Honestidad Brutal Cristina y la Publicidad No Convencional

Ernesto Espeche
APAS

La Presidenta reflexionó sobre los mecanismos encubridores de la parcialidad editorial. “Bajo una pretendida pátina de independencia”, señaló, “están sirviendo a intereses inconfesables". La relación entre medios, política y poder en el centro de la agenda pública. Una mirada desde el enfoque de la “Intencionalidad Editorial”
Cristina Fernández explicitó en numerosos momentos la parcialidad que ocultan los medios hegemónicos
Imagen: Montaje APAS
En el marco de un acto realizado en la planta de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) en la localidad bonaerense de Ensenada, la presidenta Cristina Fernández analizó con rigor político y académico el mecanismo utilizado por los medios hegemónicos para presentar sus propios intereses como los valores de toda la sociedad.

La mandataria señaló que algunos medios quisieron "limar la imagen" de YPF y sus directivos a partir de la difusión de falsas amenazas de renuncia. Citó, por caso, algunos artículos que Marcelo Bonelli escribió en el diario Clarín y agregó un dato hasta entonces desconocido: el periodista cobró desde 2008 una importante suma de la petrolera "en concepto de algún servicio". Cuando el Estado nacional avanzó en la recuperación de la empresa, ese contrato se canceló.

La Publicidad No Convencional, en términos de Cristina Fernández, es el modo que tienen algunos periodistas para oficiar de lobistas de determinados intereses a partir del tratamiento de la información. Esa práctica es cuestionable en la medida en que no se explicita la relación entre las posiciones periodísticas plasmadas en algunos medios y los recursos económicos que sostienen esa direccionalidad editorial.

Por ello, la Presidenta propuso que "debería haber una ley en la República Argentina que obligara, así como obligan a los funcionarios públicos", a declarar el origen de los ingresos económicos del poder mediático. Y agregó: “necesitamos una ley de ética pública para este poder de una buena vez por todas".

No se trata de condicionar las opiniones, por el contrario, se trata de "manifestar si reciben dinero de alguna empresa o si tienen alguna inclinación política". En ese marco, citó el caso de Estados Unidos, donde "los diarios pueden definirse a favor de tal o cual candidato, pero deben hacerlo explícitamente y recordó que en la campaña presidencial, en la última, el Washington Post y el New York Times habían decidido públicamente en sus editoriales que apoyaban a Barack Obama".

Además advirtió: "esto no está mal, es parte de la democracia, es parte del funcionamiento democrático, del sistema de medios de comunicación, lo que está mal es, bajo una pretendida pátina de independencia, estar sirviendo a intereses inconfensables".

En esta última apreciación está el núcleo duro del ocultamiento deliberado en el que incurre el periodismo hegemónico. Una corriente del pensamiento académico en el campo de la comunicación trabaja desde esa línea con exhaustivo detenimiento. El periodista Víctor Ego Ducrot, docente de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata, comandó un equipo de investigación -compuesto por profesionales de varias universidades públicas- para delinear los ejes fundantes del modelo de “Intencionalidad Editorial”.

Una primera aproximación a ese enfoque puede observarse en el libro “Sigilo y nocturnidad de las prácticas periodísticas hegemónicas”, editado en 2009 por el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini.

Allí, los autores sostienen que los medios “son herramientas para la conquista, la conservación o la destrucción del poder -destrucción o deconstrucción que apunta a la construcción de otro, de distinto tipo o naturaleza-. ¿Cómo? acude a la transformación de su parcialidad de grupo o clase en ‘objetividad’ (…) para que la misma, desde su supuesto valor de verdad universal, sea y opere como sentido común”. Y finaliza: “el periodismo forma parte del género de la propaganda (…) es propaganda con cita de fuentes”.

Recuperemos la idea plasmada por la Presidenta desde la mirada de la “Intencionalidad Editorial”. Los medios –todos- son herramientas de poder, instrumentos definidos por una técnica específica al servicio de intereses particulares. Son parte de la dinámica del conflicto social en función del sostenimiento o cuestionamiento de un orden social. Desde esa premisa puede pensarse la importancia del uso y manejo de la información y la resistencia de quienes concentran esa herramienta para ajustarse a los preceptos democráticos de la Ley de Medios.

Así, se puede “limar” a un funcionario o a un proyecto en nombre de la verdad universal; desde “la pátina de independencia” se construyen realidades que prefiguran escenarios favorables para “intereses inconfesables”. Pero la confesión –o explicitación- de las ideologías que se defienden a la hora de ejercer el periodismo –algo esperable desde el punto de vista ético- es incompatible con el método encubridor del “sigilo y la nocturnidad”.

Entonces, el periodismo es propaganda en la medida que siempre promueve valores o ideas que se encuadran en proyectos políticos concretos. Claro, es necesario aclarar que se trata de una propaganda que requiere de una técnica propia, de una narrativa propia. En ese sentido, el debate entre periodismo militante o periodismo independiente es falaz y engañoso. Siempre estamos tomando posición, lo sepamos o no, sobre los temas que configuran ese complejo entramado que llamamos realidad.

La publicidad, incluso la “no convencional”, pertenece a los dominios de la propaganda en un sentido amplio y, con ello, convive a diario con las prácticas periodísticas.

Finalmente, una ley de ética para periodistas -diseñada y pensada por periodistas, como propuso la Presidenta- debería asentarse en un principio indispensable para democratizar y profundizar la diversidad de posiciones: la honestidad intelectual que conlleva la enunciación de la propia parcialidad ante los hechos.