La nueva geografía de la economía mundial

Aldo Ferrer
Diario BAE


La nueva geografía  de la economía mundial

1. Hasta finales del siglo XX la economía mundial estaba organizada en torno de dos ejes principales: por una parte, las relaciones Norte-Norte, entre economías avanzadas; por la otra, las Norte-Sur, entre economías avanzadas y subdesarrolladas. Las primeras representaban alrededor de 2/3 del comercio y las inversiones internacionales y estaban compuestas, principalmente, por el intercambio de manufacturas de creciente valor agregado y contenido tecnológico e inversiones, que integraban el tejido productivo y las cadenas de valor de las economías industriales. Las segundas se referían, esencialmente, al intercambio de productos primarios del Sur por manufacturas e inversiones del Norte, dentro de esa matriz de división internacional del trabajo.
La posición hegemónica del Norte, constituido esencialmente, por las economías industriales de Europa Occidental y América del Norte, se fundaba en su dominio del conocimiento científico, la tecnología y la industria. Sobre estas bases, el Atlántico Norte era el espacio privilegiado del orden mundial, desde el cual se organizaban las relaciones del sistema global.
Esta “geografía” de la economía mundial y reparto del poder, es la que Raúl Prebisch caracterizó, a fines de la década de 1940, como el sistema “centro-periferia”. El “centro” constituido por las economías industriales del Atlántico Norte más Japón. La “periferia”, prácticamente, por la totalidad de Asia, África y América latina. Todavía en 1945 gran parte de la población de África y Asia estaba sometida a la dominación colonial. La evolución económica del centro determinaba la situación de la periferia (las colonias y países independientes, como los de América latina), cuyo ciclo económico, reflejaba las variaciones del nivel de actividad de las mayores economías industriales.
Al final de la Segunda Guerra Mundial los países coloniales ganaron su independencia, pero subsistió el sistema centro-periferia. El “centro” organizó las relaciones internacionales a través de tres instituciones primarias (FMI, Banco Mundial y GATT/OMC) y acuerdos entre las principales economías del Atlántico Norte más Japón, representadas en el G-7. La disolución de la URSS en 1991, resolvió el conflicto de la Guerra Fría y sugirió la vigencia renovada del sistema centro-periferia, definitivamente bajo la hegemonía de los Estados Unidos.
Sin embargo, desde fines del siglo XX, los acontecimientos siguieron otro curso. El rápido crecimiento de China y otras naciones emergentes de Oriente está transformando la geografía de la economía mundial. Las fuerzas más dinámicas de crecimiento descansan, actualmente, fuera de la órbita del Atlántico Norte. El proceso se basa en la extraordinaria capacidad revelada por los países emergentes de Oriente, de incorporar ciencia y tecnología en sus tejidos productivos y sociales, industrializarse y convertirse en competidores en el mercado mundial de bienes y servicios complejos.
La transformación no sólo implica un cambio radical respecto de la situación emergente al final de la Segunda Guerra Mundial. Se trata de un cambio de época y del fin de un proceso histórico que abarca cinco siglos. En efecto: la hegemonía del Atlántico Norte comenzó a construirse desde el inicio mismo de la expansión de ultramar de los pueblos cristianos de Europa, a finales del siglo XV. En el XIX, la Revolución Industrial, bajo liderazgo británico, consolidó el dominio occidental.
La emergencia de Japón, después de la Restauración Meiji y su triunfo en la guerra con el imperio ruso en 1905, no modificó el escenario. Como tampoco lo transformaron el acelerado crecimiento de Japón, después de su derrota en la Segunda Guerra Mundial, ni el notable crecimiento de los “tigres asiáticos” (Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong y Singapur). Todos juntos representan el 5% de la población mundial. Insuficiente para poner fin al dominio excluyente de los países avanzados del Atlántico Norte.
El cambio empieza con la incorporación de China, la paulatina emergencia de la India y de un grupo de “aspirantes a tigres” (Indonesia, Malasia, Filipinas y Tailandia). Con el 50% de la población mundial, estos países orientales están contribuyendo a transformar la geografía de la economía mundial.
En 1990, el aporte de ese conjunto de países al crecimiento del PBI mundial, era de alrededor del 30% y, a fines de la década del 2010, del 70 por ciento. Su contribución al comercio mundial es también creciente. En 1990, sus exportaciones representaban el 23% del comercio mundial y, en la actualidad, alrededor del 40 por ciento. El comercio Sur-Sur es particularmente dinámico. Entre los años mencionados, su participación en el total mundial aumentó del 8 al 20 por ciento. Las inversiones en el exterior de esos países también registran crecimientos importantes. Particularmente notable es el aumento de las reservas internacionales de los bancos centrales de esos países, que representan actualmente el 65% del total mundial.
2. La nueva geografía de la economía mundial implica cambios profundos en las relaciones económicas y financieras internacionales:
Empleo y salarios: en los últimos veinte años se han incorporado más de 1.500 millones de personas al empleo de la economía mundial, a niveles de salarios menores que en las economías avanzadas. En éstas, la competencia de manufacturas de bajos precios y la pérdida de capacidad negociadora de los sindicatos deprimen los salarios, el consumo y el crecimiento, induciendo la desindustrialización y la concentración del ingreso.
A su vez, en las economías emergentes, particularmente en China, la abundancia de mano de obra reduce la participación de los salarios en el ingreso y del consumo en la demanda agregada. En estos casos, el aumento del empleo eleva los salarios reales, pero la desigualdad y la concentración del ingreso también aumentan.
Productos primarios: la ampliación de la fuerza de trabajo mundial y la industrialización acelerada de China y otras naciones emergentes, han provocado un aumento de la demanda y los precios de alimentos y materias primas y la mejora de sus términos de intercambio. Esto ha generado un derrame de ingresos en los países exportadores de productos primarios, como los de América latina y África.
Capacidad financiera: el aumento de las exportaciones de manufacturas desde las economías emergentes de Asia y de productos primarios desde otros países en desarrollo, ha provocado un drástico cambio en su posición financiera internacional. Disminuyeron su deuda externa, acumularon reservas y se han convertido en acreedores de los países avanzados, siendo China el caso más notable, con la tenencia del 25% de la deuda externa norteamericana.
3. La nueva geografía de la economía mundial ha debilitado la capacidad de las economías avanzadas del Atlántico Norte de administrar el sistema mundial. De este modo, el G-7 ha sido eclipsado por el G-20, en el cual participan los nuevos protagonistas del sistema mundial. La creación de los BRIC, integrado por las mayores economías emergentes, es otra manifestación de los cambios en la distribución del poder. En América latina, el Mercosur y la Unasur son expresiones del mismo proceso.
En este escenario, las “condicionalidades” del FMI y del Banco Mundial, han perdido capacidad de imponer las políticas de los países en desarrollo, y en la OMC las economías emergentes han ganado capacidad de bloqueo y de poner límites a los objetivos de las economías avanzadas. Los Estados nacionales han ganado autonomía y capacidad de trazar el sendero de desarrollo e inserción internacional de los países emergentes. Esto contrasta con la situación de los países del “centro”, en los cuales prevalecen Estados neoliberales y la subordinación a los criterios de los mercados especulativos. Éste es otro de los factores que influye en la transformación de la geografía de la economía mundial.
La mayor fortaleza y autonomía ganada por las economías emergentes, les ha permitido limitar el contagio de la crisis actual en el viejo centro hegemónico del sistema. A pesar del estancamiento de la economía norteamericana y el receso en la Unión Europea, los países emergentes han logrado mantener una considerable tasa de crecimiento y generar, entre ellos, nuevos impulsos al desarrollo. Pero los interrogantes y los desafíos no son menores.
4. La experiencia de la Argentina, desde la salida de la crisis del 2001, forma parte de esta nueva geografía de la economía mundial. Dentro de la Unasur, también se observan las consecuencias de estos cambios en el escenario internacional. La cooperación entre nuestros países es un campo privilegiado para transformar las nuevas tendencias en auténticos procesos de desarrollo e inclusión social.