Europa: ¿Qué pasó con el Partido Laborista?

Owen Jones
The Independent


Los obreros, los trabajadores, son quienes se identificarían con el Partido Laborista, el cual ahora representaría los intereses de clase de dichos trabajadores que en la actualidad trabajan en el comercio, los servicios, oficinas y centros de teleoperadores igual que antaño trabajaban en la minería y en la industria manufacturera. Pero lo cierto es que hoy necesitan que su voz se oiga más que nunca.
¿Para qué está si no el Partido Laborista? Si pudiésemos retroceder en el tiempo hasta el año 1899, podríamos preguntar a un guardabarreras de Doncaster llamado Thomas R. Steels, que contestaría sin dudar a esta pregunta. Exasperado por carecer de una voz que representara políticamente a la clase trabajadora, mientras los ricos contaban con los Tories y los Liberales para defender su causa, redactó una resolución para presentarla a su rama del sindicato local. En ella hacía un llamamiento al congreso sindical para organizar una conferencia con el respaldo “de todas las cooperativas, de los socialistas, sindicatos y otras organizaciones de la clase obrera” para estudiar la forma de conseguir “una mejor representación de los intereses de las fuerzas del trabajo en la Cámara de los Comunes”.
Resultó una idea controvertida. El primer miembro socialista del Parlamento, Keir Hardie, había sido elegido solo unos años antes; al entrar en el Parlamento la primera vez, un policía se fijó en su vestimenta de clase obrera y le preguntó si estaba trabajando en el tejado. “No, en el piso”, contestó él. Mucha gente de izquierdas pensaba que la mejor apuesta de la clase obrera era apoyarse en el hombro de los liberales y presionarles para que introdujeran reformas de carácter social. Pero el TUC (Congreso de las Uniones Sindicales) aprobó la moción de Steel y unos años después nació el Partido Laborista.
Según se iban reuniendo los delegados en Manchester, se esforzaban por averiguar la relevancia de Steel y lo que este podría representar. Gran Bretaña ha cambiado hasta resultar irreconocible: atisbando a través de las ventanas de su hotel, observan que muchos de los almacenes industriales de los tiempos de Steel son ahora lofts y áticos de lujo. Pero mientras existan trabajadores, los que laboran, habrá quienes se identifiquen con el Partido Laborista y necesiten que sea su altavoz, ya trabajen en tiendas, centros de teleoperadores u oficinas, en lugar de hacerlo en minas y muelles de carga como antaño. Al final del mandato de este gobierno –el gobierno más descaradamente de los ricos, por los ricos y para los ricos que ha habido desde que vivió Steel- se estima que la clase trabajadora será más pobre que al comienzo del siglo XXI. Si el Partido Laborista no puede encabezar ahora la lucha por lo que siempre ha defendido, más le valdría cantar “Bandera roja” por última vez y marcharse a casa.
Ed Miliband es ridiculizado frecuentemente por sus maneras cansinas, su aire desmayado y su aspecto desaliñado, lo que ahora sería justamente un retrato de toda la casta política.
Cuando los Tories se reúnan la próxima semana van a tener muy claro su objetivo: retrotraer el Estado tanto como les sea posible. ¿Cuántos delegados del Partido Laborista confían en que su partido tenga una visión tan clara de lo que desea? A la interminable crisis económica se le denomina a veces la Gran Recesión, pero sería más adecuado denominarla la Gran Retrocesión, el despojamiento del estado del bienestar que construyó el Laborismo. Pero incluso mientras se está desmantelando su lagado, la dirección del Partido Laborista permanece impotente o, peor aún, cómplice.
La austeridad ha impedido el crecimiento de nuestra economía y ha provocado el creciente endeudamiento, según la prueba clave de Osborne. El Premio Nobel de economía Paul Krugman ha comparado las medidas económicas del gobierno con “las de un médico medieval haciéndole una sangría a su paciente, que al observar cómo este empeora, colige que lo que necesita es una sangría mayor”. Si existe un momento para que el Partido Laborista presente una alternativa, no encontrará otro mejor que este. En vez de esto, Ed Balls ha prometido que el próximo gobierno Laborista será despiadado con el gasto público después de comprometerse este mismo año “a mantener todos estos recortes”.
El gobierno ha impuesto la congelación salarial a los trabajadores del sector público, que con el aumento del coste de la vida significa un recorte substancial. Igualmente muchas enfermeras y maestros también esperan una caída en los ingresos reales del 16% después de las elecciones, todo lo cual contribuye a desinflar la demanda que tan desesperadamente necesita la economía. Para mayor escándalo, los líderes laboristas respaldan estas medidas.
En parte, la dirección del Partido Laborista no ha llegado a un acuerdo sobre el motivo por el cual perdieron las elecciones. La nueva estrategia del Partido Laborista se basaba en mantener la denominada “Media Gran Bretaña” a bordo, que no significaba que fuesen aquellas personas que vivían con un ingreso medio anual de 21.000 libras, sino los tipos ricos de los barrios residenciales. Pero mientras cinco millones de votantes abandonaron a los laboristas durante sus 13 años en el poder, los Tories solo ganaron un millón. Según Ipsos-Mori, hubo una caída de cinco puntos atribuibles a los profesionales de clase media; entre los trabajadores especializados la caída fue de 21 puntos. Si el laborismo no puede recuperar a estos votantes de clase media, no volverá a ganar las elecciones.
El laborismo podría recuperar el Estado del bienestar invirtiendo, sin recortes que destrozan vidas.
Parte del problema es que la dirección del Partido no es representativa de la base a la que dirige. Ed Miliband suele ser ridiculizado por sus maneras indolentes, perezosas o estrafalarias, pero esto es más bien el síntoma de un problema que afecta a todo el sistema político: está formado por una casta de políticos profesionales que nunca ha trabajado fuera de la burbuja de Westminster.
Pero aquí y ahora el laborismo debe ofrecer una alternativa que defienda a aquéllos para cuya defensa se fundó. Una moción por la unidad hace un llamamiento para que RBS y Lloyds/TBS se nacionalicen correctamente y se transformen en banca pública de inversiones. Tal banco podría estar ligado a una nueva estrategia industrial, para construir un sector de energías renovables y para crear cientos de miles de puestos de trabajo de “cuello verde”.
El Partido Laborista podría reducir los gastos sociales sin los recortes que destrozan vidas: se gastan 210.000 millones de libras de los contribuyentes en subvenciones a la vivienda, forrando los bolsillos de los arrendatarios de pisos que cobran alquileres exorbitantes. El dinero se podría utilizar para construir viviendas municipales modernas, creando así trabajo, estimulando la economía y reduciendo la lista de 5 millones de peticionarios de vivienda social en alquiler. Un “salario-vital” podría reducir los cientos de miles de millones que se gastan en créditos fiscales. En vez de enfocar el problema desde el punto de vista del fraude en los beneficios, valorado en 120.000 millones de libras al año, lo que es inferior al 1% de lo que se invierte en gasto social, el laborismo podría iniciar una campaña para reducir los 250.000 millones de libras del fraude fiscal cometido por los ricos.
Sería una ingenuidad esperar que la dirección del Partido Laborista hiciera esto voluntariamente. Trabajo con un grupo de expertos de apoyo a un nuevo sindicato, Class, que reúne a economistas y académicos para dar cuerpo y profundizar en una alternativa. Pero por encima de todo es necesaria la presión desde abajo. “El poder no concede nada sin que se le exija” dijo el estadista afroestadounidense Frederick Douglas, “nunca lo hizo y nunca lo hará”. Steels hace mucho que murió, pero su sueño de un partido de la clase obrera sigue vivo. Pero es necesario luchar para conseguirlo.

Owen Jones es columnista de The Independent. Nació en Sheffield y creció en Stockport. Después de graduarse trabajó en sindicatos obreros y en investigación parlamentaria. Su primer libro, Chavs: The Demonization of the Working Class se publicó en junio de 2011. Actualmente trabaja en su segundo libro.

Traducción: Enrique Prudencio (Rebelión)