Antes de que muera: Ernesto Sábato

Por Domingo Arcomano
para El escarmiento
Año II volumen 9, agosto de 2009  

Sin duda alguna la memoria es selectiva. En una primera instancia, por cuestiones biológicas. Luego, por cuestiones ideológicas. Si la primera es una "manipulación" inconciente, la segunda es una manipulación a secas, instrumental. En nuestro País, esta última sirve para embellecer la muerte, aún después de haber llevado una vida atroz. Así, el fin de un criminal, un traidor, un cipayo, un elemento antisocial, se beneficia del adagio "un bel morire tutta una vita onora". Personajes siniestros de la historia argentina como Lonardi, Aramburu, Rojas, López Rega, Santucho, Gorriarán Merlo, Galimberti, entre tantos, fueron llorados por no pocos. Desde una perspectiva democrática-liberal fueron subversivos, desde una perspectiva humanitaria fueron proto-genocidas. Categorías que la hipocresía de la colonia les reserva con exclusividad, pues de lo contrario el riesgo de ampliar la inclusión alcanzaría a una cantidad suficiente de civiles cómplices como para llenar una provincia mediana. La exclusión por excelencia es la del grupo de los plumíferos y los "artistas", personajes cuya capacidad única e intransferible para captar el "resplandor del ser" los haría inmune al excremento de la historia. Así, apoyar a Aramburu-Rojas, hacerse el distraído con Onganía y felicitar a Videla son apenas consecuencias del "repudio moral al estado de cosas en que estaba sumido el país": la lógica pequeño-burguesa justificatoria del campo de concentración. Y decimos pequeño-burguesa en un sentido restrictivo, porque no se trata de los que tomaron las armas en uno u otro bando, sino de los carentes de todo coraje civil, los acomodaticios, los "izquierdistas de derecha" (y vuelta) capaces de hacer la venia o elevar el puño, saturados eso sí de "moral" y "angustia por este país". En esta categoría milita ERNESTO SABATO.

El tránsito mundano de Sábato está condensado en unas pocas líneas: de la izquierda (colonial) a la derecha (colonial); de la física (aprendida en Francia) a la metafísica (también aprendida en Francia). La izquierda estalinista siempre le desconfió, los trotskistas igual (no dejan de ser graciosas las páginas que le dedica Liborio Justo ("Lobodón Garra") en "Literatura Argentina y Expresión Americana" (1977). Un cuarto de siglo antes Abelardo Ramos lo ignoraba ("Crisis y resurrección de la Literatura Argentina-1954"). Sábato como invento literario es un artefacto de SUR. Sin la inefable Victoria Ocampo y el diario "Clarín" don Ernesto hubiera sido un inexistente caballero. Pero no lo es. La crítica a que lo somete Liborio Justo ("Nosotros, que hemos leído ´Sobre Héroes y Tumbas´ como una penosa obligación, como podría leerse la Guía Telefónica o el Código Civil..." , ob.cit. pág. 138) puede resultar a su vez penosa, pero hay que destacar que en los ambientes falsamente siniestros que despliega Sábato en sus novelas aparece un previsible muestrario de pequeños-burgueses "todo servicio": con personajes para torturar adolescentes torturados, en manos menos comprometidas alimenta igual la visión de un "mundo" sin salida. Ese mundo no es otro que el de la hinchazón egolátrica, el departamentito de dos ambientes y el proceso económico que lo determina. "Incomprendidos", controlando la angustia como pueden, consumidores de bosta cultural, pasan el tiempo también como pueden esperando la "gran revelación" (en nuestro País se ha presentado políticamente con el regreso de Perón, el golpe militar del 76, Alfonsín, Menem, la "Alianza", Kirchner... y seguirá la lista por un largo tiempo). Es decir la "angustia" siempre ha sido homogénea y su objeto de deseo es la seguridad que brinda, en una primera etapa, el oficialismo político... y vuelta a empezar.

Sin bien los pujos antiperonistas de Sábato son anteriores al golpe militar de 1955, el resumen de su esquizofrenia política es su folleto "El otro rostro del peronismo- Carta abierta a Mario Amadeo" (1956) donde simula polemizar con este último -un personaje menor de la política - con ademanes de intelectual civilizado, pero en realidad formula en sus primeras 40 páginas una catarsis de su odio visceral contra los trabajadores; para matizar el resto de las páginas, con apelaciones a la "culpa colectiva". Ésta, en manos de Jaspers y Croce fue una avivada para exculpar a todos los alemanes e italianos, respectivamente. En la "pluma" de Sábato fue la inauguración de una payasada con larga descendencia. Ya un adelanto ("La patria de nuestra infancia", incorporado luego al folleto) lo había dado en el número 237 de SUR (nov./1955), rejunte paradigmático de la mediocridad gorila.

En "El otro rostro..." Perón es caracterizado como "demagogo", "resentido" (en esta no se salva ni el Martín Fierro), "resentido social -hijo natural como era-"(¿existen los hijos artificiales?) "simpatizante de Hitler y Mussolini", "epígono de la doctrina nazi", "tirano aborigen", "aventurero", "falto de escrúpulos éticos y filosóficos" (sic) (¿cuáles serían los escrúpulos filosóficos, según el filósofo Sábato?). También sienta la tesis de que las masas son "femeninas" y que "... como en la Alemania hipercivilizada de los Einstein y los Heidegger, las fuerzas irracionales irrumpieron con el hitlerismo..." Parece que nuestro "filósofo" no conocía quien era Heiddeger (que ya había pasado por la desnazificación) aunque sí a Francisco Romero al que alaba y quien, como Sábato, fue funcionario de la Dictadura en 1955; además de tropa de asalto de la Universidad junto con la otra "flor de romero", su hermanito José Luís. A don Ernesto se lo premia con la Dirección de "Mundo Argentino", la célebre publicación que fuera de la Editorial Haynes. Si en "El otro rostro..." se auto-publicita como un hombre con "experiencia política" porque estuvo en el "comunismo" (!) y en el "anarquismo" (!!), esa "experiencia" no le permitió saber de antemano que cualquier dictadura militar (o civil, o gobierno democrático disfuncional, es decir, todos) tortura. Y el hombre "ético", colaboracionista de asaltantes del poder (como los "colabó" franceses con don Adolfo), presenta su renuncia al funcionariado militar porque el gobierno de Aramburu, torturaba. Cuando en 1956 publica su "carta abierta" (1era ed. Julio/56 y 2da. ed. en Agosto/56) se le "olvida" el asesinato de Juan José Valle, de sus compañeros de intento de golpe y de los masacrados en José León Suárez, todos entre el 9 y 12 de junio de 1956). El umbral de dolor del hombre "ético" admitía el asesinato, pero no la tortura. (1)

La crítica de este período, más letal incluso que la de J. J. Hernández Arregui en "Imperialismo y Cultura", a nuestra Maria Magdalena de cabotaje, la realizó un ensayista de primera línea poco conocido: Agustín Ferraris en "Pido la palabra-contestando a Ezequiel Martínez Estrada, Mario Amadeo y Ernesto Sábato" (Bs. As. Ed. Capricornio, 1957) (2).

Poco después nuestro exiliado de Santos Lugares paso a ser funcionario frondizista, de la mano de su viejo amigo Rogelio Frigerio; asiduo colaborador de la Revista "Gente" y polemista con la "izquierda exquisita" de "El Ornitorrinco". Sábato, como el pobre Cortázar involucrado en las discusiones del "caso Padilla" (3), era vapuleado por ex-estalinistas y otros retoños del mismo palo: la muchachada "contornista" (Rozitchner, Ismael Viñas, Masotta, Sebreli, Prieto, Troiani, etc.).

Cuando en 1973 el peronismo rompió las compuertas nuestro hombre y su descendencia, cual hijos de Drácula, olieron la sangre del paraíso: las masas peronistas estarían preparadas para el liderazgo de este progresismo, un tanto afrancesado es cierto, pero revolucionario y post-estalinista. Una muestra del descalabro intelectual que imperaba lo dió el propio Cortázar cuando visitó la Argentina en esa época: se había ido (auto-exiliado) con el peronismo en el poder en 1949 y volvía (sin que lo reclamaran) con el peronismo... en el poder. Pocos de estos "intelectuales" acertaban a explicárselo; no fue una causa menor de su deriva hacia la "izquierda revolucionaria".

Sábato: apologista de la dictadura militar

El 19 de mayo de 1976 Sábato, Borges, el cura Castellani y (¿el escritor?) Ratti (a la sazón Presidente -gracias a una alianza con el PC- de la SADE, "gremio" tradicionalmente gorila y ridículo patrocinador de Juegos Florales) se entrevistaron con Jorge Rafael Videla, acto solemne que tuvo una amplia cobertura en los medios y acusaciones recíprocas entre Sábato y quienes lo criticaron por este hecho.

Sábato siempre se amparó en la publicación del diario golpista "La Opinión", y en "La Razón" y desestimó todas las otras publicaciones que lo incriminaban. Lo cierto que este maestro de juventudes hizo la apología de Videla, de la dictadura de la Junta Militar, reflotando su -a esta altura- genético antiperonismo, mientras se mostraba preocupado por la "cultura". Hacia el final del Proceso pasó a ser uno de sus críticos, sobre todo de la censura (de los muertos ni hablar), lo mismo que su compañera de la CoNaDep, Magdalena Ruiz Guiñazú, quien no tenía problema en departir amablemente con Albano Harguindeguy.

Y llegó la CONADEP

Así como se le atribuye a don Ernesto la creación de la "teoría de los dos demonios" no es menos cierto que el astuto Alfonsín es el responsable de su instrumentación. Al más que probable acuerdo con el Departamento de Estado Norteamericano para limitar los juzgamientos a las cúpulas de los "dos demonios" (uno de ellos prófugo) con el objetivo de encubrir el colaboracionismo de civiles de todos los colores políticos, sobre todo con la Dictadura, siguió el informe del "Nunca Más" (Buenos Aires, Eudeba, 1984, 1era. ed. 490 págs., que al parecer difiere con las posteriores, que fueron "retocadas"). Su participación en la Comisión que lo elabora (junto con otro grupo de gorilas cuyo accionar antidemocrático se vio sobresaltado en algunos casos por la matanza de familiares durante el videlato), hizo olvidar por un tiempo su rol de felpudo militar. Su apoteosis llegó con la concesión del Premio Cervantes (1984) entregado en mano por el invento de Francisco Franco, el también militar Juan Carlos I°. Luego, la Legión de Honor en Francia (1987), el Premio Jerusalem en Israel (1989), el Premio Menéndez Pelayo en 1997; todos a cargo de gobiernos que reclaman por los asesinatos de sus connacionales a manos de la dictadura que Sábato elogiaba. ¿Hipocresía? Sin duda, pero don Ernesto embolsaba los dólares y volvía a la Patria.

El resto, es el esfuerzo de los libreros de viejo en Buenos Aires por transformar las primeras ediciones de los libros de Sábato en artículos vendibles a precios europeos, a raíz de que los de Borges se van terminando, los de Cortázar no levantan vuelo y los de Bioy Casares no los compra ni la familia.

Pero a nuestro viejo héroe, emblema de las agachadas progresistas, ejemplo de veteranos entregados, la historia no le da respiro: le roban no se sabe qué cosa de una caja de seguridad en un Banco de la localidad de Martínez, pero fue compensado con un cheque de $1.500.000.- que Cristina Fernández de Kirchner le entrega a la Fundación del Museo Sábato (Ver foto derecha de la contratapa). Don Ernesto ha logrado como pocos construir su lápida en vida.

Solo nos resta como pago del crédito que tenemos contra su agitada existencia, que nos ilumine la cara con una sonrisa, esta vez desde la literatura aunque sea periodística: poder leer en el diario "Clarín" que, finalmente, ha muerto.

 Notas:

(1) Un subproducto de lo que denominaron el "caso Sábato" fue el folleto que resume las idas y vueltas de nuestro escritor por los despachos de la dictadura en 1956 y del cual reproducimos algunas páginas (ver EL CASO SABATO: Documento N°1 y Documento N°8).
(2) En breve estará disponible en formato digital en el Proyecto Perón en curso (en www.ambasamericas.net)
(3) Heberto Padilla fue un poeta menor que protagonizó un escándalo político-literario a raíz del premio de la Unión de Escritores y Autores de Cuba, a su libro "Fuera de Juego", junto con "Los siete contra Tebas" de Antón Arrufat. La polémica sobre la "libertad del escritor en el socialismo" dice más de sus detractores que del régimen cubano, el que mantuvo prácticamente sin fisuras sus directivas generales en la materia, máxime después del famoso "Discurso a los intelectuales" de Fidel Castro. De golpe los intelectuales vinculados al mercado editorial europeo "descubrieron" a través de Padilla que no había libertad para escribir en Cuba, en un momento en que las críticas al proceso en la isla arreciaban y ya no era de buen tono apoyar sin más a la revolución (se ponía en peligro la venta de libros: el caso más notorio y patético de este grupo de tránsfugas lo encarna Mario Vargas Llosa).

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