VI Cumbre de las Américas: Cancha Rayada

Diego Ghersi
APAS

  • La reunión continental de Cartagena de Indias significó un retroceso para los intereses nacionales y populares de los pueblos latinoamericanos.
Imposible no comenzar por resaltar la importancia de las ausencias de los presidentes de Ecuador y de Venezuela, Rafael Correa y Hugo Chávez. Cristina Fernández asistió, aún en medio de la andanada de embates opositores que -a modo de gota que erosiona la piedra- se suceden sin prisa ni pausa fronteras adentro de su país; y mientras delineaba también la recuperación de YPF.

Imposible no comparar esta cumbre con la de Mar del Plata, cuando merced a una acción coordinada de presidentes se puso freno al proyecto estadounidense del Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA). Sin sus mejores líderes en la cancha, la Patria Grande no puede competir.

Con Dilma Roussef en soledad y con Evo Morales invisibilizado, quedó libre el camino para que Barack Obama se robara el protagonismo absoluto y consiguiera sus objetivos: dividir Latinoamérica y avanzar con acuerdos bilaterales.

Para empezar por algún lado el dato significativo es que no hubiese declaración final. No alcanzó el esfuerzo latinoamericano en defensa de Cuba, que era argumento suficiente para suspender la Cumbre antes de que naciera. Tal actitud, que probablemente no se asumió por no causar un desaire al presidente anfitrión Juan Manuel Santos, no logró plasmar en papel lo que pretende Latinoamérica acerca de Malvinas y Cuba. Hubo fuertes declaraciones, sí; pero a las palabras siempre se las lleva el viento.

A contrapelo de esto, si sirvió la Cumbre para establecer relaciones bilaterales de orden económico, y declaraciones livianas e intrascendentes acerca de la voluntad para erradicar la pobreza. Ambas cosas son un claro triunfo de la diplomacia estadounidense porque evitó hacer evidente que sus intereses van a contramano de los de la región.

Podría decirse lo contrario, es decir que no haber logrado declaración final es un triunfo porque significa que Estados Unidos no pudo imponer del todo su visión de la realidad sobre el resto de los países. Sin embargo no era necesario pasar por la VI Cumbre para corroborar eso.

Con cada uno en lo suyo, con cada país dividido del todo en sus intereses, la unidad Latinoamericana sufrió el impacto. Bien sabido es que la fuerza de las políticas nacionales y populares reside en la fuerza de la región y cuando esta falla, cuando flaquea, lo que triunfa es la estrategia central basada en el “divide y vencerás”.

No hubo una defensa exitosa para Cuba y no hubo rechazo compacto a la injerencia británica en Malvinas; sin embargo Barack Obama se dio el lujo de aludir a Irán centrando sus críticas en la falta de cumplimiento por parte de Teherán de las resoluciones de Naciones Unidas referidas al desarrollo nuclear de ese país. Nada, sin embargo, del incumplimiento de Londres al mandato supranacional en el Atlántico Sur. Es el mismo parte y merecía el mismo castigo.

Apenas sí hubo una falaz alusión a la “neutralidad” de Washington que inmediatamente recuerda la mentirosa participación del ex canciller estadounidense Alexander Haig durante el conflicto bélico de 1982. De nada sirve abogar por un llamado al “diálogo” que se sabe de antemano que no se producirá sin una fuerte presión.

Lo real fue que la oposición de Estados Unidos y Canadá impidió el acuerdo sobre Malvinas (Dios bendiga a la CELAC). Y es que esos dos países son, antes que habitantes de América, aliados a ultranza del Imperio Británico. No importa lo que digan: eso es así.

En este contexto la voz del presidente de Bolivia, Evo Morales, anunció que “que existe una "rebelión" de los países latinoamericanos y caribeños ante Estados Unidos por su rechazo a la participación de Cuba en las cumbres hemisféricas” y recordó que Estados Unidos se coloca en la posición contraria de sus vecinos del sur con relación al reclamo argentino de soberanía sobre las islas Malvinas.

"Hay dos temas, Cuba y Malvinas. Para Bolivia las Malvinas son Argentina, es América, pero uno o dos países se oponen. Si Estados Unidos reconociera el gran sentimiento de los pueblos sí habría inclusión y democracia” sostuvo Morales.

También se dijo en general que sería la última Cumbre sin Cuba. Pero aunque fuese cierto la declaración verbal no tiene importancia práctica. Estados Unidos sabe que para la próxima Cumbre ya no estará Fidel Castro; Raúl tal vez tampoco; la situación habrá cambiado y la nación caribeña enfrentará una transición en la que le costará encontrar un Líder de talla competitiva. Porque ni Cuba se salva de la problemática del recambio de líderes de peso.

El reemplazo de líderes con talla de estadistas, tan especiales y tan carismáticos; claros en sus ideas y de actitud combativa, no es sólo un problema cubano, sino que también es argentino; brasileño; ecuatoriano; uruguayo; paraguayo; boliviano o alemán. Y si hay algo que debe evitarse es que dentro de veinte años la historia se cuente desde lo “excepcional del actual momento” y en la continuidad de la miseria en los pueblos de América.

“Te olvidaste de Malvinas” fue la frase que la presidenta Cristina Fernández deslizó a Juan Manuel Santos referida al discurso de apertura que éste realizara. No es menor el olvido del mandatario colombiano. Fue casi una puñalada por la espalda porque si algo debía lograr esta Cumbre era reafirmar la solidez de Latinoamérica en oposición al colonialismo británico. No haberlo logrado es un triunfo de Londres y de su política de romper la integridad regional.

Hasta Fidel Castro en sus “Reflexiones” se pregunta “¿Por qué (Juan Manuel Santos) no dijo una sola palabra sobre las Islas Malvinas ni exigió el respeto de los derechos soberanos de la hermana nación Argentina?”. No se le escapa al sabio líder caribeño la fea actitud del mandatario colombiano.

En la frase de Cristina Fernández también se adivina un dejo de tristeza y desilusión. Tristeza por no verse respaldada y desilusión consigo misma por haber esperado respaldo de alguien que no tenía curriculum para darlo en el momento más crucial. Después de todo Santos era ministro de Álvaro Uribe y pretender que en una baldosa se produzca su metamorfosis ideológica es como pensar que se puede saltar y tocar la Luna con las manos. Cristina Fernández sola, no puede.

Por su parte, el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, aprovechó la Cumbre para avanzar en un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y en un relanzamiento del Plan Colombia de combate al narcotráfico.

De más al norte, el presidente de México Felipe Calderón aseguró que la VI Cumbre de las Américas fue un éxito, aunque no existieron acuerdos concretos en temas como la inclusión de Cuba; las islas Malvinas o la legalización de drogas. Notable. Si no hubo acuerdos no se entiende dónde estuvo el éxito.

Por suerte Calderón lo explica: "el tema fundamental de la cumbre fue cómo asociarnos para desarrollarnos, cómo prosperar". Bueno, ¿cómo se hace eso?, porque no quedó muy claro más allá de buscar acercarse a Estados Unidos y olvidar la asociación regional del proyecto Patria Grande.

Sólo dos días después de la VI Cumbre, Felipe Calderón se mostraba preocupado por la recuperación de YPF para la Argentina en virtud de que Petróleos mexicanos (PEMEX) es socio de Repsol. Calderón consideró "muy lamentable" la intervención de YPF "porque no le va hacer bien a nadie, ya no digamos a los inversionistas de Repsol", donde Pemex tiene casi el 10 por ciento de las acciones, "sino a los argentinos".

Calderón, que llegó a la presidencia bajo la sombra del fraude; que militarizó su país en asociación con Estados Unidos transformándolo en un sangriento campo de combate y que no pudo privatizar Pemex por presión popular, se muestra propenso a defender las corporaciones españolas en detrimento de la solidaridad regional con el gobierno de Cristina Fernández y en contra del más elemental sentido común. Pedirle otra cosa es pretender otro salto a La Luna y es un llamado de alerta para la unidad de Latinoamérica.

El otro tema promocionado, el de la legalización de las drogas, era también espinoso porque cuestiona el corazón de los negocios de lavado de Estados Unidos. Además ataca la venta de armas y el establecimiento de bases militares con fines de dominio a mediano plazo de zonas estratégicas como el Amazonas o el Acuífero Guaraní. No podía prosperar la iniciativa de un cambio en ese sentido sin una estrategia regional común. La voz solitaria de Evo Morales no era suficiente.

En resumen puede decirse que la Cumbre no arrojó propuestas concretas sino tan solo el enunciado de múltiples expresiones de deseo al estilo de la vieja Alianza para el Progreso.

No es forzada la comparación. Como para salvar la ropa, los mandatarios se manifestaron a favor de poner en marcha "políticas públicas" para fomentar la educación de la primera infancia, impulsar el trabajo decente, el crecimiento económico con equidad y la formalización progresiva de la economía informal para “erradicar la pobreza y la inequidad”. Muy loable, pero poco en concreto y sin precisiones.

Y quedan un par de interrogantes… ¿Sabía Barack Obama de las intenciones de Argentina para con Repsol? ¿Relevó Cristina Fernández a Estados Unidos de una incómoda definición sobre Malvinas a cambio del silencio de Washington en el tema YPF?

La duda es razonable. Si Washington no puede plegarse al apoyo de los reclamos de Argentina en el Atlántico Sur porque traicionaría su alianza con Londres y su propio plan global de expansión, sería demasiado que sume su voz en contra de medidas soberanas de la Casa Rosada sobre una empresa privada y multinacional como Repsol y que encima pretenda –como trascendió- preservar ante todo las “buenas relaciones” bilaterales con Buenos Aires. ¿Soportará Washington la presión de Madrid para que condene a la Argentina?

No debió haberse efectuado esta Cumbre. La gran lección que ha dejado merece el reconocimiento autocrítico de que no puede afrontarse nunca más una circunstancia así sin un acuerdo previo regional contra el gigante corporativo del norte de América.

No debería efectuarse nunca más esta Cumbre, los riesgos de perderlo todo son grandes y los premios muy pobres.

dghersi@prensamercosur.com.ar