Entrevista a David Sogge, investigador del Transnational Institute de Ámsterdam: "La Ayuda Oficial al Desarrollo es uno de los principales vehículos de transmisión de la ideología neoliberal”



Silvia M. Pérez y Pedro Ramiro
Revista Pueblos


En la actual situación de crisis global, cuando los fallos del sistema obligan a detenerse y repensar los modelos de desarrollo que hasta ahora se han dado por válidos, la cooperación internacional también entra a debate. David Sogge, investigador del Transnational Institute de Ámsterdam y autor de textos tan imprescindibles como visionarios (Compasión y cálculo oDar y tomar:¿Qué sucede con la ayuda internacional?), reflexiona sobre el sistema de ayuda actual y su compleja relación con el vigente y asimétrico orden neoliberal.David Sogge ha visitado el estado español para participar en unas jornadas organizadas por una red de 17 organizaciones progresistas, la Plataforma 2015 y más, en las que se ha reflexionado sobre la eficacia del desarrollo y las ONGD, un tema sobre el que este investigador lleva trabajando desde hace más de dos décadas. Su libro Compasión y cálculo removió en los noventa los cimientos en los que se sustenta la cooperación, y sus reflexiones, sobre los intereses privados en la agenda de cooperación y sobre la “industria de la ayuda”, continúan teniendo plena actualidad.
- Observatorio de las Multinacionales en América Latina (OMAL): Hace ya más de 15 años, en la primera edición de su libro Compasión y cálculo, puso premonitoriamente sobre la mesa reflexiones muy críticas sobre el sistema cooperación internacional y sobre las ONGD, reflexiones que hoy en día mantienen su vigencia. ¿Cuál cree que ha sido la evolución desde entonces del sistema de cooperación internacional para el desarrollo
- David Sogge (D.S.): Me plantean una pregunta muy amplia y extensa, así que abordaré los puntos clave y dejaré de lado algunos otros. Bien, si partimos de la premisa de que uno de los objetivos primordiales, si no el principal, de la Ayuda Oficial al Desarrollo desde 1980 ha sido el de imponer un orden neoliberal sobre el resto del mundo, y evaluamos el sistema de ayuda de acuerdo a este principio primordial de amplio espectro (que engloba otros aspectos más allá de los puramente económicos, como son la gobernanza o la construcción de la sociedad civil), desde luego hemos de reconocer que, partiendo de esta premisa, las políticas de ayuda han tenido un éxito considerable. De hecho, es uno de los principales vehículos de transmisión de la ideología neoliberal y de sus políticas.
Si volvemos la vista a atrás, a enero de este año, y situamos nuestra mirada en las calles de Túnez o El Cairo, lo que vemos, lo que sucedió, fue el resultado precisamente de estas políticas neoliberales, muchas de las cuales llegaron de la mano de la cooperación internacional. Un analista de estos procesos dijo en su blog que lo sucedido en el norte de África son “disturbios contra el Fondo Monetario Internacional (FMI)”, como los que se habían producido en los 80-90 en otros lugares del mundo tras los programas de ajuste estructural.
Habrá personas que rebatan estos argumentos planteando que el sistema de ayuda al desarrollo dejó de ser neoliberal en el año 2000, cuando se lanzó la Estrategia de Reducción de la Pobreza; que la lucha contra la pobreza es la que hoy centra el enfoque de la ayuda y no los programas neoliberales. Y sí, el FMI, el Banco Mundial (BM) le han dado a sus políticas nuevos nombres, y han pasado de hablar de ajuste estructural para centrar su discurso en la lucha contra la pobreza. Pero si se analiza con detalle lo que sucede realmente en las negociaciones de las grandes organizaciones de Washington, que son las que rigen las políticas de la Ayuda Oficial al Desarrollo, se advierte que casi ninguna de las antiguas fórmulas neoliberales han sido abandonadas. Lo que hay es un cambio en el discurso (Objetivos de Desarrollo del Milenio, lucha contra la pobreza...), y se presta quizá algo más de atención a los servicios sociales. Pero creo sinceramente, y para responder de una forma sintética a su pregunta, que lo que se da es un cambio en el discurso, y no tanto un cambio en los fundamentos.
- OMAL En el mismo sentido, ¿cómo ha cambiado o se ha mantenido el rol de las ONGD en este sistema desde que publicó Compasión y cálculo?
- D.S.: En cuanto a las ONGD, en el equilibrio entre compasión y cálculo, yo, así como las demás personas que contribuyeron a ese libro, sólo puedo concluir que el cálculo, que es el marco de negocios para el trabajo real de la cooperación al desarrollo –donde las ONGD organizan y formulan sus esfuerzos– continúa siendo el factor que inclina el peso de la balanza. La compasión y la solidaridad siguen ahí –y algunas organizaciones procuran escapar de esto, hasta cierto punto–, pero los imperativos de la competencia en los mercados de obras caritativas y en los mercados de contratación hacen que la competencia sea muy dura. De ahí que las grandes ONGD posean departamentos de recaudación de fondos en todas sus áreas, vinculados estrechamente con empresas de comunicación y partenariados. En Holanda hay personas que dedican todos sus esfuerzos exclusivamente a lograr alianzas entre la empresa privada y las grandes ONGD. Así que esta situación, en que el cálculo inclina la balanza, continúa.
No obstante, me alegra que algunas organizaciones que no siguen este patrón, que tienen cierta incidencia política (Global Witness, HRWatch u organizaciones como la suya), logren sobrevivir.
- OMAL: En nuestro país la Agencia Española de Cooperación Internacional al Desarrollo (AECID), siguiendo el modelo de otras agencias –como la holandesa–, está apostando con fuerza por las “alianzas públicoprivadas para el desarrollo”, una herramienta que sin duda está transformando el modelo de políticas oficiales para el desarrollo. Con su entrada formal en documentos como el Plan Director de la Cooperación Española, además de incrementar el peso del sector privado en estas políticas, las agencias oficiales pretenden legitimarlo implicando a la sociedad civil representada a través de las ONGD. ¿Cómo cree que las organizaciones de desarrollo deben posicionarse ante esta nueva herramienta, en este nuevo modelo de cooperación en el que las empresas cada vez tienen más peso?
- D.S.: Desafortunadamente nuestros gobiernos, que están sometidos a esta época neoliberal en la que nos encontramos, también están introduciendo ajustes estructurales en Europa. Están encantados con esas ideas y animan a las ONGD, y a otros especialistas y profesionales del tercer sector, a estrechar los vínculos con el sector privado y conseguir así un considerable aumento de los recursos.
A causa de varios factores, las ONGD dependen de los recursos del Estado, hasta tal punto en el que no tienen protección cuando llega un empuje ideológico como éste. Y en negociaciones que comienzan con “bien, nosotros cogeremos vuestro dinero pero no vuestra ideología”, las ONGD a menudo negocian desde una posición de debilidad. No se trata de una debilidad intelectual necesariamente, aunque incluso en ese punto tengo la sensación de que muchas ONGD ignoran los actuales estudios sobre las alianzas público-privadas, que son extremadamente negativos, o en su mayoría negativos. También desconocen los modelos de partenariado que ya existen en Europa occidental, así como sus consecuencias. Gran Bretaña es el ejemplo más destacado, donde tienen algo que llaman la “Iniciativa de Financiación Privada”. Éste es un ejemplo en suelo europeo de lo que está siendo impulsado en la agenda de cooperación
- OMAL: La idea de que si queremos alcanzar el desarrollo las empresas deben convertirse en actores fundamentales del sistema de ayuda se sustenta en un concepto más amplio que es el del “capitalismo inclusivo”, el de los “negocios inclusivos”, un concepto actualmente asumido por la mayoría de las agencias de cooperación. ¿Qué piensa sobre este concepto?
- D.S.: Así como las ONGD poseen grandes departamentos para lograr financiación, las grandes compañías emplean gran cantidad de recursos humanos para trabajar los partenariados público- privados, las relaciones públicas y, particularmente, los temas de Responsabilidad Social Corporativa. Así que las grandes corporaciones están preparadas y tienen una gran capacidad para involucrase en estas discusiones con unos argumentos y un lenguaje muy sofisticado, con el fin de mejorar su imagen pública.
Dejadme usar un ejemplo muy concreto, muy cercano, sobre cómo las empresas mejoran su imagen pública mediante sus alianzas con las ONGD. Uno de los grandes bancos holandeses y una ONGD holandesa decidieron hace unos años trabajar juntos para desarrollar un programa de microcréditos en Mozambique. Pues bien, hasta donde yo sé, este programa permitió al banco llegar a las bases de la población en varias ciudades y pueblos. Y aprendieron muy rápidamente, a través de las redes que la ONG ya tenía, sobre la situación y características del lugar: antes de que se dieran cuenta, el banco había establecido sucursales para ofrecer sus préstamos a los mozambiqueños y que así pudieran comprar motos, casas, etc.
En otras palabras, lo que realmente sucedió fue la instrumentalización de una ONGD, que aparentemente estaba haciendo un buen trabajo para mejorar las vidas de la gente más pobre a través de los microcréditos (lo de los microcréditos es otra tema sobre el que habría mucho que decir). Las grandes empresas con estas alianzas no sólo pretenden mejorar su perfil público, sino también persiguen un interés material, una base de conocimientos sobre los actores, y las ONGD les sirven de vehículo perfecto para estos proyectos.
- OMAL: Los intereses que tienen las grandes empresas en entrar en el “negocio” de la cooperación al desarrollo parecen bastante evidentes. Menos claras quizá son las razones por las que los Estados, los organismos internacionales y las agencias oficiales de cooperación están tan interesadas en la actualidad en convertir a las empresas en agentes fundamentales para el desarrollo…
- D.S.: Creo que la respuesta a esta pregunta tiene que ver con la situación fiscal y financiera de los Estados. La posición fiscal y la competencia entre Estados es vista como un tema relacionado directamente con las empresas.
Considero que otra motivación podría ser ayudar a las corporaciones que, después de todo, son tremendamente influyentes entre las clases políticas del sistema político occidental, pues es por todos conocido que las grandes empresas, en términos de opinión pública, están muy mal valoradas. Son las instituciones con menor grado de confianza en las sociedades occidentales; quizá menos en los Estados Unidos, donde la maquinaria propagandística para las corporaciones probablemente ha sido más eficaz. Los Estados, por tanto, complacen y ayudan al sector privado a mejorar su imagen de impopularidad, para encontrar maneras en los que su popularidad pueda ser suavizada, mitigada, en el marco de un triángulo de intereses.
- OMAL: ¿Cómo cree que está afectando la actual crisis global al sistema de Ayuda Oficial al Desarrollo?
- D.S.: El mundo ha quedado conmocionado por la magnitud de esta crisis y la rapidez con la que se extendió. Incluso el Financial Times llegó a afirmar que este sistema ya no es válido, que no funciona, que necesitamos otro. Y ha habido más opiniones, como las de Sarkozy o analistas como Martin Wolf que aseguraban lo mismo. Pero aquí estamos tres años después… Y el espectáculo continúa.
Creo que algo similar se podría decir sobre el sistema de Ayuda Oficial al Desarrollo. En el punto más álgido de la crisis, las personas en los niveles más altos de las instituciones que rigen el sistema de la ayuda optaron por desaparecer, por mantenerse calladas.
Por lo tanto, una respuesta resumida a vuestra pregunta podría ser que existen más signos de continuidad que de ruptura en la actual coyuntura.
- OMAL: Y en el marco de la crisis, ¿cuál debe ser el rol de las ONGD? ¿Qué tipo de alianzas deben ser reforzadas por estas organizaciones y cuáles habrían de ser rechazadas?
- D.S.: Es mucho más sencillo hablar sobre qué alianzas deberían ser rechazadas. En primer lugar, ahora existe un gran conocimiento acumulado sobre malas prácticas dentro de la cooperación para el desarrollo –desafortunadamente, muchas veces lideradas por ONGD–, y los efectos que dichas prácticas han tenido sobre las poblaciones donde operaban, incluidos los culturales. Por ejemplo, los adultos africanos muchas veces son tratados como niños, y esto no debería aceptarse. Pues bien, ahora que existe ese conocimiento, algunos países africanos deberían poder decir: “No, aquí tú no eres bienvenido”.
En segundo lugar, el más obvio: la Ayuda Oficial al Desarrollo como vehículo pra la extensión de las políticas neoliberales es algo que tiene que ser rechazado. Y grupos como el de ustedes, sectores académicos y las ONGD más inteligentes se están dando cuenta de que debe rechazarse la función de la cooperación como vehículo introductor del sistema neoliberal en los países empobrecidos.

Pedro Ramiro y Silvia M. Pérez son investigadores de OMAL-Paz con Dignidad. Con la colaboración de María Sevillano.