonathan Worboys, tres académicos de las relaciones internacionales, explicaron en la revista Foreign Policy cómo “la administración Obama corre el riesgo de estar reflotando la maligna Doctrina Bush de la autodefensa preventiva”:
Bajo la égida de la ley internacional, un estado sólo puede invocar su derecho a la auto defensa en caso de un ataque concreto o inminente. Luego de los ataques de Al-Qaeda del 11 de septiembre de 2001, sin embargo, la administración Bush reivindicó el derecho a la auto defensa preventiva contra los grupos terroristas y contra los estados que los albergan o que puedan suministrarles armas de destrucción masiva (WMD, por sus siglas en inglés).
Muchos estados y expertos en la materia rechazaron estas justificaciones para la guerra de Irak en 2003, porque Irak no podía ser vinculado con WDM ni con los ataques del 11 de septiembre.
A diferencia de Irak, Siria cuenta con armas químicas y biológicas. También ha establecido una fuerte relación con Hezbollah. Sin embargo, la doctrina de la autodefensa preventiva todavía sufre de las mismas deficiencias teóricas que las existentes en 2003. La doctrina posee bases débiles respecto de la ley internacional y su reconocimiento legal no justifica el uso de la fuerza de parte de los estados para la intervención militar.
La invasión a Irak por parte de la administración Bush constituyó un crimen de guerra, habiéndose basado en evidencia falseada en torno a una amenaza inexistente y en una justificación de auto defensa insostenible. La situación respecto de Siria hoy en día no es exactamente idéntica a Irak, pero es notable que los cálculos de la administración Obama para la intervención descansan en la misma, casi universal y vilipendiada lógica criminal de guerra, tal como lo hiciera la administración Bush.
De alguna manera, la situación actual es aún más caótica. La administración Obama explícitamente se ha negado a declarar “en torno a los informes de inteligencia” disponibles sobre las armas químicas de Siria, las que han generado gran revuelo durante la semana pasada. Mientras tanto, el gobierno sirio continúa negando enfáticamente cualquier sospecha de que estén planificando el uso de dicho armamento.
El martes pasado, el Ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de Assad declaró que “Siria vuelve a insistir, por décima, por centésima vez, que si tuviésemos esas armas, nunca serían empleadas contra nuestro pueblo. No cometeremos un suicidio”, agregando que Occidente está alimentando temores como “pretexto para una intervención”.
Finalmente, los EE.UU. nunca se habrían encontrado en esta situación donde grupos de militantes extremistas islámicos en Siria  podrían tener acceso al uso de armas químicas, si los EE.UU. mismos no hubiesen impulsado esos grupos como parte de una oposición rebelde. Ahí la cuestión.