Las malas compañías de Mauricio



Por Ricardo Ragendorfer
rragendorfer@miradasalsur.com

Raúl Martins, el espónsor prostibulario del macrismo, habría prestado servicios en un campo de concentración.

Hombres de tacto. los proxenetas Martins y Conde (izquierda) podrían complicar el futuro de Macri.
 
En aquel momento, Macri fue más Mauricio que nunca. Hacía morisquetas y carraspeaba como para remover alguna flema en el gaznate. Sería el preludio de una confesión: “Siempre tengo el complejo de no modular”. El alcalde estaba sentado ante una cámara que él creía apagada, durante una pausa en el rodaje de un spot para las elecciones legislativas de 2009. Un coro de risas festejaba sus ocurrencias. Él las intercalaba con pantallazos sobre su visión del mundo; por caso: posibles tácticas para burlar la ley que fija límites a la financiación de las campañas. Entonces criticó a Francisco de Narváez por su manejo de la “cuenta legal”. ¿A qué se refería? Lo cierto es que enseguida cambió de tema. 

Y pasó a mofarse del candidato Pino Solanas, quien lo había denunciado por proteger 54 lupanares. Al respecto, Macri le dispensó las siguientes palabras: “Pino, hay que dar trabajo a Constitución. Yo puse una tintorería y un prostíbulo. Una tintorería y un prostíbulo. Porque si no las sábanas quedan sucias”. Las risas fueron apoteóticas. Y él seguía con sus morisquetas.

Todo indica que en esa ya remota mañana, Macri no imaginó que algún gracioso colgaría tales imágenes en YouTube. Ni que, dos años y medio más tarde, éstas irían a cobrar una impensada actualidad, cuando otro registro visual –esa foto que lo muestra junto a su esposa, Juliana Awada, y el empresario de la noche Gabriel Conde, en un night club de Cancún– puso de relieve una sospecha: la presunta existencia de aportes económicos para el PRO y sobornos al gobierno porteño con fondos de una red de prostíbulos internacional no ajena a la trata de personas.

Cita en el Caribe. Noviembre de 2010 fue un mes idílico para Macri. “Ahora mi estado civil es feliz”, diría, al contraer matrimonio con la señorita Awada ante cientos de invitados que aplaudían a rabiar. Luego partió de luna de miel a México. En tales circunstancias, la pareja acudió una noche al Mix Sky Lounge. Se trata de uno de los piringundines más prestigiosos de la Riviera Maya, cuyo dueño –el hoy afamado proxeneta Raúl Martins– puso en manos del tal Conde, un viejo amigo de Mauricio. De ahí, la ida con su flamante cónyuge a un sitio semejante; de ahí la foto; de ahí, una velada que se prolongó hasta las primeras luces del alba. La ocasión lo ameritaba: al fin y al cabo, Gabriel era nada menos que hijo del finado don Luis, a quien el líder del PRO suele evocar con sumo cariño. De hecho, ese hombre fue el lazarillo que guió su viaje iniciático al escarpado mundo de la dirigencia deportiva.

Cubano de nacimiento –emigró de la isla con su familia en 1937–, Luis Rolando Conde cultivaría notoriedad como ladero del legendario presidente de Boca Junior, Alberto J. Armando, de quien luego se distanció. Entonces fundaría la agrupación Boca, la Causa, sin otro objetivo que el de llegar a la primera magistratura de la institución. Entre 1980 y 1987 lo intentó en tres ocasiones. Pero sin éxito, pese a su eximia muñeca política. Hasta que, en las elecciones del 3 de diciembre de 1995, ya al borde de los 66 años, acariciaría la victoria a través de un candidato que él mismo había contrinuido a moldear: Mauricio Macri.

El heredero de Socma sentía cierta fascinación por aquel anciano aún rubio y mujeriego, que se jactaba de su amistad con Perón y Olmedo en las sobremesas del presidente Menem. Y no opuso reparos a que el lanzamiento de su campaña para la presidencia del club fuese en Shampoo, una casa de tolerancia con aspecto de discoteca, situada en el tramo más elegante de la avenida Quintana. La elección del lugar en realidad fue para abaratar los costos; es que el propietario del lugar no era otro que Conde. El viejo dirigente falleció por un cáncer de páncreas en 1998. Entonces, de Shampoo se hizo cargo su primogénito, Gabriel.

El muchacho era su viva imagen, pero con cabello largo. Simpático, frontal y diestro para las tertulias futboleras, Gabriel hizo de Shampoo un ateneo de amigotes, con el debido perjuicio comercial. Dicen que, en esos días, sus excesos toxicológicos, agravados por su afición a los burros y las cartas, tampoco lo beneficiaron. A fines de los ’90, un malentendido relacionado con la explotación sexual de una menor lo llevó a fijar residencia por 28 días en la cárcel de Devoto. Un amigo le pagó la fianza para salir en libertad. Su nombre: Raúl Martins. Ya por entonces era llamado el Yabrán de la Prostitución.

Su figura calva y retacona se asemeja a la de Lex Luthor, el archienemigo de Superman. En la Side, donde se desempeñó como agente entre 1974 y 1987, sus colegas –por alguna razón que aún se desconoce– le decían Pepino, aunque su nombre de cobertura era Aristóbulo Manghi.

Su paso por la central de espías es la parte mejor guardada de su historia. Al respecto, dos fuentes independientes entre sí revelaron a Miradas al Sur que durante la última dictadura Martins se desempeñó en la denominada Base Billinghurst, cuyo personal tenía bajo su control el centro clandestino de detención Automotores Orletti. Allí –dicen– entabló amistad con dos celebridades: Eduardo Ruffo y Aníbal Gordon. El hijo de este último, Marcelo, es actualmente uno de sus matones predilectos. Y Conde, su hombre de confianza.

Tras salir de la cárcel, Martins lo cobijó bajo su ala. Primero, lo puso al frente de un local de Recoleta que a los pocos meses bajó las cortinas. Luego se lo llevó a Cancún, en donde el ex agente de la Side mantiene un excelente vínculo tanto con las autoridades federales como con los Zetas, el cártel dominante en esa latitud del territorio azteca. Prueba de ello es que la nave insignia de su imperio, el Mix Sky Lounge, es el único prostíbulo autorizado en la zona hotelera.

Tal vez, durante su velada con el matrimonio Macri, Conde se haya ufanado de ello a viva voz. Es posible que el ilustre visitante estuviera al tanto de quién era el dueño de casa. Nada lo confirma ni lo desmiente. Sin embargo, todo indica que aquella noche tuvo lugar el primer paso de un convenio informal entre el Mundo Martins y el Gobierno de la Ciudad, el cual –se dice– habría cerrado Mauricio con sólo tres palabras: “Hablá con Raulito”. Se refería a Raúl Oscar Ríos.

El amigo de boca. El tipo arrastraba una mácula casi involuntaria. Hasta ese momento dividía su tiempo entre sus tareas cómo vocal de la comisión directiva de Boca y su cargo de titular de la estratégica Agencia Gubernamental de Control. Durante la tarde del 9 de agosto de 2010, participó de una reunión en la Bombonera en donde se decidía la renovación de contrato de Román Riquelme. Él votó en contra, según la orden recibida por el propio Macri. El problema fue que ello le impidió concurrir al barrio de Villa Urquiza, en donde acababa de desplomarse un gimnasio. Ello también derrumbó de modo estrepitoso su paso por la función pública. Aun así, Ríos no dejó prestar importantes servicios a la causa del PRO.

Lo cierto es que siguió prestando importantes servicios al macrismo en su carácter de principal referente macrista en el barrio de Flores. También oficiaría como operador del Tano Angelici, el empresario del juego que Macri logró imponer en la presidencia de Boca.

Su rol en el asunto que vincula al gobierno porteño con el dinero en negro aportado por Martins no deja dudas. El 26 de julio de 2011, es decir, cinco días antes del ballottage porteño, un lugarteniente local de Martins envía un mail a México: “Llamó el amigo de Boca (se refería a Ríos) y me junté con él. Me solicitó si se le puede aportar 10 lucas para solventar gastos de campaña para la segunda vuelta. Y me recordó que el año pasado, cuando nos pidió y no la necesitó, la devolvió y te la agradeció, y que le está pidiendo a los que no les pidió en la primera vuelta.”

La respuesta de Martins, enviada a las 23.22 de ese día, fue: “Yo creo que sí; hay que contribuir para Mauricio. Más cuando todos los negocios están en Capital.” Aludía a sus siete prostíbulos que aún funcionan en la Argentina.

El destinatario del mensaje era Pablo Paternostro, un gerente local de Martins. Ese pago en particular lo efectuó el propio Pablo en el CGP 7, quien –por pedido del jefe– fue al encuentro de Ríos junto a su hija, Lorena Martins.

Ya se sabe que ella pateó el tablero de Martins para convertirse en su denunciante. Pero el expediente del caso sigue empantanado. La mujer ahora recusó al fiscal Gerardo Pollicita por su presunto vínculo con Ríos.

Es que, además de la magistratura, Pollicita es un diligente socio de Boca. En 2007 integró la Comisión Electoral del club y, en ese año, también formó parte de la Comisión Asesora de Seguridad, junto a otras reputadas personalidades xeneizes, como el ministro Guillermo Montenegro y el fiscal federal Carlos Stornelli. En los pasillos del club aseguran que es muy difícil que Pollicita no se haya cruzado con Ríos. En el entorno de Lorena se presume que dicha cercanía con el sospechoso podría contaminar la búsqueda de justicia. Pollicita, en cambio, niega cualquier vínculo con el posible imputado. Ni con Macri.

Nadie en Boca se conoce.

22/01/12 Miradas al Sur