El 23 de setiembre de 1962: Emisión del "Comunicado 150"

Por Daniel Alberto Chiarenza

Mariano Grondona 
Las FFAA azules bombardearon a los colorados, concentrados en Constitución, Parque Lezama, Chacabuco y Avellaneda. El gorila Mariano Grondona redacto los comunicados.

   23 de septiembre de 1962: Emisión del comunicado 150, elaborado por el periodista "independiente" (jua, jua,...) Mariano Grondona 
 
La ofensiva legalista no se hizo esperar.


Un memorándum de Onganía al general Lorio, censuró duramente la indisciplina fomentada por los mandos y la ingerencia naval en cuestiones internas del ejército, valiéndole al autor gran popularidad en amplios sectores de la fuerza.
 
Otro memorándum, esta vez de Julio Alsogaray a Cornejo Saravia, expresaba que Guido -el presidente provisional, por destitución de Frondizi- se hallaba -prisionero de una camarilla.
 
El general Juan Carlos Onganía y, en segundo plano, el entonces coronel Alejandro Judas Iscariote Lanusse, que pretendió competir con Perón... (jua...jua... jua...)
 
El grupo legalista se movía activamente, con el concurso de muchos coroneles -Lanusse entre otros- y civiles como Rodolfo Martínez.
 
El 17 de septiembre de 1962, un ultimátum enviado a Lorio tuvo por respuesta el inmediato relevo de sus autores: los generales de Caballería Pascual Pistarini y Julio Alsogaray.
Juan Carlos Onganía
 
Fracasados algunos intentos de mediación, Campo de Mayo se declaró en rebeldía en la mañana del 20 de septiembre.
 
Mientras las tropas blindadas salían de la guarnición, comenzaba una guerra psicológica destinada tanto a la población civil como a las filas militares.
 
Ocupadas dos radios, los legalistas -ahora rebeldes- iniciaron una interminable emisión de comunicados y slogans, hábilmente redactados con la colaboración de especialistas en opinión pública, como era el caso del joven periodista Mariano Grondona y el sociólogo José Enrique Miguens.
 
El sociólogo José Enrique Miguens. Que la gente vea la carita de este hijo de puta, porque popularmente no está bien identificado, no es como el jetón de Grondona.
José Enrique Miguens
 
El objetivo era difundir la imagen de un ejército comprometido con la democracia y la defensa de los derechos de la civilidad: -Estamos dispuestos a luchar para que el pueblo pueda votar, expreaba uno de los mensajes.
 
-Después de Batista vino Fidel Castro: la dictadura siempre lleva al comunismo, decía otro.
 
Los legalistas se identifican a sí mismos con el color azul -asignado a las fuerzas propias en los juegos de guerra- y sus adversarios con el colorado.
 
El comunicado 150 -atribuído a la esclarecedora pluma de Mariano Grondona-, emitido el 23 de septiembre de 1962, constituiría la propuesta política del movimiento: los sublevados de Campo de Mayo exigían -la realización de elecciones mediante un régimen que asegure a todos los sectores la participación en la vida nacional; que impida que algunos de ellos obtengan por medio de métodos electorales que no responden a la realidad del país el monopolio artificial de la vida política [se refería claramente al peronismo, que seguiría -por supuesto- proscripto por antidemocrático].
 
-Creemos -continuaba- que las Fuerzas Armadas no deben gobernar. Deben, por el contrario, estar sometidas al poder civil.
 
Ese lenguaje pluralista y democrático no podía -pensaban- sino ganar las simpatías de la mayoría de la población.
 
El llamado a restablecer la disciplina interna y apartar al ejército del enojoso papel de censor político de la ciudadanía, penetró en el ánimo de muchos oficiales.
 
Cundía la imagen de un ejército consagrado a sus deberes profesionales y respetuoso de la voluntad popular, frente a una facción intolerante y cerril, que pretendía establecer una dictadura y perpetuarse en el poder.
 
A poco andar, se comprobaría que las cosas no eran tan claras como parecían.
 
Azules y Colorados.
 
Durante cuatro días, hubo escaramuzas y combates esporádicos, que los colorados procuraron rehuír.

Las fuerzas azules bombardearon a sus adversarios, concentrados en Plaza Constitución y los parques Lezama, Chacabuco y Avellaneda.
 
La fuerza aérea pareció dispuesta a apoyar a los azules, en tanto que la marina permanecía expectante.
 
Esa circunstancia, y la superioridad de las fuerzas de Caballería a las órdenes de Onganía (la Artillería y la infantería eran mayoritariamente coloradas), decidió las cosas.
 
El 23, en horas de la tarde, los colorados se rindieron a las tropas de Onganía.


Cornejo Saravia renunció y fue detenido junto con Lorio, Toranzo Montero y otros oficiales superiores del bando derrotado.
 
Los azules pudieron depurar los mandos y adjudicarse los cargos de gabinete: Rattenbach, fue designado secretario de Guerra y Alsogaray subsecretario, en tanto que Juan Carlos Onganía quedaba como comandante en jefe del Ejército (constitucionalmente no sé como se concebía esto por los intelectuales de Grondona y Miguens, porque nuestra Ley Fundamental dice que el único Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas es el Presidente/a de la Nación).
 
Mientras tanto la gente -sobre todo en el ambiente prostibulario- gritaba enloquecida: ¡La vida por Onga...nía...!.