Políticamente correctos

Cledis Candelaresi
Diario BAE


El último coloquio de Idea desnuda la estrategia patronal del momento: coqueteo con progresistas y críticas a la política oficial en boca de otros


“No vayan todos juntos contra Cristina”, fue uno de los mensajes que dejó Lula a los políticos de la oposición con quienes compartió un desayuno el jueves en el Sheraton marplatense, escenario del último coloquio de IDEA. La misma circunstancia en la que quiso saber acerca de la inflación o los avatares del dólar en el mercado local por la boca de dirigentes ajenos al Gobierno. A los mismos que sugirió articular alianzas como recurso para disputar el poder.

El ex presidente del Brasil, estrella indiscutida entre los expositores del cónlcave patronal que se hizo la semana pasada, ya había dado en público otras muestras de esa singular ecuanimidad en su discurso, que le permite congraciarse con interlocutores diferentes. Destacó la importancia de que un presidente abra sus oídos a opiniones diversas, algo que los empresarios que lo aplaudieron a rabiar en la cena del miércoles pasado interpretaron como una sugerencia a Cristina Fernández de Kirchner.

Pero en el mismo escenario, Lula rescató a la jefa de la Rosada como su amiga y reivindicó expresamente al venezolano Hugo Chávez y al boliviano Evo Morales, gesto menos simpático para un auditorio que mayoritaria y habitualmente denosta a esos líderes.

Tal vez más que otros coloquios, el número 48 tuvo un tinte de políticamente correcto.

Ya hace varios años que ítems como la pobreza, el perfil de la educación y hasta la corrupción matizan un temario en el que tenían preeminencia los temas macroeconómicos de coyuntura, enfocados desde una perspectiva ortodoxa. Pero esta vez este viraje se hizo más notorio.

Se eligió como figura a un mandatario de extracción sindical como el brasileño y, como nunca, se articuló una exitosa tarea de marketing en torno de su figura para atraer adeptos. Sin pruritos. Como si el perfil de estadista hubiera eclipsado el otro costado que Lula se ocupó de subrayar con guiños a Víctor de Genaro y al propio Hugo Moyano y relatando ante novecientos empresarios su sufrida historia personal de niño pobre.

A los hombre de empresa locales les fascina tanto la ductilidad de las polítcas del ex presidente, que alivió la situación de los pobres al tiempo que ayudó a robustecer al gran capital, tanto como una distancia esencial: finalmente, la reivindicación de Venezuela y Bolivia son anécdotas simpáticas en boca de un político que nunca tomará decisiones en la Argentina.

Pero el mayor esfuerzo por la corrección política estuvo en el intento de armar paneles de debate plurales, criterio en el que tuvo mucha gravitación el asesor temático y figura obligada de casi todos los encuentros empresarios de los últimos tiempos: el economista heterodoxo Bernardo Kosacoff.

VENTRÍLOCUOS. Hace tiempo que IDEA intenta no ser reconocida como un foro conservador, ajeno a los problemas sociales y enemigo del Gobierno, a cuyos máximos responsables nunca deja de invitar, a pesar de los reiterados desaires a este convite.

Pero, a pesar de ese esmero, que llevó a incluir entre los expositores a periodistas que expresamente apoyan la propuesta oficial, a ex funcionarios de gobierno respetados intelectualmente y a sindicalistas que en otro momento no hubieran tenido cabida en las elegantes cenas del evento, la mayor parte de las voces que se escucharon desde el escenario resultaron adversas a la política oficial.

Las críticas formuladas desde distintos lugares del espectro ideológico sintetizaron en público lo que la mayoría de asistentes dice en privado. De alguna manera, los disertantes oficiaron de ventrílocuos, que evitaron a los empresarios siempre temerosos de alguna presunta represalia oficial exponerse con cuestionamientos on the record a la política en curso.

Un buen ejemplo fue la troupe de expositores sobre la situación económica del viernes a la tarde. El ex presidente del Banco Central y fallido candidato vicepresidente en la fórmula junto a Ricardo Alfonsín, Javier González Fraga, objetó la suba de gasto público en “la era K” del 27% al 44% del PBI: 300 mil millones dólares extra –calculó–, que no habrían permitido erradicar problemas sociales. El diputado Claudio Lozano, de Unidad Popular en el Frente Amplio Progresista, alertó sobre la pobre performance de la inversión, focalizada en la construcción y no en ampliar la capacidad productiva, y fustigó al poder central por “tercerizar el ajuste” forzando a las provincias a hacer el recorte que Nación evita. Más categórico, el titular del Banco Ciudad, Federico Sturzenegger, propuso directamente recortar a la mitad las erogaciones estatales.

Faltaron ponencias que contrarrestaran esos juicios, relativizaran los vaticinios sobre inminentes crisis, y alimentaran el debate. Un vacío que se generó, en cierta medida, por decisión del propio Gobierno.

Los hombres de empresa se esfuerzan por tender puentes con la Casa Rosada, en rigor, más animados por el espanto más que por el amor. Pero esa amistad impostada no convence a una administración oficial que se sabe mirada con recelo y para la cual los símbolos valen. Desde la lógica kirchnerista, compartir un escenario con los CEO, accionistas, o ejecutivos de grandes compañías de todos los rubros bien podría interpretarse como una reverencia hacia un factor de poder real, cuyos intereses suelen ser contrarios a los de las mayorías ajenas a estas tribunas, que confían en la política oficial como único recurso para mejorar su suerte.