Modelos de Iglesia

Eduardo de la Serna

“Soy parte de una Iglesia real que dista mucho de asemejarse a la Iglesia ideal”.
Entiendo como Iglesia el grupo de seguidores de Jesús que quieren hacer suyo en la vida y el camino, el proyecto de Jesús.



Hace tiempo escribí una notita acerca de por qué sigo en la Iglesia.

Debo decir que muchos amigos me lo preguntan con frecuencia.

Y debo confesar, también, que no siempre es fácil encontrar las palabras e ideas adecuadas en estos tiempos.

Antes de volver sobre el tema, quisiera destacar dos elementos que me parecen importantes:

1. De verdad no me creo modelo.

Me conozco, y me conocen mis amigos.

No creo ser modelo, y no me alegra cuando alguno -que no me conoce- me dice algo por el estilo.

Conozco mis debilidades, miserias y limitaciones.

Y no lo digo por falsa modestia.

Pero creo que eso no debería ser obstáculo a pensar, e intentar ayudar a pensar.

Pretendo ser razonable en mi modo de pensar, y pensar siempre desde el lugar del pobre.

Y pretendo que mi persona no sea obstáculo a mi intención de poner a los pobres por delante.

Creo que la cosa no es si yo soy esto o yo lo otro, si vivo de esta u otra manera, sino si logro poner a los pobres en el centro de mi pensar y de mi hablar.

2. Creo que con “la Iglesia” pasa algo semejante a lo que pasa con “Dios”.

Conozco ateos o agnósticos y creo que muchos lo son de “una imagen de Dios” que tienen introyectada, y -debo confesar- muchas veces les digo que también yo soy ateo o agnóstico de “ese Dios”.

Y tampoco acepto o reconozco cierta “Iglesia”.

Y acá viene un punto central.

¿Qué decimos cuando decimos “Dios”?

¿Qué decimos cuando decimos “Iglesia”?

¿Qué decimos cuando decimos “Iglesia”?... para saber si “creemos” en ese modelo, o no.

Al decir Iglesia, entiendo el grupo de seguidores de Jesús que quieren hacer suyo en la vida y el camino, el proyecto de Jesús.

Es decir, ser “la Iglesia que Jesús quería”.

Pero esto corre un riesgo: esta es la Iglesia “ideal” que dista totalmente de la “Iglesia real”.

Y acá viene lo que dije más arriba.

No soy modelo, soy parte de una Iglesia real que dista mucho de asemejarse a la Iglesia ideal.

Podríamos decir que “esta es la Iglesia que es”, pero que es bien diferente de la “Iglesia que ‘debe’ ser” (debe entre comillas porque no se trata de un deber ser kantiano, sino de un tender hacia el sueño de Jesús).

Pero esto también ayuda a pensar en “la Iglesia” que muestran actitudes y discursos, y en qué se asemeja “esa Iglesia” al proyecto de Jesús.

La Iglesia dice de sí misma que es “pueblo de Dios”; al decir esto quiso evitar la imagen -en muchos lados imperante entonces, y en muchos vigente todavía hoy- de la Iglesia piramidal, jerárquica, autoritaria.

Así entendida la imagen, evidentemente cuanto más arriba de la pirámide se está, “más iglesia” se es.

Incluso, para quienes creen (creemos) que el Espíritu Santo acompaña la Iglesia, no es lo mismo creer que éste ilumina al de arriba para ejercer autoridad sobre los de abajo, que entender que ilumina al pueblo entero y que los que tienen responsabilidad de conducción tienen la obligación de escuchar el soplo de Dios en el pueblo, el “sensus fidelium” (sentir de los fieles).

Entender la Iglesia de otro modo, ayuda a pensar en esa querida por Jesús.

Un tema indiscutible en los estudios bíblicos contemporáneos es la insistencia de Jesús en la idea de Jesús como “padre”.

Es verdad que esta imagen ha servido a un modo patriarcal, autoritario, machista para establecer -precisamente- la imagen vertical.

Tal era la imagen del paterfamilias.

Pero curiosamente la imagen de padre que Jesús muestra se parece bien poco a ese padre autoritario y dominante; es un padre que no es obedecido, que es comprensivo, y que se caracteriza por el perdón, la compasión y la ternura.

La Imagen de un padre que se asemeja más a los reyes monárquicos absolutistas que al Dios de Jesús, también se refleja en una Iglesia que -si bien se presenta como madre- está conducida por “padres”, también monárquicos y absolutistas.

Casi “micro-dioses” (y algunos no tan “micros”).

Es bueno aclarar -antes de seguir- que en lenguaje teológico en la Iglesia no se “cree”.

Creer es un encuentro salvador de la humanidad y Dios.

Sólo en Dios se cree, sólo Dios salva.

La Iglesia -entre otros- es (o debería ser) instrumento de salvación, pero no la salvación misma.

En este sentido, es exacto decir “no creo en la Iglesia”.

“Creer en la Iglesia” es -teológicamente- idolatría.

Señalado esto, resulta evidente que hay una serie de hechos o palabras que revelan claramente un “modo de ser” la Iglesia, o de entenderla.

Acá no se debate la honestidad intelectual, sino la fidelidad al proyecto de Jesús.

Si un obispo dice o decide sin consultar al pueblo de Dios (o si un cura lo hace) ¿de dónde se nutre su escucha del Espíritu Santo?

Si un obispo (o un cura) no conoce las necesidades más hondas de su comunidad, ¿de dónde obtiene el alimento que ofrece?

Si un obispo (o un cura) tiene actitudes patriarcales tipo “acá se hace lo que digo yo”, ¿dónde actúa como hermano y co-discípulo del padre-madre Dios?

Se podrían seguir interminablemente las preguntas...

Es evidente que hoy la Iglesia no es “resplandeciente” como sí lo fue hace un (poco) tiempo atrás; es evidente que muchos miembros de la Iglesia muestran a la sociedad y al mismo pueblo de Dios un rostro, una imagen que aleja o espanta.

Cuando hay sectores de la Iglesia cómplices, cercanos o de “ojos y boca cerrada” frente a la dictadura, hay quienes alejan de “la Iglesia”; cuando hay sectores de la Iglesia cercanos al poder económico, callando sus abusos, siendo su voz ante la sociedad, hay quienes alejan de “la Iglesia”; cuando hay quienes manejan su “territorio (diócesis, parroquia) como un terreno personal, como señores feudales, alejan de “la Iglesia”.

Hay sectores de la Iglesia que muestran “otra Iglesia”, sin duda.

Dirán que la Iglesia es “una”, lo cual es cierto, por un lado, pero impreciso por otro.

La Iglesia una es la Iglesia soñada por Jesús, la Iglesia que es (somos) es “una” en la medida en que se asemeja a la Iglesia que Jesús quería, y es “pecadora” en cuanto se distancia de ese proyecto.

La Iglesia es “de Dios”, no de un cura, obispo o papa.

Resulta evidente, para ser precisos, que muchos somos o mostramos “otra Iglesia” a la que muestra el arzobispado de Santiago del Estero.

Sus actitudes muestran “otra Iglesia” en la que no creo.
Que es casi diametralmente opuesta a la Iglesia que yo creo que debiera ser (o tender).

Se preocupará por el Derecho Canónico, y entonces comunica sin preocuparse por el pueblo de Dios de Pozo Hondo, por el bien de la comunidad, y sin fijarse en el bien del cura Roberto. 

Avisarle a un cura que su “contrato” termina ¡¡¡en 3 días!!! revela la despreocupación por el cura y por la comunidad (eso no lo hace ni un empresario neoliberal).

La comunidad ya estaría planeando (todas lo hacen) la catequesis del nuevo año; la pascua, las reuniones y celebraciones en las comunidades y las misas en el campo... nada de eso puede seguir.

Un señor apoltronado y con espejos en lugar de cristales decidió qué es lo mejor de la comunidad, de la gente, de la diócesis.

Un señor que mira “desde arriba”, que se cree “dueño del rebaño”, y que dice -o cree- hacerlo como “Iglesia”.

¿De qué Iglesia habla señor Polti (y señor Torrado)? ¿Escuchó al pueblo de Dios de Pozo Hondo para tomar esa decisión? Es posible que la suya haya sido una decisión pensada y estratégica... Comunicada un viernes 29, cosa que sábado y domingo tapen todo, y después año nuevo y vacaciones.

Es decir, cuando usted vuelva de sus vacaciones ya va a haber pasado todo... ¡Muy bien pensado! ¡Estratégicamente!

Quizá ni un poquito evangélico, pero pensado sí!

Supongo que antes de irse habrá dejado provisto quién se ocupará en el mes de enero de Pozo Hondo, ¿o dejará una comunidad sin sacramentos ni celebraciones todo este tiempo? ¿Le importa?

A cosas como esta me refería al decir ¿de qué Iglesia hablamos? Porque seguramente en lo que decimos que “es” la Iglesia estaremos de acuerdo (como cuando recitamos el credo y pareciera que el genocida y nosotros tenemos el mismo Dios); la pregunta es ¿qué Iglesia mostramos?

Y me corro (por lo dicho al empezar), y me pregunto: ¿qué Iglesia muestran algunos jerarcas? ¿qué recibe el pueblo de Dios?

¿No es evidente -entonces- por qué muchos le preguntan a sus amigos por qué siguen en la Iglesia?

¿No es evidente -entonces- por qué es difícil, a veces, encontrar palabras satisfactorias para responder ese desafío?