Chorros de Manuel Belgrano


Tras las victorias en Salta y Tucumán, se lo premia con 40 mil pesos fuertes. Esto desvirtúa la idea de que los próceres hacían su trabajo impulsados por un falsamente sano patriotismo del que no esperaban remuneración alguna.



Cada peso fuerte equivalía a una onza española, es decir, 27.0643 gramos de fino oro. Es decir, eran 1082,572 gramos de oro. Más de un kilo, que al día de hoy, sin actualizaciones ni intereses, tasas y otras yerbas, equivaldrían a poco más de 500 mil dólares.

Belgrano donó ese dinero, y encargó que con él se construyan 4 escuelas. Su idea era que se hicieran más o menos por esos años, cuando las condiciones aseguraran una paz más o menos firme. El dinero fue a parar a las deshonestas manos de siempre y las escuelas, si bien se construyeron, terminaron siendo erigidas casi en estos años nuestros.

Uno de los robos que sufrió Belgrano.

Bien, ahora lo encontramos en otra situación: una tarde como hoy, pero de 1820, Belgrano había muerto, pero muy pocos en su Buenos Aires natal lo sabían. Había llegado el 1° de abril, en la pobreza. Y escribió cartas al Gobernador Sarratea, no pidiendo limosnas, sino que le pagaran lo que le debían.  Había tenido en sus manos el equivalente a 500 mil dólares que donó para hacer escuelas, y no le conseguían algo de dinero para su subsistencia. Algo obtuvo, pero no todo. Pagó a su médico con el reloj de oro que había recibido como obsequio en Inglaterra. Citó a un escribano para disponer de sus pocos bienes y que, si se le pagaba lo adeudado, distribuyera esa suma entre quienes le habían prestado dinero.

Hicimos el cálculo y le debían alrededor de 80 mil dólares de hoy.

El día de su muerte fue el llamado “Día de los 3 gobernadores”, en el que dos caudillos y el Cabildo se disputaban el poder. El hecho pasó desapercibido y sólo un periódico, “El despertador filantrópico” publicó la noticia.

La familia retrasó las exequias a la espera de que alguna autoridad le rindiera algún honor, pero no ocurrió.

Belgrano fue enterrado en el atrio del Convento de Santo Domingo, muy cerca de la entrada y como lápida, tuvo un mármol extraído de la cómoda de su hermano.

Recién mas de un año después, se dispuso un homenaje póstumo con toda la pompa.

Pero quedó la idea de que el entonces Padre de la Patria merecía algo mas.

El 4 de septiembre de 1902, 82 años después, se realizó la exhumación del cadáver a fin de colocarlo en el mausoleo donde se encuentra hoy. Estaban presentes el Ministro del Interior, Dr. Joaquín V. González y  el Ministro de Guerra, Pablo Riccheri, que impuso el servicio militar obligatorio  y participó de alguna represión.

El primero de los mencionados fue un escritor notorio, una especie de figura cultural muy importante aún hoy en la Rioja, su provincia natal.

El presidente era Julio Argentino Roca.

El cuerpo de Belgrano, ataviado con un hábito dominico, había sufrido filtraciones de humedad. Sólo habían quedado algunos pocos huesos, parte del cráneo y el maxilar inferior.

La misma lápida se había roto en varias ocasiones y en un cierto momento se la reemplazó, porque la tumba estaba en la entrada del templo y los fieles la pisoteaban al pasar.

Se extrajeron los restos y se reservaron para colocar en el mausoleo el 20 de junio de 1903, al cumplirse 83  años de la muerte de Belgrano. Así se hizo, con una gran ceremonia y gran presencia de gente.

Pero… Al día siguiente, el diario La Prensa denuncia que al extraer los restos de Belgrano, sus dientes fueron repartidos entre ambos ministros. Se desató un escándalo: el que hasta ese entonces era considerado el Padre de la Patria había recibido una inaudita humillación que merecía castigo y restitución.

Caras y Caretas amplía la información con mas datos. González adujo que los tenía para mostrar a sus amigos en sus fiestas. Mientras que Riccheri argumentó que los tenía para mostrárselos al General Bartolomé Mitre. El tema terminó con la devolución de los dientes y su inclusión en el mausoleo.

Otro de los robos a Belgrano. No fue el último.

En julio de 2007 el reloj con que pagó a su médico fue robado del Museo Histórico Nacional, y aún se desconoce su paradero.

Quienes visitan el lugar donde reposan los restos de los restos de Belgrano pueden observar que el grupo escultórico que el prócer hubiera desechado si se lo hubiera consultado, si tan sólo se lo hubiera conocido, está rematado en su punto más alto con la figura de un féretro. Solemos mirar hacia allí creyendo que Belgrano se encuentra en ese espacio. Pero no.

Belgrano está más cerca de todos nosotros. Casi a la altura de la vista, donde una enorme placa anuncia el nombre del prócer. Allí está. Allí podemos mirar y decirle: Gracias, Manuel.