Derecha e izquierda
Roberto Follari
Diario Jornada [x]
Derecha o izquierda: es el dilema que tiene la Argentina hacia 2015, como que ha sido y es el dilema de la política mundial desde comienzos del siglo XX.
Por supuesto, izquierda o derecha atenuadas, democráticas: no la derecha de las dictaduras, ni la izquierda revolucionaria. Quizá -si no se hubiera pervertido mucho por el uso- podría hablarse de "centro-izquierda" o "centro-derecha".
Pero que se diga "centro izquierda o "centro derecha", no hace menos enorme el dilema o el contraste. Son proyectos totalmente diferentes: sus consecuencias pueden mejorar o empeorar frontalmente la vida de los argentinos.
Siempre la derecha hace el cuento de que izquierda y derecha ya no existen. Para continuar con proyectos de derecha como los que reinan en México, Paraguay o Colombia, lo mejor es hacer creer que no hay otra posibilidad que esa. De tal modo, nos venden la idea de que la izquierda no existe más, de manera que los gobiernos de derecha no parezcan tales sino una especie de decisión caída desde el cielo, algo así como una condición natural que no se podría cambiar. Es la forma en que sentíamos a la deuda externa hasta el año 2003, una especie de maldición metafísica de la que ya no nos podíamos librar, y que nos había caído encima como una especie de fatalidad inamovible.
Afortunadamente, hay siempre opciones alternativas: y hoy gobiernan en América Latina muchos gobiernos de centro-izquierda: El Salvador, Nicaragua, ahora Costa Rica, Bolivia, Argentina, Uruguay, Brasil, Venezuela, Ecuador y recientemente Chile, tenemos gobiernos con esa tendencia, Y, por cierto, es por demás evidente la mejora de las condiciones sociales y económicas en la región, según todos los índices internacionales y científicos de medición.
De modo que no nos perdamos: la cuestión no es tanto de partidos o de personas, es de proyectos. Eso es lo que hay que discutir. De eso se trata: de cuidar de no endeudarnos (izquierda), o de volver a pedir préstamos (derecha); de mantener las paritarias periódicas (izquierda) o de eliminarlas (derecha); de mantener las jubilaciones en el Estado o volver a entregarlas a grupos privados; de permitir la protesta social, o de reprimirla; de mantener los juicios por derechos conculcados en la dictadura, o cerrarlos; de mantener los apoyos sociales como la Asignación, o de eliminarlos; de tener una política exterior latinoamericanista, o de volver a ser dependientes de los Estados Unidos; de tener fuerte inversión en Cultura y Educación, o volver al menos de 3% que en tiempos neoliberales se asignaba del PBI a educación.
En realidad, se trata de ver si de ganar la derecha, obviamente representada por candidatos como Macri, Massa, algunos candidatos del FAUNEN o el mismo Scioli (estos últimos con algunos contrapesos que les vendrían desde el Socialismo o el Frente para la Victoria), estaríamos volviendo prontamente a las condiciones del año 2001: deuda impagable, privatización de todo lo público, liquidación de la producción nacional, decadencia del consumo popular incrementado en los últimos años.
Del otro lado, no hay mucho: Binner, Solanas -ambos aparentemente minoritarios en su espacio- y los candidatos más afines al actual gobierno nacional (Randazzo, Uribarri, entre otros). Son los que, con diferencias según tradición partidaria y estilos políticos, podrían llevar las cosas en una dirección diferente. Los candidatos del kirchnerismo tienen la ventaja de su experiencia previa de gobierno, pero por ahora tampoco son mayoría en su espacio partidario.
No nos engañemos por las solas identidades partidarias: son los proyectos los que hay que discutir, apoyar o rechazar. O la Argentina que vuelve a los años 90, o una que se parezca más a la que surgió en 2003. O las colas en consulados para irse del país como pasaba entonces, o en cambio las colas en las agencias de viaje para organizar salidas turísticas al exterior, como vienen abundando para las clases media y alta en los últimos tiempos. La derecha es pan para hoy y hambre para la mañana, como lo fue cuando la dictadura: pide dinero extranjero, aparece así una momentánea prosperidad que muchos aplauden, y luego nos caen la deuda externa inacabable, el hambre y la liquidación de derechos sociales.
A los argentinos nos toca decidir. Habrá que ver si somos capaces de no retrotraer el país a la situación de cuasi-liquidación que culminó dramáticamente en las movilizaciones de diciembre del año 2001, y a la cual nos llevan los cantos de sirena irresponsables que pululan en el "hablemos sin saber" de la televisión.-