"Los árabes están atrapados en el Guantánamo del pensamiento"



Antoine Fleyfel
Al-Akhbar English

Entrevista al economista e historiador libanés George Corm


Georges Corm (1940), libanés, economista y experto en finanzas, está especializado en países de Oriente Próximo y mediterráneos. Cursó estudios de Derecho Constitucional y Economía en la Universidad de París y se graduó en el Instituto de Ciencias Políticas de París (Sciences Po). Corm fue ministro de Economía en el gobierno de Salim Hoss, entre 1998 y 2000. Es profesor de la Universidad de Sant Joseph de Beirut y anteriormente enseñó en la Universidad Libanesa y en la Universidad Americana de Beirut.

Entre sus publicaciones destacan numerosos estudios y una serie de libros y artículos en árabe, inglés, francés [y castellano] que incluyen La fractura imaginaria: las falsas raíces del enfrentamiento entre Oriente y OccidenteEl Líbano contemporáneo: Historia y sociedadLa cuestión religiosa en el siglo XXI, por el que ganó el premio Phénix e Historia de Oriente Medio: de la Antigüedad a nuestros días.
Antoine Fleyfel (AF): La geopolítica está presente en la mayor parte de su trabajo, ¿nos la puede definir?
Georges Corm (GC): Geopolítica es una palabra compuesta que significa una aproximación a situaciones que a menudo son conflictivas por naturaleza y que tienen que ver con la ubicación geográfica de un Estado-nación y con la esencia de su cuerpo político. Combina, por lo tanto, un enfoque geográfico con un enfoque político.

AF: ¿Qué puede aportar ese enfoque en la comprensión del mundo árabe y de sus problemas?
GC: Yo veo la evolución en el mundo árabe conectada a las condiciones geográficas de la región árabe, además de a Irán y Turquía si adoptamos la noción de un “Oriente Próximo” [Middle East]. La región tiene tres características que provocan la intervención extranjera. Una, que es la cuna de las tres religiones monoteístas que se han extendido globalmente. Dos, que tiene una ubicación estratégica. Y tres, que cuenta con una gran cantidad de petróleo codiciado por las grandes y ricas potencias coloniales. Hay otro problema. A diferencia de los turcos y los otomanos, los árabes, tras la caída de la dinastía abasí (750-1258), ya no han vuelto a jugar un papel relevante en la historia política del mundo. Los persas y los turcos se convirtieron en los dueños de la región.
Cuando el Imperio Otomano se derrumbó, las sociedades árabes se sintieron huérfanas después de haber sido acostumbradas a vivir a la sombra del califato musulmán. Esas sociedades carecían de experiencia en el autogobierno. Además, los árabes fueron divididos entre el gobierno colonial británico y francés, y la entidad sionista se implantó en el corazón del mundo árabe dividiendo el oriente árabe del occidente árabe. Los árabes quedaron dispersados y fragmentados tras el final de la época de Naser que, hasta cierto punto, había unido a los árabes. Cada país árabe se alió con una potencia extranjera en lugar de formar una alianza entre los regímenes árabes. Por lo tanto, la región árabe fue testigo de un vacío de poder que atrajo a la vez a la Unión Soviética y a Estados Unidos. Después del colapso de la URSS, Irán surgió como una potencia regional importante hostil a Estados Unidos, mientras que las divisiones entre los regímenes árabes persistieron.
En la actualidad estamos presenciando el surgimiento del poder turco. No está claro si este ascenso forma parte de un acuerdo con Estados Unidos por el cual Turquía actúa como delegado de los intereses estadounidenses, o si se trata de un movimiento auto-propulsado de la sociedad turca.


AF: ¿Existe un vínculo entre filosofía o metodología filosófica y geopolítica?
GC: El vínculo es directo y fundamental pero por desgracia la mayoría de los especialistas en política internacional y en relaciones internacionales rara vez prestan la adecuada atención al papel que la comprensión filosófica del mundo juega en la conformación de las políticas de las potencias mundiales.
El colonialismo y los asentamientos se esconden a menudo tras nobles objetivos que son de naturaleza filosófica. Cuando los europeos invadieron el mundo, fue en nombre de iluminar religiosamente a los pueblos, para poder exponerlos al cristianismo. En el siglo XIX, la conquista se llevó a cabo en nombre de la civilización, para ayudar a los pueblos cuyas civilizaciones no eran avanzadas. El pensamiento marxista también ha contribuido a apoyar este tipo de razonamiento filosófico. Karl Marx creía que era necesario que los países “atrasados” se abrieran al capitalismo moderno para acelerar el proceso de transformación de un sistema capitalista burgués a un sistema socialista proletario. Disponemos de dos fuentes filosóficas, Hegel y Marx, y juntas racionalizaron las campañas coloniales. Recientemente, hemos tenido neoconservadores en Estados Unidos como Ronald Reagan y George W. Bush, que invadió Iraq en nombre de la democracia.
Los fundamentos filosóficos desplegados por los países que han llevado a cabo guerras de conquista tienen que ser de-construidos porque tales iniciativas siempre requieren algún tipo de justificación filosófica o religiosa.


AF: ¿Cuáles son los componentes principales de su pensamiento?
GC: Yo quería abordar dos cuestiones complementarias. En primer lugar, mis estudios en París me hicieron muy consciente de la afirmación europea respecto a que, a diferencia de otros pueblos, ellos poseen la sabiduría, la filosofía y el humanismo. Me quedé muy sorprendido por este tipo de narcisismo en el seno de las naciones europeas. Ese largo camino me llevó a escribir mi libro Europa y el mito de Occidente: La construcción de una Historia.
En segundo lugar, según me sumergía más profundamente en la cultura árabe contemporánea se me fue haciendo evidente hasta qué punto aquella es dependiente del pensamiento occidental. Además, nosotros, en tanto que árabes, carecemos de conocimientos sobre el pensamiento chino o el pensamiento hindú o sobre la filosofía de las civilizaciones no occidentales. Somos una especie de encuentro encerrado frente a frente con Occidente —con Europa y Estados Unidos— que nos sitúa en una especie de prisión, en una especie de Guantánamo intelectual. Porque la idea de independencia filosófica, defendida por nuestro amigo Nassif Nassar, por ejemplo, no tiene fuerza en el mundo árabe.
Incluso los movimientos islamistas, que supuestamente representan la mayor parte de las posiciones más duras, son al final un producto de una relación patológica con la filosofía occidental y con una visión del mundo occidental. ¿Qué es lo que vemos entre la élite intelectual árabe? O la postración absoluta ante el punto de vista cognitivo occidental del mundo, o una especie de rechazo histérico del mismo. Ciertamente, existe un estado de subordinación al sistema occidental de pensamiento en el mundo árabe. Llevo tiempo reclamando que se ponga fin a este estado de dependencia y subordinación con el fin de establecer un sistema cognitivo árabe que tenga en cuenta nuestra historia y construya un sistema epistemológico sobre ella.
Por ejemplo, la pregunta más importante sobre la que nadie ha indagado es ¿por qué acabó el dominio de los árabes o el poder árabe? Mientras no obtengamos una respuesta a esta pregunta no podremos construir un futuro mejor. ¿Cómo es posible que las conquistas árabes, que edificaron la civilización musulmana, acabaran excluyendo a los árabes de la Historia? Desde la desestabilización del Imperio Otomano en el siglo pasado, los árabes se han enfrentado a una crisis de identidad entre la adhesión a una herencia religiosa y el ingreso en la Historia secular. La batalla se mantiene enconada todavía en el corazón de las revoluciones árabes que estamos presenciando hoy en día. Se puede resumir como la competencia entre el concepto de un Estado laico civil y un Estado gobernado por la autoridad religiosa.


AF: Dado que hemos venido a parar a este punto, ¿cómo entiende el problema de la laicidad y el sectarismo en Líbano?
GC: Yo creo que Líbano desempeñó un papel pionero en el siglo XIX, especialmente tras de las matanzas sectarias que despertaron la conciencia en Líbano. Pero el sistema Mutasarrifiyyaque gobernó Monte Líbano después de las matanzas sectarias estableció el sectarismo político por primera vez en la historia libanesa.
Entonces, el Mandato francés estableció a las sectas como entidades intermediarias entre los ciudadanos y el Estado en el Derecho público. Después de eso, el documento de reconciliación nacional del Acuerdo de Taif [1989] trató de perfeccionar el sectarismo reformulándolo de una manera más equilibrada entre las sectas.
Seguimos presos de una cultura sectaria, y se trata de una cultura devastadora porque hace que el individuo árabe mire el mundo a través de un prisma religioso y sectario en lugar de laico.
Cuando comenzó la guerra civil libanesa en 1975, la causa palestina era la cuestión medular. La guerra, por lo tanto, no debería haberse convertido en un conflicto entre musulmanes y cristianos. Si se hubiera presentado de manera correcta, no habría alimentado la sensibilidad sectaria porque lo que estaba en liza era la presencia palestina armada en Líbano. Es triste tener que decir que el sector que declaró la guerra a los grupos armados palestinos de entonces está dispuesto hoy en día a [aceptar] una solución permanente para los refugiados palestinos en Líbano. Que está dispuesta igualmente a [asumir] la propuesta global occidental-saudí o “árabe moderada” para la causa palestina. Siempre he sostenido que a menudo perdemos lo que ganamos a través de la resistencia cuando la resistencia adquiere un carácter religioso.
La causa palestina no tiene que ver con la religión, se trata de ocupación y colonización. Si hubieran sido los budistas quienes colonizaron Palestina se habrían enfrentado a una fuerte resistencia. Incluso si hubieran sido los musulmanes turcos los que hubieran ocupado Palestina, creo que los palestinos se hubieran levantado. Reducir la causa palestina a una lucha religiosa socava los logros alcanzados a través de la resistencia.


AF: ¿Cuáles son en su opinión las perspectivas de la Primavera Árabe?
GC: No hay duda de que los grandes acontecimientos históricos que han tenido lugar son auto-generados. El pueblo árabe no se ha rebelado por una conspiración extranjera, como les gusta afirmar a algunos.
Sin embargo, a las superpotencias occidentales les ha sobrevenido una nueva fiebre colonial. Las fuerzas conservadoras hostiles a la modernidad política y a la libertad humana, lo que solemos denominar las fuerzas reaccionarias árabes del pasado, les han ayudado.
También han entrado en escena los turcos presentando un modelo islamista como guía para las revoluciones árabes. Por supuesto, ello alienará a esas revoluciones, y hemos visto resultados dolorosos en Libia, Siria y Yemen. Queda por ver hasta dónde llegarán las revoluciones de Egipto y Túnez.
En cualquier caso, las revoluciones se producen en círculos y en el mundo árabe se ha abierto un círculo revolucionario. Pero es difícil predecir dónde va a terminar. Yo siempre digo que la Revolución Francesa estalló en 1789 y dio su fruto final un siglo más tarde, al establecerse la Tercera República, cuando se puso fin al gobierno monárquico y se consolidaron los principios republicanos. El círculo revolucionario requiere mucho tiempo y no es una varita mágica que lo cambia todo de una vez. Creo que estamos en el comienzo del camino. Caer en debates religiosos y sectarios es una propaganda perversa para las revoluciones. Es una equivocación analizar lo sucedido en Bahréin, Siria y Yemen desde un prisma sectario.
El análisis sin un sistema de pensamiento filosófico independiente refleja una patología. Nosotros [los árabes] analizamos con las herramientas y el estilo de la propaganda occidental, de la doctrina occidental, y de los medios de comunicación occidentales, y lo hacemos desde un punto de vista sectario. Unos meses antes de la invasión de Iraq, Estados Unidos comenzó a extender la opinión de que el problema de Iraq era que una minoría suní perseguía a una mayoría chií. La forma igualmente simplista en la que se está representando la situación en Siria hoy en día es tremendamente lamentable y conducirá a la perdición y al desastre. Debemos abandonar los análisis basados ​​estrictamente en la visualización de los árabes como seres religiosos y sectarios. Examinemos los factores reales sobre el terreno, cuestiones tales como la corrupción, la justicia social y la economía rentista que perpetúan los regímenes tiránicos.
El camino de la democracia indica que la democracia se basa en la destrucción de la economía rentista. Y, por desgracia, la mayoría de las economías árabes son economías rentistas.