Las extrañas elecciones israelíes

Uri Avnery


En unos cientos de años, un profesor a la búsqueda de un tema especialmente esotérico pedirá a sus alumnos que investiguen las elecciones israelíes de 2013.
Los estudiantes volverán con un informe unánime: los resultados de nuestra investigación son increíble.

Según le informan, enfrentados al menos a tres graves peligros, los partidos y los votantes israelíes los ignoraron. Como si se juramentasen en una conspiración, acordando tácitamente no hablar de ellos. En su lugar, discutirían y se pelearían por unos temas totalmente insignificante y banales.
Un hecho notable fue que las elecciones fueron convocadas anticipadamente – no acababa la legislatura hasta noviembre del 2011- debido a la incapacidad declarada del Primer Ministro para obtener la aprobación del presupuesto anual del Estado en la Knesset.
El proyecto de presupuesto estuvo condicionado por el hecho de que el Estado había desarrollado un enorme déficit, lo que hizo inevitable medidas drásticas. Hubo que subir dramáticamente los impuestos y los servicios sociales recortados aun más que durante los últimos cuatro años del gobierno de Binyamin Netanyahu.
(Lo que, por cierto, no disuadió a Netanyahu de hacer discursos electorales sobre las excelentes condiciones de la economía israelí, mucho mejores que las de la mayoría de los principales países occidentales).
Para la comparación: las recientes elecciones en los Estados Unidos se celebraron también a la sombra de una grave crisis fiscal. Los candidatos a la presidencia defendieron dos concepciones opuestas sobre cual debería ser la solución, el debate principal fue sobre el déficit, los impuestos y los servicios sociales. El debate continuó incluso después de las elecciones y solo se alcanzó una especie de compromiso justo a tiempo para evitar la quiebra nacional.
Nada de eso ocurrió en Israel. No hubo debate alguno.
Es cierto que el Partido Laborista, que esperaba cosechar alrededor del 15% de los votos, de hecho salió con un grandioso plan económico para los próximos años, elaborado por distintos profesores de universidad. Sin embargo, el plan era bastante irrelevante para el problema crucial al que se enfrentaba el estado el día después de las elecciones: ¿Cómo evitar que se perdiesen por un agujero negro decenas de miles de millones de shekels en el presupuesto de 2013?.
El Likud no dijo ni una palabra sobre el presupuesto que tenía la intención de presentar a la Knesset. Tampoco el Partido Laborista lo menciono, ni ninguno de la docena o mas de partidos que concurrían a las elecciones.
Cuando introducimos nuestras papeletas en la urna, ¿qué estamos votando? Mayores impuestos, seguro. Pero, ¿impuestos a quién? ¿Pagarían más los ricos o la debilitada "clase media"? ¿Qué se recortaría,  las ayudas a los discapacitados, los enfermos, los ancianos, los
desempleados? ¿Y el inmenso presupuesto militar? ¿Los asentamientos? ¿Perdería Israel su favorable calificación crediticia internacional? ¿Nos precipitaríamos en  una grave recesión?
Era obvio por qué ninguno de los partidos había querido entrar en detalles - cualquier propuesta seria les haría perder votos. Pero nosotros, el pueblo - ¿por qué dejamos que se salieran con la suya? ¿Por qué no exigimos respuestas? ¿Por qué aceptamos generalidades fatuas, que nadie toma en serio?
Acertijo N º 1.
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Israel se enfrenta a una crisis constitucional grave - si tal término es aplicable a un estado sin Constitución.
La UDOM ("única democracia en Oriente Medio") está amenazada desde el interior, a lo largo de un amplio frente.
El peligro más inmediato es el que cerca al Tribunal Supremo, el bastión más fuerte de lo que fue una floreciente democracia. El Tribunal trata - tímidamente – de resistir las más atroces decisiones y leyes de la mayoría de derechas de la Knesset. Los recursos ante el Tribunal para que anule legislación manifiestamente antidemocrática se posponen durante años.
(Incluyendo mi propio recurso para anular la ley que prescribe enormes sanciones para cualquier persona que abogue el boicot de los productos de los asentamientos. El caso - "Avnery contra el Estado de Israel "- ha sido pospuesto una y otra vez).
Pero incluso esta tímida - algunos dirían cobarde - jurisprudencia del Tribunal Supremo despierta la furia de los derechistas. Naftali Bennett, el líder del partido que más ha crecido en sus expectativas en estas elecciones (del al 6% al 12% en pocas semanas) se compromete a llenar el Tribunal con sus jueces favoritos.
Los jueces israelíes son designados por un comité, en el que jueces en ejercicio juegan un papel importante. Bennett y sus aliados en el Likud quieren cambiar las reglas, de manera que los políticos de derechas elijan a los jueces. Su objetivo declarado: poner fin al "activismo judicial", privar al Tribunal Supremo de Justicia de la facultad de anular las leyes y decisiones administrativas antidemocráticas , como las que autorizan la construcción de asentamientos en tierra palestina privada.
Los medios israelíes ya están en gran medida neutralizados, un proceso de control no muy distinto de lo que los alemanes llamaban Gleichschaltung.
Los tres canales de TV están más o menos en quiebra y dependen de las subvenciones del gobierno. Sus editores son prácticamente designados por el gobierno. La prensa escrita esta también al borde de la quiebra, excepto los periódicos de "noticias", que pertenece a Sheldon Adelson y son mera propaganda pro-Netanyahu, distribuidos gratis. Bennett repite la afirmación ridícula de que casi todos los periodistas son izquierdistas (es decir, los traidores). Y promete poner fin a esta situación intolerable.
Las declaraciones de Benett son sólo un poco más extremistas que las del Likud y los partidos religiosos.
En la reunión anual de jefes de las misiones diplomáticas de Israel en el mundo, un veterano diplomático le preguntó por qué el gobierno había anunciado la construcción de un enorme nuevo asentamiento en Jerusalén Este, una decisión denunciada en todo el mundo. La pregunta fue aplaudido por los diplomáticos. El portavoz de Netanyahu, hasta hace poco el oficial militar más importante con la kippa de los Ortodoxos, respondió secamente a los diplomáticos que presentasen su dimisión si no les gustaba la política gubernamental.
Hace unas semanas, el general en jefe en la Cisjordania ocupada decidió elevar el estatus del colegio universitario del asentamiento de Ariel a la categoría de universidad. Lo que la convierte en la única universidad del mundo con una carta fundacional firmada por un general del ejército.
No existe, por supuesto, el más mínimo signo de democracia o derechos humanos en los Territorios Ocupados. El Likud amenaza con cortar la financiación internacional a todas las ONG que tratan de informar sobre lo que está sucediendo allí.
¿Ha provocado este proceso de des-democratización debates furiosos en estas elecciones? No, no en absoluto, sólo algunas débiles protestas. No es un tema que atraiga a los votantes.
Este es enigma N º 2
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Pero el enigma más desconcertante se refiere a la amenaza más peligrosa: la cuestión de la paz y la guerra. Y ha desaparecido casi por completo de la campaña electoral.
Tzipi Livni ha hecho de las negociaciones con los palestinos una especie de truco electoral- sin emociones, evitando la palabra "paz" en la medida de lo posible. Todos los demás partidos, con excepción de los pequeños Meretz y Hadash, no las mencionan en absoluto.
En los próximos cuatro años, la anexión oficial de Cisjordania a Israel puede convertirse en un hecho. Los palestinos quedaran confinados en pequeños enclaves, Cisjordania se llenará de muchos más asentamientos, una violenta intifada puede estallar, Israel quedar aislado en el mundo, e incluso el vital apoyo estadounidense puede debilitarse.
Si el gobierno continúa su curso actual, nos conducirá a un desastre seguro -todo el territorio entre el mar Mediterráneo y el río Jordán se convertirá en una única entidad bajo dominio israelí. Ese Gran Israel contendrá una mayoría árabe y una minoría judía cada vez más pequeña, convirtiéndose inevitablemente en un estado de apartheid, con una guerra civil permanente y rechazado por el resto del mundo.
Si la presión de dentro y fuera obliga eventualmente al gobierno a conceder derechos civiles a la mayoría árabe, el país se convertirá en un estado árabe. 134 años de esfuerzo sionista se desvanecerán, como una mera repetición del reino de los cruzados.
Es algo tan obvio, tan inevitable, que se necesita una voluntad de hierro para no pensar en ello. Pero parece que todos los grandes partidos en estas elecciones tienen esa voluntad. Creen que es venenoso hablar de paz. ¿Devolver la Cisjordania y Jerusalén Oriental a cambio de paz? No permita Yahvé ni pensarlo.
El hecho extraño es que esta semana dos encuestas serias - independientes entre sí- llegan a la misma conclusión: la gran mayoría de los votantes israelíes esta a favor de la "solución de los dos estados", la creación de un Estado palestino con las fronteras de 1967 y la partición de Jerusalén. Esta mayoría incluye a la mayor parte de los votantes del Likud, e incluso a la mitad de quienes se declaran partidarios de Bennett.
¿Cómo es posible? La explicación se encuentra en la siguiente pregunta: ¿Cuántos votantes creen que esta solución es posible? La respuesta es: casi nadie. Durante decenas de años, se ha lavado el cerebro a los israelíes para hacerles creer que "los árabes" no quieren la paz. Si dicen que la quieren, están mintiendo.
Si la paz es imposible, ¿por qué pensar en ello? ¿Por qué siquiera mencionarlo en la campaña electoral? ¿Por qué retroceder 44 años a los días de Golda Meir y pretender que los palestinos no existen? ("No hay tal cosa como un pueblo palestino ... No es como si hubiera un pueblo palestino y llegamos y los expulsamos y les quitamos su país. No existen los palestinos" -. Golda Meir, 13 de junio de 1969)
Así que este es el acertijo No. 3.
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Los estudiantes en algunos cientos de años puede que lleguen a la siguiente conclusión: "Las elecciones israelíes fueron muy raras, sobre todo teniendo en cuenta lo que ocurrió después. No hemos encontrado ninguna explicación razonable."
El profesor sacudirá tristemente la cabeza.

Uri Avnery es un escritor israelí y un veterano activista por la paz de Gush Shalom.
Traducción: Enrique García (Sin Permiso)