¡Viva el cáncer!; o la lucha de clases desde arriba


 
Redacción popular

Hace pocos días se conmemoraron seis décadas de la muy temprana muerte de Eva (Duarte) de Perón, la inolvidable Evita. La mención no resultaría completa sin hacer referencia a las palabras que se pintaban en las calles de las elegantes barriadas en que vivían las clases altas y los distinguidos distritos correspondientes a ciertas clases medias, siempre tributarias de la reacción: nada menos que viva el cáncer cuando Evita agonizaba. No existe contraste más aleccionador en la historia argentina que pensar en semejantes ornatos callejeros, en oposición al desgarrador dolor popular desencadenado una vez consumada la muerte de "la abanderada de los humildes". Pero ¿Que llevó a tan "piadosos" cristianos de misa y comunión cotidianas a semejante orgía de impiedad? No fueron los (inocultables) defectos que el peronismo- como toda fuerza política- no puede ocultar. Se trató más bien de una reacción (por parte de las fuerzas reaccionarias) frente a una de las más significativas virtudes de la fuerza creada en octubre de 1945: ser vehículo de una mejoría sustancial del nivel de vida por parte de los sectores subalternos. Tal situación "humilla y ofende" al bloque oligárquico que entró en contradicción con su propio discurso. En efecto, la derecha adjudica al marxismo y otras fuerzas contestatarias la condición de estimular los conflictos y confrontaciones, que en rigor existen objetivamente. Pero cuando sienten amenazado su predominio reaccionan con la furia de la que dan cuenta el episodio recién señalado y muchos más.
Antes que fuera revelado el cáncer que padece el comandante Hugo Chávez Frías un cuadro de la derecha imperialista, el periodista octogenario Mariano Grondona, no se privó de pedir en cámara: ojala que se muera Chávez. Aquí queda plenamente confirmada la actitud contemplativa, favorable a la cooperación y no confrontativa que distingue a las derechas en todo el orbe. Ni hablar de cuando fuera franqueada la patología del líder bolivariano (paladeaban y festejaban el retorno al poder político enancado en la agonía del enfermo) o la falsa alarma que recorrió el mundo cuando circuló el rumor de la muerte de Fidel Castro y que provocase escenas de júbilo mesiánico entre las gusanera de Miami. Se trata de uno de los modos en que los sectores dominantes impulsan y estimulan la lucha de clases; aceptemos o no el nombre que desde el siglo XIX tiene el conflicto social. Otra manera la conforma el descarado recorte que se propicia en Europa a los beneficios sociales, al tiempo que los bancos reciben dinero como si las épocas no fuesen de austeridad.
En lo señalado líneas arriba pueden verse de modo acabado en que reside la dialéctica confrontación-cooperación para los sectores dominantes. Cantan salmos a la paz y al amor a condición que los sectores populares muestren un rostro resignado y sumiso. Pero en cuanto se verifique un ciclo breve o prolongado en que los sujetos subalternos toman para si las riendas de la sociedad llegado es el tiempo de los golpes de estado, las intervenciones imperialistas y el viva el cancer. Conviene que el conjunto de nuestra coalición sea consciente de lo que decimos y que no sucumba frente a los polifaciales cantos de sirena de la derecha. Con todo, se trata de los objetivos de la batalla cultural en la que estamos inmersos.