Perspectivas de la economía brasileña
Eduardo Luis Curia
Diario BAE
Diario BAE
La marcha de la
economía brasileña interesa tanto por su importancia en sí misma –milita en el
lote de las diez primeras economías del mundo– como por su incidencia sobre la
economía argentina, en el marco de la asociación preferida del Mercosur.
Así como el año 2012 significó un año de
palpable desaceleración de la economía de nuestro país, también Brasil registró
una expansión que cabe calificar de “mortecina”. Los valores que se barajan al
respecto en el momento en que escribimos, apenas superan el 1% de expansión del
producto. Por su parte, la inflación superaría el 5% anual, lo que implica
ubicarse en la banda de cumplimiento –más/menos dos puntos– admitida con
relación a la meta de inflación estricta (4,5% de referencia central).
Al examinar nuestra economía, la misma
desaceleración brasileña que fue ganando espacio a partir de 2011 –y que en un
primer momento tradujo intentos del Banco Central del Brasil para encauzar los
temores que se avizoraban en términos de desbordes inflacionarios (dentro del
régimen de inflation targeting)–, influyó en el propio amortiguamiento que
padecimos especialmente en 2012.
En realidad, la expansión del PBI brasileño
tiende a ejercer cierto efecto “derrame” sobre la economía argentina, abordando
tanto nuestro movimiento exportador (en particular, el industrial) como el
comportamiento del PIB propio. Lo cual, como ya lo aclaramos en una nota
anterior, en manera alguna implica obviar la influencia significativa del tipo
de cambio real bilateral, cuando el fenómeno es leído correctamente –y no de
manera simplista como tantos hacen–, atendiendo a los llamados “límites de
posibilidad”.
Con el correr del tiempo, la preocupación de
las autoridades brasileñas se fue deslizando hacia la necesidad de neutralizar
las ingratas presiones recesivas que se cernían sobre la economía, en las que
las propias vicisitudes mundiales gravitaban de modo importante.
Distintas medidas fueron aplicándose al
efecto, algunas de las cuales comentamos en esta columna. Se establecieron
varias medidas expansivas de orden fiscal, aunque tratando siempre de preservar
los números fiscales básicos. También se conocieron acciones destinadas a
fortalecer la inversión en infraestructura. Asimismo, se tomaron decisiones que
apuntaron más directamente al marco macroeconómico de fondo, con una reducción
enérgica de las tasas de interés (algo que facilita, asimismo, las cuentas
fiscales) y un direccionamiento general hacia un real más depreciado (la
depreciación acumulada ha sido ponderable). Por otro lado, Brasil hace un uso
bastante amplio de las medidas de amparo en materia de política comercial
externa. Si bien en este frente parece recurrir a fórmulas rodeadas de algo más
de “abalorios” que lo que es el caso de los expedientes más directos usados
últimamente en la
Argentina.
Previsiones e interrogantes
En líneas generales, las previsiones acerca de
la expansión del PIB brasileño en 2013 oscilan entre el 3% y el 4%, siendo éste
el guarismo que indica la
Cepal. Con relación a la inflación esperada, se considera un
guarismo similar al de 2012.
El sector manufacturero contribuiría al
repunte. En verdad, desde hace unos meses, la actividad industrial de Brasil
ensaya una reanimación, aun con alguna oscilación. De todas maneras, en
diciembre se volvió a dar un registro positivo, aunque más leve.
A su vez, las exportaciones parecen atisbar
una mejora y se confía en que la inversión revierta el declive verificado en
2012, mientras el consumo acompañaría. En lo que atañe al sector agrícola,
cosechas y precios esperados (aunque aún circulan algunas dudas en el tópico
precios) se asociarían para aportar al mayor ritmo económico.
Un tópico importante en debate es el referido
al marco macroeconómico de fondo. Lo que se analiza en el país vecino es el
rigor y la continuidad de determinadas modificaciones en la estrategia
económica básica, que fueron establecidos por la actual administración.
Como es sabido, estas modificaciones
conmovieron el “modelo lulista” que signó el enfoque macroeconómico del vecino
de años atrás, y que bajo cierta definida óptica, tanto en ámbitos domésticos
como externos, es objeto de muchos elogios. Dicho modelo se sustentó
decididamente en el militante apalancamiento en el ingreso de capitales
externos, con tasas de interés muy elevadas y altamente seductoras, con el
natural correlato de una moneda muy sobrevaluada. En un tal contexto, la
inflación registró niveles reducidos, en lo que, dado el esquema montado, fue
funcional el real sobrevaluado.
Una de las implicancias más negativas del
modelo en cuestión, fue el claro fenómeno de desindustrialización relativa que
atravesó nuestro socio del Mercosur. Se vio la necesidad, entonces, de
introducir modificaciones a la matriz existente, apelando a una fuerte
disminución de la tasa de interés referencial, y operando una depreciación
significativa del real. La inflación tendió a ubicarse un poco más alto, pero,
sin grandes ulterioridades. A la postre, las alteraciones aludidas aportaron a
la mejora del horizonte industrial.
Pero no pocos se preguntan en el vecino si,
aun aceptándose el progreso plasmado en el enfoque macro general y en la
postura cambiaria en particular, el avance concretado es suficiente. En algunos
ámbitos industriales se pide reforzar la depreciación del real. Por su lado, el
célebre economista neodesarrollista Bresser-Pereira, implacable crítico del
modelo anterior, señala que aún se está a medio camino, y que, en verdad, la
tasa cambiaria de equilibrio se coloca hoy en 2,70 reales por dólar, lo que
traduce una precondición para crecer con más vigor.
Naturalmente, otros círculos, incluyendo
algunos conspicuos del exterior, desconfían del rumbo establecido por la
administración Rousseff, y multiplican críticas sobre el ministro Mantega. Por
supuesto, son sectores más apegados al modelo precedente.
Pero también talla esta circunstancia. En el
mundo, sobre todo gracias a la política monetaria americana, impera cierto
grado no trivial de liquidez. A su vez, un Brasil que perfile una determinada
retonificación, dado ese marco, puede ejercer una tentación fuerte hacia el
reciclaje del ingreso de capitales externos y de las consabidas presiones
apreciativas de la moneda. ¿Cómo hará entonces Brasil para manejar su política
macroeconómica? En definitiva, el tema de la recuperación brasileña, que nos
concierne bastante, viene mezclado con múltiples y serios interrogantes.