Medios reaccionarios, fotos y mentiras: Una relación inescindible


Redacción Popular
Enero de 2013

Si viviera Karl von Clusewitcz debería reformular su célebre enunciado acerca que la guerra continúa a la política por otros medios; para afirmar que prolonga y corona la acción de los grandes massmedia, las fuerzas de ocupación al servicio del imperialismo en nuestro tiempo en la opinión del investigador brasileño Emir Sader. Resulta francamente grotesco el modo en que las referidas patronales mediáticas buscan legitimarse, pretendiendo asumirse como portavoces de la libertad de expresión de las “ciudadanos” del común. En rigor, los medios derechistas interpelan a las personas como consumidores y no como sujetos de derechos, que no a otra cosa remite la noción de ciudadanía. Y no puede omitirse que, en rigor, son los mayores enemigos de los derechos sustanciales que corresponden a nuestros pueblos. La práctica desplegada durante décadas- y en especial en los últimos tiempos- pone de relieve la falacia de denominarlos medios (neutros) de comunicación; ya que en realidad son instrumentos para que el bloque de poder globalizado diseñe la agenda pública, difame a los procesos populares (Brasil, Bolivia, Ecuador, Argentina, Nicaragua, Uruguay) tergiverse la percepción de todo lo que ocurre, oculte las atrocidades cometidas por el imperialismo y sus lacayos y secuaces en todo el orbe; al tiempo que se colocan en un pedestal (auto) gestado de prensa impoluta e independiente.


La enfermedad que sufre el presidente Venezolano Chávez mostró dos momentos de una ruindad difícilmente superables en toda la historia pasada y futura. En la monarquía conducida por el rey asesino de elefantes, un pasquín monárquico-falangista (sin acceso a historia clínica ni contactos con médicos que hubieren visto o tratado al paciente) confundió sus deseos con la realidad y vociferó urbi et orbe la existencia de terribles metástasis e inminente deceso. Otra señal colega del reino español (el cotidiano “socialista” El País) compró una foto que no correspondía al ilustre enfermo y la colocó en su primera plana. No se trató (sólo) de la compulsión que desborda a todo massmedia por la primicia. En realidad querían clavar un puñal en el corazón de los pueblos, que ven en el comandante bolivariano a un líder capaz de acaudillar masas para cambiar la historia. Y, de ese modo, que lograr que cunda el desasosiego entre los explotados, oprimidos y humillados de todo el orbe. Todo esto dicho además colocándose en el impoluto sitial de demócratas y estigmatizando a Chávez como feroz dictador.

Otro ejemplo del comportamiento correspondiente a los conglomerados que estamos analizando lo constituye un hecho sólo en apariencia no político. En la Argentina, el estado nacional cuenta con diversos medios audiovisuales. Uno de ellos se llama paka-paka y se halla dedicado al público infantil. Lo conduce el Ministerio de Educación y cuenta con producción propia de dibujos animados y otros contenidos. Lo que no se ve jamás en el canal mencionado es la naturalización de la violencia inconducente tan habitual en los programas para niños preparados en E.E.U.U. y principalmente en Japón. Las grandes cadenas de cable, pertenecientes a los paladines de “la libertad de expresión” ya citados, tienen proscripto a paka-paka en sus grillas. ¿Cual es el hilo conductor que vincula lo descrito en Venezuela y la Argentina? La necesidad de que- desde los medios- se diseñe la percepción de la realidad. Suministrar violencia en dosis industriales chinas casi desde el biberón es un largo preparativo para conformar individuos acríticos, inermes frente a los ajustes impuestos por el poder globalizado. Se trata de una batalla por las ideas. Y sólo podemos vencer desarrollando una mirada alternativa por la percepción y el sentido de la realidad, con los pequeños y los adultos. Que los niños aprendan a construir un mundo con justicia y sin violencia y que los adultos comprendan que los que se arrogan ser la quintaesencia de la libertad de expresión en realidad la niegan y su función es crear las condiciones de legitimidad para que los pueblos no disfruten de derecho ninguno.