Guerra de Vietnam. La masacre de My Lay

La ultima Batalla
publicado el 22 de mayo de 2009


El 16 de Marzo de 1968 una ola de muerte y destrucción arrasó My Lai-4, una de las seis pequeñas aldeas identificada en los mapas militares americanos como My Lai (1-6), y que formaba parte del pueblo de Song My, perteneciente a la provincia de Quang Ngai, en Vietnam del Sur.

La orgía de sangre, odio y venganza duró cuatro horas y los hombres de la Compañía Charlie perteneciente al I Batallón de la 20ª División de Infantería Estadounidense asesinaron a sangre fría a unos quinientos civiles vietnamitas, la mayoría de ellos, mujeres, ancianos y niños.

En Enero de 1968 el VietCong junto con el Ejército regular de Vietnam del Norte lanzó un ataque contra posiciones de los EEUU, conocida como la Ofensiva del Tet. En Washington se seguía insistiendo en que se podría ganar la guerra, pero sobre el terreno, la moral entre las tropas era baja.

La Compañía Charlie había llegado en Vietnam tres meses antes de la masacre de My Lai, obteniendo hasta entonces varias felicitaciones y citaciones, siendo reconocida como la mejor de su Batallón. En Enero de 1967, fue seleccionada para formar una unidad denominada Task Force Baker, destinada a efectuar acciones de contrainsurgencia en la selva.


En 32 días la Compañía Charlie sufrió 42 bajas (de un total de 100 hombres), la mayoría fueron víctimas de trampas explosivas o de francotiradores. Para entonces algunos de sus soldados ya empezaban a utilizar brutales tácticas de las cuales parecían gozar de impunidad.

El Capitán Ernest Medina, estaban al mando de estos hombres, y conocían por informes de inteligencia que May Lai era una zona donde el 48º Batallón de Vietcong desarrollaba sus actividades y que su presencia allí estaba muy arraigada.

El día 15 de Marzo de 1968 el Teniente Calley comunicó a sus hombres que esa noche recibirían una charla del Capitán Medina. Fue una arenga donde a la vez que se rendía homenaje a los compañeros caídos, se señalaba que los habitantes de My Lai apoyaban al enemigo y que ahora había llegado el momento del desquite. Una charla incendiaria donde se recordaba los gritos de los compañeros brutalmente torturados por el Vietcong y se ordenaba una misión de “búsqueda y destrucción”, en la que se declaraba My Lai zona de “fuego libre”, y donde todo blanco era legítimo.

Tras un ataque preliminar con morteros y artillería para limpiar la zona de aterrizaje, la fuerza helitransportada formada por 120 hombres y 9 helicópteros llegó a los alrededores sin recibir ningún tipo de resistencia, e inmediatamente y según los planes previstos se inició la operación mediante la división de los hombres en tres secciones.

La sección 1ª y 2ª cayeron sobre su objetivo.

La 2ª operó en la mitad norte, arrojando granadas dentro de las chozas, matando a las personas que salían apresuradamente de ellas y cometiendo todo tipo de atrocidades con los civiles para seguir su camino hacía la cercana aldea de Binh Tai.

La 1ª sección mientras tanto, y con Calley entre ellos se movía por la zona sur, disparando a todas los aldeanos que aterrorizados intentaban escapar, matando al ganado, quemando cultivos, chozas y dinamitando las estructuras de ladrillo.

Allí fue donde se actuó con más crueldad, se reunió a unos cien supervivientes, y en las proximidades de una acequia Calley abrió fuego contra ellos, ordenando a sus hombres que hicieran lo mismo.

Las declaraciones documentadas de lo sucedido son escalofriantes, hablan de ensañamiento, violaciones, vejaciones y como he comentado, ejecuciones colectivas.

La 3ª sección que había establecido un cordón alrededor de la aldea, entró en acción para terminar definitivamente con el “enemigo”, remataron a los heridos para evitarles el sufrimiento, se envenenaron los pozos y se acabaron con los animales y chozas que aún se mantenían en pie.

Fueron cuatro horas de destrucción y terror en las cuales hubo incluso tiempo para que los soldados fueran a comer o fumar un cigarrillo y regresar al poblado. No hubo ningún tipo respuesta armada, sólo se contabilizó un soldado herido de bala, que se disparó a sí mismo en un pie al intentar desencasquillar su pistola.

Durante los registros se requisaron únicamente tres armas, y cuando los hombres de Medina abandonaron My Lai, quedaron únicamente una veintena de supervivientes. Ha Thy Quy, una de ellas, así lo narraba años después:

Eran muchos soldados, se acercaron a la casa disparando contra los pollos y los patos. Mataban todo lo que veían. Sentimos un miedo atroz. Nunca se habían comportado así. Venían frecuentemente por el poblado. Nos pedían agua del pozo y nos daban comida a cambio. No les temíamos, pero aquella mañana eran distintos. En la casa estábamos mi madre, mi hija de 16 años, mi hijo de seis y yo, que estaba embarazada. Nos apuntaron con sus armas y nos pidieron que saliésemos y fuésemos hacia la acequia. A una vecina muy mayor que no se movía de puro miedo la mataron allí mismo. En la acequia había mucha gente. Nos empujaron a ella a culatazos. Uníamos las manos y les rogábamos que no nos mataran, pero empezaron a disparar

En el informe militar posterior a la misión, se contaba que se había librado una batalla exitosa en la cual 128 miembros del Vietcong habían caído en combate, y el “New York Times” así lo reflejó en sus primeras páginas.

La verdad quizás no hubiese sido conocida sin la voluntad de y tesón de Ron Ridenhour, un veterano que no estuvo presente en My Lai, pero que sin embargo escuchó la narración por parte de algunos de los hombres que sí vieron o participaron en lo que allí sucedió. En el momento que llegó a los EEUU escribió cartas al Pentágono, a varios Congresistas, a miembros del Estado Mayor del Ejército y del Dpto. de Estado, contando lo que pasó en My Lai y citando el nombre de los involucrados.

El General William Westmoreland no podía creer que sus hombres hubiesen participado en los asesinatos en masa y ordenó una inmediata investigación.

A tenor de las pruebas obtenidas, el Tte. Calley fue reclamado para que volviera a los EEUU como posible sospechoso y en Septiembre de 1969 fue acusado de 109 asesinatos. Se abrió investigación al Sgto. David Mitchell y a otros 24 hombres, de los cuales 15 eran ya civiles.

La prensa hizo caso omiso a esta noticia, y no se dio a conocer, pero gracias a un periodista independiente llamado Seymour Hersh y a la pequeña agencia de noticias alternativas News Dispatch Service, el alcance de la masacre se extendió como un reguero de pólvora por todo el mundo.

Tte. Calley
En Diciembre de 1969, la revista “Life” publicaba unas instantáneas tomadas por el fotógrafo del Ejército Ron Haeberle. En ellas se veían montones de cuerpos amontonados, bebes y mujeres muertas.

Los ciudadanos estadounidenses no podían dar crédito a lo visto, muchos lo negaban, otros lo justificaban afirmando que los comunistas hacían cosas similares, pero esto no fue consuelo. La atrocidad no pasó desapercibida y se empezó a debatir en la sociedad americana si la política de guerra que consistía en basar su éxito en el recuento de cadáveres era un error, y si se estaba perdiendo el sentido de la justicia y moral. El senador George McGovern sugirió que la matanza fue el resultado de “la inutilidad de esta guerra”

Se inició otra investigación por parte de la División de Investigación Criminal (CID) para depurar a los responsables del encubrimiento. El General de tres estrellas William R. Peers, que fue el encargado de llevarla a cabo:

Peers era un veterano de la WWII, que trabajó también para la CIA y tenía buena reputación por su imparcialidad y objetividad

Durante la Guerra de Vietnam había estado ya a cargo de una División de hombres, y junto con su equipo de trabajo se encargó de entrevistar a los testigos y de recopilar información.

En Diciembre de 1969 viajó a Vietnam y trabajó seis días a la semana durante cuatro meses en llevar a cabo una investigación sobre el terreno. Allí se dió cuenta que lo narrado por Ron Ridenhour en sus cartas de denuncia se quedaba corto…

Más de 400 testigos fueron interrogados y se recogieron 20.000 páginas de testimonios antes de que las conclusiones se presentaran en Marzo de 1970.

El informe concluyó afirmando que tanto el Coronel Henderson como el Teniente Coronel Frank Barker, tuvieron conocimiento de los crímenes de guerra, pero no hicieron nada al respecto y se recomendaba elevar cargos contra otros 28 Oficiales y dos Suboficiales involucrados en el ocultamiento de lo allí sucedido.

Se contó con los testimonios de Hugh Thompson, Larry Coburn y Glenn Amdreotta, piloto y tripulación de uno de los helicóptero burbuja OH-23, cuya misión era indicar mediante lanzamientos de botes de humo de diferentes colores los posibles objetivos a los helicópteros de combate, así como la presencia de heridos que requiriesen atención médica, y que presenciaron lo sucedido en My Lai, enfrentándose al oficial de la 2ª Sección, el Tte Brooks, y salvando de una muerte segura a unas diez personas. Fueron condecorados por ello con la Cruz a la Valentia.

Según Larry Coburn, copiloto del helicóptero, no se mató a ningún hombre en edad de reclutamiento y en la lista de víctimas había más de 120 menores de 5 años.
Colburn regresó treinta años después a Vietnam y se reencontró con uno de los niños que salvó en 1968

El deseo de venganza por los compañeros muertos y que el Vietcong acampara en My Lai por las noches hizo que los soldados enloquecieran y se cometiera esa matanza innecesaria en la cual no se enfrentaban a un enemigo digno.

Un veterano de la Compañía Charlie llamado Michael Bernhardt afirmaba que el esfuerzo de la guerra estaba cimentado en tres pilares: zona de fuego libre, misiones de búsqueda y destrucción y finalmente el recuento de cadáveres. Si mezclamos estos tres elementos con unos hombres con poca disciplina, sin un líder, que hacían lo que querían y que estaban armados hasta los dientes, la ecuación resultante resulta aterradora.

Finalmente los abogados del Ejército decidieron que sólo 18 oficiales podían ser acusados por algún cargo. Algo similar ocurrió con los soldados, aunque el informe del CID afirmaba que había pruebas contra unos 30 hombres por cometer diferentes delitos, las acusaciones cayeron en el silencio y los cargos fueron desestimados y los acusados declarados “no culpables”.

El Tte Calley, fue el único condenado. El jurado salió de la sala el 16 de marzo de 1971 (justo el día del 3er aniversario de la masacre de My Lai), y estuvo deliberando durante dos semanas. Finalmente le declararon culpable de asesinato de un mínimo de 22 civiles y se le condenó a cadena perpetua y realización de trabajos forzados, pero sin embargo, a los tres días salió de la cárcel a causa de una apelación, siguiendo instrucciones personales del presidente Richard Nixon.

Los tres siguientes años les pasó bajo arresto domiciliario en Fort Benning y en 1974 su condena fue reducida a 10 años siendo puesto en libertad condicional después de completar un tercio de su pena.

El juicio contra Calley dividió al país, unos afirmaban que hizo lo que debía y otros consideraron que fue el chivo expiatorio de sus superiores militares. Él afirmó en diversas entrevistas y en los testimonios durante el juicio que la orden de quemar y destruir el poblado partió del Teniente Coronel Frank Barker, comandante en jefe de la región, y que los informes del servicio de inteligencia indicaban que todos los civiles habían abandonado el poblado antes de su llegada.

Las ordenes que pasé a mi compañía eran las que había recibido, es decir, destruir la aldea, quemarla y matar a todo bicho viviente que quedara por allí.

El Subsecretario de Defensa David Packard declaró a la prensa que nunca había escuchado que el enemigo iniciara ninguna acción para investigar sus atrocidades en Hue, o que hicieran comparecer ante la justicia a los que la perpetraron.

En honor y como homenaje a los muertos se levantó en la zona este monumento de recuerdo.

Y frente a la acequia donde fallecieron 170 campesinos se encuentra ahora esta lápida conmemorativa.

En los campos y bosques de los alrededores están las tumbas de las víctimas, enterradas en grupos familiares.