Argentina: Hacia una cadena de supermercados del Estado

Federico Bernal
Tiempo Argentino


Ni siquiera el medio pelo se cree el mito de la inflación descontrolada
 y del veintipico por ciento.


En julio del año pasado y con el título "El boom de los descuentos refleja una gran dispersión de precios" (Suplemento Eco, Tiempo Argentino), analizábamos las promociones lanzadas por las grandes cadenas de supermercados. Señalábamos entonces lo desconcertante de las rebajas sobre el precio de lista en alimentos, bebidas y productos de limpieza, oscilando, según semanas o festividades, entre el 2x1 (gratis la segunda unidad igual comprada) al 70, 50, 20 o 15% de descuento. Nos preguntábamos: ¿cuál es el valor y el costo real de las cosas? En sintonía con la profundización del modelo puesto en marcha en 2003, ¿acaso no es tiempo de regular el caos promocional supermercadístico para que sea el Estado quien dirija el consumo hacia productos nacionales o hacia determinados rubros en función de ejes productivos preestablecidos? ¿Es posible eliminar todas las promociones y reducir en un 30% o un 50% los precios de lista de los alimentos y bebidas? ¿Cuánto más se podría consumir y cuánto más podrían comprar las clases populares si los precios fueran sensiblemente inferiores? Más de un año pasó de aquella nota. Los descuentos y las promociones siguen cotizando en alza. Las ganancias de las grandes cadenas de supermercados también. Mientras tanto, la "inflación" avanza en la agenda política y mediática nacional. De un lado la mentira descarada; del otro abundan explicaciones ambiguas o netamente academicistas. 

INFLACIÓN Y COLONIZACIÓN CULTURAL. Dos domingos atrás, el Plan Fénix analizaba en Página/12 la cuestión de la inflación: "[...] la Argentina se liberó de un gravoso cepo intelectual, al que estuvo sometida desde largo tiempo atrás [...]. [Pero] la inflación ha vuelto a instalarse como una cuestión central entre las preocupaciones sociales y exige la adopción de políticas eficaces para su morigeración y control." En primer lugar, no es por haberse ficticiamente impuesto como preocupación social que la inflación deba morigerarse y controlarse. El cepo intelectual sigue haciendo de las suyas. En segundo lugar, seguir omitiendo el indispensable rol positivo de la inflación bajo modelos de modernización económica e industrialización autosuficientes y soberanos es, a esta altura del partido, un error inexcusable. Más adelante en su análisis, el Fénix afirmó que "la inflación actual se ubicaría en el entorno del 20% anual, en tanto que el promedio del incremento de precios, [...] resulta aproximadamente del 23%." El titular del Indec, también desde Página/12, destacó acertadamente el beneplácito que la nota del grupo de economistas heterodoxos reportó al diario La Nación (Ver aqui). Por nuestra parte, agregamos además la coincidencia con Fontevecchia y Alfredo Coto (como se verá más adelante) así como con buena parte de las consultoras privadas financiadas desde la oposición política, el Sindicato de Camioneros, el Grupo Clarín y el referido pasquín mitrista. Como se sabe, Clarín y La Nación son los principales responsables de haber posicionado a la inflación como preocupación central de la sociedad, en un contexto paradójico de crecimiento sostenido del consumo y la producción, con generación de empleo, movilidad social ascendente y aumento de salarios y jubilaciones. El Plan Fénix debería detenerse a meditar sobre este aspecto, más que poner en tela de juicio la credibilidad del Indec. ¿Cuál es la credibilidad de la zoncera inflacionaria (la inflación como preocupación social primaria) cuando el consumo no para de crecer, ni los bancos de financiar, ni los supermercados de vender (ni regalar o descontar a la marchanta)? Ni el medio pelo se cree el mito de la inflación descontrolada y del veintipico por ciento. Seguimos con el Fénix: "Las expectativas de incremento de precios [...] generan un comportamiento 'cultural' inflacionario que opera como crucial mecanismo de propagación." Una vez más, aportar a la desconfianza del Indec es contribuir al comportamiento cultural inflacionario cuyo eje se centra en la zoncera del Estado como causante de la inflación y enemigo histórico del ciudadano consumidor.

LA PUJA DISTRIBUTIVA. "La puja distributiva tiende a provocar el incremento en los precios. Sobre todo cuando los empresarios, en particular los formadores de precios, reajustan sus márgenes de ganancia." Muy diferente hubiera sido que el Fénix expresara esta misma idea como sigue: "El incremento en los precios se da, sobre todo, cuando los empresarios, en particular los formadores de precios, reajustan sus márgenes de ganancia. De esta suerte, la puja distributiva se desequilibra en detrimento de las clases populares." A propósito aunque sin hablar directamente de la concentración, verticalización, extranjerización y cartelización del sector alimentos y bebidas, Itzcovich planteó al cierre de su artículo que "la discusión que debe plantearse desde el campo de la política económica –y no desde la teoría académica como hace el Plan Fénix– es el de la distribución del ingreso". Más arriba en su nota, incluso llegó a dar el ejemplo de la renacionalización de YPF como paso fundamental para controlar costos y definir precios razonables en función de un proceso de industrialización y desarrollo socialmente justo. En otras palabras, el Estado recuperando soberanía económica (no usamos el término "intervención", desde que es el Mercado quien ha intervenido la economía, afectándola con el desplazamiento de su actor y gestor natural, el Estado). Finalmente, una cuestión adicional pero fundamental sobre la puja distributiva, ahora en palabras del notable economista Iván Heyn: "Coordinar la distribución del ingreso para evitar que se intensifique la puja distributiva", sigue siendo la clave de la profundización. Esta distinción, que no hace el Fénix y sí sutilmente el titular del Indec con el ejemplo de YPF, es estratégica. Se trata de la distribución del ingreso no entre burguesía y proletariado, sino entre corporaciones y pueblo, entre pueblo y sectores socioeconómicos oligárquicos y mercantilistas rentísticos y parasitarios (rentas agraria, minera y alimentaria). 

CONTRA LA SUPERVERGÜENZA, ESTADO Y MÁS ESTADO. No tiene cara Alfredo Coto cuando afirma que "al haber gran competencia [sector supermercados en la Argentina] los precios se regulan solos". Tres firmas controlan más del 60% de la facturación total del sector, entre ellas, Coto. Seis firmas (Carrefour, Cencosud, Coto, La Anónima, Walmart y Casino) venden el 58% del total de alimentos y bebidas (AB) a escala nacional. Parafraseando a Coto, en realidad los precios sólo los regulan tres empresas, que no es igual, porque "solo" en función de adverbio va acentuado. Tampoco tiene cara el empresario argentino cuando, entrevistado por Fontevecchia (23/9/12) y a esta tendenciosa y capciosa opinión pregunta: "Cuando usted pronosticó una inflación del 12% para 2006, no se equivocó. Hoy es el doble. ¿Hoy le preocupa menos el doble de inflación por el contexto internacional que vivimos?", responde sin negar o cuestionar la inflación según entiende el director de Perfil. Quien calla otorga. Para Coto, con una participación de mercado del 20% y una facturación estimada en 2012 de 10 mil millones de pesos, existe una inflación del 24% en la Argentina. Fontevecchia logró su objetivo. Pero nosotros... ¡nosotros también queremos preguntar! ¿Por qué no explica Coto cómo hace su cadena (y las demás) para soportar descuentos sobre el precio de lista que oscilan entre el 15% al 100% (muchas veces se regala la segunda unidad habiendo comprado una igual), todas las semanas y para la mayoría de los productos? ¿Qué opina el Fénix al respecto? Los precios de lista e incremento de precios de Coto, Carrefour, Jumbo, etc., ¿acaso pueden ser creíbles? Como sea, no será dotando de vergüenza a Coto como lograremos que él y todo el oligopolio súper e hipermercadístico en la Argentina rebajen drásticamente los precios de los alimentos y bebidas. Se necesita de una cadena de supermercados del Estado nacional. Se necesita fusionar al consumidor con el Estado, basándose en el aumento de la confianza del primero para con el segundo. Cualquier accionar contrario a ello, como la posición del Fénix con el Indec, no hace más que exacerbar el "comportamiento 'cultural' inflacionario", contribuyendo así al uso de la "inflación" como herramienta de desestabilización primaria por parte de los enemigos históricos del pueblo argentino.