Las aventuras de José Botet, rebelde, exiliado, amigo de Dardo Rocha y coleccionista de huesos.

La historia de los fósiles de La Plata que deslumbran en Europa

Por Sergio Kiernan
para Pagina 12
publicado el 21 de junio de 2019

Quien visite la ciudad de Valencia, ya en el país catalán, puede hasta perderse una sorpresa que la vieja, vieja ciudad le tiene reservada a los argentinos. Entre sus tesoros medievales, sus interminables restaurantes y bares, sus playas y una marcha que no te deja dormir, Valencia tiene un Museo de Ciencias Naturales que guarda la mejor colección europea de megafauna prehistórica argentina. Los megaterios, mulitas y demás superanimales pampeanos son el orgullo del museo y están cumpliendo 130 años a orillas del Mediterráneo gracias a las aventuras de un militar metido a revolucionario metido a empresario que terminó escapando, cuando no, a Argentina. Aquí se hizo millonario gracias a Dardo Rocha y planeó su vuelta triunfal a su tierra, de la que se había tenido que fugar.




José Rodrigo Botet nació pobre en Manises, en 1842. A los ocho años se lo llevaron a la capital para abrir un negocio de alfarería tradicional en la plaza Redonda, todavía hoy un centro de trabajos en arcilla. La cosa mejoró, pero la única educación que pudo tener José fue en el Ejército, que lo mandó como joven oficial a Cuba. Los mambís alzados contra España lo hirieron en combate, con lo que Botet volvió a casa, medio héroe. En España se hace carlista y participó del alzamiento contra Isabel II, fue capturado, lo iban a fusilar, zafó por casualidad, lo mandaron a prisión en Canarias y luego a Valencia, un total de cuatro años que sólo terminó cuando cae la reina.

Pero las guerras carlistas no terminaron y Botet iba y venía, acusado de rebelde y de espía del gobierno, hasta la restauración de los Borbones al trono. Con 33 años, el ex militar fue acusado de quebrar fraudulentamente alguna que otra empresa, y antes de volver a prisión se escapó a Francia. Lo acompañaban su segunda mujer y un amigo catalán, Enric de Carles.

El exilio francés duró poco, en parte por la falta de oportunidades y en parte porque ya tiraba fuerte el lejano país abierto a los inmigrantes. Carles, Botet y su mujer embarcaron para Buenos Aires y llegaron justo para el fin de las guerras civiles, la Campaña de Roca y la capitalización de Buenos Aires. El valenciano se puso a estudiar ingeniería y se hizo amigo de un político en ascenso, Dardo Rocha, el gobernador bonaerense que iba a construir la nueva capital.

Botet ayudó a diseñar la planta de la nueva ciudad, abrió una constructora, levantó edificios por toda La Plata y también en Buenos Aires, se especializó en canales reguladores de inundaciones y hasta metió mano en el puerto de Campana. En el camino enviudó, se volvió a casar, abrió una sucursal en San Pablo, Brasil, y tuvo trece hijos. Y siempre soñando con volver al pago por la puerta grande.

La idea se la dio su amigo Carles, que ya era profesor de ciencia y coleccionaba los fósiles que aparecían en las excavaciones en La Plata. Cuando había logrado uno de cada uno, hasta completar la serie que había planteado Darwin en 1833 y estaba confirmando Florentino Ameghino, empezó a negociar con un museo en Dinamarca para vender la colección. Botet, rápido, lo frenó: ese era el gran gesto que estaba buscando para volver a Valencia como un héroe, hacerse olvidar cualquier fraude o problema, ser un señor.


Si algo sabía hacer este vivo de Botet, era publicitarse. En 1889, después de una intensa campaña, Botet, Carles y los huesos desembarcaban en Barcelona. En la estación los esperaba un tren especial para llevar la valiosa carga y en Valencia un masivo banquete de bienvenida, pagado por el “indiano” volvedor. Nadie hablaba de otra cosa, la fiesta duró días, el gobierno local nombró a Botet “hijo pródigo” de Valencia y, exagerando un tanto, hasta le puso su nombre a una plaza. Valencia tenía una colección paleontológica de nivel mundial, Botet su reinvindicación.


De vuelta en Argentina, el aventurero se las arregló para fundir todas sus empresas, hasta las de San Pablo, donde terminó dejando mujer e hijos cuando se volvió a Madrid. Se hizo socio en una jabonería y fracasó, como también fracasó exportando frutas. Se murió más que pobre en 1915.


Y en Valencia, en lo que fueron los jardines del palacio real, instalados hace veinte años en el restaurante de estilo racionalista, están los megaterios y los enormes mulitas, impecablemente exhibidas y mantenidas. Los chicos preguntan si esas carcachas gigantes son autos o animales, y uno se pregunta qué hace un museo semejante en un lugar inesperable. En las idas y venidas de sus aventuras, parece que Botet terminó fundando una tradición científica de las buenas en su tierra natal.

Fuente
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Rodrigo Botet, José. Manises (Valencia), 2.IV.1842 – Madrid, VII.1915. Ingeniero, promotor.

 Hijo del labrador Onofre Rodrigo Aliaga y de Teresa Botet Royo, quienes tuvieron al menos seis hijos: Onofre, José, Manuel, Dámaso, Teresa y Filomena. Emigrada la familia a Valencia, parece que en 1856 abrieron allí una tienda de cerámica ubicada en la plaza Redonda. Pocas noticias se tienen de su juventud, salvo que cursó el bachillerato en Valencia.En 1868 se encontraba cumpliendo su servicio militar en Cuba, a las órdenes del general Mesinas, marques de La Serena. Herido en el campo de batalla, regresó a la península y en 1872, siendo ayudante de Capitanía en Valencia, se sublevó con otros oficiales, pasándose al banco carlista, en el que alcanzó el grado de coronel. Hecho prisionero en la cruenta acción de Morella, estuvo a punto de ser fusilado, salvándose providencialmente por el estallido de un motín popular. Buscó refugio en París, si bien viajó frecuentemente a España en cumplimiento de distintas misiones del partido carlista. Una vez licenciado, embarcó en 1875 rumbo a la Argentina, asentándose en su capital, Buenos Aires, en donde fue bien acogido por los principales personajes del mundo cultural y político, graduándose como ingeniero en su Universidad.En 1880 fue nombrado capitán de Ingenieros por el Gobierno de la provincia de Buenos Aires y, como tal, fue el principal colaborador de Dardo (sic) Rocha, gobernador de la misma, en la planificación y construcción de la ciudad de La Plata, siendo suyos los proyectos de grandes edificios públicos, empresas de saneamiento y puentes de la que más tarde sería capital de la provincia. A partir de entonces, se convirtió en uno de los técnicos más prestigiosos de la nación. En 1887 realizó los planos de los muelles del Puerto sur de la capital y dirigió las obras del tendido del ferrocarril hacia el interior del territorio argentino y el trazado de canales y desagües en los ríos Bermejo y Corina.Dejó luego la Argentina marchando a Brasil, donde dirigió, entre otras, las obras hidráulicas de Tieté, que proporcionaron energía eléctrica a Sao Paulo. Efectuó la triangulación de la Cordillera de Goyas, construyendo el ferrocarril que la atraviesa. Su éxito profesional le llevó a presidir la Compañía Minero-Paulista, siendo requerido desde la Argentina para continuar con sus proyectos. Allí fundó la sociedad Rodrigo Botet y Compañía, que construyó el canal y puerto bonaerense de La Campana. También por entonces quiso fundar una flota de buques que sirviese de línea de transporte de mercancías y pasajeros entre la Argentina y Valencia, pero su empeño no prosperó.Sabiendo que su amigo el naturalista catalán Enrique de Carles poseía una valiosa y extensa colección de fósiles recogidos en diversas localidades de la cuenca del Río de la Plata, colección que pensaba ceder a un museo de Copenhague, se apresuró a comprarla deseoso de regalársela a Valencia. Aquella importante colección de fósiles del Cuaternario de América —por entonces la más destacada de Europa—, llegó a la capital del Turia en 1889, si bien no fue expuesta públicamente hasta 1902, con motivo del IV Centenario de la Universidad de Valencia, dando origen más tarde, ya en 1906, al Museo Paleontológico de la ciudad.Habiendo sufrido algunos negocios fallidos retornó a España. Sus últimos años los vivió en Madrid, en donde dirigió una fábrica de jabones, de la que era socio. A la hora de su deceso dejó mujer y trece hijos, residentes todos ellos en San Pablo, Brasil.Bibl.: Redacción, “Rodrigo Botet”, en revista El Liberal (Cuenca), año VI, n.º 573, 7 de julio de 1915, pág. 2; J. M.ª Moreno Royo, “Don José Rodrigo Botet, hijo de Manises” en Las Provincias, Valencia, 10 de diciembre de 1963; M. Belinchón García, J. Mico Navarro, A. Salinas Jaques, J. Rodrigo Botet i el mon cíentific valencia entre les dos republiques, Valencia, Ajuntament de Valencia, 1993; J. M. Royo, José Rodrigo Botet: en el 150 aniversario de su nacimiento, Manises, Fundación Municipal de Cultura i Juventut, 1994; J. M. López Piñero, “La enseñanza de la historia natural y de la agronomía en la Valencia del siglo XIX”, en Doctores y escolares, II Congreso Internacional de Historia de las Universidades Hispánicas, vol. I, Valencia, 1995, págs. 385-387; F. Zabala Rodríguez, 125 Valencianos en la historia, Valencia, Carena Editors, 2003, págs. 203-204.José Antonio Díaz Sáez

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