El 18 de julio de 1936 se inicia la Guerra Civil Española

Hace 80 años, Franco llevaba a España a su noche más oscura

Diario Clarín
Nota publicada el 18 de julio de 2016

Desde el 18 de julio de 1936, la Guerra Civil dividió en dos al país. Las llagas perduran y el pasado aún pesa
Generalísimo. Una imagen del general Francisco Francos, el líder del sector falangista en la guerra civil que enlutó a España (archivo)
Generalísimo. Una imagen del general Francisco Francos, el líder del sector falangista en la guerra civil que enlutó a España (archivo)


Ochenta años pasaron desde aquel 18 de julio de 1936, cuando Francisco Franco lideró la sublevación militar contra la República y provocó el inicio de la Guerra Civil española, que en menos de tres años causó cerca de medio millón de muertes y miles de desapariciones. El alzamiento, que se expandió desde el sur del país hasta las grandes ciudades, fue el primer enfrentamiento armado entre comunismo y fascismo, las dos principales ideologías del siglo XX.

Los historiadores aún debaten sobre las causas de la guerra que atrasó a España en la historia. Pero, en general, hay consenso en que el intento de los republicanos de transformar demasiadas realidades a la vez generó grandes expectativas que luego no pudieron cumplir. La colectivización de la tierra, el desplazamiento de la Iglesia, la modificación de la educación, las relaciones laborales, cambios en el ejército fueron algunos de los diversos frentes que decidió abrir el gobierno y que le provocó pronto una interminable fila de enemigos, aprovechada por la derecha conservadora que alentó el golpe.

Militares de extrema derecha, dirigidos por José Sanjurjo y Emilio Mola, comenzaron la conspiración a principios de 1936. Junto a sectores monárquicos hicieron gestiones para comprarle armamento a Benito Mussolini, que el 1° de julio le enviaba ya 6 aviones, 12.000 bombas y fusiles. La tarde del 17 de julio, Franco se puso a la cabeza de las guarniciones sublevadas en suelo marroquí y detrás de su figura se agruparon falangistas, carlistas, la Iglesia y esos sectores vinculados a la corona española. La Guerra comenzó como consecuencia de un golpe de Estado que no logró apoderarse del Gobierno, producto de la división de las fuerzas armadas y por la heroica resistencia republicana.

A finales de agosto, Francia, Gran Bretaña, Italia, Alemania y la URSS suscribieron un acuerdo de no intervención en España, pero Mussolini y Adolf Hitler ya le había enviado armamento a los rebeldes. Luego la Unión Soviética abasteció de armas y soldados al Gobierno y España se convirtió en un banco de pruebas militar. A la presencia de las Brigadas Internacionales (con 35.000 voluntarios) que llegaban desde todo el mundo a defender a la República, se sumaron los 19.000 hombres de la Legión Cóndor alemana e Italia envió 78.000 soldados. La diferencia de fuerzas jugaba a favor de los sediciosos y eso fue decisivo en lo que luego sucedería.

Precisamente la aviación alemana provocó uno de los hechos más dramáticos de la guerra: el bombardeo de Guernica, en el país vasco, que destruyó la ciudad y se convirtió en el primer ataque contra una población civil. De gran impacto internacional, este ataque fue recogido por Pablo Picasso en un cuadro que lleva el nombre de la ciudad, un símbolo para los progresistas españoles.

Unos 300.000 soldados de ambos bandos murieron en batalla. Cerca de 200.000 personas fueron ejecutadas: los republicanos mataron a unas 50.000 –entre ellas 6.800 miembros del clero– y los nacionales a unos 140.000, según consenso entre algunos historiadores. Tras el final de la guerra, la represión franquista mató entre 20.000 y 50.000 republicanos.

A pesar de que han pasado ocho décadas, la sociedad española tiene todavía una deuda pendiente con las víctimas de la guerra, la recuperación de miles de cadáveres, la mayoría víctimas del franquismo, que aún se encuentran enterrados en cunetas, barrancos o bajo tapias de cementerios. Desde el año 2000, hay un movimiento a favor de recuperar la memoria de los perdedores de la Guerra Civil y las víctimas del franquismo. Su objetivo es facilitar la identificación de las fosas comunes y las exhumaciones de los cadáveres y solicitando la anulación de los juicios políticos sumarísimos que se hicieron sin las mínimas garantías, algo que aún genera profundas divisiones en la sociedad española actual.

“Queremos la paz, pero no el olvido”, proclamó ayer la alcaldesa de Barcelona, la progresista Ada Colau. En cambio, la presidenta del gobierno regional de Madrid, la conservadora Cristina Cifuentes, del Partido Popular, dijo que “lo que la sociedad desea es seguir avanzando, mirar hacia el futuro y cerrar las heridas”.

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Resabios de la Guerra Civil Española

Gustavo Druetta
Diario Clarín

El Museo de Armas del Colegio Militar de la Nación (CMN) exhibe una enorme maqueta en bronce del Alcázar de Toledo, semiderruido por dinamiteros anarquistas y la aviación republicana. Defendido por el coronel J. Moscardó al inicio de la Guerra Civil Española (1936/1939), está dedicado a nuestros “Caballeros Cadetes” por sus pares de aquella antigua Academia de Infantería.

Las elecciones del 20 de febrero de 1936 que habían dado ajustado triunfo al “Frente Popular” –de socialistas, liberales progresistas e izquierdistas- frente a una coalición de derechas republicanas, monárquicas, tradicionalistas y católicas, profundizaron una “grieta” catastrófica. Con sus legionarios y regulares (moros) del África –futuras tropas de choque “nacionales”- el general Francisco Franco había conducido en octubre de 1934 la represión a la huelga general insurreccional de la Central Nacional de Trabajadores, matando en Oviedo (durante 15 días “comuna” ácrata) centenares de obreros insurrectos. Habían osado fusilar enemigos de clase afines al gobierno de J. M. Gil Robles, líder de la “Confederación Española de Derechas Autónomas” junto a monárquicos de “Renovación Española” y la “Falange Española” de J. A. Primo de Rivera.

En marzo de 1933, Gil Robles había vencido en las urnas al gobierno de la naciente II República del 14 de abril de 1931, presidida por el liberal N. Alcalá Zamora y el socialista M. Azaña, jefe del gobierno. Bajo el Frente Popular del ‘36, el asesinato del diputado de derechas J. Calvo Sotelo un 13 de julio, reversa del crimen del teniente J. Castillo de la “Unión Militar Republicana Antifascista”, impulsó el levantamiento militar del 18 de julio contra reformas educativas laicas, incipiente distribución de la gran propiedad en favor de campesinos sin tierra y el intento de subordinar la Iglesia y el Ejército a un poder civil jaqueado, a su vez, por un turbulento desorden revolucionario. Antoine de Saint-Exupéry, piloto republicano, escribió: “Una guerra civil no es una guerra, sino una enfermedad. El enemigo es interior. Lucha uno casi contra sí mismo”.

Como en toda guerra ideológica, étnica y/o religiosa (en España se entrelazaron las tres) el oponente pasa a ser un “traidor” hasta de su condición humana. La matanza en combate y/o por represalias de unos 300.000 españoles conmoverá a nuestra inmensa inmigración ibérica cuyos familiares luchaban en uno u otro bando. El triunfo, en marzo de 1939, del “cristianismo, el orden y la civilización occidental” en la Madre Patria suscitará la empatía del Ejército Argentino. En 1943 protagoniza un golpe pro-Eje. Pero a partir de 1945 queda huérfano del modelo alemán hasta adoptar en los ’50 la receta contrainsurgente francesa. Aquella maqueta del Alcázar, ícono de la “Cruzada” contra la revolución social española, ha subsistido hasta hoy en la escuela de nuestra oficialidad militar, sin ser exhibida a curiosos en la web del CMN. A la muerte de Franco en 1975, iniciada una pausada transición democrática, nuestras FF.AA. estaban escalando su propia guerra civil. El espíritu de lucha sin cuartel expresado en las ruinas de Toledo caló hondo en la Argentina. El “Nunca Más” seguirá en alerta.