La geopolítica de la guerra y Brzezinski

Por Salvador González Briceño
para alainet.org
publicado el 19 y el 26 de agosto de 2016

Tras la caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1991, los Estados Unidos de América (EUA) se creyeron tan invencibles como Goliat, regentes del mundo como imperio, porque ya no tendrían frente a sí al enemigo de todo el periodo de la guerra fría, el representante del comunismo (los rojos) con quien protagonizaría la carrera armamentista, atómica y espacial, a partir de la década de los 50.

Como El Gran Fracaso, así calificó el especialista más influyente en seguridad nacional de Jimmy Carter (1977-1981) —también consejero de Kennedy y Johnson—, Zbigniew Brzezinski el derrumbe —un balance más propagandístico que serio—; y ningún país tendría, a partir de entonces, la capacidad de revelarse o ponerse al tú por tú porque el poderío militar y nuclear estadounidense quedaba intacto, el soporte principal de la maquinaria industrial de guerra del Pentágono.

Otros, voceros del imperio, izaron como nunca la bandera de grandeza del modo de vida americano, como Francis Fukuyama en su obra El fin de la Historia, con el garlito de la “democracia liberal” protagonista del “punto final” de la humanidad. El liberalismo, ideología y materialismo puros como guía pragmática de los EUA y modelo a seguir para el mundo.

Ante este nuevo escenario, los sucesivos gobiernos estadounidenses, como el de William Clinton, harían creer a sus socios europeos que la multilateralidad llegaría para quedarse. Pero en la práctica harían todo —apoyados por sus amigos de siempre, los ingleses— para imponer esa suerte de unipolaridad imperial, y por ello amenazar con el control geopolítico desde finales del siglo XX y el arranque del XXI.

EUA, con una economía dominante y acostumbrada a las ganancias desde los tiempos de la II Guerra Mundial, tanto por las millonarias ventas de armamento como las inversiones para la reconstrucción europea, tras la caída del “socialismo real” —o el “realmente existente”— su arrogancia imperial le impediría, pues, reconocer algún rival competente.

Más recientemente, al cambio de siglo y para perpetuar el control sobre el mundo, la Casa Blanca, los halcones del Pentágono y los asesores de la “seguridad nacional” y el FBI, crearon el escape ideal, el mejor pretexto para seguir con “la guerra por todos los medios”, haciendo uso de la geopolítica y violando sin el menor recato el derecho internacional —las Naciones Unidas en jaque, así como apuntalar la viabilidad del Pentágono por el Congreso, para seguir el negocio de las armas como en tiempos de la carrera armamentista—, y desde Washington se inventaron la “justicia infinita” para “prevenir al pueblo estadounidense de ataques del exterior con armas de destrucción masiva”.

Fue esa campaña propagandística al estilo hollywoodense para engañar al pueblo y al mundo tras el 9/11, léase el ataque televisivo a las Torres Gemelas de Nueva York y al edificio pentagonal en Washington, que funcionó a la perfección para justificar las intenciones del clan Bush de ir tras Al Qaeda —el terrorismo se erigiría como la nueva amenaza de la civilización de Occidente—, invadiendo Afganistán primero para cazar al ex socio Osama bin Laden, y luego perseguir al “aborrecible” Sadam Hussein bajo el garlito de las “armas de destrucción masiva” —nunca encontradas ni probadas por el secretario de Estado Colin Powell—, para luego quedarse con el petróleo iraquí. Voracidad imperial por el control de las fuentes energéticas de gas y el petróleo de la “Cuna de la Civilización”.

Otra expresión de la vocería que anticipaba la nueva contradicción de la civilidad occidental del mundo moderno, de gran utilidad para seguir en guerra por los intereses de las multinacionales estadounidenses del petróleo (en Irak se apersonarían pronto exdirectivos de Enron y Exxon, así como los Bush y Dick Cheney, el vicepresidente), fue el ensayo de Samuel P. Huntington, Choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial de 1996, a efecto de emprender el despliegue militar y amenazar a quien sea: “O estás con nosotros o estás con los terroristas”, diría George W. Bush en septiembre 2001, por lo que un año después —así, sin otra justificación que la violación de cualquier base mínima del derecho internacional— se daría a conocer la lista de aquellos países catalogados como pertenecientes al “eje del mal”: Irak, Irán, Corea del Norte, primero; luego Libia, Siria y Cuba; más tarde Bielorrusia, Myanmar y Zimbabue, todos enemigos potenciales porque así lo dictaban los halcones o los think tanks; nomás por eso. 


Declive del poder de EUA

Pero como no hay mal que dure 100 años, ni país que lo resista. Y la rueda de la historia no avanza a brincos sino a vuelcos; una vez que se toca la cumbre comienza el descenso y en algún momento se llega al abismo. Los imperios tampoco son eternos, por muy fuertes que se crean o dominantes; el romano, el inglés, el español, etcétera, ninguno resiste la corrosión del tiempo. De ahí la máxima de Borges: “El que mira un reloj de arena ve la disolución de un imperio”, poema en La Cifra de 1981. El propio Brzezinski, con su Visión Estratégica: América y la crisis del poder global, de hace cuatro años, describió lo que llamó las fortalezas y las debilidades de los EUA. Tesis justificadoras, como buen “americano” (de origen polaco, claro), orientadores pero poco creíbles (como la exposición tendenciosa del derrumbe de la URSS).

Busca no analizar cuanto justificar lo que llama “los efectos geopolíticos del declive del poder norteamericano”, en el sentido que “el declive” de tal poder “conlleva necesariamente un caos planetario y a situaciones muy conflictivas, y nada prósperas”. O lo que es lo mismo, o vives con el enemigo en casa y te aguantas o te aguantas porque no tienes otra; como ley de hierro oligárquica.

El alguna de sus obras, Brzezinski reconoce también que en “toda la historia” los imperios declinan “en algún momento”, y ahora —tesis de la Visión Estratégica, de 2012— “con el auge (sic) de Asia (y) en el contexto del poder internacional, Occidente entró en una fase de decaimiento”1. Eso sí, Occidente (con EUA a la cabeza) no está terminando su supremacía global por sus propias contradicciones internas, sino por el “decaimiento” del exterior, un planteamiento tan falaz como increíble. Lo que define una, cualquier dinámica obedece a contradicciones o conflictos internos; lo de afuera condiciona, más no determina.

Sin otra razón de fondo ni creíble, justifica Brzezinski, EUA es el único gestor capaz de sobrevivir a Occidente, con “activos y pasivos”; ni más ni menos que su capital o potencial para su política exterior. Solo depende de cómo logre “solucionar ciertos asuntos internos” que mancillan el “sueño americano”; que no son ciertos sino sus propios cimientos y preceptos que están en las últimas.

Según nuestro autor, el superasesor con gran influencia en gobiernos como el de propio Barack Obama, los pasivos de EUA son: i) déficit fiscal, fruto de la deuda nacional; ii) daños causados por el sistema financiero, consecuencia de la crisis financiera del 2009; iii) aumento de la desigualdad social; iv) deterioro de la infraestructura; v) ignorancia pública sobre los asuntos del exterior y política exterior; vi) bloqueo político desde el Congreso sobre varios temas.

En cambio los activos, no se diga más: a) fuerza económica, pese a la crisis financiera; b) potencial de innovación; c) dinámica demográfica; d) capacidad de movilización reactiva ante retos, como Pearl Harbor y la carrera espacial; e) posición geográfica; f) democracia.

Curiosamente la balanza se inclina siempre a favor de los EUA. Por no ser economista pero en cambio licenciado en Arte, Brzezinski desatiende el fondo de los dilemas económico-financieros. La prueba está en que EUA no encuentra hoy, medidas novedosas a la crisis financiera de 2008, sino aquellas que profundizan el caos con idénticas acciones. En otras palabras, las contradicciones de la nación imperial son más profundas que cualquier descripción de Brzezinski. Los “activos” no son tales y los “pasivos” resultan peores. EUA es una economía a punto de estallar, con problemas fiscales graves, financieros dañinos, desigualdad desbordada, etcétera. Como reza: “Pero por favor, no permitan que América decline demasiado rápido” (Ibídem).

No obstante, “América no fallará”, palabras del superasesor. Y si fallase no parece probable que vaya a ser sustituido por otro poder hegemónico equiparable, China por ejemplo, dicta. Las debilidades chinas son numerosas y precisamente no menores, agrega. Si EUA falla, lo que nos espera es un mundo multipolar, más inestable, quizá caótico; una realidad internacional hacia el 2025 de inestabilidad manifiesta en distintas aristas. “No habrá grandes ganadores y sí muchos perdedores”, cierra Zbigniew Brzezinski. Sin los estadounidenses, el caos, según su prospectiva hacia el primer cuarto del siglo XXI. Todos deben seguir sometidos al yugo del imperio decadente, porque lo contrario es el oscurantismo, las guerras, los bloqueos, las drogas, las corruptelas, el yugo neoliberal de las economías, sin deuda de los países, sin pobreza y muchos etcétera.




En: http://bit.ly/2bxgdJh. P.p. 282-283. No se ve la descripción textual, pero los círculos son claros: áreas de conflicto potencial en el entorno ruso.


De los vecinos de China —¡ah, de sus vecinos!—, nuestro autor vaticina que “ven como una seria amenaza ese auge y harán todo lo necesario para demorar o abolir la posibilidad de una supremacía china mundial. Y, hablando de la política exterior de Rusia, India y Japón, “evitarán o afectarán el auge chino”. Seguimos en la Visión Estratégica.

Los otros “estados débiles” que son “vecinos de los poderes regionales sin la intervención del liderazgo norteamericano, como ocurre con Georgia, Ucrania y Bielorrusia con respecto a Rusia; o Taiwán con respecto a la República Popular de China. También analiza —el autor— lo que acontecerá con Afganistán y Pakistán, y por supuesto con Israel y el Medio Oriente. Brzezinski plantea como un aspecto que merece mucho más desarrollo que el dado en el libro, el papel que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) deberá tener en esas circunstancias, y si Rusia debería ser parte de dicho tratado a fin de ayudar a consolidar la democracia en dicho país y además para que sirva como elemento estabilizador ante las potenciales crisis en su vecindario”.

Al cierre de sus planteamientos, el también asesor de cabecera de Obama plantea la “volatilidad geopolítica de Eurasia y cómo (los) Estados Unidos deben actuar para afrontar los retos que esa volatilidad supone.” Para lo anterior, en el Este (la región del Pacífico, con China, Japón, Taiwán y las Coreas) EUA debe ser un “conciliador y balanceador de los intereses contrapuestos”; en el Occidente (EUA y sus socios europeos), debe ser el “promotor y garantía de la revitalidad de la cultura occidental.”

Recreación de falsa bandera

Y, pues nada. Resulta que un año después, el flamante Brzezinski cambió de ideas, las clarificó o actualizó. Más seguro es decir que las adecua muy sigilosamente, como para no llamar la atención sobre los objetivos reales de la geoestrategia de largo plazo que posee el Occidente civilizado contra los incivilizados de Oriente. Que, entre otras cosas, incluye un relanzamiento de la OTAN vía su amenazante expansión hacia las fronteras con Rusia. Siempre amenazante con intentos de recrear los escenarios del anquilosado desorden mundial de guerra fría.

No es la guerra fría, pero como si lo fuera. Al menos es lo que pretenden imponer por la fuerza de la propaganda de los medios de comunicación vendidos y bajo estricto control; los medios son empresas para el negocio de la información ideológica imperial. Hacia octubre de 2013 nuestro autor vino a decir que ninguna de las potencias mundiales existentes podría alcanzar ya la hegemonía; se terminó la época del gran hegemón. Hegemón en quiebra. ¿Pero cuáles potencias, si hacía apenas unos meses no había países más grandes que EUA, al menos en su análisis? Luego pasa que la terca realidad se impone y da de topes a los mejores ideólogos y fieles guardianes del mundo libre.

“Es cierto que nuestra posición dominante (en la política internacional) no es la misma que hace 20 años”, dijo en la Universidad John Hopkins. También que desde 1991 su país no gana una guerra. Se refiere a la llamada Tormenta del Desierto, cuando sí ganó con la invasión Irak. Ya entonces, para apoderarse del petróleo, avanzó en una operación militar, la más avasallante e impacto que iniciara Bush padre y terminaría el hijo presidente con ardid de falsa bandera del 9/11, el llamado choque de civilizaciones entre Occidente y el demonizado Oriente.

Recula pues, cuando asegura que su país debe entender que el mundo actual es mucho más “complicado y anárquico” que en los años de la guerra fría, por lo que la acentuación de sus valores o la convicción del excepcionalismo y universalismo son prematuras. Se le movieron las fichas del ajedrez global a Brzezinski. O la realidad le modificó sus conclusiones o le cambió las piezas.

Atrás quedó, luego entonces, la creencia de que EUA sería el único dominante de la globalización; la única potencia capaz de mantener la estabilidad y el equilibrio entre aquellos países inestables. El caso es que o la geopolítica le modificó el mundo a los EUA, o a EUA la realidad le movió el tapete, y ahora ni los alfiles de la planeación estratégica y de seguridad nacional saben en dónde están parados. A la pérdida de control imperial se le sigue nombrando “anarquía” como antes, desorden o incivilidad. Nada como la hegemonía de los gringos por el mundo, porque lo es todo: guerras, hambre, saqueos, invasiones, amenazas, exterminio, etcétera.

Porque la geoestrategia tiene varias aristas (que analizaremos en nuestra segunda parte). El caso por ahora, basta decir, que el flamantísimo asesor del presidente Obama habría planteado que su país debía tomar el control de Ucrania, de Azerbaiyán, de Corea del Sur, Turquía e Irán. Cercar a Rusia y controlar sus fronteras. Hacia allá apunta la geopolítica moderna occidental.

Sobre Rusia, nuestro autor pone una lápida o se refiere a este país como Eurasia, región a la que EUA debe afrontar por su “volatilidad”, dice Brzezinski. No trata del resurgimiento ruso en el mundo de la geopolítica con Vladimir Putin, en los últimos años. ¿Cuál es la volatilidad que representa Rusia hoy? Mejor dicho: ¿Qué problemas les genera Rusia a sus vecinos, que demanda la intervención occidental? ¿Lo qué sucede en Ucrania es amenaza rusa? ¿Qué pasó en Croacia? ¿Quién le genera problemas o volatilidad a quién; Oriente a Occidente? ¿Los incivilizados a los civilizados? A esto Brzezinski calla. Él trata lo que conviene, como buen guardián del decadente imperio. Artilugios de falsa bandera. Para justificarse.


Parte II

*Cual imperio, EUA pretende controlar Eurasia por su riqueza*De Harold Mackinder a Brzezinski, la idea del cerco antirruso*Antes que avance la guerra puede aparecer la crisis financiera 


“La guerra es la continuación de la política por otros medios”: Clausewitz. “En realidad, hemos experimentado en los últimos meses una demostración dramática de una falta de inteligencia sin precedentes, tal vez el fracaso de la inteligencia más importante en la historia de los Estados Unidos”: Brzezinski.


Estados Unidos de América (EUA) se la vive de guerra en guerra: creándolas, alimentándolas o conduciéndolas, una y otra vez. Ahí donde pone sus intereses, siembre la muerte; pero desde la última década sin atinar a una estrategia diferente a la de la Guerra Fría: de confrontación con un enemigo real, el de la acera de enfrente. La guerra, el negocio de las trasnacionales de la fabricación y exportación de armamento; porque para eso se inventó la globalización, y para eso está el Pentágono.

Siempre con falsas banderas, EUA intenta por todos los medios someter a Rusia —primero, y a China después—, que no cede a sus caprichos imperiales como algunos países exsoviéticos, que pronto corrieron a los brazos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Tan solo Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania, Rumanía y Bulgaria se incorporaron en 2004. Luego vendrían Croacia y Albania en 2009. Georgia, Macedonia y Ucrania están en lista de espera, todavía.

La OTAN ya carece de razón de ser (ni existe ya el peligro de la “invasión soviética”, ni subsiste el Pacto de Varsovia, que dejó de existir tras la retirada de Bulgaria en 1989), pero subsiste como brazo armado de EUA y últimamente su declarada “guerra contra el mundo” —la de George Bush— a partir del ataque de falsa bandera en Nueva York, conocido como el 9/11.

Pretexto útil para el apoderamiento del petróleo, la amapola y el control geopolítico de la región de Asia Central, Oriente Medio y Medio Oriente; en la parte sur de Rusia. O la extensión imperialista del brazo armado de un decadente imperio, que se resiste a morir o antes de ello se lleva entre las patas a otros países y tantos pueblos más.

Pero seguro de la estrategia antirrusa, al viejo estilo de la Guerra Fría, el Oso no se duerme. Primero porque Rusia ha demostrado que sabe conducirse en un mundo contrario, de acoso permanente desde Occidente por múltiples vías. Es decir, si la geopolítica imperialista de EUA se opone a las políticas de defensa de intereses como los rusos, es porque elbuscapleitos lo hace bajo cualquier argucia —de falsa bandera, motivos inventados— para provocar la guerra.

Por cierto que EUA y sus socios europeos desde la OTAN, gracias a sus temibles acciones han mostrado que requieren del enemigo real estilo Guerra Fría. Y como no lo tienen, lo fabrican artificialmente por varios frentes: campaña antirrusa desde el gran aparato ideológico de Estado —como se sabe de los medios de comunicación—, los bloqueos, los ataques terroristas que para eso han creado el Isis, la desestabilización de países con fines de encumbrar gobiernos títeres, etcétera.

Qué mejor que Rusia, país que busca la defensa de sus intereses propios —por cierto que el Brexit de Gran Bretaña es prueba de ello—, como lo buscan también Alemania o los propios EUA. Por ese motivo Rusia apoya a Siria (como lo hizo antes con Osetia del Sur, Abjasia y en Crimea), país opositor a los atropellos imperiales por la vía del terrorismo fabricado ex profeso para desestabilizar, apoderándose de las fuentes de energía.

Del competidor internacional en materia económica que es China, el dragón de Oriente, se habla poco en el ánimo de acallarla serie de artimañas generadas en su contra, atizadas todas por EUA con vecinos como Japón, Corea del Sur o Taiwán. En otras palabras, vale decir que la estrategia contra los chinos avanza por otras vías, pero con paso firme.

Por el momento la ofensiva es contra Rusia, o la geoestrategia dirigida por Washington de la mano de los socios de los principales miembros de la OTAN: Alemania, Bélgica, Francia, Italia, Países Bajos, Noruega, España, Turquía, Polonia, Hungría y Lituania, Letonia y Estonia; por decir los menos.

Eso explica las amenazas desde las fronteras europeas contra los rusos; conforme a los acuerdos últimos de la reunión de la OTAN en Varsovia, que determinaron que el enemigo es Rusia; así lo dijo Obama, y así lo adoptó el organismo belicista.

Siguiendo esta lógica, basada en una estrategia del pasado —de la Guerra Fría—, son tres los escenarios del ajedrez mundial que Occidente estaría operando en contra de Rusia.

  1. Los ejercicios militares de junio pasado en Polonia, Letonia, Lituania y Estonia; y simultáneamente con Europa, donde se movilizó una fuerza de 31 mil soldados de 24 países —12 mil de ellos polacos; 10 mil de EUA y mil del Reino Unido—; además de 3 mil unidades con 105 aviones, 12 naves, tanques y vehículos blindados. El experimento dejó un destacamento de mil soldados en cada uno de los países citados.
  2. El activismo del “terrorismo internacional” que lleva a cabo el llamado “estado islámico” en Siria. De origen afgano, porque se presume ser una escisión de Al Qaeda, la amenaza terrorista ha sembrado muerte en Siria, país en la mira de Washington que pretende derrocar al presidente Bashar al Assad. La expansión del terrorismo se ha contenido por la ofensiva de la milicia rusa, que está combatiendo al terrorismo por aire, a petición de Assad. Ese conflicto, que involucra a más países, no parará porque EUA pretende arder la zona para que Rusia se desgaste y al mismo tiempo provocarle para extender la guerra. En otras palabras, que el terrorismo sembrado en Siria es un foco rojo contra Rusia. Falta que Vladimir Putin muerda el anzuelo, pero se ve difícil.
  3. Las amenazas constantes a China para generar un distractor y evitar una posible alianza militar en caso de ataque a Rusia por Occidente.

Los tres escenarios, si bien no de manera simultánea, estarían siendo orquestados desde diferentes frentes pero con el mismo fin: desestabilizar primero, e involucrar después para atacar por varios frentes.

Sólo que esta puesta en práctica antirrusa desdeñaría dos aspectos importantísimos: que China no se quedaría cruzada de brazos, así fuera distraída por una ofensiva similar de alguno de sus vecinos, o todos juntos; el principal, que Rusia sigue siendo una potencia nuclear y nadie le apostaría a una conflagración de ese tipo. Ni siquiera Corea del Norte, el dolor de cabeza de Washington, se quedaría quieta.

En el camino se podría cruzar, tanto la vía terrorista en contra de Rusia para desestabilizarla y desgastarla, como generarle conflictos internos —al estilo de Ucrania, que derrocó a Víktor Yanukóvich y se colocó al títere de Petró Poroshenko— intentando derrocar a Putin. Con falsas banderas, claro.

Pero un ambiente de Guerra Fría lo tolera todo. Y en ese ambiente se mueven tanto EUA como la OTAN. Porque el negocio de la guerra es la sangre del imperio, y alimenta la voracidad de las trasnacionales del mundo occidental que protegido por el Pentágono, que para ello existen.

Una declaración reciente del asesor de Obama en materia de seguridad nacional, el traído a cuento Zbigniew Brzezinski, decía que: “Guerra contra el terrorismo define la preocupación central de los Estados Unidos en el mundo de hoy, y sí refleja, en mi opinión, una versión más bien estrecha y extremista de la política exterior de la primera potencia mundial, de una gran democracia, con las tradiciones genuinamente idealista.”

Como el experimentar una demostración dramática de falta de inteligencia sin precedentes, es tal vez el fracaso de lainteligencia más importante de la historia de los EUA, dice. ¿Será que la “inteligencia”, ya no le sirve al gobierno porque la estrategia es hoy solo militarista y de la OTAN?

¿Será que se han impuesto los fines oligárquicos de la elite comandada por personajes como los Rothschild, que pretende instaurar el tan anunciado por George Bush Nuevo Orden Mundial? ¿Pero cómo es que Brzezinski habla de crisis de la “inteligencia”, quien fuera el primer operador de la Comisión Trilateral “para la Paz y la Prosperidad”, que crearon los Rockefeller en 1973 para impulsar la alianza de EUA, Europa y Japón?

Mientras tanto, los tres escenarios señalados se desprenden de una vieja tesis de Brzezinski, la de El gran tablero mundial. La supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos, escrito en 1997. Los EUA, con el brazo armado que representa la OTAN, aplicarían la idea del “pivote geográfico de la historia” de Harold Mackinder, desarrollada por Brzezinski en su libro, donde plantea la importancia de Eurasia. Quien se apodere de esa región tendrá sus reservas ricas en recursos forestales, la cuarta parte de agua dulce del planeta, recursos energéticos y minerales repartidos en 17 millones 125 mil 246 kilómetros cuadrados de territorio que hoy tiene Rusia.

Al menos esta era la tesis del Brzezinski de los tiempos de la Guerra Fría. Planteada en el sentido que la contienda geopolítica, ideológica y militar entre los EUA y la Unión Soviética, era la lucha por la dominación del territorio geoestratégico de Eurasia.

Así lo escribió: “De la misma manera que la Unión Soviética, los Estados Unidos afrontaron urgencias geopolíticas. Cualquiera que controlara Eurasia, dominará el mundo. Si la Unión Soviética captura los confines de esa masa de tierra —Europa Occidental, el Lejano Oriente, y el sur de Asia—, no sólo ganaría el control de grandes recursos humanos, económicos y militares, sino que se acercaría también de manera geoestratégica al Hemisferio Occidental, a través del océano Atlántico y el océano Pacífico”.

En referencia a Mackinder, “uno de los más destacados” quien: “Inició la discusión a principios del siglo XX, con sus conceptos sucesivos sobre el “área pivote” euroasiática (que incluía toda Siberia y gran parte de Asia Central) y, más tarde, del heartland(zona central) europeo centro-oriental como el trampolín vital para la obtención del dominio continental. Mackinder popularizó su concepto de heartland a través de una célebre máxima:

“Quien gobierne Europa Central dominará el heartland;
quien gobierne el heartland dominará la isla mundial;
quien gobierne la isla mundial dominará el mundo.”

Y quien se apodere de Eurasia controlará el mundo. Ahí está el detalle, decía Cantinflas. Agrega Brzezinski, en referencia la geoestrategia estadounidense y para el largo plazo:

“En la actualidad, la principal cuestión geopolítica ya no es la de qué parte de la geografía de Eurasia es el punto de partida para el dominio continental, ni tampoco la cuestión de si el poder terrestre es más significativo que el poder marítimo. La geopolítica se ha desplazado desde la dimensión regional a la global, considerando que la preponderancia sobre todo el continente euroasiático es la base central de la primacía global.

“Los Estados Unidos, una potencia no euroasiática, disfrutan actualmente de la primacía internacional, y su poder se despliega directamente sobre tres de las periferias del continente euroasiático, a partir de las cuales ejerce una poderosa influencia sobre los Estados que ocupan el hinterland euroasiático. Pero en el campo de juego más importante del planeta —Eurasia— es donde podría surgir, en un momento dado, un rival potencial de los Estados Unidos. Por lo tanto, el punto de partida para la formulación de la geoestrategia estadounidense para la gestión a largo plazo de los intereses geopolíticos en Eurasia, debe centrarse en los jugadores clave y en una adecuada evaluación del terreno.” (pp. 47-48). Fin de la cita.

Por lo anterior es que nuestro planteamiento apunta en el sentido que, a partir del desarrollo de Brzezinski en El gran tablero mundial, podemos entender —siempre al viejo estilo de la Guerra Fría—, lo que estaría operando EUA por medio de la OTAN que despliega fuerzas y exhibe su arsenal, en Europa recién.

Así como el resto de la geoestrategia, en el sentido que EUA estaría operando su estrategia en tres grandes frentes, no por ello menos artificiales o de falsa bandera: a) las fronteras conformadas por aquellos países de Europa oriental colindantes al territorio ruso; b) el frente de guerra en activo, que sacude y se desarrolla en Siria entre las milicias locales y los terroristasyihadistas y otras fuerzas de países que presuntamente están contra el terror; c) un conflicto latente contra China atizado por Corea del Sur, Japón o Taiwán, como para entretener a China e impedir una alianza con Rusia en caso de ataque.

Los tres frentes de guerra con sus respectivos niveles de desarrollo: uno activo, el amenazante y otro latente. El primero, que se está llevando a cabo en Siria; el segundo que despliega en bases europeas fuerzas militares y escudo antimisiles, con la OTAN como brazo armado; el último, atizado continuamente entre los países que ocupan la franja del Pacífico, para debilitar al dragón chino y distraerlo con su propia guerra y no se una a Rusia.

Es claro que si Occidente le calcula mal, y por la vía de la confrontación directa intenta derrocar a una potencia nuclear, se estaría echando la soga al cuello. Por lo que calcular un éxito contra Rusia tendrá que pasar por medir el peligro de laextinción humana. ¿Por qué entonces nuestro autor habla recientemente de la crisis de la “inteligencia” estadounidense, como si no entendiera los asuntos de la geopolítica imperial ahora?

Lo cierto es que cualquier plan imperial puede volar en pedazos si se adelanta la tan anunciada crisis financiera. Ese es otro cantar, pues ahora los peces gordos de la globalización han mordido el anzuelo lanzado por ellos de las tasas negativas, que anuncian el retroceso. La crisis financiera es lo realmente existente ahora. La geoestrategia es de la Guerra Fría. Por eso Brzezinski no entiende. No son sus tiempos. Tampoco del imperio¡Bien por Borges!

Fuente parte I                                   Fuente parte II