Reino Unido: "Reclusos trabajadores" en empresas de la Inglaterra del siglo XIX... del siglo XXI quería decir

Salvador López Arnal
Rebelión

¿Qué hubieran pensado dos ciudadanos londinenses como Karl Marx y Friedrich Engels?
“Inglaterra permite a sus empresas sustituir a sus empleados por presos a 4 euros”, titula Celia Maza en El Confidencial [1]. ¿Exagera? No, en absoluto. Maza apunta que “cuando la crisis ahoga, la capacidad de inventiva se agudiza y uno se agarra a cualquier resquicio legal para salir a flote”. El problema viene, añade, “cuando el bote salvavidas se compra a cualquier precio”.
¿Qué precio? Tres libras, 3,82 euros diarios, la cantidad que están recibiendo “los presos de una cárcel de Gales por su trabajo en el centro de llamadas de Becoming Green”, una empresa de energías renovables británica (que, por supuesto, no renueva sus criterios empresariales de máximo beneficio sin límite alguno en los procedimientos empleados) que ha visto “en el plan de reinserción del gobierno la mina de oro para despedir a sus empleados y cubrir sus puestos de trabajo por mano de obra esclava que, al acabar su jornada, regresa a su celda habiendo cobrado sólo el 6% del salario mínimo”.
¿Les recuerda algo? Pensemos un poco. ¿El nazismo tal vez? ¿Acaso el fascismo italiano? ¿El fascismo español y la mano obra esclava de sus presos políticos? ¡Han acertado!
El Ministerio de Justicia británico aprobó el plan en 2011 con la intención, conjetura Maza, “de que los reclusos reciban formación y así les sea más fácil encontrar empleo al terminar su condena”. Ese mismo Ministerio ha confirmado “que decenas de presos de Prescoed en Monmouthshire, un centro penitenciario situado en el sur de Gales, han realizado lo que eufemísticamente llaman un “periodo de prácticas” durante al menos dos meses a razón de 51 céntimos de euro la hora”. ¡Medio euro por hora con ropajes de reinserción social! Thatcher sigue muy feliz en su sombra y sonríe con una gran carcajada. ¡Que les den! Como su colega castellonense.
Inicialmente fueron aceptados 23 presos. El pasado julio de 2012, 17 de ellos seguían haciendo tareas. Son 12 ciudadanos (¿ciudadanos?) en la actualidad quienes “están desarrollando sus funciones por ese mísero sueldo”. Por si hubiera dudas sobre el diseño global, estos nuevos trabajadores suponen el 15% de la plantilla de la compañía. La misma empresa ha admitido que, desde que empezó a “colaborar” con el sesudo plan del Gobierno conservador de su Majestad la Reina, “ha despedido a algunos de sus empleados”. ¡Vaya por Dios! ¡Los negocios son los negocios (aunque sean los de empresas “renovables”) y los derechos laborales es una extraña y trasnochada patraña vindicada por rojos y sindicalistas irracionalistas! El portacoz de la empresa ha asegurado que “determinados despidos estaban ya programados y que otros muchos empleados se habían contratado anteriormente en una reciente expansión”. ¡Desde luego, desde luego!
El tiempo de formación de los presos es de 40 días hábiles, pero –por si acaso- “el ministerio de Justicia ha confirmado que no hay límite estipulado” y que es decisión de los empresarios, gente muy seria, justa y razonable, alargarlo “cuanto crean necesario”. ¡Faltaría más!
Los planes gubernamentales conservadores apuntan pasar de 10.000 a 20.000 “reclusos trabajadores” en menos de 10 años. Los sindicatos británicos advirtieron de los riesgos de la medida: podía dejar a gentes sin empleo y podía además llegar a esclavizar a mucha gente. ¡Obviamente! Para Andy Richards (de Unite, uno de los sindicatos más importantes de las islas), explotar a presos “le parece un planteamiento sacado de un cuento de Charles Dickens”, que también en estos acertó. ¡Regreso al pasado decimonónico!
El Ministerio se intenta justificar así (tomen nota para ejemplos de la teoría cínico-falsaria de la argumentación): “Las actuaciones del Prescoed están estrechamente ligadas con la empresa, el servicio de libertad condicional, las autoridades locales y los grupos comunitarios para asegurar que cualquier impacto en la mano de obra local se reduce al mínimo”, recalcando que “sería algo muy grave si se comenzaran a reemplazar las oportunidades de empleo para las personas que respetan la ley”. ¿Cuánto de grave?
Los trabajadores de prisiones se han echado las manos a la cabeza horrorizados. Sus sensatas reflexiones: una cosa es estar a favor de dar a los reclusos una nueva oportunidad, pero no de esta manera, “pues normalmente ya tienen que afrontar numerosos problemas en sus procesos de reinserción para que ahora, además, el resto de los empleados les miren como amenaza para conservar sus puestos”. ¿No es razonable, no es un ejemplo de racionalismo temperado como diría nuestro Francisco Fernández Buey?
Steve Gillan, el secretario general de la Asociación de Funcionarios de Prisiones, ha declarado que la situación es “completamente inaceptable… los empresarios deben estar frotándose las manos y los accionistas deben reírse cada vez que les toca ir al banco”. Se ríen. Gillan toca realidad, sabe de qué va el mundo de los negocios y de las virtudes aparentes.
Los trabajadores de Becoming Green, que han hablado con la prensa de manera anónima por miedo a represalias -no se atreven a hacerlo abiertamente: ¡viva la libertad sindical, viva la democracia realmente existente!-, comentan que, obviamente, “los reclusos no tienen la culpa de los que está pasando, pero reconocen que hay tensiones porque unos temen ser reemplazados y los otros sienten impotencia al recibir sólo tres libras por desempeñar el mismo trabajo que el compañero de al lado”.
Si el cinismo empresarial fuera premiado, Becoming Greenes merece el primer premio. Sin duda. La empresa justifica su actuación señalando que “las corporaciones deben tener una responsabilidad social". Y ellos la tienen. Su argumento: el trabajo permitirá “a los prisioneros reintegrarse en la sociedad y les ayudará a no tener la necesidad de volver a delinquir. Al trabajar, los presos pueden tener una vía de cambiar potencialmente sus vidas y pagar a las víctimas de la delincuencia en lugar de ser improductivos en la cárcel". ¿Se dan cuentan del humanitarismo radical de Becoming Greenes y del sistema económico que tan bien representan?
¿Y en España? Esperen unos meses y más pronto que tarde verán un nuevo ejemplo de la iniciativa privada-gubernamental para salir de la crisis. ¡Hay que ayudar a los reclusos!, exclamarán los de los 5.100 euros mensuales-que les den-Eurovegas maravilla.
¿Qué pensarían Manuel Sacristán y Paco Fernández Buey (que no fueron ciudadanos londinenses pero conocieron muy bien las luchas de las clases obreras británicas) sobre las hazañas bélico-represivas de Becoming Grennes y las disposiciones del gobierno inglés? No lo dirían en voz alta, nunca fueron malhablados, pero así, entre susurros, exclamarían: “¡Son hijos e hijas de Satanás! ¡Peores aún! La gran pregunta: ¿cómo un sistema de estas características puede ofuscar –“obnubilar” hubieran escrito- las consciencias de millones y millones de personas en el mundo?”

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