Grecia, acorralada entre el mito europeo y la bancarrota



Antonio Cuesta
Gara

Gran parte de la población griega se muestra reacia a apoyar un impago de su deuda y a abandonar del euro. Pese a los enormes ajustes exigidos, continúa seducida por el mito de que la UE es el menos malo de los mundos posibles.


En la madrugada del pasado martes, el Eurogrupo aprobó la concesión del segundo préstamo de ayuda a Grecia, por un monto de 130 mil millones de euros, y la reestructuración de la deuda soberana que significará la condonación de unos 107 mil millones de euros, el 53,5% del monto de los bonos tenidos por grandes bancos y fondos de inversión. Estos bonos serán sustituidos por unos nuevos títulos griegos cuyo tasación será del 30,5% de los actuales, más otros con un valor del 15% emitidos por el Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiera. Las nuevas obligaciones, sujetas a la legislación británica y no a la griega, tendrán una duración de 30 años y devengarán un interés del 2% anual hasta 2015, del 3% hasta el año 2020 y del 4,3% hasta 2042.
Con estas medidas la troika (Comisión Europea, Banco central Europeo y Fondo Monetario Internacional) considera que para 2020 la deuda griega se habrá reducido del 160% del PIB actual a un 120,5%. Sin embargo esta valoración resulta, cuando menos, improbable y paradójica. Improbable porque, según los últimos datos oficiales de los que se dispone, este ratio aumentó un 10,3% solo en los tres primeros trimestres del año 2011 debido a la contracción de la economía; porque la tendencia sigue siendo negativa según lo certifica la revisión gubernamental al alza de la cifra del déficit presupuestario que estima para final de año llegar al 6,7% (un 1,2% más de lo previsto en diciembre); y porque todas las proyecciones hechas con márgenes menores han resultado erróneas por defecto. Y paradójica pues, de alcanzarse ese índice dentro de ocho años, a costa de enormes y graves recortes sociales, se habría llegado al mismo nivel que en 2009, punto de inicio de la crisis de la deuda griega.
Pero ¿esta profusión de números y porcentajes significan algo para la mayoría de los griegos, pese a ser habituales en la prensa y la televisión? ¿Imaginan cómo podría ser su vida fuera de la zona euro? Desgraciadamente, la respuesta es no.
El mismo martes, en la Fundación Mundo Helénico de Atenas, cuatro oradores y unos 1.200 oyentes se dieron cita en el debate «¿Debería Grecia no pagar su deuda y abandonar el Euro?». Antes del inicio, los organizadores realizaron un sondeo de opinión entre los asistentes cuyo resultado fue un 72,4% de rechazo a la propuesta, frente a un apoyo del 18,6%. Tras el debate, una segunda encuesta amplió mínimamente ambas opciones (75% y 18,9%), al reducirse el porcentaje de indecisos. Es cierto que los argumentos de los ponentes contrarios a la moción fueron extremadamente débiles, cuando no contradictorios, y que enmudecieron ante la pregunta «¿Puede la sociedad griega, la juventud o los trabajadores griegos sobrevivir otros cinco años de depresión tras cinco años de recesión?», formulada por Nouriel Roubini, profesor de Economía y Negocios Internacionales de la Universidad de Nueva York. Pese a ello, una parte importante de la ciudadanía griega continúa seducida por el mito de que la Unión Europea es el menos malo de los mundos posibles, y parece incapaz de interpretar la forma en que influyen en la vida cotidiana las medidas impuestas desde Bruselas. Pero afectan, y de modo muy concreto.
Reducción del gasto público
Uno de los primeros mandamientos del catecismo neoliberal es la reducción del gasto público. En Grecia, las reformas estructurales de 2010 redujeron 85.000 puestos de trabajo en el sector público y entre un 15% y un 20% de sus salarios, además del aumento en la edad de jubilación, el resultado fue una caída del PIB real del 3,5%.
Si tomamos como ejemplo el sector de la educación, en apenas dos años los profesores de secundaria han visto reducidos su sueldo base de los 12.000-20.000 euros anuales a entre 8.000 y 17.000, tras el recorte adicional del pasado mes de octubre. Para 2012, el Ministerio de Educación cuenta con un presupuesto menguado en un 60% con respecto al año anterior.
«Los profesores de asignaturas optativas hemos perdido la mayor parte de nuestras clases, hasta quedarnos con horarios de trabajo simbólicos», nos asegura Dimitra, joven profesora de informática residente en la localidad de Loutraki. «En mi caso -confirma-, tengo horario reducido y dos centros de trabajo, a 40 kilómetros uno del otro, y todo ello por algo más de 400 euros al mes».
Hablamos con Mark Garbis durante una de las multitudinarias manifestaciones contra las medidas de ajuste. Es profesor en una escuela técnica de Asprópyrgos, un distrito periférico de Atenas fuertemente castigado por el desempleo, y expresa también su preocupación por «la eliminación de derechos laborales, la masificación en las aulas producto de la supresión de docentes, y el abatimiento de los alumnos que no tienen ninguna esperanza en el futuro del país». A principios de enero, el estado aún no había entregado a los estudiantes los libros que debían estar distribuidos en setiembre.
Los ajustes presupuestarios también han provocado graves problemas como el corte de suministro eléctrico o de calefacción en numerosas escuelas y centros médicos, la reducción del 40% de las camas hospitalarias, y la falta de medicamentos básicos como la aspirina. Con los nuevos recortes, aprobados el 12 de febrero, muchos enfermos crónicos tendrán que pagar sus medicinas o «se verán condenados a una muerte segura y a corto plazo debido a la supresión de los subsidios a los medicamentos», afirma la activista por la anulación de la deuda Sonia Mitralias.
Pero el futuro se presenta aún más sombrío. «Lo que quieren es ponernos al mismo nivel que Bulgaria» (el país más pobre de la Unión Europea), asegura Olympia, una jubilada que ha visto cómo su pensión se reducía en un 25% en los últimos tres meses y no se pierde una movilización en la calle.
El descenso de la inversión pública, los despidos masivos en la administración y el aumento indiscriminado de impuestos han agravado la recesión forzando a echar el cierre a 60.000 pequeños y medianos negocios. Según la agrupación de pequeños empresarios y comerciantes de Grecia (GSEVEE) «unos 12.000 establecimientos cerrarán a final de este mes, una vez que acaben las rebajas». Además, calculan que otros 50.000 lo harán a lo largo del presente año, dejando en la calle a unos 240.000 trabajadores, lo que supone cerca de un 5% de la población activa. Stefanos Makakas, propietario de una agencia de viajes, es uno de los que apuesta por abandonar la UE y buscar una asociación de países afectados por la crisis. «Deberíamos unirnos los países mediterráneos -explica-, incluso los del norte de África ¿qué pintamos nosotros con los alemanes?».
En el quinto año de crisis, el desempleo oficial es del 20,9% -pero no se incluye el alto número de personas que trabajan unas pocas horas semanales- y se calcula que los ingresos familiares cayeron en un 25%. Según un informe del Banco Central, medio millón de hogares en Grecia carecen de cualquier tipo de ingresos. Por el contrario, los precios aumentaron en los últimos dos años en torno a un 10%, la luz un 9% y el tipo máximo de IVA un 10% adicional.
Con ese panorama no es de extrañar que un 93% de los griegos reconozcan haber cambiado sus hábitos de consumo, reduciendo las compras incluso de productos básicos que no sean de absoluta necesidad. Y que dos de cada tres admitan tener problemas financieros, según una encuesta realizada por Boston Consulting Group.
Vassilios Bakanis trabaja en el Museo Bizantino y Cristiano, y como el resto de sus compañeros ha visto reducido su salario en un 50%. «Con 655 euros tengo que pagar el alquiler, la comida, la luz, el teléfono... y además los impuestos», se lamenta. Existe una verdad ampliamente aceptada que asegura que en Grecia ni la iglesia, ni las grandes fortunas, ni los empresarios pagan impuestos.
Con la aprobación del nuevo memorando impuesto por la troika, el estado griego parece haber alejado temporalmente la amenaza de la quiebra, pero como expresó la dirigente del Partido Comunista Griego (KKE) el acuerdo de rescate significa «la quiebra controlada del Estado y la bancarrota desordenada del pueblo».
Los ciudadanos, mientras tanto, deberían ir valorando la posibilidad de tomar las riendas de su destino y sacudirse la dominación extranjera.