Perspectivas de Iberoamérica

Aldo Ferrer
Diario BAE


El inicio de las reuniones de Jefes de Estado y de Gobierno de España, Portugal y América Latina, es decir, las Cumbres Iberoamericanas, coincidió con la celebración del Quinto Centenario del desembarco de Colón en el Nuevo Mundo y la creciente presencia de empresas españolas en este lado del Océano Atlántico. En la actualidad, casi un cuarto de siglo después, se han producido cambios importantes en el escenario mundial y en la situación de América Latina y las naciones ibéricas. Es oportuno, por lo tanto, reflexionar sobre la significación actual de Iberoamérica, como espacio de construcción de convergencias, entre los países que la componen, funcionales al desarrollo de cada uno de ellos y a su proyección conjunta al escenario mundial.


Es necesario recordar, en primer lugar, los orígenes de Iberoamérica. A partir del siglo XV, los emergentes estados de Europa Occidental iniciaron su proyección de ultramar al resto del mundo e iniciaron el proceso que, actualmente, denominamos globalización. El descubrimiento del Nuevo Mundo es el hecho más extraordinario de la globalización de todos los tiempos.


Simultáneamente, los europeos extendieron su expansión a África, Medio y Extremo Oriente. En todas partes, implantaron su presencia y, en diversos grados, su hegemonía. Pero, solo en América, crearon nuevas civilizaciones sobre la base de los sobrevivientes de los pueblos originarios, la presencia africana por la vía de la esclavitud y su propia participación. Nada semejante ocurrió en el resto del mundo. Aún después del pleno despliegue del imperialismo en el siglo XIX, las civilizaciones nativas sobrevivieron la presencia europea y configuran la diversidad observable en la globalización del mundo moderno.

En nuestra América, las nuevas civilizaciones de raíz europea, nativa y afro, alcanzaron un extraordinario desarrollo cultural. A tal punto, que es inconcebible la historia mundial de la cultura sin la presencia iberoamericana en las letras, las artes plásticas y audiovisuales, la música y, en fin, en todas las expresiones de la creación humana. En términos culturales, América Ibérica es una potencia mundial.


Sin embargo, en la sociedad y la economía, subsisten rasgos del atraso y de la desigualdad social, heredados del régimen colonial y, después de la independencia, de la posición subordinada de nuestros países en el orden mundial. Es la principal paradoja de la realidad actual deI Nuevo Mundo Ibérico: la brecha entre la cultura de primera magnitud y el nivel de desarrollo económico y social.

La mayor fortaleza del proyecto iberoamericano radica en la cultura, en ambas márgenes del Océano Atlántico. Su construcción en la esfera de las relaciones políticas y económicas, debe apelar a esas raíces comunes y, al mismo tiempo, reconocer la diversidad en las realidades de nuestros países y en los derroteros que asumen.

En la actualidad, se advierte una diferencia profunda en ambas márgenes de Iberoamérica. En España y Portugal, como en el resto de la Unión Europea, prevalecen estados, en los cuales, la influencia de los mercados es decisiva en la formulación de las políticas públicas. Las reglas de la UE responden a los mismos principios y vinculan, a sus miembros, a reglas comunes, que implican una importante cesión de soberanía al Estado supranacional comunitario. Particularmente, en aquellos adheridos al euro. De este modo, la resolución de problemas críticos, como por ejemplo, la insuficiencia de la demanda agregada para alcanzar altos niveles de empleo o, en varios países, las deudas excesivas, están mas allá de la posibilidad de su manejo “nacional”, a través de la propia política monetaria y fiscal, el ajuste del tipo de cambio y el eventual replanteo de las condiciones de la deuda soberana.

El escenario es actualmente distinto en América Ibérica. Nuestros países registraron una severa crisis de deuda a principios de la década de 1980, adhirieron a los principios del Consenso de Washington y soportaron la “década perdida” y un profundo deterioro de las condiciones sociales. Desde entonces, afianzaron el ejercicio de los instrumentos fundamentales de la política económica, redujeron el endeudamiento y consolidaron los equilibrios macroeconómicos. Por diversas vías, nuestros países recuperaron soberanía asentados, fundamentalmente, en la movilización de los recursos propios. Este cambio de rumbo fue favorecido por la mejora de los términos de intercambio de las exportaciones primarias. En diversa medida, la situación actual y las perspectivas económicas y sociales, han mejorado en la mayor parte de América Ibérica.

En resumen, coexisten políticas propias del Estado neoliberal, en la Unión Europea y, por lo tanto, en Iberia y, en nuestro lado del Atlántico, en diversos grados, políticas del Estado nacional. Es una expresión de la misma situación observable en el escenario mundial. En efecto, en las antiguas economías avanzadas del Atlántico Norte, prevalecen políticas propias del Estado neoliberal. En cambio, en los países emergentes de Asia, el Estado, ejecuta políticas de industrialización, cambio tecnológico, fortalecimiento de la competitividad, equilibrio macroeconómico, desendeudamiento, acumulación de reservas y control de los movimientos de capitales especulativos. Esta diferencia de comportamiento contribuye a explicar el trazado de la nueva geografía de la economía mundial, en el cual, las economías emergentes adquieren un creciente peso relativo.

No es casual, entonces, que, ocasionalmente, surjan ríspideces entre ambas orillas de Iberoaméerica, en algunos temas puntuales, que reflejan las asimetrías apuntadas en la orientación de las políticas públicas. La cuestión no debería sorprendernos ni alarmarnos, si reconocemos que no hay una sola política posible para todas las realidades, que los problemas deben resolverse dentro del estado de derecho y de los compromisos internacionales y, desde luego, que debe respetarse a raja tabla el ejercicio de la soberanía de cada uno de nuestros países.

La diversidad de situaciones abarca también a los sistemas de integración. En contrate con la profundidad y rigurosidad de las normas de la Unión Europea, en el MERCOSUR y los otros regímenes de integración en América Ibérica, la cesión de soberanía es relativamente menor y prevalecen normas más flexibles para enfrentar las diversas realidades de los países miembros y los cambos de rumbo de la política económica. . Como, por ejemplo, la asimilación de la nueva situación de Argentina, después de la crisis del 2001.

Dadas estas realidades: ¿cuáles son las perspectivas del proyecto iberoamericano, objeto de las Cumbres?

En primer lugar, es indispensable el reconocimiento y aceptación de la diversidad de situaciones nacionales y la coexistencia de políticas y estrategias distintas, dentro de la democracia, del estado de derecho y del respeto a la soberanía. La aceptación de esta realidad facilita el desarrollo de emprendimientos privados, la concertación de acciones públicas (por ejemplo, en el campo de la ciencia y la tecnología) y, en el caso de conflictos de intereses, su resolución por los cauces normales.

Sobre estas bases, el proyecto iberoamericano descansa, fundamentalmente, en la profundización de los vínculos al interior de nuestra cultura y en el impulso de los valores compartidos de la libertad, la defensa de los derechos humanos y el impulso a la equidad. La prioridad de la dimensión cultural, es la misma que permitiría a los países iberoamericanos, expresarse solidariamente en la promoción de un orden mundial seguro y en paz, con oportunidades de desarrollo y bienestar para todos.