El populismo de Vargas y Perón

Por Diego Rubinzal
para Pagina 12/Supl. Cash
Publicado el 24 de enero de 2016


La crisis del treinta visibilizó los límites del modelo agroexportador en América latina. La respuesta natural fue el crecimiento “hacia adentro” apelando a diferentes esquemas de industrialización por sustitución de importaciones. Ese modelo de acumulación impulsó la conformación de nuevas alianzas sociales que dieron origen al peronismo, el aprismo y velascoalvaradismo peruano, el varguismo brasileño, el rojaspinillismo colombiano y el ibañismo chileno. Esos gobiernos estuvieron lejos de ser idénticos pero suelen englobarse bajo el mote de “populistas” o nacional-populares. En términos generales, el modelo de acumulación económico “populista” fue intervencionista, nacionalista, redistribucionista, inclusivo e industrializante.

El otro elemento en común sería la incorporación de las clases populares, con distintos niveles de intensidad, a la vida política. Las “masas” reconocieron un liderazgo que encabezaba esos movimientos policlasistas. El populismo amplió, en términos generales, los márgenes de participación política y económica de las clases subalternas. Las analogías trazadas entre, por ejemplo, peronismo y varguismo son muy usuales en cierta literatura especializada.

La implementación de políticas de desarrollo industrial fue un factor en común de ambas experiencias. Otra coincidencia anecdótica fue la designación, en diferentes etapas históricas, de empresarios judíos a cargo de la conducción económica. En efecto, el industrial paulista Horacio Lafer sería ministro de Hacienda de 1951 a 1953. Por su parte, el empresario judío nacionalizado argentino José Ber Gelbard fue ministro de Economía de 1973 a 1974.

El investigador de la Universidad Hebrea de Jerusalén Leonardo Senkman resalta en Populismo y empresarios judíos: actuación pública de Horacio Lafer y José B. Gelbard durante Vargas y Perón que “resulta significativo que en la historia de la participación de judíos en la política de Brasil y Argentina hayan sido designados por primera vez como ministros de Hacienda a nivel federal dos judíos durante regímenes modernizadores populistas de integración nacional”. Sin embargo, los antecedentes de Lafer y Gelbard eran totalmente diferentes. El industrial brasileño estaba vinculado al patriciado paulista. En cambio, Gelbard era un inmigrante polaco que inició su actividad comercial como vendedor ambulante (cuéntenik). “El estilo plebeyo y con baja legitimidad social del empresario naturalizado Gelbard (tampoco tenía inserción en el establishment judío institucional de Buenos Aires) contrastaba totalmente con el intelectual “gentleman paulista y capitán de la industria”, aceptado por las élites liberales y desarrollistas brasileñas, y figura emblemática de la comunidad judía paulista”, sostiene Senkman.

Más allá de las coincidencias, el movimiento encabezado por Perón presenta características diferenciales –entre otras cosas– por el rol jugado por el sindicalismo. Miguel Murmis y Juan Carlos Portantiero explican en el libro Sobre los orígenes del peronismo que “en el varguismo la clase obrera es integrada al régimen directamente, a través de las organizaciones estatales; no son los sindicatos sino las oficinas del Ministerio de Trabajo el canal directo para las relaciones entre trabajadores y Estado. La secuencia que lleva a los obreros a participar del movimiento nacional popular es intermediada primero por el Estado que, desde un principio, controla la movilización y organiza desde arriba a los sindicatos, los que funcionan como un mero apéndice del poder”. Los autores resaltan que la situación no es equivalente en el peronismo ya que “los sindicatos, en la medida en que como aparato institucional son preexistentes al gobierno populista, cumplen con una función de mediación entre trabajadores y poder político que le es abiertamente reconocida”.

Las diferencias no terminan ahí. Por ejemplo, las políticas distribucionistas fueron más acentuadas en el peronismo. Por el contrario, el getulismo privilegió la inversión pública en infraestructura.

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