La dinámica de dólares y el 2013

Eduardo Luis Curia
Diario BAE


Un concepto que resaltamos desde hace tiempo en esta columna es el de la dinámica de dólares o divisas de la economía, emparentado con la categoría de la restricción externa o de divisas. Distintos acontecimientos y perspectivas tienden a confirmar lo fructífero del concepto.

Para el funcionamiento amplio de nuestra economía, suponiendo diversas exigencias, y sobre todo apuntando a un crecimiento lo más acelerado posible, la disponibilidad de dólares es clave, casi como el oxígeno para respirar. Y, como solemos decir, la Argentina no los emite, algo a lo que la Presidenta se vino refiriendo. La dinámica de dólares traza lo que sería la descripción de la trayectoria verificada en dicho frente. La restricción externa, por su lado, marca un concepto más hondo, que remite a la capacidad o incapacidad sistemática de la economía para asegurar aquella disponibilidad de modo adecuado.

Aclaramos en todo momento que la restricción externa es una variable latente; siempre alerta de forma subyacente. Luego, según sea el devenir circunstancial, la restricción o limitación de divisas registra una mayor o menor manifestación.

La dinámica de dólares de la economía se refiere a aquel devenir. Éste puede trasuntar momentos más distendidos en cuanto a la disponibilidad manifiesta de dólares, o, por el contrario, revelar instancias más apremiadas. Por ejemplo, a medida que corrió el 2011 se fue perfilando, en lo manifiesto, una estrechez relativa de divisas que llevó a cierta eclosión en la bisagra de ese año con el 2012; por otra parte, de cara al 2013, se insinuaría una perspectiva más relajada.

El simple curso referido a que se disponga de “más/menos” dólares según los tramos, responde a un orden más cuantitativo. Luego, aplica el análisis que aborda las condiciones más de fondo, que atañen al alcance estricto de ese curso y a una significación económica más abarcativa y profunda.

Fases en contraste. Centrémonos ahora en la dinámica de divisas. En la sección anterior, despunta un determinado contraste entre una fase más apremiada de la dinámica de divisas avanzando el 2011, y una visual relativa a un 2013 más aliviado en la materia.


En cuanto a lo primero, en una nota reciente en BAE (20/8/2012), se hizo un examen al respecto aprovechando el análisis encarado por el Banco Central (BCRA) a través de su Informe Macroeconómico de julio pasado. Recordamos allí que el BCRA exponía una “causalidad”: ubicándose a fines del 2011 e inicios del 2012, se ponía el acento causal en una determinada percepción que se había generado acerca de un superávit comercial en declive, la que empalmó con un movimiento proclive a la salida de capitales-dolarización instigado por las decisiones de portafolio de agentes con capacidad de ahorro. En aquella percepción incidían presunciones varias asociadas a la desaceleración de la economía mundial y de la brasileña con sus secuelas, a menores exportaciones en general (las agrícolas comenzaban reflejando la sequía doméstica), y al balance deficitario del rubro energético. La visual sobre el superávit comercial surgía como el quid del asunto, factor potenciado por las compras de dólares para atesorar o “de portafolio”.

Hay que destacar la importancia de ese quid. Obviamente, está descartado cualquier movimiento de pretensiones compensadoras imputable a la cuenta capital. Luego, en condiciones como las descriptas, se explica que la respuesta haya consistido en un racionamiento muy difundido de divisas –buscando, especialmente, ceñir la demanda–, el que, si bien incluye un capítulo de veda de la compra de dólares para atesorar, se prolonga, asimismo, a las cuentas corriente y comercial. De este modo, en medio de la estrechez relativa de divisas, se aspira a establecer cierta priorización en el uso de los dólares, atendiendo, a la vez, a la mayor preservación posible de las reservas del BCRA. En paralelo, el efecto de la constricción sobre la demanda de dólares es “favorecido” por la desaceleración de la economía (y del sector manufacturero) que se verificó. Se tiene éxito, dentro de las coordenadas mencionadas, en “maximizar” el superávit comercial y, en cuanto a las reservas, éstas se atienen a un entorno “estático”.

En la nota citada procedimos a extender la causalidad, usando un marco algo más amplio. En efecto, ya a inicios del 2011 se tornó más manifiesto que el ciclo económico positivo –el PIB, en el bienio 2010/2011 creció a una tasa anual parecida a la del lustro 2003/2007– tendía a despegarse de un desempeño robusto del superávit comercial y de la acumulación de reservas. Arrancando el 2011, se evidenciaba ese fenómeno y fue aumentando la presión sobre las reservas.

El proceso de progresivo debilitamiento del tipo de cambio real poseía una influencia general y básica en el asunto. Podían anotarse, sí, datos específicos, como la aparición por diversos motivos internos del déficit energético, pero, por otro lado, la reacción de los precios de la soja hacía que la resultante en divisas del complejo involucrado tendiera a más que compensar aquel dato. Primordialmente, pesaba el importante estiramiento de los déficits en divisas tanto del sector industrial más específico como del industrial global, rasgo que se distinguía de los valores de la primera parte de la década pasada. Ya a fines del 2011 y entrando el 2012, con algunas presunciones mediante, como las citadas más arriba, la tirantez en términos de divisas se acentuó. Ratificada en lo esencial la política cambiaria, el racionamiento global de divisas jugó como un “corolario”.

El “salto” positivo en divisas dado en el plano sojero durante el 2011, ayudó a evitar un mayor deterioro comercial general; cuando de cara al 2012, las perspectivas aludían a los efectos probables de la seca en la cosecha y a precios mundiales no muy atractivos, se perfiló un “salto”, pero negativo –“hacia abajo”–, afectando la visión del resultado comercial. Cuando en el correr de este año los precios mundiales de los granos se empinaron, esa visión tendió a tonificarse.

Con vistas al 2013, lo que se dibuja en el horizonte es un nuevo “salto” positivo en lo atinente a la soja y afines, atendiendo a la confluencia de dos premisas: a) los precios mundiales seguirán interesantes (aunque no sean “pico”), y b) no habrá mermas ponderables por razones climáticas domésticas. Luego, la cosecha será importante, y la recolección aneja de divisas, también. A su vez, la “factura” por vencimientos de la deuda pública externa se perfila más acotada. La decantación de estos factores es, en hipótesis, un lote adicional de divisas que luce respetable.

¿Qué expectativas se desprenden de la concreción de ese adicional de divisas, suponiendo que se cumplen sus premisas? Por de pronto, la instancia calzaría –tanto en calidad de aportante como viabilizante– de la mejora del ciclo de negocios que asoma, y que se afirmaría en el 2013. Un resorte concurrente sería un relativo alivio durante ese año, sobre todo en lo referido a las cuentas comercial y corriente (con el interrogante de los meses que corren hasta la liquidación de la nueva cosecha), de las restricciones que, de un modo u otro, han venido afectando el flujo productivo. Las divisas, así, “cubrirían” el ciclo más animado, incluyendo las exigencias del balance energético. Elementos indispensables para la producción industrial de fuente externa podrían fluir algo más distendidamente, incorporándose las contribuciones que quepan en materia de la sustitución de importaciones inducida, sobrellevando los mayores costos en dólares. Es factible cierto repunte de las exportaciones industriales, pero lidiando con una rentabilidad que tiende a verse comprometida. Otros rubros influirían, sumando y restando, en la dinámica de dólares.

Tras este esbozo de la perspectiva de la dinámica de dólares, algunos aspectos aconsejarían un análisis ulterior: a) la intensidad y sostenibilidad del ciclo económico positivo que atisba; b) el grado de relevancia en aquélla, aparentemente en ascenso, del rubro de la soja y afines, sopesando la importancia de sus “saltos” en un sentido u otro (altibajos) –¿acaso en el 2014, como “ley de moción”, se apuesta a otro salto positivo?– y al modo en que dicho rubro se articula, por ejemplo, con el balance de dólares del sector manufacturero, y c) el reflejo de aquella dinámica de dólares en la evolución del stock de reservas del BCRA. El análisis de estos factores ayudaría a completar el enfoque de la fase de la dinámica de dólares de la economía que se insinúa.