Un incidente diurético
Juan Gelman
El soldado afgano que el viernes 20 mató a cuatro efectivos franceses e hirió
a una docena o más –ocho se encuentran graves– no era un recluta talibán, como
pretendió un comunicado triunfalista: el hombre había visto el documental de 40
segundos que alguien subió al blog TMZ y que muestra a cuatro marines sonrientes
orinando los cadáveres de presuntos enemigos. Para el presidente de Francia,
Nicolas Sarkozy, el hecho arroja serias dudas sobre la eficacia del
entrenamiento que las tropas de la OTAN imparten al naciente ejército afgano y
podría adelantar el regreso de los 3600 militares de su país estacionados en el
país asiático.
Se puede considerar que esa profanación es una más de las perpetradas a los
afganos, talibán o no, presos en Abu Ghraib, o cercados en Fallujah por las
tropas de la OTAN que incluso utilizaron gases venenosos y mataron talibán y
civiles por igual sin distinción alguna. Sólo que es un síntoma de otra
naturaleza: aumenta el número de tropas aliadas muertas por los mismos que
entrenan. El muy británico The Guardian publicó una lista, más bien escueta, de
esa clase de guerra interna: el 3 noviembre del 2009, un policía afgano eliminó
desde el techo de una vivienda a cuatro soldados británicos, hirió a ocho y
logró escapar; en 2010, un soldado afgano asesinó a tres británicos en la
provincia de Helmand, y un policía a ocho soldados estadounidenses durante un
entrenamiento en Nangahar antes de suicidarse.
Estos incidentes fueron in crescendo en el 2011. El 18 de febrero, un soldado
afgano ametralló a tres soldados alemanes en la provincia de Baghlan; el 27 de
abril, un piloto muy experimentado de la fuerza aérea de Afganistán disparó
contra un grupo reunido en Kabul, la capital, dando muerte a ocho efectivos de
EE.UU. y a un contratista civil antes de ser derribado; el 9 de noviembre, las
víctimas fueron tres soldados australianos y el 29 de diciembre, dos militares
de la Legión Extranjera francesa. Se estima que el número total de efectivos
aliados caídos en sucesos similares asciende a 57. ¿A qué se debe esta reacción?
¿Raptos de locura? ¿Patriotismo recuperado? ¿El stress post-traumático del
combate, como proponen especialistas de la OTAN?
El Pentágono decidió investigar las razones y resultaron bien otras. Por
ejemplo, la extrema arrogancia, los abusos y “el trato rudo” que los soldados
afganos reciben de los instructores extranjeros. El informe asimismo califica de
“profunda deshonestidad intelectual” la afirmación del comando de la OTAN de que
son extremadamente raras las muertes de sus efectivos a manos de soldados o
policías afganos. La de los cuatro franceses el viernes 20 –dice– “refleja una
creciente amenaza sistemática de homicidios (entre ‘aliados’ de una magnitud sin
precedente en la historia militar moderna)” (www.guardian.co.uk, 20-1-12). Y advierte
que el problema es tan serio que “está provocando una crisis de seguridad y de
confianza entre los occidentales que entrenan y trabajan con las Fuerzas Afganas
de Seguridad Nacional”. Los efectivos alemanes de Baghlan se niegan a patrullar
con los afganos. Tuvieron ya bastante con tres bajas.
Un informe del científico conductista Jeffrey Bordin señala que la mayoría de
estos “asesinatos fratricidas” –así los llama– son producto de “una profunda
animosidad estimulada por conflictos sociales y personales” (www.michaelyon-online.com,
12-5-11). El Dr. Bordin entrevistó a 623 miembros de las fuerzas de seguridad
afganas, 215 soldados estadounidenses y 30 intérpretes afganos que trabajan para
éstos y encontró que el desprecio y la incomprensión imperan por igual en
instructores y entrenados. Subraya que se trata de “una crisis de
incompatibilidad cultural”, pero el problema admite otras complejidades.
“Los soldados de EE.UU. no escuchan, son demasiado violentos, imprudentes,
intrusivos, soberbios, profanos, aprovechados que se ocultan detrás de una
tecnología de vanguardia... los civiles pagan cuando uno de los suyos cae”,
fueron algunas opiniones de efectivos afganos recogidas por el investigador. La
otra parte no se quedó corta: los soldados afganos “son cobardes, incompetentes,
obtusos, ladrones, complacientes, holgazanes, drogradictos, radicales traidores
y asesinos”, espetaron los soldados estadounidenses. Ni el gobierno de Karzai,
ni los mandos de la OTAN han logrado frenar semejante hostilidad.
Esta situación podría tener consecuencias políticas no triviales. La Casa
Blanca y su aliados vacilan en abandonar Afganistán con una población civil
cargada de odio a los ocupantes y fuerzas de seguridad permeadas por el mismo
sentimiento. La creación de un ejército afgano operativo contra los talibán es
la base fundamental del designio de Obama, tantas veces reiterado, de retirar
sus tropas a fines del 2014. ¿Lo hará?