La “hoja de balance” del Banco Central en un marco más general

Eduardo Luis Curia
Diario BAE

La “hoja de balance” del Banco Central  en un marco más general
La “hoja de balance” del Banco Central en un marco más general

Últimamente, se discutió bastante acerca de la evolución de la “hoja de balance” del Banco Central (BCRA). Su alcance, su configuración y el resultado patrimonial incurso, se han sometido a debate. En el candelero están las implicancias del asunto. En ocasiones, se lo ve a éste como una cuestión cuasisuficiente; para nosotros, la comprensión exige atender a planteos de estrategia global.
Recuérdense ciertos rasgos que caracterizan actualmente a la “hoja de balance” aludida. En el BCRA, los activos de más densidad son las reservas internacionales, títulos del Tesoro o letras intransferibles recibidas a cambio de las reservas internacionales aplicadas a pagos externos y los llamados adelantos transitorios. En cuanto a los pasivos, tenemos a la base monetaria, títulos concernientes a las operaciones de esterilización monetaria y algunas obligaciones relativas a organismos internacionales. Se suelen hacer observaciones acerca de la solidez que registraría el balance del BCRA y del carácter de su estado patrimonial. De allí se extraen conclusiones de política.
Vale la pena mencionar que discusiones como las citadas, también campean en el seno de las naciones desarrolladas. Esto, en parte importante, se explica por el redimensionamiento habido en los balances de los bancos centrales involucrados con motivo de la crisis mundial de años atrás y de sus ulterioridades.
Se ha percibido en este plano cómo los bancos centrales, cuyos pasivos consisten en gran medida en base monetaria y en algo de equity, se topan en sus activos (siendo limitadas sus tenencias de reservas internacionales) con títulos que, además de los de deuda del Tesoro, atañen a participaciones correspondientes al ámbito del sector privado, títulos que registraron un in crescendo. Tal ha sido el caso en lo que concierne a la Reserva Federal, dando lugar a que, desde algunos círculos, se le achacara a ésta que estaba aplicando “política industrial” (en especial, por cierto tipo de tales participaciones).
Una pregunta sería si un banco central de un país desarrollado –como la Reserva Federal–, podría afrontar pérdidas, agraviándose fuerte su situación patrimonial, incurriendo en “capital negativo”. Dicho sea de paso, y moviéndonos con un ejemplo más a mano (y de un país en desarrollo), nuestro vecino Chile cargó con un banco central con capital negativo por varios años.
Volviendo al tema de la Reserva Federal, cabría pensar, en hipótesis, en la posibilidad de que los títulos tenidos en cartera por motivos de la participación aludida, incluyendo procedimientos de “colateralización”, pudieran ver acotado su valor, determinando, por rebote, pérdidas patrimoniales en aquella entidad rectora. Naturalmente, corresponde en primer lugar un análisis probabilístico sobre la ocurrencia de una tal circunstancia, además de la magnitud que alcanzaría. A partir de aquí, serían examinables las respuestas provenientes de la Reserva Federal (o de alguna otra entidad).
En el caso argentino, los análisis se centran especialmente en las letras intransferibles del Tesoro carentes de mercados secundarios, y que dan un rinde mínimo; en los adelantos transitorios y en las Lebac y Nobac que traducen los mecanismos de esterilización monetaria.
Algunas visiones. En el caso chileno antes mencionado, no pareció que el capital negativo haya minado mucho la credibilidad del Banco Central y su capacidad de manejo de los objetivos planteados, como el del control de la inflación. Se aduce que la disciplinada política fiscal contribuyó al respecto. De todas maneras, en un reciente paper del FMI, intitulado “¿Importa el capital del Banco Central para la política monetaria?”, si bien se reconoce la característica “positiva” de la experiencia chilena, en términos de promedio, se señala que un balance “débil” de los bancos centrales podría afectar el desempeño respecto de los objetivos de output y de inflación (según una presunta definición del “óptimo” relativo a las tasas de interés).
Otras miradas interesantes abordan el tema del balance de los bancos centrales centrándose en las economías que, como las de Asia del Este, han enfatizado la acumulación de reservas internacionales (conformando el activo), a la vez que, buscando absorber el “exceso de liquidez” en juego, aplican mecanismos de esterilización monetaria. Se señala que habiendo presiones de apreciación cambiaria, el recurrir a expedientes de mercado –como subas de tasas de interés– para instigar la esterilización, puede reforzar el ingreso de capitales y frustrar el intento. Y si se opta por mecanismos “no de mercado”, como suele hacer China –administrando los encajes bancarios–, podrían surgir distorsiones en el sistema financiero doméstico. Surgen, entonces, “alternativas”: mayor flexibilidad cambiaria, mayor control al ingreso de capitales, etcétera.
¿Y qué se dice respecto de la hipótesis de pérdidas importantes por parte de la Reserva Federal en virtud de la desvalorización franca de ciertos títulos contenidos en la cartera?
Prima facie, la respuesta es simple: la Reserva Federal es capaz de recapitalizarse a sí misma. ¿De qué forma? Pues, cual paradoja, generando base monetaria (teniendo en cuenta la prevalencia de pasivos en moneda nacional y no indexados, y pocas reservas internacionales). Traducido: la Reserva Federal emite… ¡y listo!
Por supuesto, de inmediato se examina la virtualidad inflacionaria del método de marras, sobre todo, si fuera muy intenso. A la postre, está envuelto el desempeño del señoreaje. Según el despliegue de este elemento, computando el contexto vigente en el caso, el expediente puede ser más o menos exitoso. En el límite se daría la circunstancia írrita de una alta tasa de inflación esperada –algo así como una tasa impositiva indirecta–, que, repercutiendo sobre los denominados balances monetarios reales, constriñera a éstos, marcando así la reducción de la base impositiva indirecta. pudiéndose llegar, por ende, a retroalimentar el proceso. La autorrecapitalización, entonces, jugaría, aunque bajo condiciones. Por lo demás, otra opción sería la capitalización “desde afuera”, vía un aporte del Tesoro (ordenando sus prioridades).

Acerca de nosotros. Respecto del balance del BCRA, un punto bajo polémica es el del “pago con reservas” de los vencimientos de deuda pública externa, con la consecuente caída de reservas. Cuatro años atrás se creó el Fondo del Bicentenario, asociado a ese punto, señalamos que en la circunstancia el planteo era admisible, debiéndose, sí, en perspectiva, atender a las condiciones de sustentabilidad en el tiempo.

Por un lado, en algunos comentarios se aduce que en el análisis deben ventilarse las alternativas. Así, cabría endeudarse afuera para “compensar” la caída de reservas, pero, esta opción –recuérdense los antecedentes de fines de los ’70 y de la etapa de la convertibilidad– podría terminar jugando como un “salvavidas de plomo”.
Con relación a los adelantos transitorios como método de financiamiento del BCRA al Tesoro, se argumenta que es una práctica de rango histórico, empleable asimismo en los países desarrollados en su momento. En lo doméstico, la opción a aquéllos podría exigir un ajuste fiscal de proporciones, con implicancias duras para la actividad económica. Más aun, volviendo al plano internacional –recuérdese lo que se habló antes de la autorrecapitalización– la Reserva Federal, en los últimos tiempos, hasta monetizó directamente deuda del Tesoro, acercándose de algún modo a la figura de aquel método.
También se menciona que el cómputo de títulos sin mercado secundario, como las letras intransferibles, se usa en otras estimaciones de balance sin quejas.
Una determinada configuración del balance del BCRA no es un dato autosuficiente, desconectado de consideraciones estratégicas más generales. En este orden, durante la primera parte larga de la década pasada, el stock de reservas crecía rápida y sostenidamente –un componente “fuerte” del balance–, y cuando se hizo el gran desinteresamiento del FMI, poco tiempo después ya se recuperaron las reservas y los coeficientes de respaldo en dólares de los pasivos monetarios. A su vez, con el superávit fiscal primario existente, asociado con una briosa expansión económica, se llegó a comprar “lotes de divisas” en el mercado libre de cambios para hacer pagos externos, al lado del uso algo moderado de adelantos transitorios. En fin: el análisis de los balances de los bancos centrales es indesgajable de las consideraciones de política más globales.