Homenaje a José Pedroni: (1899 - 1968)


 Nació en Gálvez, provincia de Santa Fe, el 21 de septiembre de 1899. Era hijo de Gaspar  Pedroni y de Felisa Fantino, ambos inmigrantes piamonteses. El escritor creció disfrutando de la paz del campo y rodeado de los nobles instrumentos de trabajo.

  Pero la infancia de Pedroni fue también sufrida, ya que a la par de la escuela tuvo que trabajar con su padre como ayudante de albañil. Muchas de las imágenes que Pedroni fue registrando durante su niñez, serían el barro que luego utilizaría para construír sus versos.

  En 1912 se radica en Rosario. Estudia en la Escuela Superior de Comercio y aprende inglés y francés. Por entonces comienza a publicar sus primeros trabajos en un diario de Gálvez.

  Los años mozos de Pedroni transcurren en una Rosario convulsionada por movimientos obreros socialistas y anarquistas. En 1912 se produce el Grito de Alcorta, la primera huelga agraria del país. Años después cae asesinado el abogado Francisco Netri. Ese clima de virulencia social también influyó en la formación del poeta.

  En 1916, José Pedroni obtiene el título de Bachiller y comienza a trabajar como tenedor de libros.

   En 1918, por razones laborales, se traslada a San Carlos Norte y luego a Sa Pereira. Allí comienza a conocer la historia de los primeros colonos, historia que reproducirá en sus versos.

  Trabajando como contador en la Casa de Ramos Generales de Alejo Chautemps, José Pedroni conoce a la que sería su esposa y compañera fiel: Elena Chautemps, con quien contrajo enlace el 26 de marzo de 1920.

   Un año después, el 17 de marzo de 1921, nace su primer hijo, Omar Tulio. Ese mismo año, luego de recibir la baja como conscripto militar, Pedroni se traslada a Esperanza, donde se emplea en laFábrica Nicolás Schneider, en la cual trabajó como contador durante 35 años.

  En 1923 aparece su primer libro: “La gota de agua”. El debut fue impactante: Pedroni empezaba a mostrar una poesía distinta, por su sencillez y belleza, donde el protagonista principal es el hombre, el obrero, la mujer amada, los hijos y la tierra.

   Dos años después, en 1925, sale a la calle “Gracia Plena”. La llegada del segundo hijo, José María, hizo que Pedroni le regalara a la posteridad varios de sus poemas más hermosos y recordados. “Gracia plena” fue un éxito literario.

   El 13 de junio de 1926 se produce un hecho que será fundamental para Pedroni: en una nota aparecida en el diario “La Nación”, Leopoldo Lugones exalta la obra del poeta santafesino, a quien bautiza como “el hermano luminoso”.

   En 1928 nace el tercer hijo de José Pedroni: Juan Carlos. En 1930, llega al mundo la única hija del poeta: Ana María, hoy radicada en Guatemala.

  Los conceptos elogiosos de Lugones hacia el poeta, terminaron convirtiéndose en una pesada carga, a punto tal que debieron pasar diez años para que aparezca el libro sucesor de “Gracia Plena”: “Poemas y palabras”. En 1937 José Pedroni publica “Diez mujeres”.

   En 1941, “El pan nuestro”. Y en 1944, “Nueve cantos”. Hasta que en 1956, luego de varios años de espera, aparece la que para muchos fue su obra cumbre: “Monsieur Jaquín”. Este libro es un homenaje a los primeros inmigrantes que trabajaron la tierra, especialmente a los fundadores de la Primera Colonia Agrícola Organizada del país: Esperanza.

  En 1959, el escritor funda en Esperanza el Teatro de Títeres “Pedro Pedrito”, con la colaboración de otro gran artista: Ricardo Borla.

   En mayo de 1960 se publica “Cantos del hombre”. 

   En ese trabajo, Pedroni recuerda a unas islas a las que Yupanqui llamaría después “la hermanita perdida”

   En diciembre del mismo año aparece “Canto a Cuba”. Estos versos, en los que Pedroni refleja admiración por aquellos barbudos que intentaban parir un mundo nuevo, hicieron que muchos intentaran encasillarlo ideológicamente.

   En 1961 le sigue “La hoja voladora” y en 1963, el que sería su último libro: “El nivel y su lágrima”.

  Pedroni siguió escribiendo hasta sus últimos días. En ocasión de inaugurarse el Velódromo Municipal de Esperanza, se le pidió un poema alusivo. Así nace “La bicicleta con alas”. Fue casi una despedida. El 4 de febrero de 1968, José Pedroni voló hacia otros mundos en Mar del Plata, lejos de Esperanza, su tierra amada.

  Una vez le preguntaron a Pedroni para quién escribía, si para todos o para sí mismo. Él contestó tajantemente que el que escribe para todos no escribe para nadie, y el que escribe para sí ha elegido el peor interlocutor, ya que a la gente no le interesan las tribulaciones personales de un poeta.

   La poesía de Pedroni apunta, como a él le gustaba decir, al corazón del hombre. Quizás eso explique la vigencia de su obra.


  Nota del responsable de la página www.pampagringa.com.ar:

   Pedroni fue siempre un defensor de las causas populares y admiraba a los líderes de esas causas.
   Por eso, cuando tomó conciencia del significado del histórico "Grito de Alcorta", compuso una poesía en honor a una heroína no suficientemente nombrada y que alentó a los agricultores en las cruciales jornadas preparatorias de la huelga. Era María Robotti, la esposa de Francisco Bulzani, uno de los líderes de la causa y a ella le dedicó la poesía "María de Alcorta", que puede leerse en este enlace.

Del Diario "La Opinión" de Rafaela
del 4 de febrero de 2005
José Pedroni
21 de setiembre de 1899 - 4 de febrero de 1968

A treinta y siete años de la muerte del "hermano luminoso"

  Para el año Pedroniano que con un grupo de esperancinos coordinamos en todo el país, logramos la tercera edición de sus obras completas, realizada por la Universidad Nacional del Litoral.

   En esta oportunidad, el prólogo fue elaborado por el reconocido escritor, también santafesino, residente en París, Juan José Saer. En un párrafo, dice Saer: "Aquella 'tarde gris y fría del invierno', entrar en la casa de Pedroni, fue como penetrar en el mundo, más atrayente que el que llaman real, de la literatura. Si Pedroni no fue el primer poeta que leí, fue sin la menor duda el primero que conocí y que admiré personalmente. La increíble emoción de tenerlo sentado frente a mí, atildado, atento y cordial, escuchando la lectura de mis poemas junto al fuego feliz de la chimenea, es sin duda uno de los más hermosos recuerdos de mi adolescencia, lo que equivale a decir: de mi vida".

   Sí, Pedroni, a quien conocí viviendo a la vuelta de mi departamento, era atildado y cordial. No todos los esperancinos tuvieron este concepto de él, y pocos son los que reconocen la grandeza de su obra, simplemente porque casi no lo han leído.

   Confunden su señorío espiritual con orgullo, sus ideas progresistas con alguna esotérica ideología política, su humanismo sencillo, claro, franco, como no acorde con el modo de vida de la provinciana ciudad a la que tanto amó.

   El había nacido en Gálvez, de padres italianos que arribaron al país para cambiar su suerte. En su autobiografía, breve, Pedroni dice: "He publicado libros de versos donde el hombre, en quien creo y a quien amo, participa de mi emoción y domina sobre el paisaje. El recuerdo del hombre dirá cuál es el mejor de mis poemas. Pienso que ha de ser aquel donde mi semejante de hoy y de mañana se reconozca.
La gloria no es más que un verso recordado".


   José Bartolomé Pedroni, ese vecino que lentamente caminaba por la plaza de Esperanza junto a Elena, su bella esposa, ha logrado que muchos hombres y mujeres de latitudes diversas se reconozcan en sus poemas y que recuerden sus versos.

   Hace pocos días, un profesional cordobés residente en Alemania, escribió al hijo del poeta, Juan Carlos, una hermosa carta a la que adjuntó un magnífico poema. Eduardo Larraza, tal el nombre del profesional de Bell Ville radicado en Alemania, expresa en el primer párrafo de ella: "ignoro su dirección postal y sin embargo, sé que esta carta llegará a sus manos. Su apellido honra a Esperanza y a las letras de mi patria. Nada más ni nada menos que por este motivo, llegará". Y la carta llegó. Aquí la tengo, Juan Carlos, generosamente, me la ha traído.

   Compruebo que en Alemania, como en tantos sitios, respetan y aman a Pedroni. Pero experimento cierta desazón, porque sé que en el vecindario en el cual habito me sobran los dedos de una mano para contar a quienes lo han leído. Un tonto consuelo es decirse: nadie es profeta en su tierra, pero no es justo. Porque la circunstancia de algunos personajes sí es conocida, y sé que ni remotamente alcanzan la riqueza espiritual del poeta.

   La vida es así. Si sobresales, no te lo perdonarán los mediocres, eternos reyes de las representaciones sociales.

   Volver a escribir sobre los magníficos once libros de Pedroni, volver a relatar su biografía, una vez más referirse a sus premios de tan alto nivel, me parece redundante. Además, escasa y pobre resulta mi palabra ante la de ese señor que caminaba plácidamente frente a mi casa de recién casada,observando a las gentes de la ciudad a la que llamara "línea del río y la calandria".

   Sólo me tomaré el atrevimiento de no rotular a Pedroni, de no compararlo. Basta ya de poeta del sencillismo. Simplemente, poeta.
Como ves, cantador y poeta, quienes te hemos leído te recordamos. Sólo que nos falta tu luminosidad para cantarte, para decirte que contigo Esperanza germinó en belleza.

Rosa Mayo de Marcuzzi

Lo que escribió Eduardo Larraza desde Alemania

A José Pedroni
Poeta de mi patria.

Como tu Gota de Agua, clara,
que sólo surjan, claras, las palabras.
Para decirte, poeta de mi patria,
lo que me dicta el alma.
Te descubrí, poeta tierno
de mi tierra llana,
entre la cenicienta bruma
del germano.
Donde la noche del invierno
es larga. Donde el alba nace
sin tu sol soberano.
Pero yo llevo, entre la niebla
de las ciudades bajas,
como un regalo del cielo,
como una bella esmeralda,
tu libro hecho de campos,
tus versos al río y la calandria.
Por oscuras calles silenciosas,
por tristes campos regados
con sangre de mortíferas batallas.
Te llevo conmigo, donde el Rin
rumoroso sobre el Tal se derrama,
por el ancho valle, entre peñascos,
arrastrando los siglos y las aguas
del corazón de Germania.
Te llevo en la mirada clara
de una niña que pasa.
Y en la apacible lluvia
sobre la tierra magra.
En la nieve sobre tumbas
de almas ya pasadas,
donde la paz es honda
como la que a ti acompaña.
"Santa Fe está lejos,
donde tú descansas"
Voy contigo por callejas
desmesuradamente viejas,
portando cual tesoro
tu obra inmensa.
Y no he encontrado
en tus versos, José,
ni una sola queja.
Nadie, nadie como tú
"hermano luminoso de Lugones"
nadie como tú, cantó a mi tierra.
Con la dulce frescura,
con la mirada tierna,
al indio, al gaucho y a la luz,
al gringo, al lino y a la lluvia
¡sobre la Pampa Vieja!

"Santa Fe está lejos,
la del arado y la reja"
La Esperanza tuya, José,
por un instante será mía,
cuando deje caer allí,
donde tú duermes,
la vieja espiga
que amaste con fervor
¡sobre la Pampa Gringa!

El poeta muere un día,
pero su obra, su creación, perdura,
si como tú, fue grande,
viejo soñador. Pura ternura.
Duerme tu sueño, José,
largo y tranquilo.
La Gota de Agua te acompaña.
Y el sol, los pastos y el rocío.
El petirrojo, tu viento hermano.
En todas partes... el trigo.
¡Patria! Preserva tu poeta.
Cúbrelo con tu manto
de tierra y trigo.
No lo dejes rodar
al fondo del olvido.
Descúbrelo a los ojos
del hombre,
en quien creyó y amó,
del joven y del niño.
Y guarda su luz inolvidable
¡para todos los siglos!

Eduardo Larraza
  A la obra poética de José Pedroni, poeta nacido en Gálvez, Provincia de Santa Fe - Argentina. Dilecto hijo de Esperanza.
 
En Bad Sooden-Allendorf, Hessen, Alemania, noviembre de 2004, junto al Rin.
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JOSÉ PEDRONI-Maternidad


MATERNIDAD

Acordándose también el Señor de Raquel,
oyóla e hízola fecunda, la cual concibió y
dio a luz un hijo, diciendo: Quitó Dios
mi oprobio.
(Génesis 30 - 22 y 23)


He aquí que tu dulce palabra ha sido oída
cuando estaba, en la angustia, por no ser repetida.
En tu estupor, dichosa, te tocas sin querer,
y yo, venido a menos, no lo puedo creer.
¡Ah, tú!, bien que en su noche mi fe te entreveía
como la luz del día;
por algo, desde lejos, el viento del destino
me trajo a tu camino.
Yo dije: -Tengo el alma como una piedra dura,
y la piedra, arrojada, cayó en el agua pura.
Lo mismo hubiera sido
que cayera en el polvo del olvido...-
¡Oh, no!, por algo grande tu corazón profundo
con toda mi tristeza me sentía en el mundo;
por algo que era santo mi vida fue esperada,
y la tuya, tan suave, para siempre entregada.

Desde que sé, oh amiga, que llevas el misterio,
tu nombre es la caricia de mi semblante serio;
del corazón me vienen palabras de alabanza,
y las manos me tiemblan ligeras de esperanza-
mis manos, como niños que ríen olvidados
después de haber llorado.
Pienso vivir en calma; deseo ser mas justo;
quiero quererte siempre; y he aquí que otro gusto
le siento al pan del día, que no en vano se besa,
y al agua del aljibe, y al vino de tu mesa.
Tengo los ojos nuevos, y el corazón. Admiro
las cosas más humildes, y te miro y te miro
sin hablar.
¡Oh, todo por el hijo que tengo que esperar!

Esperar...Es tan dulce la espera acompañada
para quien , siempre solo, nunca ha esperado nada.

Todo en la casa es suave; todo en la casa es santo.
Tu canto, lento y fácil, es un sagrado canto.
-Hay un olor de espiga en mis libros leídos
y olor de santidad en tus vestidos.-
Tu andar, por lo que llevas, se ha vuelto silencioso.
Tus ojos se entrecierran en límpido reposo.
Y en todo sitio dejas tu bienquerer ufano,
que se te pierde solo, como arena en la mano.

Oh, sepan los que sufren de lo que yo he sufrido,
cómo mi vida es mansa con lo que se ha cumplido;
cómo el milagro antiguo de Moisés y la roca
inesperadamente se repitió en mi boca;
porque en mi boca, amigos, esta palabra pura
es como el agua clara sobre la piedra obscura.
Oh, sepan los que tienen una tristeza vieja,
cómo el feliz anuncio desbarató mi queja,
y me dejó lo mismo que saco ceniciento
desempolvado al viento.
Oh, sepan los que llevan al cuello desventura,
cómo en un solo día se perdió mi amargura.
Oh, sepan cómo es fuerte mi mano apresurada,
que quiere hacerlo todo, sin saber hacer nada;
cómo mi voz es dulce, después que fue tan grave;
cómo mi amor es simple; cómo mi vida es suave...

Mujer: en un silencio que me sabrá a ternura,
durante nueve lunas crecerá tu cintura;
y en el mes de la siega tendrás color de espiga,
vestirás simplemente y andarás con fatiga.
-El hueco de tu almohada tendrá un olor a nido,
y a vino derramado nuestro mantel tendido.-
Si mi mano te toca,
tu voz,, con la vergüenza, se romperá en tu boca
lo mismo que una copa.
El cielo de tus ojos será cielo nublado.
Tu cuerpo todo entero, como un vaso rajado
que pierde un agua limpia. Tu mirada un rocío.
Tu sonrisa la sombra de un pájaro en el río...

Y un día, un dulce día, quizás un día de fiesta
para el hombre de pala y la mujer de cesta;
el día que las madres y las recién casadas
vienen por los caminos a las misas cantadas;
el día que la moza luce su cara fresca,
y el cargador no carga, y el pescador no pesca...
-tal vez el sol deslumbre; quizá la luna grata
tenga catorce noches y espolvoree plata
sobre la paz del monte; tal vez en el villaje
llueva calladamente; quizá yo esté de viaje...-
Un día, un dulce día, con manso sufrimiento,
te romperás cargada como una rama al viento.
Y será el regocijo
de besarte las manos, y de hallar en el hijo
tu misma frente simple, tu boca, tu mirada,
y un poco de mis ojos, un poco, casi nada...


LUNARIO SANTO

PRIMERA LUNA

Dejando en mi aposento la lámpara encendida
salí sin darme cuenta.
Para mis ojos nuevos era desconocida
la calle polvorienta.

Me llenaba la boca, reseca de pasado,
un cosquilleo innúmero de vino repuntado.

Y hecha energía joven, mi lasitud longeva
se estiraba en mis brazos hacia la luna nueva.

Con la cara contenta,
silbando en la vereda lo encontré a mi vecino:
un buhonero alegre que cuando está de venta
canta por el camino.

Me senté sin palabras, como un hijo, a su lado;
cordialmente le puse la mano sobre el hombro;
y él, viejo inestimado,
se demudó de asombro.

Y aunque nada decía,
con los ojos clavados su pasmo confesaba:
¡ver sonreír al hombre que nunca sonreía!
¡ver a su lado al hombre que no lo saludaba!

Así, bajo la noche, con mutuo regocijo,
nuestra amistad sellamos de aquel extraño modo.
Él todo me lo dijo;
yo se lo dije todo.

Cuando volví dormías. A tu lado, sonriente,
me acosté con el frío que traje del camino.
Y te besé en la frente,
pensando, en mi ventura, que besaba al Destino.



SEGUNDA LUNA
Con el primer ensayo de los grillos
tomé el sendero de continuas vueltas.
Recién cobradas, en mis dos bolsillos
se entrechocaban las monedas sueltas.


Hecha sonrisa por el buen destino,
mi faz contaba una intención traviesa:
llegar a tiempo de comprar el vino
y de poner el pan sobre la mesa.


Salir contigo a recoger la ropa;
bajar contigo las tempranas brevas,
y llenarte una copa y otra copa
con puñaditos de monedas nuevas.


Pero al llegar sin que tu amor me aviste,
ganado el beso de la bienvenida,
te hallé en el lecho demudada y triste
cual si estuvieras por morir vestida.


¡Ah, si algún día en mi habitual regreso,
silbando entrara a nuestra casa abierta,
y al ir en busca de tu casto beso,
con mi destino te encontrara muerta!



TERCERA LUNA
De un día para otro tu seno estacionado
-remanso con hoyuelo- ha empezado a crecer.
Cien veces me ha sufrido tu pudor agraviado,
y todavía, amiga, no lo puedo creer.


Ruidoso como un niño, mi buenhumor contrasta
con tu recogimiento de tímida perdiz;
y con el tono triste de tu reserva casta,
ruidosa como un niño, mi palabra feliz.


Así, mientras me pides con humilde protesta
para el secreto mutuo mayor intimidad,
yo quisiera vestirme con mi traje de fiesta
y salir a contarlo por toda la ciudad.



CUARTA LUNA
En su viejo carrito de dos ruedas
la moza trajo los bizcochos frescos;
te miró de reojo la cintura,
y se fue sonriendo.


Con la vasija para el vino tinto
salí tras ella en dirección al pueblo;
la alcancé en siete puertas, ¡y la pobre,
ya lo estaba diciendo!


Por la calle volví con un amigo
hablando solo del amor materno;
pero de pronto me quedé confuso:
¡se lo estaba diciendo!


Amiga, de qué valen tu recato
y mi palabra de guardar silencio.
si en ti ya lo descubren y yo mismo
a todos se lo cuento.


Sal a la puerta para ver la gente,
camina por el sol, ponte en el viento,
que lo que ha de venir para mi dicha
ya se te ve en el cuerpo.


Entregada al orgullo de mi brazo,
deja por fin la sombra de mi techo,
que a los ojos del cielo y de la tierra
será santo tu aspecto.


Y aunque pocos comprendan la grandeza
de lo que estás haciendo,
a la vista de todos, sin palabras,
te pasearé en el pueblo.


QUINTA LUNA
Con ojos de alfarero alucinado
sigo el cambio sin prisa de tus senos,
porque son como vasos milagrosos
que se levantan a un divino fuego.


Y en verdad que tu vientre primerizo,
ni blanco ni moreno,
calladamente se deforma en cántaro
a la presión contínua del misterio.


¡Ah, si me fuera dado referirte
lo inexplicable que en el alma siento,
y hacer de modo que tu angustia santa
se te vuelva alegría todo el tiempo!


Mujer, en el secreto de tu carne
es mi destino el que se está cumpliendo;
y por eso sonrío a tu sonrisa
y sufro sin querer tu sufrimiento.


Y soy como un pastor ante su tierra
-que mi tierra es tu cuerpo-
pastor que canta o que en la plaga llora
con los brazos abiertos.

Ah, poco a poco, como un niño triste,
de extraño mal me moriré en silencio,
si lo que llevas, que es mi propia viña,
te lo destruye el viento.



SEXTA LUNA
El mismo día que lo supe todo
con esta Biblia regresé del pueblo,
y la empezamos a leer felices
a la rojiza claridad del fuego.


(Lía la grácil y Raquel la hermosa;
la paloma y el cuervo;
cautivos pálidos, guerreros hoscos
y faraones negros.


Abisag y David. Jepthé llorando.
El Jordán y el Mar Muerto.
La voz de Dios en las llanuras calvas,
y un pueblo y otro pueblo).


Y he aquí que al entrar, como una luna,
en su sexta figura tu misterio,
leo el último salmo del profeta
y te contemplo ante el primer proverbio.


Ah, tú que tienes la suprema dicha
de llevarlo en el cuerpo:
aprende la palabra de los santos
y háblale luego con el pensamiento.


Cuéntale siempre este remoto drama;
háblale a solas de este antiguo ejemplo.
y deja que la arena de las horas
caiga sin ruido en el reloj del tiempo.


Así, sin esperarlo, ante tus ojos
blancos de fe, se detendrá el momento;
y en el alma tendrás recién oída
la voz del Evangelio.


Después, rama quebrada, con alivio
descansará tu cuerpo,
y al lado de la rama, el fruto hermoso
caído a tierra por la ley del viento.


Y ante los dos, como Melchor el mago,
mi corazón venido del desierto.



SÉPTIMA LUNA
Frente a frente en la mesa, que es un humilde altar,
hablamos en voz baja del que está por llegar.

Sobre la tinta verde del hule de la cena
la lámpara proyecta su tibia luna llena.

Y una penumbra suave refleja en toda cosa
la flor iluminada de su pantalla rosa.

Cortado del diario que nos llegó en el día,
el molde sufre el peso de la copa vacía.

Molde de camisita que en el papel conserva,
casi todo el dibujo de un pastor en la hierba.

¡Molde de camisita con una historia trunca,
y la palabra siempre, y la palabra nunca.!

Caído de tus manos, el ovillo de lana
estira hasta la puerta su purísima cana.

A tus pies duerme el perro, y a mi calor, liviano,
el libro recibido de un poeta lejano.

¡Libro de adolescente, libro desconocido,
en mis rodillas juntas, como un recién nacido!

Y he aquí que te digo: -Si tal es tu querer,
también, por tu alegría, yo lo espero mujer.

Pero que siempre sea dulce de condición;
no importa, amiga mía, si mujer o varón.

De modo que en sus manos, ya de José o de Marta,
el pan se subdivida y el vino se reparta.

Aunque después los otros, en un olvido cruel,
sirvan el pan sin ella o el buen vino sin él.

Así, sencillo y bueno, sencillo y sin fortuna,
será de los que tienen su símbolo en la luna.

Que la luna noctámbula, en su piedad remota,
es moneda de todos, y casi siempre rota.


OCTAVA LUNA

Ya no sales conmigo cuando parto
ni vienes a mi encuentro cuando llego.
Andas con tu rubor de cuarto en cuarto,
pájaro triste, animalito ciego!


Andas... Y santifica nuestra casa
la presencia de Dios en tu fatiga,
como hace grave nuestra cena escasa
la simple vestidura que te abriga.


Y al verte muda, vacilante, opresa,
siento en las manos un temblor divino,
que se acrecienta si al tender la mesa,
sobre el mantel se te derrama el vino.


Por eso adquiere en mi temor cristiano
un suceso común, hondo sentido:
la copa que se cae de tu mano
o el clavo que desgarra tu vestido.


Y a remorderme en esta vida nueva,
viene un recuerdo y otro del olvido:
la cría inerme que ultimé en la cueva
y la paloma que atrapé en el nido.


Y cada vez que tu aflicción callada
te deja en algún sitio recogida,
mis ojos ven en ti, transfigurada,
la liebre madre que maté dormida.



NOVENA LUNA
Dos cartas iguales escribí en la noche
para dos ausentes: tu madre y la mía.
Las madres salieron de distintos puntos
y llegaron juntas al caer el día.


Mi madre, del campo, con su cochecito;
la tuya, de lejos, en veloz carruaje;
una con mantillas que compró en el pueblo
y otra con un gorro que tejió en el viaje.


Llorando, en la puerta, me besó tu madre;
llorando y riendo me abrazó la mía;
y yo, como niño que no sabe nada,
lloraba con ellas o me sonreía.


Entraron a verte las dos madres juntas.
En la puerta, solo, me quedé parado.
Y esperé el suceso como si tuviera
que verlo en el fondo del camino andado.


Levantóse polvo. Vi en la nube un punto.
Vi en el punto un niño. vi en el niño un hombre.
La nube de polvo se elevó hasta el cielo.
Y alzando las manos pronuncié tu nombre.


VIGILIA
PALABRAS AL HIJO POR NACER
Hijo mio que esta en su seno, dormido
lo mismo que en un nido:
Antes que el beso fuerte
del sol te sobrecoja, y el aire te despierte;
antes que mi alegría venga a mirarte, loca,
y el pecho de la madre se desnude en tu boca,
y tu mirada nueva sin comprender se abra;
antes que te acunemos, escucha mi palabra:
-Hijo mio: sé bueno desde el principio, y manso,
asi como tu madre, que es el agua en descanso.
En tu labio sin mancha, todavía imprecisa,
para bien de mis años tráeme su sonrisa,
y en tu faz, derramado,
ese santo desvelo de su rostro ovalado.
Hijo mio: te quiero de corazón sencillo,
tal como el Pobrecillo.
No exhumes en tu pecho mi corazón de antaño,
retorcido y huraño,
que ante el milagro eterno de todo lo que existe,
es malo ser indócil y es pecado ser triste.
Hijo mio: en la tierra, que es prieta y polvorosa,
aquí y allá tus ojos hallaran una cosa
que por clara y humilde será tu preferida,
y con cuya pureza llevarás en la vida,
si varón tu pechera, y si mujer, tu enagua.
Esta cosa es el agua.
Hermanos de la misma son la sombra y el viento
y la arena y el fuego y el humo ceniciento:
cinco hermanos amigos del bien para los cuales
harás de tu alabanza cinco partes iguales;
mas, si a elegir te dieran entre los cinco hermanos,
quédate con la arena, que es suave entre las manos;
quédate con la sombra, porque a todos se humilla;
quédate con el humo, sólo porque no brilla.
Hijo mio: no digas Abominad, ni digas:
Obedeced; no agravies, no niegues, no maldigas;
discurre, anima, observa,
siempre con la dulzura del agua entre la hierba;
y sin seguir a Kempis ni aprobar a Tomás,
trata de ser sencillo, sencillo y nada más.

SU NOMBRE

Sin decidirte por el tuyo, suave,
ni por éste, tan dísono, que llevo,
alzaste al cielo tu mirada grave
como buscando en él un nombre nuevo.


Y suplicaste: -Quiero un nombre luz
que te recuerde ¡oh cielo! en su eufonía:
uno mas transparente que Jesús,
y que José, y que Marta, y que María.

Y estando él para llegar al mundo,
no hemos hallado el nombre todavía;
sólo sabemos que ha de ser profundo
y claro como el dia.



LA CUNA

Trajeron la cuna. Ligera,
la entró mi ruidosa alegría;
y solo con Dios en la espera,
me puse a mecerla vacía.


CUNA

Haz con tus propias manos
la cuna de tu hijo.
Que tu mujer te vea
cortar el paraíso.

Para colgar del techo,
como en los tiempos idos
que volverán un día.
Hazla como te digo.

Trabajarás de noche.
Que se oiga tu martillo.
"Estás haciendo la cuna"
que diga tu vecino.

Alguna vez la sangre
te manchará el anillo.
Que tu mujer la enjuague.
Que manche su vestido.

Las noches serán blancas,
de columpiado pino.
Harás según el árbol
la cuna de tu niño.

Para que tenga el sueño
en su oquedad de nido.
Para que tenga el ángel
en un oculto grillo.

La obra será tuya.
Verás que no es lo mismo.
Será como tus brazos
la cuna de tu hijo.

Se mecerá con aire.
Te acordarás del pino.
Dirás: "Duerme en mi cuna".
Verás que no es lo mismo.


(Poesías copiadas del libro GRACIA PLENA-1967-)